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Noche de soledad mejorado parte 2 (I)
#3
(III)
Eran ya las ocho de la noche, la lluvia había comenzado a caer sobre la ciudad. Primero suave y luego fuerte. Mauricio se preguntaba a que habría ido Enrique a su casa.
Enrique tenía la misma edad que él, 25 años. Hacía algún tiempo habían cursado juntos la secundaria. Pero hubo un tiempo, uno largo, en el que dejaron de verse. Sabía que Enrique vivía en una casona vieja en la localidad de Floresta. No tenía hermanos y sus padres habían muerto hacia algún tiempo. No sabía de donde había sacado su poder, pero estaba claro que lo poseía.
Enrique poseía un poder único. Podía hacer que las sombras hicieran lo que él quisiera. Especialmente matar. Aparentemente este poder hace que no le sea necesario comer ni beber, aunque eso no le impedía hacerlo. Además, había otro problema, sus ojos. Estos eran de un color rojo intenso. Todo su ojo parecía inyectado en sangre, sin embargo a él no parecía afectarle en nada. Nunca le explicó como había obtenido esa habilidad, pero de algo estaba seguro, iba a cumplir el contrato costase lo que costase.
El muchacho de seguridad del Country levantó la barrera y lo dejó entrar. La lluvia desgarraba los cielos y los truenos caían en distintos puntos de la ciudad. Se veía desde lejos que la lluvia iba a prevalecer. Además, había oído que la lluvia iba a durar solo cinco días, justo lo que él necesitaba.
La lluvia era materia de preocupación en su trabajo. El repartidor de la pizzería, al cual desconocía ya que este llegaba siempre que él se iba, tendría grandes problemas para llevar la comida a domicilio.
Todo esto de la lluvia no era de su gran preocupación. Lo único que molestaba a Mauricio era haber encontrado a Américo justo en este momento de su vida. No quería matarlo. Pero si él llegara a entrometerse en su vida… ¡Que Dios lo ayude!
Sacó sus llaves y toco el botón del garaje. La puerta se abrió hacia arriba dejando ver un lugar ordenado y limpio. Entró el coche y cerró el garaje. Bajó del auto, cerró la puerta y abrió la puerta que comunicaba con la casa.
Al llegar al living, que por cierto era de lujo, fue recibido por Estela. La sirvienta, de origen paraguayo, tenía alrededor de cuarenta y cinco años. Vestía el uniforme que le había sido entregado el día que entró a trabajar a esa familia. A pesar de su edad ella poseía muy buen físico. La casa de Ghomikian tenía gimnasio propio. Lo había comprado en el momento en el que se juntaba con su ex esposa, ya que él llegó a casarse. Pero ahora hacia un tiempo que no la veía.
-Señor –Saludo la sirvienta- ¿Cómo estuvo su día?
-Bien, aunque he tenido mejores –Decidió no relatar lo que había sucedido en el bar- ¿Mi hijo?
-Durmiendo señor –respondió ella- Lo espera en el living el señor Enrique.
-Gracias, ¿Qué preparaste para comer?
-Hoy estaba de oferta en la carnicería el asado, así que compre eso.
-¿Compraste chinchulines? Sabes que son mis preferidos.
-Sí, señor. Lo hice. ¿Quisiera pedirle permiso para irme a mi cuarto señor, no me siento muy bien –Pidió amablemente Estela- No se que me pasa.
-No te hagas problema, anda a descansar.
-Gracias.
La sirvienta abrió la puerta que comunicaba con la sala de estar y subió lenta pero pesadamente la escalera. Allí en un sillón lo esperaba Enrique. Él tenía el pelo corto, usaba una barba candado y su pelo azabache y revuelto daba una sensación de desprolijidad. También llevaba unos anteojos negros, como si el sol estuviera dentro de la casa. Nunca se los sacaba, ni siquiera si un profesor, durante su tiempo de secundaria, se lo pedía.
-¿Cómo estás Mauricio? –Saludo Él extendiendo su mano, la cual fue tomada por su amigo- Tu hijo me contaba que tenés un cumpleaños mañana.
-Sí, es de el hijo de la madre de un compañerito suyo. Ella se llama Débora… ¡Tiene un lomo!
-¿Te estás enganchando? –Mauricio se sentó y se tomó su tiempo para contestar.
-No se si engancharme es la palabra correcta –dijo luego de unos segundos- pero supongo que no tiene nada de malo restituir mi vida sentimental, ¿No?
-Por supuesto que no –consintió Enrique- Pero no olvides que tenes una misión y un trato que mantener.
-Sí, yo acepte el trato, pero no entiendo de que puede servirte “Eso” a vos –Dijo Mauricio en un susurro- Igualmente, lo pactado es pactado.
Mauricio se puso en pie y se dirigió a la cocina. Enrique le marcaba el paso.
-Tengo hambre, por tu culpa no pude degustar esa pizza –Le echó la culpa Mauricio, y como toda respuesta Enrique se encogió de hombros- Esa pizza se veía deliciosa. Pero más deliciosa es la venganza.
-Mañana antes de ir al cumpleaños, andá a ésta dirección, fíjate que nadie te siga.
-¿Quién me podría seguir? –Preguntó asustado- ¿Acaso… sabes algo que no me queres contar?
-Nada en absoluto. Solo que las estrellas se están moviendo hacia el norte. El cielo se prepara para el gran final. Solo cinco días es lo que falta…
-Vos siempre tan misterioso, nunca te voy a entender.
-No hace falta que me entiendas –Las campanas de la Iglesia cercana hizo sonar sus campanas- Bueno, es hora, debo irme.
Y sin decir más se enrolló sobre si mismo y desapareció dejando una pequeña voluta de humo en el lugar que estaba antes.
Mauricio por fin se dedicó a cocinar, cosa que lo apasionaba. Pero… No era muy agradable comer solo. Ni modo, iba a hacer un sacrificio.

El doctor Díaz vio como el doctor Jekyll realizaba la autopsia. En los resultados finales, el doctor hizo la siguiente observación:

“El fallecido, de nombre Ariel Luciano Castro, de veinticinco años de edad, a sido evaluado y la resolución y causa de la muerte son las siguientes: a) la causa de la muerte fue quemaduras internas y externas causadas por alcohol etílico en altas proporciones.
b)No había alcohol o estupefacientes en ninguno de los tres fallecidos –Ariel, el niño que era su hijo, y el hombre que tomaba un café cuando el auto fuera de control lo atropelló.
c) He calificado ésta muerte como “Muerte dudosa y/o asesinato”, aunque no hay un móvil claro ni una razón para ésta.”

Américo revisó los papeles. Aunque no estaba de acuerdo con el resultado final no se explicaba como había muerto su ex compañero. Así que decidió investigar por su cuenta. Él era parte de una organización llamada D.I.P.A. Esta organización, cuyo cabecilla es un oficial ligado a la INTERPOL , investiga casos paranormales, sus siglas según su significado son “Dirección de Investigación Paranormal Activa” (D.I.P.A) Hay en el mundo solo veintiséis miembros activos, de los cuales Américo es el líder en Argentina. Aunque su “Cabeza” de organización es Eduardo “Lalo” Masera.
Pronto Américo recibió la información que había pedido a su superior, y está decía:

(Foto de Enrique)
Nombre: Enrique Martín Alvarenga.
Domicilio: No declarado.
Ocupación: No declarado.
Registro delictivo: No posee.
Tipo de sangre: A+
Numero de documento: No posee N/N

El formulario no servía de nada. Sin embargo, esto lo hacía sumamente sospechoso. No Tenía domicilio, no trabajaba, no poseía registro de delincuencia. Nada, estaba limpio.
-mmm... Mauricio dijo que lo había conocido en la secundaría –Pensaba el doctor Díaz. Saco el teléfono celular y llamó a Lalo.
-Hola, ¿Lalo?
-Lo siento, Lalo ya no está más en este mundo –dijo una voz que no era, lógicamente, la de Lalo- Y te aconsejaría que dejaras de investigar. Puede irte muy mal.
-¡No te tengo miedo! –Le gritó Américo.
-Pues deberías –Al terminar de decir estás palabras, Américo se tomó el corazón. Sentía todos los síntomas de un paro cardíaco.
Los médicos que estaban cerca corrieron a socorrerlo. Américo sentía que se le iba la vida. Sentía por un lado que algo, con terrible fuerza le presionaba fuertemente el corazón. Un medico fue en busca de una tijera y cortó el ambo junto con la remera. Lo subieron a una camilla y lo llevaron directamente a resucitación. Allí le hicieron electro shock hasta que comenzó a respirar profundamente.
Despertó en una camilla. No entendía como había llegado hasta allí. Una enfermera joven a la que él conocía de haberla visto en su hospital paso por al lado de su cama.
-Enfermera…
La chica se acercó donde estaba él.
-¿Cómo se siente doctor?
-Mejor, gracias, pero… ¿Qué pasó?
-¿No recuerda nada?
-Recuerdo… -Un flash back le mostró que antes de desmayarse le había agarrado un paro cardíaco- … ¿Me agarró un paro cardíaco?
-Sí, repentinamente su corazón comenzó a bombear como loco.
-¿Se me hizo algún estudió para verificar esto?
-Sí, ¿Quiere verlos?
El médico asintió y la enfermera, que no pasaba los veinte años, se los trajo. El doctor los miró.
-¿Me los puedo llevar?
-Son suyos.
Américo no podía ver lo que venía ni de cerca. Sentía que la sombra del mal se acercaba. Y ésta no estaba muy lejos...





Raziel Saehara
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Noche de soledad mejorado parte 2 (I) - por Raziel_Saehara - 23-09-2011, 11:47