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Noche de soledad (novela)
#1
Esta novela, en la cual trabaje mucho y trate de romper con mi propia forma de escribir, centrándome mas en la narrativa que en los diálogos, fue la segunda novela que pensé en escribir... y por tanto, les digo, quedo bien. O por lo menos a mi me gusta. Si quieren comentar son bienvenidos.

Sinopsis: Mauricio Ghomikian, un chico que sufrió durante toda su infancia por culpa de sus ex compañeros del colegio, tanto con las chicas como con los varones, quiere venganza. Para ello a hecho un trato con un ente demoníaco.
Los invito a leer y a juzgar esta novela original de mi propia creacion.

¡Que empiece la cacería!


Prologo.

“Estimada Pamela Gorosito: Mi nombre es Raimundo López, estoy al corriente de que ha sido la brillante ganadora del premio de u$d 10.000.000 mediante la compra de un billete de lotería cuyo número de serie es 250.585. Como es de conocimiento público, usted recibirá el 70 % de esa suma ya que el 29 % le pertenece al fisco y el otro 1 % le pertenece a la agencia de juego donde se jugó el billete. Saluda a Ud. atte. Raimundo López, jefe de estado de la provincia de Buenos Aires.”

“Estimada Pamela Gorosito: mi nombre es Mauricio J. Ghomikian, tal vez no me recuerdes pero has de saber que yo estaba muy enamorado de vos cuando estábamos en la primaria. Nunca me anime a decirte nada por una simple razón, le tenía miedo a las chicas. En fin, quería invitarte a salir un día de estos siempre y cuando aún no hayas conseguido pareja. Te preguntarás “¿Qué has hecho en tanto tiempo?”. Bueno, me he convertido en presidente y dueño de una de las líneas de comidas más importantes de Bs. As. “Il noble formaggio”, es una de las pizzerías Italianas más grandes de la provincia con sucursales próximas en USA, Italia, Marruecos y, tal vez, Colombia. La dirección de mi casa es Jorge L. Borges xxxx 1er piso B. Es un edificio lujoso donde comparto tiempo con mi hijo. Desde ya muchas gracias. Te saluda atte. Mauricio J. Ghomikian”

“Estimado Mauricio J. Ghomikian: Soy Pamela a la que vos escribiste hace algún tiempo. Te pido por favor que me dejes en paz. No sé que te traes entre manos pero estoy en pareja. No me molestes más. Pamela Gorosito.”
En aquel momento sentí un odio potente y devastador. Quise llorar pero ya no había lágrimas. Y detrás de mí, Él sonreía. Nuca pensé que tuviera que recurrir a esto pero, en definitiva, soy un hombre rencoroso y vengativo.





Raziel Saehara
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#2
Capítulo I: La sombra de la muerte.

Mauricio Justino Ghomikian era un chico callado e introvertido. No le gustaba salir ni tener amigos. Las chicas que le gustaban no toleraban su forma de hablar (arrastrando las palabras y escupiendo saliva para todos lados) por eso él se aislaba de todos sus compañeros. Se consideraba indigno del amor de tan bellas chicas. Nadie le hablaba, nadie jugaba con él. “¿Para que jugar conmigo? ¿Quién sería tan imbécil?” se preguntaba él. Miraba para todos lados en el patio del colegio y veía chicos divirtiéndose intercambiando figuritas y hablando de sus dibujos animados favoritos: El zorro, Popeye el marino, Mazinger Z y otros de esos que a él le gustaba ver en la televisión por cable. ¿Quién querría jugar con él?
Mauricio suspiro y saco de su mochila un Walkman marca Pony que le había regalado su tía. Una chica de cabellera rubia se le acercó. Era hermosa, estaban juntos desde primer grado. Pero ella, como el resto de las chicas, jamás le había dirigido la palabra. ¿Quién querría hacerlo?
-Mauricio -la chica se había animado a decir su nombre sin que le temblara la voz, sin dudas había algo raro en esa chica- ¿Me prestarías el Walkman? Lo sabía, sabía que algo raro había en aquella chica, era una interesada.
Mauricio, resignado, le entregó el Walkman. ¿Hacía eso la diferencia? Nadie lo iba a odiar menos ni más por hacerlo.
-¿Querés venir a escuchar música con nosotras? -Le propuso la chica- es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
Más interés creado. La chica le proponía “amistad” a cambio de “Protección”. No, no iba a aceptar.
-No gracias, prefiero quedarme acá solo que ser tú mulo -le contestó Mauricio a la chica- No me interesas.
La chica lo miró llena de odio. ¿Quién se creía que era aquel estúpido para tratarla así? Ella le ofrecía su amistad y él se lo agradecía así.
La chica se fue ofendida, llegó donde las demás chicas y se pusieron a cantar canciones de la época. Asunto olvidado.
-¿Qué rápido olvida el ser humano verdad? -la voz venía de uno de sus amigos más importantes: Américo Rodolfo Díaz.
-¡Ame! ¡Vos si que me entendés! -le dijo Mauricio- Se creen que porque son lindas pueden hacer lo que quieran.
-Sí, son unas idiotas -le respondió Américo- la mente de los seres humanos es algo interesante de verdad.
Esto era algo que pasaba muy a menudo. Algún chico lo invitaba a jugar a la pelota y Mauricio se negaba. Le gustaba mucho ir a la casa de Américo y jugar al Family hasta largas horas de la noche.
La mamá de Américo, Norma, se enojaba cuando ellos tenían que estudiar y, en ves de eso, jugaban al Family. Américo y Mauricio tenían los mismos gustos por los videojuegos. Jugaban al Mario Bros. 3, ese juego se hizo famoso en la época por tener un Mario que volaba y un Luigi que caminaba.
En una ocasión, Américo lo invitó a comer y le contó que él era su único amigo y con el que mejor se llevaba.
Ellos dos tenían algo que los unía y su amistad era algo que no se iba a romper tan fácil. En aquella época estaba de moda el NES o, como se lo conoció en Argentina, Family Game System.
Habían pasado ya varios años de aquello. Él tenía ahora 35 años y no había logrado olvidar a aquella chica que había sido dueña de su corazón. Había cambiado su forma de vestir, su habla y había reformado hasta su mente yendo a grupos con problemas de socialización. En ese lugar aprendió a ser más considerado y paciente con el resto de las personas.
Ese día, una señora, clienta de la casa de pizzas, vino a quejarse por la mala atención que había recibido por parte de uno de los empleados de Mauricio. Ese empleado, que era uno de los más nuevos, discutía acaloradamente con la señora.
Mauricio se acercó donde ellos y le preguntó a la señora que le sucedía.
-¡Su empleado me trató de una manera que no corresponde! ¡Lo voy a denunciar con derechos del consumidor! ¡Especialmente a usted! -Gritó la señora nerviosa- ¡Voy a... a...! -La señora no pudo resistir y los nervios hicieron que le diera un golpe de presión.
-¡Lucas! ¡Llama ahora mismo al 107! ¿Hay algún médico acá? -Gritó desesperado Mauricio.
-Yo soy médico -dijo un hombre alto y fornido de barbilla cuadrada y bien afeitada, llevaba una cola de caballo en el pelo y unos anteojos comunes- ¡Abran paso!
La gente muchas veces es bien intencionada, pero esa intención muchas veces se convierte en un estorbo. Este era el caso. El médico trató de pasar abriéndose paso entre la gente pero tardó unos segundos en llegar donde estaba la anciana desmayada.
Se arrodilló delante de ella y le tomó el pulso.
-¡Está viva! Tengo mi auto en la puerta, ayúdenme a levantarla por favor -pidió el médico a Mauricio, él accedió sin dudarlo-.
Juntos, el médico y Mauricio llevaron a la anciana al hospital. Allí la recibieron y le dieron el tratamiento de emergencia.
A los pocos días de sucedido aquello, la hija de la señora presentó las disculpas a Mauricio y le dió las gracias por salvar a su madre que estaba senil. La señora le explicó que su madre estaba pasando por un periodo de afectación ya que su marido había fallecido. Al parecer la anciana no había soportado la muerte de su esposo y contrajo el Síndrome de Demencia Senil (SDS); y de está manera todo quedó solucionado.
Lo único que preocupaba a Mauricio era aquella chica rubia que no había logrado olvidar en tantos años.
Sacó una foto del bolsillo y la puso en el escritorio. Aquella chica era todo lo que quedaba de su pasado. Había perdido contacto con Américo e incluso tal vez ya se hubiese casado y todo.
-¿Qué será de tú vida Ame? -se preguntó mientras miraba las fotos del colegio donde aparecía aquella chica rubia hermosa, la mismísima Gorosito que se había ganado la lotería hacía poquito. Tuvo suerte. Él Tuvo que trabajar duro para obtener todo ese dinero.
Se preguntó si Pamela se habría casado, o quizás hasta tenido hijos.
Por otro lado, Ghomikian si había hecho su vida a gusto: Se casó, se separó y le quedó de esa relación un hijo que mantener.
Facundo Anastasio Ghomikian era el nombre de su hijo. Su ex mujer lo dejó por un tipo más joven, y eso que él era joven, tenía en aquella época 28 años. Fue hasta el modular y se sirvió una medida de Whisky.
-¿Qué he hecho de mi vida? Mi esposa me dejó, la chica de la que siempre estuve enamorado es millonaria y, producto del dinero, seguramente ya tiene un montón de hombres tras ella -Pensó él en voz alta- Además hablo solo. ¡Que triste es mi vida!
Tomó un trago largo de Whisky y dejó el vaso sobre una toalla que estaba debajo de la botella de aquel preciado líquido. ¿Qué haría?
-Solo me queda recurrir a Él, es la única solución.
Su estudio, solitario y triste, estaba en un cuarto posterior al living, entre la cocina y la escalera que conducía a la habitación de descanso.
Su hijo Facundo estaba en casa de su madre. ¡Ah! ¡Que tiempos dorados aquellos cuando salía con la madre del niño! Este año se recibiría de psicóloga. Habían planeado un viaje al extranjero, Haití más exactamente, pero por el asunto del gran terremoto sucedido allí ese año, el viaje no iba a ser posible.
Una sombra se movió detrás de él. Mauricio suspiro. Se dio la vuelta y encaró a esa sombra.
-¿Qué querés? Ya le dije a tu amo que va a tener lo que corresponda cuando corresponda -dijo tajante Mauricio- ¿Venís a eso verdad? ¿Venís por el pacto?
-Mi amo se impacienta Ghomikian, él no ha notado cambios en tu status...
-Ya te lo dije y te lo repito, cuando pactamos tendrá lo que él desea... Ahora ándate -terminado de decir esto, la sombra se enrolló y se convirtió en apenas unas volutas de humo.
Mauricio simulaba tener coraje frente a la sombra pero en realidad tenía miedo... como nunca lo había tenido.
Decidió ir a descansar, total por lo que le quedaba de vida. Pronto tendría que decidir... ¿Cambiar el Status o seguir así?
Pronto tendría que decidir. Muy pronto.





Raziel Saehara
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#3
El doctor Díaz no podía dormir. Desde aquel caso de la anciana en la casa de comida... le daba la impresión de que aquel hombre educado y de mirada lánguida le era conocido de algún lado. Pero, ¿de donde? Eran las tres de la mañana y no conciliaba el sueño. Su esposa Cecilia estaba a su lado, durmiendo sobre su torso desnudo. Movió despacio a su esposa y se levantó de la cama. La urgencia lo llamaba. Salió del baño y se lavó las manos en la canilla de la cocina. ¿En qué estaba pensando? ¿Ese hombre se parecía a alguien que él conociera? ¿Podría ser un amigo de la infancia? ¿Tal vez de la primaria? Decidió mirar en lo que él llamaba “El cajón de los recuerdos olvidados”, era un cajón de una cómoda donde guardaba las cosas que había considerado importante de chico.
En aquella época, no había celulares ni nada de la tecnología que hay hoy en día. Todos los años, pagando cinco pesos, te sacaban una foto escolar. Él se puso a recorrer aquellas fotos mientras se preparaba una infusión. En tan solo dos minutos, y gracias al micro ondas, tendría listo su té. Miró una a una las fotos. Allí había chicos y chicas que ahora, en tiempos críticos, se dedicaban a vender droga. Era un empleo de redituaba. Los “transas”, como se llama a estos dealers (vendedores) en el lenguaje de la villa, estaban por todos lados. Todavía recordaba a Roberto Zapata, un dealer de tan solo trece años. “Cayó” preso cuando estaban en séptimo grado de la primaria. Un delincuente juvenil. Probablemente ya estuviese muerto. En esa foto también estaba Sabrina Páez de quien él estaba enamorado perdidamente. Había muchas personas que ni recordaba. Pero de alguien se acordaba seguro: Ghomikian. Aquel chico introvertido y callado que se mantenía al margen de la amistad. Justo en un punto medio entre el odio y el amor.
Faltaba un segundo para que su té estuviera listo. Lo apagó antes. No quería despertar a su mujer. Cecilia era buena con él. No había de que quejarse.
Ellos se conocieron en la Facultad de Psiquiatría de Palermo. Al principio no se prestaban atención, como toda persona ajena a uno. La persona, al mirar a otra que le guste o llame la atención amorosamente, se pregunta: “¿Esta/e chica/o estará destinada/o a ser mi pareja hasta el día del deceso?” Hasta ahora, Cecilia había demostrado serlo. Era una esposa atenta y de buen corazón. Aunque se especializaban ambos en Psicología, también habían estudiado el resto del cuerpo.
Siguió mirando las fotos y encontró una en la que él sostenía un cartel que decía: “Esc. Número 42, 7mo grado C”. Era el cartel de su escuela. Había compañeros que él ni recordaba. Y que tampoco vienen al caso. Solo uno de ellos era importante en su pasado: Mauricio J. Ghomikian. ¿Qué sería de su vida? ¡Hacía tanto que no lo veía! Solo recordaba los días de verano que pasaban juntos jugando a la NES en la casilla que hacia las veces de centro recreativo. Era su edad de oro. Pero eso no es todo lo que le sorprendía, la chica petisa y rubia que salía en el diario había sido su compañera de curso.
-Pamela creo que se llamaba -se dijo para si mismo- Así que ganaste la lotería Pame... Tal vez me de una vuelta por mi antiguo barrio: Villa Bosch.
La historia de Villa Bosch se puede leer en cualquier sitio de Internet de hoy en día. Es un barrio ubicado en el municipio de Tres de febrero. Otros barrios importantes de la zona son: Loma Hermosa, Pablo Podestá, Caseros, Ciudadela y Santos Lugares; entre otros.
Allí en Villa Bosch estaba la casa de Ghomikian o eso pensaba él. Ya era tarde, se había desvelado mirando aquellas fotos. Guardó todo en el cajón y comenzó a prepararse para ir al trabajo. Pronto su esposa se despertaría y comenzaría a buscarlo para darle su medicación. El Doctor Díaz era diabético desde hacía un año. Se cuidaba mucho de las cosas dulces y hacia una dieta contra la obesidad ya que la insulina hace que las grasas y los lípidos se fijen al cuerpo más rápido de lo que se puede uno imaginar.
Preparó el baño. Obviamente, el doctor iba limpio a su trabajo. Pero era muy cuidadoso con sus pies. Los diabéticos tienen mucho cuidado con ellos porque ahí se producen infecciones serias. Es más, a un ex compañero de trabajo -que también es diabético- le tuvieron que amputar uno de sus pies por no lavarlos con frecuencia. Una lástima.
-Amor, ¿ya te levantaste? -Era su esposa quien le hablaba.
Cecilia vestía un camisolín transparente, por suerte usaba ropa interior. Ella era pálida -siempre lo fue- y poseía un particular encanto en su sonrisa capaz de derretir al hombre menos afortunado de la tierra.
-Estaba mirando las cosas viejas de la primaria -le contestó Américo- hace un tiempo que estoy pensando en ir a ver a mi madre...
-¿Hay alguien en particular a quien busques ver? -interrogó Cecilia a su marido- ¿Alguna chica? -bromeó ella-.
-La una chica para la que tengo vista es para vos amor...
Un ruido sordo se escuchó en el techo. Ambos se sorprendieron por el sonido.
-¡¿Que fue eso Amor?! -inquirió asustada su mujer- ¿Será un ladrón?
-Voy por mi arma...
Américo fue por su revolver al cajón de la mesita de luz. El arma -un revolver calibre .29- brillaba sombríamente. Salió de su cuarto mirando para todos los costados y llegó al techo.
Parecía no haber nadie por allí. Algo se movió detrás del tanque de agua, algo pequeño y peludo. Una paloma yacía muerta con un balín atorado en el pecho.
De pronto recordó algo. Era domingo y seguro que algún pibe borracho le disparó con un arma a balines.
Su vecino, que también había escuchado el ruido, se asomó por la baranda.
-¡Hey! ¡Ustedes! -Gritó el vecino, los jóvenes se asustaron y salieron corriendo, el vecino volvió a recostarse y Américo se fue a duchar-.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
El doctor Díaz llegó temprano al consultorio. Había visto demasiados locos en su vida. Todos ellos por culpa de las “enseñanzas” de lo que en psicología se conoce como “Delirio místico”.
Ese día el doctor Díaz tuvo que explicarle a la madre de un familiar internado como se produce este tipo de delirios. En palabras simples solo le explicó lo básico que le habían enseñado a él. El doctor Díaz era un psiquiatra reconocido mundialmente por sus pares. Había atendido incluso gente que decía poder manipular los elementos como el aire o el agua, pero al tratar de hacerles entender que eso no pasaba se ponían violentos. Y no solo pasaba en los hombres. También pasaba en mujeres sin importar su edad.
Mientras hablaba con la anciana se percató de que la señora no presentaba un buen color. Le preguntó si se sentía bien pero era lógico que estuviera al borde del colapso nervioso. Con eso despacho a la mujer desconsolada.
Alguien golpeó a la puerta. El doctor Díaz llamó por un intercomunicador a su secretaría.
-¡Analía! -nadie contestaba del otro lado- ¡Analía!-seguía sin respuesta- ¡¿Que pasa afuera?! -se escuchó la voz de la secretaría pidiendo ayuda, Américo abrió la puerta-.
La señora que acababa de salir se había desmayado. Era la madre de una de sus pacientes más peligrosas. Esta paciente decía haber estado en contacto con la muerte y que esta le aseguró que si mataba a todos sus seres queridos estos escaparían a la muerte del alma en el infierno. Américo no creía en Dios. Nunca creyó siquiera que un Dios existiese. Tampoco creía en la ley de Darwin ni en la teoría de la evolución. Solo creía en la teoría del amor: “Dos personas se aman y procrean, no importa si es Adán y Eva o dos simios, el amor sigue existiendo.” Esa era su única forma de vivir.
Vio a la señora ahí tirada y llamó a uno de los enfermeros.
Entre los dos la levantaron y la llevaron a la guardia en una camilla.
Los dos, el doctor Díaz y el enfermero, de nombre Ramiro, llevaron a la señora a la guardia. El doctor les explico a los médicos lo que le había sucedido a la señora y decidieron dejarla en observaciones.
Américo y su ayudante volvieron al consultorio hablando.
-Estoy preocupado -le confesó Américo al muchacho mientras caminaban por los pasillos en dirección al consultorio- no he dormido bien desde el incidente en la pizzería.
-¿Se refiere a ese caso? -El joven soltó un bufido- ¿Sabía que la señora me mordió cuando se despertó de ese “supuesto” ataque de presión? -Américo se rió- No, en serio. Esa vieja estaba re chapa.
Ramiro, a pesar de que trabajaba junto al doc desde los veinticinco años, le tenía cierto cariño. Era como un padre para él.
-Tal vez debí dejarla internada, ¿No? -dijo el doctor- pero no cambiemos de tema... ¿Conocés al dueño de la tienda “Il noble formaggio”?
-Pues la verdad... no soy un tipo muy amante de las pizzas -le confesó Ramiro- me agradan más las pastas: lasaña, sorrentinos, calzones y todo eso que tiene la pequeña Italia, pero no las pizzas...
-¡Que lastima! -soltó Américo- ¡Justo te iba a invitar a comer! -Américo disfrutaba haciendo sufrir a aquel muchacho, especialmente cuando tenía que darle de comer- Como te decía, el dueño se me hace demasiado conocido...
-Por que no vas y le preguntás como se llama...
-Podría ser -aceptó Américo- ¿pero con que excusa voy?
-Vas y le encargas pizzas, la mía la quiero Napolitana...
-Bueno, tenés razón... -aquella señora que se había desmayado en su consultorio era el último paciente del día- ...Voy ahora mismo a encargarle las pizzas.
Ramiro se despidió de él y entró en el despacho del doctor... allí estaba la joven Analía quien lo miraba inquisitiva.
-¿Y el doctor? .preguntó Analía mientras Ramiro miraba que el doc no se hubiese olvidado nada- ¿se fue?
-Sí -Ramiro echó llave- ¿Lo hacemos acá?
-Eso ni preguntarlo -y después de una larga escena de besos ambos dos se dedicaron un minuto de amor-.





Raziel Saehara
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#4
El doctor Díaz conducía su auto por la calle Humboldt y Santa Fe, dobló en esta última y ya casi llegando a la pizzería- le sonó el celular. Miró la pantalla de cristal líquido y vio el nombre de quien era su esposa.
Estacionó el auto en una de las esquinas cercanas a la pizzería.
-Hola Amor -saludo a su esposa- ¿Qué pasa? ¿Estás llorando? Sí, estás llorando... ¿Qué pasó?...
-¿Podes venir a buscarme al hospital? -le pidió su mujer casi entre llantos- Por favor vení...
-Sí, ya voy para allá...
Cecilia trabajaba en “El hospital de niños Ricardo Gutiérrez” atendiendo casos de patologías mentales en niños con problemas de afecto o tal vez abusados o golpeados por los padres. También chicos especiales con síndrome de Down. Esto es una cosa muy común en su oficio.
Américo arrancó el auto y se dirigió rápidamente a donde estaba su esposa. Llegó allí en un santiamén. Su esposa estaba allí en el estacionamiento llorando. El doctor bajó del auto y abrazó a su esposa. Ella trataba de decirle algo pero los nervios la traicionaban y no se lo permitían. El doctor trataba de sonsacarle frases a su señora.
-Amor, ¿Qué pasó? ¿Es grave? –La mujer lo abrazó fuerte- Está bien, está bien…
La mujer no dejaba de sostenerse la panza.
-Estoy embarazada… lo logramos amor…
Lo dijo claramente entre tantos nervios.
-Pero… No puede ser… Yo soy estéril… ¿Cómo pasó?...
-¡Es un milagro!-gritó su mujer- ¡Estoy embarazada!
-¿Voy a ser padre? –Preguntó él semi desmayado-.
Américo proceso este pensamiento lo más rápido que pudo. No lograba descubrir como.
En una ocasión Díaz y su mujer se sometieron a una investigación profunda para determinar por qué no podían tener hijos, y lo que ese medico le dijo textualmente fue esto:
-Tus genes padecen el “síndrome de Ultimátum” es una rara enfermedad en la que los espermatozoides salen muertos desde los testículos del hombre. No hay cura para este extraño síndrome. Lo único que les recomiendo es que se amen mucho.
Ese día aquel colega suyo había sido muy claro. “No hay cura”, pero ahora... su esposa estaba embarazada.
La miró a los ojos y pudo observar la alegría de aquella muchacha que era su esposa.
-¡Voy a ser padre! -Reaccionó Américo- Le pondré de nombre Adán...
-¿Adán? Pero si todavía no sabemos si es varón o mujer... Aunque me encantaría que fuera varón...
-Sea lo que sea lo voy a querer igual -dijo Américo y le dió un profundo beso a su esposa- Lo voy a amar como a vos Ceci... ¡Nunca estuve tan feliz!
-Sí amor, los dos juntos lo vamos a amar...
Y juntos se quedaron abrazados y llorando por la inmensa alegría. Pero Américo pensaba por dentro que ella lo hubiese engañado con alguien. Con todo este asunto olvido el tema de la pizzería. En otro momento tal vez…

Pamela había recibido hace un tiempo una carta de uno de sus entrañables compañeros de primaria. Ahora ella tenía 34 años, hacía algún tiempo que había estado juntada con un joven de un asentamiento de emergencia. Este joven, de nombre Benito, le traía flores todos los días y le regalaba poemas de amor. Justo lo que una chica quiere de un hombre. Pero, como si se tratara del hombre lobo, de noche Benito se transformaba y salía a robar autos y a golpear gente sin razón alguna. Solo le divertía hacerlo, era un hombre sádico con todas las letras. Pero a pesar de eso la amaba mucho.
En una oportunidad se jactó de haber robado y prendido fuego una funeraria junto a sus amigos: “El zurdo” y “El pipa”. Pamela se había cansado de “Tute” -así es como le decían a Benito- hasta que un buen día le cambio la cerradura del edificio. Ella lloró amargamente todas aquellas noches que venía drogado y borracho.
Él le prometía cambiar cada una de las noches que estaban juntos, pero cuando salía de esa casa todo volvía a la normalidad... ¿Qué tenía que hacer ella para que él cambiara?
Ese día, Pamela se dirigió a casa de Celeste -una de sus amigas favoritas- iba caminando ya que quería disfrutar de un paseo a la luz de la mañana.
Llegó a la casa de Celeste. En la puerta había un hombre vestido con uniforme policial.
Pamela corrió hacia la casa para ver que sucedía allí. Ella saludo al oficial y le preguntó que había sucedido.
-Un vecino nos alertó sobre un posible robo y vinimos a chequear que todo estuviese bien... ¿Usted es conocida del dueño de esta casa?
-Soy amiga de la esposa del dueño, nos conocemos desde la secundaría -le contó Pamela- yo tengo una llave de la casa, voy a entrar para ver que esté todo bien.
-Nosotros entramos detrás suyo -le indicó uno de los polis- le cubriré la espalda.
Pamela había aprendido de su ex que muchos polis no son lo que parece, por eso ella siempre iba armada... pero no se lo iba a decir a aquellos polis.
Pamela abrió la puerta y penetró el umbral de la casa. La chica estaba desmayada allí en la entrada
-Celeste, soy Pamela... ¿Estás bien?
Celeste era una chica de medida estándar (1,70 metros), ojos verdes y pelo castaño claro. Ella se movió, abrió los ojos y se sentó. Miró a Pamela y a los dos policías que estaban con ella.
-¿Qué pasó? Ay, ay, ay… como duele…
-¿Estás bien Celeste? –Le preguntó Pamela y le extendió una mano para ayudarla, con un pequeño tirón Celeste ya se encontraba en pie- ¿Qué pasó?
-¿Está golpeada señora? –Le preguntó el oficial- ¿Reconoce a esta chica?
-Sí, es una amiga de la familia –Explicó Celeste-.
-¿Cómo llegó usted al suelo señora? –Le preguntó el otro oficial- ¿La golpeó alguien?
-Sí, bajé a abrir la puerta por que esperaba la visita de esta chica y alguien me golpeó en la cabeza… No tengo idea de quien pudo haber sido…
-Eso quiere decir que quien la golpeo todavía está adentro, echaré un vistazo –dijo el poli- ¡Quédense acá! ¡Llamá refuerzos Aníbal!
El policía subió las escaleras que daban al primer piso. Al final de la escalera había una puerta. Sacó el arma y la puso frente a él. Tiro de la manija para abrir aquella puerta. La puerta abrió girando sobre sus goznes. Apuntó a una sombra que se movió en ese momento.
¡Quieto! –La sombra se enrolló y desapareció frente a sus ojos- ¿Desapareció? –El oficial estaba incrédulo, aquella sombra había desaparecido frente a sus ojos- ¿Qué fue eso?
El oficial volvió a mirar y en el lugar en el que estaba la sombra ahora había un ser humano, una chica para ser exactos. La chica de pelo platinado y ojos color café se retorcía de dolor y emitía unos sonidos guturales que recordaban a un gato en celo.
La chica se movía como un pez fuera de la pecera. No dejaba de sacudirse y gritar. De pronto se hizo el silencio. La chica no se movía para nada. Parecía no respirar. El policía se acercó con cuidado, su compañero entró justo en ese momento.
Le tomaron el pulso. Estaba muerta. Pero no había signos de daño físico ni ultrajamiento sexual. ¿Qué le había pasado a la chica? Nunca había visto algo así… ¿Y aquella sombra? Sería mejor que no dijera nada sobre aquello o seguramente nadie le creería.
El policía salió de aquel cuarto y bajó las escaleras. Celeste y Pamela estaban del lado de afuera de la vereda.
-¿Qué pasó oficial? –Le preguntó Celeste asustada- ¿Algo malo?
-Hay una chica muerta en la cocina –le contó el uniformado- parece que murió envenenada, hoy va a ser un día largo para ustedes… Muy largo.

Eso fue el capitulo I... espero que lo hayan disfrutado.





Raziel Saehara
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#5
Disculpen la demora. Acá el segundo capitulo de "Noche de soledad":

Capitulo II: Un muerto en la cocina.

Informe oficial de la muerte de Jazmín Angélica Baccaro.
17/2/2010.
“En el día de la fecha establecida en el encabezado de esta pagina me hago presente quien se identifica como Ricardo Damián González de 37 años de edad, policía de servicio de la comisaría cuarta de la localidad de Buenos Aires ubicada en la zona de Palermo Soho, donde en una casa de esta localidad ubicada en las calle Nicaragua al 1200 y respondiendo a un llamado del 911 en la hora nona de la mañana (9 a.m.) una chica que se identifica como Pamela Andrea Gorosito de 34 (treinta y cuatro) años de edad, DNI Número 25.051.985 dice ser amiga de la dueña de casa. Ella es poseedora de una copia de la llave de la puerta. Cuando abrimos la misma, una joven está echada en el suelo. Presentaba un pequeño golpe (Aún no se sabe que fue del arma que la golpeó) en la base de la nuca. La chica, de nombre María Celeste Arribeños (Apellido de casada) DNI número 26.246.987 me refiere que alguien la había golpeado. Les ordeno esperar y pido a mi compañero que llame refuerzos. Entro en la casa y me encuentro una persona de sexo femenino la cual se sacudía con violentos espasmos y gritaba incoherencias. Decido ayudar a esta persona pero el espasmo termina justo en el momento en que la quiero ayudar a levantarse. Le tomo el pulso y noto que está muerta. Decido pedir una ambulancia e interrogar a la dueña de casa y la amiga. La dueña de casa dice no conocerla y asegura nunca haberla visto. La señora Pamela Gorosito dijo conocerla después de haber visto el cadáver en la morgue. Se trataría de Jazmín Angélica Baccaro, de origen Argentina. Nacida ella en la ciudad de Bs. As. Desaparecida hace diez años en una excursión a la ciudad de Entre Ríos luego de ser arrastrada por un río donde ella estaba pescando con su novio (También desaparecido) ex compañera de primaria de Gorosito y amiga intima también por aquellas épocas de la ya nombrada chica.
Según las pruebas remitidas por los forenses de la policía federal, no se encontró pruebas de violación sexual o ultrajamiento físico. Tampoco se encontró veneno o cosas parecidas dentro del cuerpo de González.
Causa de la muerte oficial: aún no determinada.
Firma: Ricardo Damián González, oficial del caso Baccaro.”
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Mauricio había recibido noticias de su ex compañera pero lamentablemente no eran las esperadas. Nuevamente aquellos recuerdos de amor y odio venían a su mente. Esa chica nunca le había dirigido la palabra.
Mauricio estaba en su estudio donde dedicaba horas a su biografía. Su pasado, su presente y sus planes para el futuro. Todo estaba allí escrito en su computadora. Ya llevaba escritas doscientas hojas pero aún no veía el final.
La mucama golpeó la puerta.
-¡Adelante! -Dijo él- ¡Ah! Sos vos Amanda, decime.... ¿Qué necesitás?
-Un hombre lo busca en la entrada... Enrique Alvarenga...
-Decíle que me espere, enseguida voy.
Mauricio sabía a lo que venía aquel tipo. Alvarenga era un ser siniestro y especulativo, siempre sonreía –sin importar lo que pase- y ellos dos tenían un trato. Ghomikian cerró la computadora portátil y se dirigió donde lo esperaba aquel hombre.
Alvarenga era un tipo impaciente, no le gustaba esperar y mucho menos si era por negocios. Sacó un puro de su caja mientras esperaba que viniese su cliente. Sacó uno de esos mecheros que funcionaban a benzina y encendió el puro.
-Te he estado esperando Mauricio -dijo Enrique largando el humo- ¿No me extrañaste en todo este tiempo? ¿No me vas a preguntar donde estuve? -Mauricio se comenzaba a impacientar- Bueno, te lo diré... estuve haciendo lo que habíamos pactado... Moviendo la primera ficha... el cadáver de tu ex compañera Jazmín Baccaro ya apareció pero aún quedan treinta y dos personas... -Enrique le dio otra pitada a aquel humo violento que giraba ya sobre su cabeza-.
Alvarenga vestía una gabardina negra y poseía una mirada única: su color de ojos era violeta.
Cuando le preguntaban sobre ello, él decía que era un defecto de nacimiento único en su tipo.
Vestía siempre con un traje violeta sobre la gabardina que le hacía las veces de capa color marrón y llevaba unos pantalones de jean azules.
-¿Y no vas a decir nada? ¿Porque no sirves un vaso de ese vino añejo que tenés en la bodega? -Se puso de pie y agarró un cenicero que había sobre una mesa de vidrio-.
-Voy a buscarlo, espérame acá -dijo Ghomikian-.
-¿Porque no mandas a la sirvienta? ¿Para que le pagás sino es para servirte? -Dijo altivo Enrique- ¿O es que no querés verme?
-Está bien, voy a mandar a la sirvienta -dijo Mauricio y llamó con una campanilla a su sirvienta- Amanda, traéme el vino del ´72 que tengo en la bodega por favor...
-Así me gusta, la educación ante todo Ghomikian. Por cierto, Amanda, nos traerías algo para picar... parece que tuviera el hambre del siglo.
-Pues sí, ¿Por qué no? -dijo Ghomikian- decíle al jefe de cocinas que prepare una picada para dos personas y... ¿Querés algo para comer Enrique?
-¿Qué tal milanesas con puré? Es mi comida favorita… me la preparaba mi mamá cuando era chico, que en paz descanse –Enrique tomó el cenicero y apagó el puro en él- Son puros cubanos –explicó él- me los trajeron de allá unos parientes que fueron de vacaciones… pero sentate de una vez.
Amanda entró devuelta en el living con una picada de quesos y salames.
-Gracias Amanda –agradeció Alvarenga- sos buena, tal vez algún día necesites un favor… si es así llámame y hacemos un trato –Le entregó una tarjetita que decía:
“Enrique Martín Alvarenga, consultor”
-Gracias señor –Amanda miró la tarjeta para ver si encontraba un número de teléfono al cual llamar en caso de necesitarlo… No había nada, decidió no preguntar, solo guardo la tarjeta en el bolsillo y sirvió el vino del ´72-.
-Gracias Amanda –Agradeció el dueño de casa- podés retirarte.
La dama se retiró.
-¿Dónde está tu hijo Mauricio? –Dijo Enrique- ¿Ya está durmiendo?
-No, está en la casa de la madre... ¿A qué viniste? Yo ya hablé ayer con uno de tus subordinados.
-Pues sí, la sombra de Adán me lo confirmo ayer –replicó él- pero eso, como sabrás, no me alcanza....-Hizo un breve silencio mientras miraba el fondo de su copa- ...Este vino en verdad es único, verano del ´72 en San Juan buena época aquella -vacío el contenido del vaso de un trago- Bien, te espero mañana en casa a la hora acordada... recordá, si yo mato vos también podés hacerlo.
Alvarenga se levantó de un salto. Miró para todos lados como si oyese algo que otros no pueden oír.
-¿Que pasa Enrique? -le preguntó Mauricio algo intrigado- ¿Estás bien?
-Sí, solo que no voy a quedarme a comer hoy, tal vez mañana después del evento que te tengo organizado... hasta mañana a las diez de la noche en mi casa -dijo él algo apurado- No lo olvides, mañana a las diez....
Enrique se enrolló sobre sí mismo y desapareció como ya lo había hecho la sombra de Adán la vez que lo visitó.
Amanda entró en el living y se aprestó a servir comida para dos.
-Si los señores quieren pasar al comedor -dijo Amanda automáticamente- ¿Donde está el señor Alvarenga?
-Digamos que fue a tratar algunos asuntos pendientes... Amanda, mañana cuando vuelva mi hijo iré a visitar a mi madre junto a él...
-¡Ay! ¡Señor! ¡Él se va a poner muy contento! ¡Lo llamaré para darle la noticia! -Dijo contenta Amanda- ¡No podría darle mejor noticia al niño! ¡Usted sabe cuanto quiere él a su abuela!
La mucama se fue a llamar por teléfono al hijo de su amo, aquel que la había contratado para los quehaceres de la casa... pero había algo en la mirada de su señor que la preocupaba. Igualmente no le pagaban para preocuparse por cosas vanas y sin sentido. A ella le pagaban para limpiar, ordenar y servir... nada más que eso.





Raziel Saehara
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#6
Ghomikian salió a su balcón. Hay una puerta detrás de su estudio en planta alta (tiene dos estudios, el de planta baja es para escribir su biografía y atender a las visitas, el otro es para mirar la ciudad que él tanto ama o leer un buen libro antes de acostarse, en aquel momento leía “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll, era su libro favorito) sacó su reposera al balcón y se sentó en ella. Corría lindo viento allí arriba. Hacía calor en aquella época del año tal cual siempre lo hizo en Febrero. Ya vendrían tiempos mejores. Allí en la distancia vio venir algo. Iba sin dudas hacía él.
-¿Que es eso?
Un ente etéreo flotaba hacía allí. Cuando se acercó un poco más a él pudo distinguir en aquel ente a quién fuera su compañera de primaria: Jazmín.
-¿Jazmín? -Preguntó algo sorprendido Ghomikian- Pensé que estabas muerta.
El ente miró directamente a los ojos a Mauricio.
-¿Por qué? -susurro ella pero se escuchó en el oído de Mauricio como si fuera parte del viento- ¿Por qué? -Una lágrima rodó por su mejilla, una lágrima fantasmal y evanescente- Tenía tanto por vivir y vos me lo quitaste...
-¿Te fijaste como me trataste aquella vez en el colegio? ¡No! ¡Ni siquiera me mirabas! ¡Me tratabas como basura! ¡Si buscas perdón pedíselo a Dios no a mí!-Le gritó Ghomikian enojado- ¿Sabes todas las veces que tuve que pasar por el psicólogo? Tenía miedo de hablarle a las chicas, especialmente si eran lindas como lo eras vos en aquella época... ¿De qué te sirvió tú hermosura y tú vanidad frente a la muerte? ¿Eh?
-Perdón, yo no quise... nunca quise... era apenas una niña pequeña y engreída... solo necesito tú perdón para descansar en paz -suplicó Jazmín- ¡Solo quiero tú perdón!-Otra lágrima evanescente cayó sobre el caluroso piso del balcón- ¿No me vas a perdonar Mauricio?
-¿Cómo te atreves a pronunciar mi nombre? -Dijo él enojado- No te voy a perdonar nunca, ni ahora ni en la otra vida... ¡Nunca!
Mauricio bajo las escaleras y entró a su estudio de planta baja. Encendió la computadora portátil y le echó una breve mirada al relato que había escrito sobre Jazmín y decía así:
“...pasemos a otra de mis compañeras de primario. Su nombre era Jazmín Angélica Baccaro, su padre era dueño de una de las aseguradoras más importantes del país: Baccaro seguros SRL. Durante algunos años, quise ser su amigo... hacia de todo por llamarle la atención. Siempre me destaque escribiendo poemas de amor y de amistad. A mi otra compañera de curso le escribía poemas de amor. Pero no era mi interés hacerle uno de amor a Jazmín. Llegó San Valentín y como era de esperarse le escribí un poema de amor a Gorosito y otro ofreciéndole mi amistad a Baccaro. Me acerqué a los pupitres de estas dos chicas y les deje en un sobre rojo y con una rosa uno a cada una. Justo en el momento en que estaba poniendo el sobre rojo con la rosa en el pupitre de Baccaro -después de poner el mismo en el pupitre de Gorosito- entró ella, me miró con odio, como si fuera basura, y me quitó el sobre de la mano. Miró el sobre y vio escrito su nombre con birome celeste.”
“-¿Qué hacías vos con esto? No ves que es para mí, tiene mi nombre. Debe ser de algún chico que me declara su amor. ¡Salí de acá basura apestosa! ¡Anda a que te cambien los pañales bebé!”
“Todo eso me lo dijo ella. ¿Como puede ser una chica tan cruel? No lo sé. Simplemente los chicos pueden ser muy crueles. Uno no siempre es querido en su curso como para dirigirles la palabra a todos los chicos. Nunca más volví a verla. Poco tiempo después de que le escribí esa carta de amistad ella se fue, se cambió de colegio... desapareció de mi vida para siempre...”
El relato seguía pero hasta allí leyó Mauricio. El fantasma entró en el estudio y leyó lo que había escrito Mauricio en su libro.
El fantasma se puso a implorar perdón.
-Si crees en Dios pedile a Él que te perdone, por que yo no lo voy a hacer -le dijo Mauricio- Yo no tengo nada que perdonar por que vos para mí nunca exististe... solo fuiste una piedra en el camino hacia mi propia evolución... -Mauricio se levantó de su silla y sacó un papel blanco largo escrito en Japonés de una de sus repisas- ¿Sabés lo que es esto?
-No...
-Es un amuleto contra los seres del bajo mundo, lo compré cuando viaje a Japón en uno de esos santuarios... dicen que poniéndolo en la frente de algún monstruo, este desaparece -Mauricio miró por el rabillo del ojo y vio que Jazmín se asustaba- Creo que voy a probarlo en vos.
El fantasma salió disparado de la habitación de Mauricio y no se lo volvió a ver por un tiempo.
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Díaz soñaba. Jugaba con su propio hijo en una hamaca de una plaza. Quería ver el rostro de su hijo pero una extraña niebla lo cubría. Díaz siguió hamacando a su hijo que pedía “Más fuerte, más fuerte papi.” Díaz hamacaba más y más fuerte a su hijo. Mientras lo hamacaba apareció un hombre, era parecido a él pero había algo que no encajaba con su propia personalidad. Aquel hombre se le acercó y le pidió la hora.
-Son las cuatro de la tarde -dijo Américo mirando su reloj-.
Pero al querer mirar devuelta a su hijo este no estaba... en su lugar había un esqueleto desnudo.
-Hijo, no te preocupes, yo te voy a proteger... No te voy a dejar nunca más con este extraño -dijo aquel hombre a un bebé llorando en sus brazos- ¡Vos! ¡Vos me robaste a mi bebé!
-¡Yo no fui!-gritó Américo y se despertó de aquel horrible sueño-.
Su esposa, acostada al lado de él, lo miraba como si estuviera loco.
-¿Qué pasó amor? ¿Por qué gritaste?
-¿Fue un sueño? -Le preguntó Américo- ¡Gracias a Dios que fue un sueño!
Se recostó de nuevo pero esta vez miró para el lado contrario del que estaba su esposa.
Allí estaba aquel hombre que se parecía a él. Durmiendo plácidamente y abrazando a un bebé.
-¡Devolveme a mi hijo!-Gritó Américo y esta vez sí se despertó-.
La esposa lo sacudía para despertarlo.
-Ame, ¿Estás bien? -él miró para todos lados para asegurarse que ni aquel hombre ni el niño estaban aún allí- Fue un mal sueño amor, solo un mal sueño, volvé a dormirte -le aconsejo su esposa- Solo un sueño, los sueños no pueden hacernos daño... solo los hombres que confían en sus sueños se consideran idiotas -era una frase que le dijo una vez un profesor- los sueños no son más que manifestaciones del subconsciente que revelan nuestros intereses y miedos más profundos.
-Tenés razón amor, solo estoy sugestionado por que es nuestro primer hijo -aseguró Américo- Solo estoy sugestionado...
Su esposa se durmió enseguida. Pero él no podía dormir. No sin saber como había quedado embarazada su esposa. Se levantó lenta y suavemente de su cama. Tenía que saberlo... pero ¿Cómo averiguarlo?
Al lado de la cama matrimonial estaba la mesa de luz. Él tenía una y su esposa otra. Observó que sobre esta se hallaba el celular de su esposa cuya pantalla no dejaba de prender y apagar. Se acercó a la mesa y tomó el equipo. En él decía: “2 llamadas perdidas de Horacio.” Por supuesto él no iba a desconfiar de su esposa, nunca le dio razones para ello. Nunca había desconfiado y no empezaría ahora. “Cuando despierte se lo voy a preguntar” se dijo, pero aun así no dejaba de preguntarse a si mismo ¿Quién sería ese tal Horacio?... miró la hora, eran ya las tres de la mañana de un día Jueves 18 de febrero. Salió al patio de la casa y observó las estrellas. Si había un Dios sobre esas nubes ¿Dónde estaba en aquél momento? ¿No podía hablarle a través de señales? A pesar de que Américo no creía en Dios, sabía que algo poderoso estaba allí, mirándolo, evaluando cual sería el mejor paso que podría dar él.
Si le planteaba la situación a su esposa ella tal vez lo negase y hasta podría resultar ofendida por la desconfianza que le profesaba su marido.
“¿Qué hago entonces Dios? ¡Contestáme! ¿Que hago?” Una estrella brilló en el cielo despejado. “¿Esa es toda tu respuesta? ¿No vas a decir nada más? ¡MALDITO SEAS DIOS!” gritó Américo enfurecido. Por suerte su casa era a prueba de sonidos. Su esposa seguiría durmiendo aunque cayese la bomba atómica en su propio patio.
Abrió la puerta y entró. Dios no le contestaría aunque se lo rezase mil veces. Donde había quedado la fe que le profesaba a su esposa. Apenas era, tal vez, un compañero de trabajo. Trató de recordar si había alguno que se llame así... Horacio... Horacio... ¡Por supuesto que si lo había! ¡Horacio Martin! (Martin es el apellido del médico) Pero, él fue el que les dijo que no podrían tener hijos. ¿Sería ese Horacio el que la llamó? ¿Qué querría con su esposa? Lo pensó un rato largo pero no encontró respuestas convincentes.
“¿Quién serás Horacio? ¿Quién...?”





Raziel Saehara
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#7
La mañana llegó pronto. Cecilia se levantó de la cama y notó que su marido no estaba. Decidió ver la hora en su celular y descubrió que tenía dos llamadas perdidas de Horacio.
-¿Horacio? ¿Qué habrá pasado?–Exclamó Cecilia y marcó el número de Horacio en el celular- Hola… Horacio… ¿Qué pasó que me llamaste al celular?
-Tenía que hablar con vos –dijo la voz en el aparato- ¿Podés venir a verme? No es nada grave… solo son cosas de rutina.
-Sí, desayuno y voy para allá –le dijo la mujer- ¿Querés que vaya en ayunas? Listo, busco a mi marido y vamos los dos para allá.
Américo se paro en la puerta del cuarto mientras ella hablaba por teléfono y la observó.
Su mujer era muy bella. Ojos verdes, cabello rojo y anteojos, que ahora descansaban en la mesita de luz, los cuales usaba para leer por las noches.
Américo se decía con mucha continuidad que era en verdad afortunado. Todavía recordaba cuando conoció a la que ahora fuera su esposa. Era igual de bella que ahora solo que mucho más joven… era la voluntad de un ser superior que envejezcamos…
-¿Qué pasó? –Le preguntó Américo después de que ella termino de hablar con Horacio- ¿Algo grave?...
-No sé, no me quiso decir por teléfono –le contestó Cecilia mientras se vestía- era Horacio, quiere que vayamos a la clínica del Buen Ayre… ¿Te acordás de él no?
-Sí, obvio… el médico que me diagnostico “Síndrome de Ultimátum” ¿No? –Aseguró Américo- Escuché el celular anoche pero no quise meterme en tu vida privada –le mintió él solo por seguridad, no le convenía decir la verdad-.
Había desconfiado de su esposa. Ese es el primer paso hacia el divorcio.
-Tengo que ir en ayunas a verlo, ¿me acompañas? –le preguntó ella mientras terminaba de vestirse-.
-No puedo amor, tengo muchos pacientes citados hoy, perdón –se disculpó él- espero no sea nada grave…
-Yo también –dijo su esposa, se despidió con un beso muy apasionado y se fue rumbo a la clínica del Buen Ayre.

Américo se quedó algo preocupado, iba manejando a una velocidad prudente pero no se detenía a mirar los semáforos.
-¿Por qué estoy tan intranquilo? ¿No tengo ya lo que tanto quería? ¡Voy a tener mi primer hijo! ¡Debería estar feliz maldita sea! –Dijo y acto seguido golpeó el volante con las palmas de su mano- ¿Qué habrá pasado allá delante? –Miraba interesado un pequeño accidente que había ocurrido en una avenida delante de él- seguro que fue un auto robado, ¡pasa tanto en esta época! –Un policía vial le hizo señas para que se detuviera- ¡Lo que me faltaba! –El doctor Díaz detuvo el auto junto a la vereda, el oficial se le acercó- Buenos días oficial…
-Buenos días –saludo el oficial- Licencia de conducir y documentación del auto –le pidió el oficial-.
Américo le extendió los papeles que estaban en la guantera. El oficial los leyó y le pidió que baje del auto.
-¿Y yo que hice ahora? Estoy llegando tarde a la clínica…
-¿Es usted médico? –Preguntó con una sonrisa el policía- Acaba de haber un accidente, pedimos una ambulancia pero no ha llegado aún, Podría hacernos el favor de revisar al herido…
-Si con eso estoy libre… –dijo de mal humor Américo- ¿Dónde está el herido?
-Está detrás de ese auto, la señora se llama…
Américo no lo podía creer, ¿Qué hacía esa chica en Palermo?
-Alejandra Carolina Iorii, es una maestra del barrio según nos dicen unos testigos –le comentó el oficial y Américo salió corriendo-.
La chica rubia y de ojos celestes, tenía sangre en los parpados y otras muchas partes del cuerpo: el abdomen estaba inflamado como si de un momento a otro le fuera a estallar.
-¿Qué está pasando acá? –Américo miró alrededor como buscando al culpable y después desvió su mirada a Alejandra- ¿Quién te hizo esto Ale? Ella señalo un espacio vacío que probablemente ocupaba un ser invisible al cual solo ella podía ver
-¡Decime su nombre! –Gritó Américo desesperado-.
-Están en las sombras… las sombras de aquel que cometió el primer pecado… el pecado original… A… A… -Alejandra, con las pocas fuerzas que le quedaban, se tomó el corazón y, con un pequeño suspiro y una lágrima, dejó el mundo mortal para siempre.

Gracias por leer... Sayô.





Raziel Saehara
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#8
original… A… A…” se tomó el corazón y con un paro cardiorrespiratorio, murió.

Capitulo III: Alejandra Carolina Iorii.

Era un día perfecto para la enseñanza. Hoy tendría que tomarles prueba a unos niños de segundo grado. Alejandra, que dormía con su marido Oscar, miró el reloj despertador.
Se había quedado dormida de nuevo. Su esposo descansaba plácidamente a su lado pero en su rostro dormido vio preocupación. ¿estaría soñando?
Oscar abrió un ojo y vio a su esposa tan deslumbrante como siempre.
-¿Qué hora es? -Preguntó él entre bostezos- Tuve un sueño horrible...
-No me lo cuentes, prefiero no escucharlo... Sabés lo que pasa dentro de tus sueños -Lo increpó Alejandra- Se cumplen...
-Este no creo... Tenía que ver con Adán y Eva, pero no lo recuerdo bien -dijo él tratando de recordar- ¡Ah! ¡Sí! ¡Ya recordé! ¡Adán te corría desnudo para matarte!
Rieron ante el estúpido sueño de Oscar. ¿Adán? ¡Eso si era imposible! Pero de todos modos ellos no pudieron evitar pensar que pasaría si alguno de los dos muriera. Llevaban seis años de casados y cinco de novios. Se conocían desde que estaban en una escuela trabajando. Ahora ella trabajaba en una escuela de la capital federal y él en una escuela bonaerense en el conurbano.
Nunca tuvieron hijos y jamás se les cruzó por la mente tener uno. Ella tenía treinta y cinco años y él treinta y dos. Se casaron cuando, teóricamente, ella estaba embarazada. Pero, en realidad era un embarazo psicológico. Desde aquel día ellos tomaron la decisión de no tener hijos. Ella se aplicó el DIU y él, por las dudas, usaba preservativos espermicidas. Hacía unos meses que Alejandra debería haberse cambiado el DIU pero lamentablemente andaban mal de plata. Era maestra de segundo grado en una escuela del estado y estas escuelas no son de pagar bien.
Oscar, sin embargo, estaba en una escuela privada. Igualmente no le pagaban mejor que a ella. Tampoco le pagaban peor pero bueno... Era lo que había.
Esa mañana, Alejandra agarró su coche y salió de su casa como siempre. Hoy verían sumas y restas en el colegio. Tal vez, y solo si el tiempo lo disponía, haría leer a algunos alumnos, después del examen. Ella estaba muy contenta de haber elegido esa carrera. Pero al fin y al cabo no sabía que ese día... iba a morir.
Cuando iba llegando al colegio, tarde, se dio cuenta de que un auto la perseguía. De repente, y sin previo aviso, una sombra como de humo se sentó a su lado. Ella la miró con horror. La sombra le dijo:
-Ahora morirás, ordenes de Ghomikian.
-¿Ghomikian? -fue todo lo que pudo decir.
Instantes después estaba tirada en el suelo del caliente asfalto. Notó el calor de su propia sangre bajándole por los ojos. Abrió uno de los ojos y vio junto a ella, de pie, a la sombra.
-No tengo nada contra vos, solo hago mi trabajo...
-¿P...? ¿Por...? ¿Por qué?... -Inquirió- Ghomikian..
-Así es, la sombra de Adán hace lo que su protector le indica... -dijo la sombra- y mi trabajo ya está hecho -se enroscó sobre sí mismo y desapareció.
Alejandra, con sus últimas fuerzas, escribió un mensaje de texto a su marido en el que decía: “Estoy muerta... Ghomikian”. Pero, como sucede con algunos mensajes de texto, nunca llegó a destino.
Vio que aún no moría... le dolía todo el cuerpo... Había gritos de horror por todos lados... ¿Que le esperaría del otro lado? ¿Iría al infierno o al cielo? Ella había sido buena con todos los que le rodeaban desde chiquita... excepto... ¡Ghomikian!
El griterío seguía escuchándose a su alrededor. Se escuchaban frases como: “¡Qué alguien llame a una ambulancia!” “¡Yo no quise chocarla! ¡Ella cruzó en rojo!” “¡Antes de la ambulancia tiene que venir la policía! ¡Llamen al 911!” y entre todos esos gritos escuchó unos pasos que se acercaban a ella. Vio un rostro, curtido por el sol y de rasgos fuertes. Estaba bien afeitado y olía a rosas. Esta persona la tomó en brazos y ella lo reconoció. No había tiempo de decirle quien era el responsable de aquella muerte. Así que solo señalo a una de las sombras que estaba allí observando todo y dijo: “Están en las sombras… las sombras de aquel que cometió el primer pecado… el pecado
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Américo se sintió muy mal viendo morir a una de sus antiguas compañeras de curso y ex novia. Cuando estaban en séptimo grado Américo le había declarado su amor. ¿Por qué se había separado? No estaba muy seguro, fue decisión de ella. Después que terminaron el secundario, ambos tomaron caminos diferentes. Ella se hizo maestra y él psicólogo.
“Están en las sombras... las sombras de aquel que cometió el primer pecado... el pecado original.” Esas fueron sus palabras. ¿Quién había cometido el pecado original? Se preguntaba Américo...
Estaba ahora en el hospital junto al marido de Alejandra quien se enteró horas más tarde lo que había pasado.
-¡¿Qué pasó?! ¡¿Dónde está mi esposa?! -gritó alterado a uno de los médicos mientras entraba en el hospital, la gente lo miraba espantada, era un manojo de nervios el pobre tipo- ¡¿Dónde está?!
Un enfermero le explicó lo sucedido y le pidió calma ante todo. Le inyectaron un poderoso calmante, creo que Clonazepan, y se lo llevaron a cuidados intensivos... Mientras el enfermero lo guiaba al consultorio él repetía “Yo le dije que iba a morir... mis sueños siempre se cumplen”... El enfermero trataba de repetirle que fue un accidente pero él no escuchaba.
La sala en la que se encontraba ahora el doctor Díaz tenía dos puertas enfrentadas: una daba al sur y comunicaba con la parte de guardia, la otra daba a un pasillo y, al final de este, estaba la morgue. “El palacio de la muerte.” Seguramente ahora estarían haciéndole algunas disecciones al cuerpo. No quería ni imaginar como habría quedado la pobre Ale...
Américo miró el pasillo y distinguió una sombra humana en él. Le pareció conocida. Seguramente sería un médico. No le dió importancia.
La puerta de la morgue estaba cerrada con llave electrónica. Había que pasar una tarjeta -que solo tenían los médicos autorizados para entrar en el lugar- que les habilitaba el paso. NADIE que no fuera del lugar podía abrir las puertas de aquel cuarto.
Las horas se hacían largas y no pasaban más.
La puerta que daba a la morgue se abrió con un poderoso estruendo y un médico salió desesperado de ella.
-¿Dónde está? –Le preguntó el médico y miró para todos lados como buscando algo- ¿Dónde está el cuerpo?
-¿El cuerpo? –Le preguntó Américo- ¿Qué cuerpo?
-El de la chica rubia que vino hoy… Alejandra Iorii…
Américo se sintió inmediatamente desesperado. Entró corriendo al consultorio y vio miles de cadáveres despedazados. Se cubrió la boca y la nariz con un pañuelo que llevaba en el bolsillo.
-¡Qué olor! ¡¿Cómo pueden trabajar así?! –Se preguntó Américo- ¿Dónde estaba ella? –Le preguntó al doctor- ¿Qué fue lo que pasó?...
-No lo sé… en realidad no lo sé… Creo que me quedé dormido justo antes de empezar la disección…
-Hay que revisar el hospital –dijo Américo desesperado- No pudo haberse ido muy lejos… ¿No?
Américo busco en cada rincón del hospital pero fue una búsqueda en vano. Ni los médicos, ni los pacientes allí internados, ni los guardias de seguridad… ¡NADIE la vio salir! ¡NADIE!

Mauricio se levantó temprano ya que su ex mujer venía hoy a traerle a su hijo. Facundo era un chico muy feliz… Nada lo asustaba…
-¡Hola Pá! Viste que vine –dijo Facundo a su padre, su madre estaba con él- Me voy a cambiar para ir a lo de la abuela –dijo el joven alegre, entró corriendo en su habitación y cerró la puerta de un portazo-.
-Es una criatura de Dios –dijo Claudia, la madre- ¿A que hora lo traes de vuelta?
-y, calculo que antes de las ocho de la noche estamos de vuelta -Le contestó Mauricio- el horario de visita es hasta las seis de la tarde...
-Mándale saludos a tú mamá de mi parte, decíle que cuando pueda voy a ir.
Claudia sacó un cigarrillo y comenzó a fumar ahí mismo
- Nunca entendí porque me dejaste...
-Justamente por eso, fumas mucho... y, por lo que veo, aún no cambiaste en nada...
-Claro, me dejaste por el cigarrillo... ¿y si dejara de fumar? -Comentó Claudia en una voz muy baja, casi inaudible- Como sea... antes de las ocho de la noche llévamelo para casa que mañana tiene que ir a la escuela -le dijo y se despidió con un beso en la mejilla que dejó helado a Ghomikian- ¡Bye!
-¿Qué le pasa a esta mujer? Cada día está más rara... -dijo después de cerrar la puerta- mejor voy a sacar el auto...





Raziel Saehara
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#9
Mauricio y Facundo eran muy unidos. Este último siempre prefirió a su padre por encima de su madre. Claudia no era una mala persona, solo que casi nunca estaba en casa y dejaba a su hijo con el padrastro. Mauricio había escuchado hablar mucho de ese padrastro. Se llamaba Miguel, el apellido no lo sabía, y era médico cirujano en un hospital privado.
La madre de Mauricio estaba internada en una clínica de enfermedades mentales ya que tenía demencia senil. Hace tiempo atrás, cuando Mauricio era chico y sus padres vivían juntos, tenía algunos “Agarrones” con su padre ya este la golpeaba... y en uno de esos arranques quiso internar a su hijo en “El borda.”
-Es por tu bien… entendelo hijo… sino nunca vas a ser feliz –Le decía su madre Filomena- No es el lugar perfecto para vos pero de seguro aprendes muchas cosas… otras vivencias…
Nunca llegaron a internarlo ya que fue en ese momento que empezó a ir a grupos de autoayuda para la mejor socialización.
Mauricio estacionó el coche en el parque del Nosocomio y descendió del auto. Una señora, de mirada perdida se le acercó.
-¿No tiene una monedita para comprar cigarrillos? –Preguntó la señora amablemente, la baba le caía de la boca y golpeaba contra el caluroso suelo-.
-No tengo, señora –le contestó Mauricio, la señora se volteó y se fue a sentar en uno de los bancos que había por ahí-.
-¡Pobre señora! –Comentó Facundo- ¿Por qué Dios permite que estás personas estén acá abandonadas a su suerte? –él miró para todos lados y vio personas mayores buscando algo que fumar desesperadamente-.
-Sus mentes no resistieron el paso del tiempo y comenzaron a perder lucidez… la abuela está entre esas personas… -le contó Mauricio- vamos que seguro nos está esperando.
Caminaron por el sendero que llevaba al pabellón 13. Ese lugar le parecía exageradamente depresivo. Aquel Nosocomio estaba en un pueblo de Luján, cerca de la famosa Basílica que llevaba su nombre. El lugar era puro campo. La distancia entre los pabellones y la entrada era de 2km. Había un colectivo que te llevaba hasta allí pero por suerte Ghomikian tenía auto y no necesitaba de ese vehículo.
Llegaron a ese pabellón. Entraron y enseguida un enfermero se les acercó.
-Buenos días, ¿viene a ver a su madre? –Le preguntó el enfermero-.
-Así es…
-Bien, ella está en el primer piso… últimamente anda con unos dolores intensos, le hicimos unos chequeos de diagnóstico, nada de que preocuparse –aclaró el enfermero al ver la cara de desesperación del niño- Es una cosa de rutina, usted sabe que su madre ya es mayor… es normal que esto suceda debido a la vejez.
-Pero, ¿pasó algo para que tuvieran que hacerle esos exámenes? –Le preguntó preocupado Mauricio-
-Como ya le dije antes, un pequeño dolor… nada más –dijo el enfermero mientras les señalaba la escalera al final del pasillo- suban esas escaleras y, a la derecha, está el patio interno.
Ellos hicieron caso. Subieron las escaleras y vieron a los abuelos jugando a las cartas para matar el tiempo. Doblaron a la derecha apenas subieron las escaleras y se encontraron con Filomena sentada en una silla mecedora. Esas sillas estaban por todo el hospital.
-¡Miren! ¡Llegó mi marido! -gritó doña Filo contenta- ¿Que haces vos acá? ¿No tenés que estar de viaje?
-Mamá, soy yo, tú hijo...
-¿Y este niño quién es? -Siguió, sin dar cuenta a lo que decía su hijo- ¡Oh! ¡Es mi niño! ¡El pequeño Mauricio!
Facundo se ponía nervioso cada vez que él era confundido con su padre.
Mauricio tomó por los hombros a su madre y la miró fijo, sosteniéndole la mirada.
Doña Filo lo miró asustada y como por arte de magia -o momento de lucidez- reconoció a su hijo
-¿Mauricio? Sí, sos vos... esos ojos, los reconocería aunque perdiese la memoria... -se recostó contra la mecedora- ...hace tiempo que no soñaba con tu padre, desde que murió mi vida a estado vacía... busco en cada persona, que entra acá como visita, a mi esposo...
-No te preocupes má, estoy acostumbrado a tus ataques de senilidad...
-¡Tan frío como siempre! -exclamó ella- ¡Si supieras que parecidos son vos y tu padre!
-¿El abuelo era igual que papá? -dijo el pequeño- ¿Y yo soy parecido a papá?
-Sí, sos muy parecido a tú padre y a tú abuelo... sos tan pintón como ellos, o puede que más incluso...
La charla con doña Filo se extendió desde el mediodía hasta entrada la tarde. Pronto se encontraron volviendo por la autopista del Buen Ayre con destino a Palermo.
Claudia, la madre del niño, trabajaba en una tienda de ropa de moda, estaba de vendedora. No le pagaban mucho pero le servía para costearse los estudios de psicología. Este año por fin se recibiría. Pero lo que Ghomikian no sabía era que después de recibirse se iría a vivir a Brasil con su actual pareja... y se llevaría con ella a Facundo.
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Eran las diez menos cuarto de la noche del jueves 18 de febrero y Ghomikian se encontraba ante la puerta de una iglesia agnóstica. Abrió la reja de la puerta y entró. La iglesia estaba decorada muy a la antigua. Las cúpulas altas trataban de emular a la torre de Babel, esa antigua construcción que hicieron los egipcios y con la cual pretendían llegar al cielo. ¡Pobres estúpidos! Según la historia bíblica, fue en ese momento que Dios decidió cambiar los idiomas para que, entre ellos, no lograran entenderse. Mauricio penetró en aquella iglesia y vio, frente a una estatua de Cristo crucificado, a Alvarenga. El lugar estaba repleto de sombras. Una más oscura que otra.
Alvarenga parecía concentrado en orar. Mauricio se quedó a algunos pasos contemplando el decorado gótico.
-¿Sabés quién fue Enoc? -La pregunta tomó por sorpresa a Ghomikian, él meneó la cabeza en respuesta negativa- No, pues entonces sabes quien fue Matusalén... -Conocía poco de la Biblia, pero a ese personaje lo conocía-.
-Fue la persona más vieja de la historia humana... ¿verdad? -Preguntó inseguro este-.
-¿Sabes por qué el hombre ya no vive tantos años en este mundo? -Preguntó Enrique- No hace falta que respondas, el hombre arruina todo lo que toca y más aún en esta época... ¿Te los imaginas viviendo miles de años? Destruirían todo lo que Dios a creado en un abrir y cerrar de ojos... -Enrique por fin se dio vuelta y miró con sus pupilas violetas a aquel que decidió ayudarlo- Un hombre, solo por curiosidad, inventó la bomba atómica... fue solo un accidente... E=MC2... sabes lo que significa eso... la Energía es igual a la Masa por la Velocidad de la luz al cuadrado... esa simple suma derivó en una bomba que VOLÓ en tan solo milésimas de segundos dos islas de Japón -Todo esto lo dijo mientras baja de las escaleras que conducía al altar-.
En su mano derecha, Alvarenga, portaba una vara dorada y sobre la cabeza llevaba una túnica púrpura que hacia juego con sus ojos. De repente, las sombras se movieron en círculos hacia él.
-¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! -gritó Ghomikian asustado- ¡¿Qué estás haciendo Enrique?!
-¿No lo ves?... ¡Vas a ser una de mi sombras!
-¡No! ¡No quiero! ¡Yo solo quiero venganza! -Gritaba Ghomikian-.
Las sombras empezaron a pegarse a su cuerpo y a entrar en él. Ghomikian se resistió lo más que pudo. Las sombras, luego de unos segundos, salieron expulsadas de su cuerpo. Él quedo allí, de rodillas contemplando el cielo nocturno a través de la capilla.
-Bienvenido sombra mayor... este lugar será tu santuario y tu lugar listo para la venganza -Aplaudió Enrique- ¿Cómo te sentís?
-Espectacular, nunca me sentí mejor...
-Bien, ahora empecemos con el plan...

Ghomikian llegó a la clínica donde estaba la morgue donde tenían a Alejandra Iorii.

-Sucio, sos horrible, prefiero pisar mierda descalza antes que salir con vos...

-¿No te arrepentís de esas palabras Iorii? Ahora necesito tu cuerpo y el de Jazmín.
Bajó del coche y se enrolló sobre si mismo. Con un chasquido apareció ante la puerta de la morgue... el médico que iba a desmembrar a Alejandra parecía muy cansado...
-Ve sombra del sueño -Mauricio apoyó las manos en el suelo, una sombra penetró en la sala tocando una flauta dulce.
Por supuesto que el médico no pudo ver a la sombra ya que esta no deseaba mostrarse. Enseguida, el forense se durmió. Mauricio estiró su brazo y la sombra volvió a él, penetrando por su mano.
Ghomikian vio el cuerpo que yacía inmóvil en aquel lugar y le dio un poco de nostalgia. No recordó buenos tiempos simplemente porque no los había.
Buscó en una carpeta que había en una de las mesas y vio la entrada en aquel hospital del cuerpo de Jazmín Baccaro.
“Jazmín Angélica Baccaro, placa mortuoria número 251”
Busco la caja con ese número y allí estaba el cuerpo de Jazmín.
-Bien, debo apurarme antes de que despierte el forense...
Ghomikian expulsó dos sombras desde sus manos, envolviendo a ambas muertas.
Las sombras desaparecieron con un chasquido al igual que Mauricio.
Ya en el auto, que fue donde aparecieron, las dos sombras entraron en el cuerpo de las muertas emulando ser ellas. Pero era cuestión de tiempo para que las sombras dejaran esos cuerpos. Igual le servía hasta llegar a la iglesia.





Raziel Saehara
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#10
Mauricio llegó a la catedral en tan solo media hora. Entró en ella secundado por las falsas Alejandra y Jazmín.
-Bien hecho, ese es mi pollo... a esto me refería, si podés matar el alma para convertirte en una maquina asesina yo también puedo matar por vos....
-Los cuerpos, ¿Qué pasará con ellos? -dijo Ghomikian algo preocupado- ¿Para que los querés?
-Eso no es tu problema -contestó Enrique- ahora te podés ir...
Ghomikian JAMÁS se atrevería a contradecir aAlvarenga, así que solo salió y se fue en su coche directo para su casa.
Enrique miró a las muertas y dijo:
-Padre, si estás ahí, devora estos cadáveres...
Y el fuego subió en el altar y quemó hasta los huesos de las dos chicas.
Enrique sonrió, pronto su padre tendría suficientes fuerzas... muy pronto.

Informe oficial de la muerte de Alejandra Carolina Iorii.
18/02/2010
“En el día de la fecha establecida en el encabezado de esta pagina me hago presente yo, Ricardo Damián González de 37 años de edad, policía de servicio de la comisaría cuarta de la localidad de Buenos Aires ubicada en la zona de Palermo Soho, dado que en la morgue judicial del mismo barrio, doy constancia que al momento de la investigación el cuerpo de la citada chica desapareció del consultorio forense. El médico a cargo alegó haberse quedado dormido en medio de la investigación.
La señora, Alejandra Carolina Iorii, de edad 34 (treinta y cuatro) años, estado civil casada con el señor Oscar Raúl Pichonne de 35 (Treinta y cinco) años de edad, salió expulsada del coche en el que iba ya que chocó con un Fiat Palio dominio HSB 414 en la avenida Santa fe y Charcas.
El dueño del auto antes mencionado, quien estaba hablando por celular al momento del siniestro, sostiene que no fue su culpa ya que el semáforo estaba en verde para él. El mencionado, Enrique Fernando Cataldo, fue sometido a un test de alcoholemia el cual dio negativo.
En instancias de resolver el caso se ha realizado en la zona un rastrillaje, tanto aéreo, en las principales rutas y accesos de la ciudad, como terrestre.
El operativo terminó esta mañana a la hora sexta (6 a.m.) con resultado negativo. No se ha encontrado ningún rastro de la desparecida. Continúa la búsqueda.
Firma: Ricardo Damián González, oficial del caso

Américo había suspendido todas las citas del día anterior y hoy se encontraba de luto en una funeraria. No había nada que velar. El cuerpo no estaba allí.
En silencio, la caravana mortuoria iba por las calle. Pasaron por donde era su casa. Todos la querían, era una buena persona.
El coche fúnebre se detuvo en la puerta. Oscar, que viajaba en el primer coche junto a Américo y Cecilia, miró la casa que juntos habían conseguido y dijo:
-No quiero volver... todos sus recuerdos están ahí...
Américo no sabía que decir. Para él también era duro perder a su ex novia.
-¿Para que quiere alguien el cuerpo de un muerto? -Preguntó Oscar- Usted es médico... ¿Para que sirve un cuerpo muerto?
Entre las posibilidades, se encontraba también la de tráfico de órganos, pero era poco probable. El “rigor mortis” había pasado las dos horas, era imposible que algún órgano sirviese. Pero no se lo podía decir a Oscar así que simplemente dijo:
-No sé, no se me ocurre nada...
¿Cómo había salido el cuerpo de la morgue? Él estaba fuera y no distinguió movimiento alguno... Salvo... ¡La sombra!
Alguien había entrado, ¿Pero cómo? No entró por la puerta, eso era seguro...
El coche entró al cementerio en un profundo silencio.
-Pensar que acá se unen miles de historias, los pobres se reúnen con los ricos, los buenos con los malos... pero ¿quién va al cielo? ¿Quién va al infierno? Espero que ella haya ido al cielo... aunque debo decir que ya no sé si creer en Dios o no... -Todo eso lo dijo Oscar en un tono depresivo y auto complaciente- ...dígame, ¿Qué significaba Alejandra para usted?
-Mucho, aunque esto tal vez suene cruel para mi esposa, fue un amor como pocas veces he tenido...
El coche fúnebre llegó a la parcela de tierra que le había sido reservada. Aquel pozo oscuro que se parecía a la muerte.
Américo estacionó el coche y bajaron del mismo. Observaron que ese día había otras inhumaciones.
-Es lógico, miles de personas mueren por día -se dijo para sí mismo- esto es lo más normal del mundo.
Américo tomó el féretro y, con todo el dolor del mundo, lo enterró allí mismo.

Otro capitulo se va, acuerdense que sale los lunes.





Raziel Saehara
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