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Noche de soledad (novela)
#9
Mauricio y Facundo eran muy unidos. Este último siempre prefirió a su padre por encima de su madre. Claudia no era una mala persona, solo que casi nunca estaba en casa y dejaba a su hijo con el padrastro. Mauricio había escuchado hablar mucho de ese padrastro. Se llamaba Miguel, el apellido no lo sabía, y era médico cirujano en un hospital privado.
La madre de Mauricio estaba internada en una clínica de enfermedades mentales ya que tenía demencia senil. Hace tiempo atrás, cuando Mauricio era chico y sus padres vivían juntos, tenía algunos “Agarrones” con su padre ya este la golpeaba... y en uno de esos arranques quiso internar a su hijo en “El borda.”
-Es por tu bien… entendelo hijo… sino nunca vas a ser feliz –Le decía su madre Filomena- No es el lugar perfecto para vos pero de seguro aprendes muchas cosas… otras vivencias…
Nunca llegaron a internarlo ya que fue en ese momento que empezó a ir a grupos de autoayuda para la mejor socialización.
Mauricio estacionó el coche en el parque del Nosocomio y descendió del auto. Una señora, de mirada perdida se le acercó.
-¿No tiene una monedita para comprar cigarrillos? –Preguntó la señora amablemente, la baba le caía de la boca y golpeaba contra el caluroso suelo-.
-No tengo, señora –le contestó Mauricio, la señora se volteó y se fue a sentar en uno de los bancos que había por ahí-.
-¡Pobre señora! –Comentó Facundo- ¿Por qué Dios permite que estás personas estén acá abandonadas a su suerte? –él miró para todos lados y vio personas mayores buscando algo que fumar desesperadamente-.
-Sus mentes no resistieron el paso del tiempo y comenzaron a perder lucidez… la abuela está entre esas personas… -le contó Mauricio- vamos que seguro nos está esperando.
Caminaron por el sendero que llevaba al pabellón 13. Ese lugar le parecía exageradamente depresivo. Aquel Nosocomio estaba en un pueblo de Luján, cerca de la famosa Basílica que llevaba su nombre. El lugar era puro campo. La distancia entre los pabellones y la entrada era de 2km. Había un colectivo que te llevaba hasta allí pero por suerte Ghomikian tenía auto y no necesitaba de ese vehículo.
Llegaron a ese pabellón. Entraron y enseguida un enfermero se les acercó.
-Buenos días, ¿viene a ver a su madre? –Le preguntó el enfermero-.
-Así es…
-Bien, ella está en el primer piso… últimamente anda con unos dolores intensos, le hicimos unos chequeos de diagnóstico, nada de que preocuparse –aclaró el enfermero al ver la cara de desesperación del niño- Es una cosa de rutina, usted sabe que su madre ya es mayor… es normal que esto suceda debido a la vejez.
-Pero, ¿pasó algo para que tuvieran que hacerle esos exámenes? –Le preguntó preocupado Mauricio-
-Como ya le dije antes, un pequeño dolor… nada más –dijo el enfermero mientras les señalaba la escalera al final del pasillo- suban esas escaleras y, a la derecha, está el patio interno.
Ellos hicieron caso. Subieron las escaleras y vieron a los abuelos jugando a las cartas para matar el tiempo. Doblaron a la derecha apenas subieron las escaleras y se encontraron con Filomena sentada en una silla mecedora. Esas sillas estaban por todo el hospital.
-¡Miren! ¡Llegó mi marido! -gritó doña Filo contenta- ¿Que haces vos acá? ¿No tenés que estar de viaje?
-Mamá, soy yo, tú hijo...
-¿Y este niño quién es? -Siguió, sin dar cuenta a lo que decía su hijo- ¡Oh! ¡Es mi niño! ¡El pequeño Mauricio!
Facundo se ponía nervioso cada vez que él era confundido con su padre.
Mauricio tomó por los hombros a su madre y la miró fijo, sosteniéndole la mirada.
Doña Filo lo miró asustada y como por arte de magia -o momento de lucidez- reconoció a su hijo
-¿Mauricio? Sí, sos vos... esos ojos, los reconocería aunque perdiese la memoria... -se recostó contra la mecedora- ...hace tiempo que no soñaba con tu padre, desde que murió mi vida a estado vacía... busco en cada persona, que entra acá como visita, a mi esposo...
-No te preocupes má, estoy acostumbrado a tus ataques de senilidad...
-¡Tan frío como siempre! -exclamó ella- ¡Si supieras que parecidos son vos y tu padre!
-¿El abuelo era igual que papá? -dijo el pequeño- ¿Y yo soy parecido a papá?
-Sí, sos muy parecido a tú padre y a tú abuelo... sos tan pintón como ellos, o puede que más incluso...
La charla con doña Filo se extendió desde el mediodía hasta entrada la tarde. Pronto se encontraron volviendo por la autopista del Buen Ayre con destino a Palermo.
Claudia, la madre del niño, trabajaba en una tienda de ropa de moda, estaba de vendedora. No le pagaban mucho pero le servía para costearse los estudios de psicología. Este año por fin se recibiría. Pero lo que Ghomikian no sabía era que después de recibirse se iría a vivir a Brasil con su actual pareja... y se llevaría con ella a Facundo.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Eran las diez menos cuarto de la noche del jueves 18 de febrero y Ghomikian se encontraba ante la puerta de una iglesia agnóstica. Abrió la reja de la puerta y entró. La iglesia estaba decorada muy a la antigua. Las cúpulas altas trataban de emular a la torre de Babel, esa antigua construcción que hicieron los egipcios y con la cual pretendían llegar al cielo. ¡Pobres estúpidos! Según la historia bíblica, fue en ese momento que Dios decidió cambiar los idiomas para que, entre ellos, no lograran entenderse. Mauricio penetró en aquella iglesia y vio, frente a una estatua de Cristo crucificado, a Alvarenga. El lugar estaba repleto de sombras. Una más oscura que otra.
Alvarenga parecía concentrado en orar. Mauricio se quedó a algunos pasos contemplando el decorado gótico.
-¿Sabés quién fue Enoc? -La pregunta tomó por sorpresa a Ghomikian, él meneó la cabeza en respuesta negativa- No, pues entonces sabes quien fue Matusalén... -Conocía poco de la Biblia, pero a ese personaje lo conocía-.
-Fue la persona más vieja de la historia humana... ¿verdad? -Preguntó inseguro este-.
-¿Sabes por qué el hombre ya no vive tantos años en este mundo? -Preguntó Enrique- No hace falta que respondas, el hombre arruina todo lo que toca y más aún en esta época... ¿Te los imaginas viviendo miles de años? Destruirían todo lo que Dios a creado en un abrir y cerrar de ojos... -Enrique por fin se dio vuelta y miró con sus pupilas violetas a aquel que decidió ayudarlo- Un hombre, solo por curiosidad, inventó la bomba atómica... fue solo un accidente... E=MC2... sabes lo que significa eso... la Energía es igual a la Masa por la Velocidad de la luz al cuadrado... esa simple suma derivó en una bomba que VOLÓ en tan solo milésimas de segundos dos islas de Japón -Todo esto lo dijo mientras baja de las escaleras que conducía al altar-.
En su mano derecha, Alvarenga, portaba una vara dorada y sobre la cabeza llevaba una túnica púrpura que hacia juego con sus ojos. De repente, las sombras se movieron en círculos hacia él.
-¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! -gritó Ghomikian asustado- ¡¿Qué estás haciendo Enrique?!
-¿No lo ves?... ¡Vas a ser una de mi sombras!
-¡No! ¡No quiero! ¡Yo solo quiero venganza! -Gritaba Ghomikian-.
Las sombras empezaron a pegarse a su cuerpo y a entrar en él. Ghomikian se resistió lo más que pudo. Las sombras, luego de unos segundos, salieron expulsadas de su cuerpo. Él quedo allí, de rodillas contemplando el cielo nocturno a través de la capilla.
-Bienvenido sombra mayor... este lugar será tu santuario y tu lugar listo para la venganza -Aplaudió Enrique- ¿Cómo te sentís?
-Espectacular, nunca me sentí mejor...
-Bien, ahora empecemos con el plan...

Ghomikian llegó a la clínica donde estaba la morgue donde tenían a Alejandra Iorii.

-Sucio, sos horrible, prefiero pisar mierda descalza antes que salir con vos...

-¿No te arrepentís de esas palabras Iorii? Ahora necesito tu cuerpo y el de Jazmín.
Bajó del coche y se enrolló sobre si mismo. Con un chasquido apareció ante la puerta de la morgue... el médico que iba a desmembrar a Alejandra parecía muy cansado...
-Ve sombra del sueño -Mauricio apoyó las manos en el suelo, una sombra penetró en la sala tocando una flauta dulce.
Por supuesto que el médico no pudo ver a la sombra ya que esta no deseaba mostrarse. Enseguida, el forense se durmió. Mauricio estiró su brazo y la sombra volvió a él, penetrando por su mano.
Ghomikian vio el cuerpo que yacía inmóvil en aquel lugar y le dio un poco de nostalgia. No recordó buenos tiempos simplemente porque no los había.
Buscó en una carpeta que había en una de las mesas y vio la entrada en aquel hospital del cuerpo de Jazmín Baccaro.
“Jazmín Angélica Baccaro, placa mortuoria número 251”
Busco la caja con ese número y allí estaba el cuerpo de Jazmín.
-Bien, debo apurarme antes de que despierte el forense...
Ghomikian expulsó dos sombras desde sus manos, envolviendo a ambas muertas.
Las sombras desaparecieron con un chasquido al igual que Mauricio.
Ya en el auto, que fue donde aparecieron, las dos sombras entraron en el cuerpo de las muertas emulando ser ellas. Pero era cuestión de tiempo para que las sombras dejaran esos cuerpos. Igual le servía hasta llegar a la iglesia.





Raziel Saehara
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