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26-08-2012, 22:38
(Última modificación: 26-08-2012, 22:39 por Raziel_Saehara.)
Una vez mas, para todos los que leen, espero que alguno comente cuando finalice la novela. Gracias. Enjoy it!
Capítulo IV: El policía y el ladrón.
-¡Soltame! ¡Soltame te dije! -exclamaba el caco dando fuertes impulsos a su cuerpo, a pesar de que se encontraba apresado- ¡Soltame! ¡Yo no hice nada!
-¿Porqué corrías entonces? -Le preguntó el oficial González- ¿Eh? Dale, entrá y calláte.
El caco, al cual apodaban “Tutte”, había ido a robar a una tienda de licores en el barrio de Palermo Soho. González había acudido en respuesta a un llamado del 911 en el cual decían que la tienda estaba siendo asaltada. El malhechor, que no actuaba solo, hizo cerrar la licorería y, junto a sus amigos, retuvo en ilegitima privación de la libertad al dueño y dos empleados. Eso fue a las ocho de la noche, horario en que la licorería permanecía abierta. Poco tiempo después cayó “la gorra” -así es como le dicen los mal vivientes a la policía- y solo atrapó al jefe de la banda después de un tiroteo.
Tutte fue llevado al calabozo de la comisaría, pero antes le dieron la oportunidad de llamar a alguien por teléfono. Uno de los oficiales lo guió al mismo que se encontraba en la entrada de la departamental policial.
-Hola, ¿Pamela? Sí, soy yo... no me cortes... sé que no querés saber más nada conmigo pero necesito tu ayuda... estoy en la comisaría de siempre... sí, vení a buscarme... ¿Podes venir?... gracias Pame, sabes cuanto te quiero... -Pamela, fastidiada, le colgó el teléfono- Me colgó...
-Ahora te vamos a llevar con el juez de instrucción Nº 2 en la localidad de San Martín... Esta vez cometiste un delito grave Tutte... muy grave... -Le dijo el guarda cárcel- ... casi matás a uno de los nuestros... espero que te den la oportunidad de la fianza... sino... que Dios te bendiga...
Tutte estaba asustado. Ya tenía experiencia en cárceles y no fueron muy buenas. En una ocasión, uno de los internos intento violarlo -Se salvó por que Pamela pagó la fianza esa vez-, en otra, un recluso quiso matarlo por que no le caía bien -esa vez se agarró a las piñas pero no hubo ganador por que los polis se pusieron a separarlos, fue una gran pelea-, y así y todo no aprendió.
-¿Qué pensaría tú madre si te viera? -Le preguntó el Poli- ¿Pensás que estaría orgullosa de tener un hijo ladrón? ¿Por qué no conseguís un trabajo antes de salir a robar? En serio, si tenés tantas ganas de usar un arma hacelo para ayudar a los demás...
Tutte se rió ante la insinuación del poli. ¿Ayudar a la gorra? ¿Estaban locos o qué? Nunca ayudaría a la policía, él no era un traidor.
Sus amigos Pipa y Zurdo lo dejaron a la buena de Dios y salieron corriendo apenas escucharon la sirena del patrullero.
¿Usar sus armas para cambiar el mundo? Estaba reconsiderando la propuesta. No le interesaba ser el policía bueno pero tal vez pudiera dejarles algo bueno a sus hijos -Si es que alguna vez tuviera uno-, ¿No podía ser por una vez el bueno?
-Oficial, ¿Cómo puedo hacer para ser el bueno? -El policía lo miró serio- digo, usted dijo que utilizara mis armas para hacer el bien, ¿no?... ¿Cómo puedo hacer eso?
El policía se paró y miró por la ventana, tenía cortinas plegables, parecía estar confundido... esta podría ser la ayuda que tanto había pedido a Dios...Volvió a sentarse en su sillón de pana... y lo pensó.
-Tutte, vos tenés un prontuario muy grande, estuviste preso más de trece veces y esas veces saliste libre gracias a tu ex novia... ¿Cómo puedo creerte?
-Le entregaré a “El pipa” y “El zurdo”, sus nombres verdaderos son: Mario Luis Correa y Sergio Nicolás Nievas.
-Quedáte acá, voy a chequear los datos... -le dijo el policía-.
¿Podría ser que su hábito de robar no haya sido sino un llamado de atención para ser un reconocido policía? ¿Pero como iba a hacer? ¡¡¡ÉL VIVÍA EN UNA VILLA!!! Era un código villero no ser parte de la gorra. Tendría que pedir protección policial o cambiarse de domicilio... ¿Se enojaría Pamela si él le pidiese que le comprase una casa? ¡Al diablo! ¡Si su chica era MILLONARIA! ¡Claro que podía pedirle una casa! ¡Y hasta un auto! Pero no era momento de pensar en eso...
El carcelero venía hacia él acompañado por otro policía.
-De pie -le dijo el oficial apenas llegó junto a él- Te voy a sacar las esposas, no trates de hacer nada estúpido...
-Sí señor
El oficial procedió a retirarle las esposas.
-Listo, estás libre...
Tutte movió sus muñecas en círculos, ya las tenía entumecidas.
-Bien -dijo el poli- Cantá lo que sabes sobre Mario y Sergio...
-Antes pido una cosa... -hizo una pausa para mirar a los dos policías- ...si yo hablo a mi me fusilan apenas pise mi casa... Quiero una casa nueva...
El policía que le desató las esposas golpeó la mesa.
-¿Estás loco? ¡No podemos darte una casa!
El otro oficial lo miro y le dijo algo al oído al primero de ellos.
-Está bien -dijo este último después de que terminaran de cuchichearle en el oído- te pondremos en el programa de protección contra testigos... la condición para entrar ahí es que atestigües en contra de tus ex amigos Mario y Sergio...
-Perfecto.
Una vez aceptado le dieron de comer y lo dejaron en una celda abierta, solo, alejado de los demás presos.
Ahí tuvo tiempo de pensar en lo que había hecho y, extrañamente, se sentía bien. ¿Cuánto hacía que conocía a Mario y a Sergio? Se habían criado juntos. Él los traicionó. Lloró amargamente. Nada podría quitarle la angustia que sentía en ese momento. Nada.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Ya era sábado, Américo todavía estaba triste por la muerte de su ex novia y posterior desaparición del cadáver. ¿Quien querría el cuerpo de alguien muerto? ¿Para qué? ¿Por qué perturbar a los muertos? Se levantó de la cama y fue a buscar algo en uno de los cajones. Lo miraba a cada hora. El celular de Alejandra, que él levantó del suelo en el momento del accidente, estaba en su poder. Lamentablemente la parte de mensajes estaba bloqueada por una clave de seguridad. ¿Y si había algo que podía ayudar a resolver el misterio? Pero no quería inmiscuirse en los temas de su ex.
“La sombra” teóricamente era una persona, ¿Pero quien podría ser? No tenía ni la menor idea.
Había pasado ya todo un día desde que murió Ale y, por si esto no fuera poco, había olvidado preguntarle a su actual esposa ¿Qué había dicho Horacio?
-No es nada importante… había que hacer unos estudios al feto para ver si estaba bien… nada más –eso había dicho su esposa- al tener el “síndrome de ultimátum” había que hacer un pequeño chequeo… me inyectaron una droga en el vientre para analizar a Adán o Eva, según sea…
Guardo el celular debajo de una ropa suya. Tal vez algún día lo mande a revisar. Estaba solo en su casa. Su mujer había ido a ver a su madre que vivía en Gral. Pacheco, una localidad de Buenos Aires. Y él debía hacer lo mismo en su caso. Iría a ver a su madre en Villa Bosch. La relación entre consuegros no era buena. La madre de Américo no soportaba al padre de Cecilia, y viceversa. Por eso, hoy iría a ver a su madre mientras su esposa visitaba a los suyos. Tomó sus botas de cuero marrón, sus llaves y partió con rumbo a la casa de sus padres.
Mauricio no podía creer este nuevo poder que poseía. Ahora era una sombra de Adán. Pero... ¿De dónde venía ese poder? ¿Cuál era su fuente?... Decidió que era tiempo de disfrutar de una buena película. Más tarde se ocuparía de llamar a Alvarenga... y quizás le pregunte... Quizás él le responda. No debía olvidar el pacto. No iba a fallar.
Era de noche y llovía. La policía, liderados por el oficial González, hacían sonar sus sirenas frente al asentamiento de emergencia llamado “Villa la marañaza.”
-¡Vamos! ¡Adentro! ¡Adentro! -Gritaba González a sus camaradas- ¡Requisen todo!
Las fuerzas GEOF y HALCÓN trabajaban juntas para encontrar a los mal vivientes. Tenían cercada toda la manzana, no había lugar donde se pudieran esconder y ellos lo sabían.
Las patrullas aparecían de todos lados. Se les cruzaban a los mal vivientes cuando estos, en un esfuerzo vano, trataban de escapar.
El resultado de la requisa fue positiva. Se consiguió atrapar a varios mal vivientes después de algunos, previstos, tiroteos.
Mario Correa y Sergio Nievas fueron asesinados esa misma noche en el intercambio de balas producido por la federal, el grupo GEOF y el grupo HALCÓN.
Raziel Saehara
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26-08-2012, 22:40
(Última modificación: 26-08-2012, 22:40 por Raziel_Saehara.)
Eran las seis de la mañana en la prisión. Tutte había llorado toda la noche. Cuando le dieron la noticia se sintió culpable. Tal vez, y solo tal vez, podría acabar con su miserable vida.
-¡Eran mis amigos! Le gritó Tutte al oficial de turno- ¿Sabe usted lo que es la amistad?
-Sí, hijo
he visto caer muchos oficiales en balaceras como las de anoche le dijo González- y muchos de ellos eran mis amigos
estarían felices de ver en que tipo de hombre me he convertido.
-Lo siento, no era mi intención
-No te disculpes, las disculpas son para los débiles
nunca tenés que arrepentirte de lo que decís o haces, ¿escuchaste?
-Sí, señor -contestó Tutte- solo por curiosidad, ¿Qué son esos papeles?
Tutte miraba con recelo unos papeles caratulados como Secreto de máxima seguridad.
-Nada que te interese, o en realidad sí... -Ricardo miró el sobre con gesto apesadumbrado- ...son tus nuevas credenciales y nuevo nombre... desde ahora te llamarás... -abrió el sobre- Maximiliano J. Guarino y estos -extendió en la mesa una serie de documentos que sacó de aquel sobre marrón claro- son tu licencia de conducir- la vas a usar como y donde te digamos- Y estos son tu DNI (Documento Nacional de Identidad) y tu tarjeta de crédito Master Price, úsala con mucho cuidado, tiene un límite establecido de $25.000,00 pesos, si pasas ese límite, la diferencia la pagás vos de tu sueldo, ¿entendido?...
-Supongo que la tarjeta la tengo que usar como y dónde ustedes digan, ¿Cierto? -soltó, algo fastidiado- ¿Me van a controlar en todo lo que diga y haga verdad?
-La verdad... no sabría decirte -se encogió de hombros- ... yo no mando en este lugar... son ordenes de arriba... Veamos que más dicen estos papeles...
Benito intentó hablar pero Ricardo lo hizo callar. Este último se cruzó de piernas. Se puso los anteojos y leyó:
Al señor Ricardo Damián González de sus superiores:
Nuestro estimado colega, nos place recordarle y hacerle recodar a sus compañeros que todo lo que diga este escrito es confidencial. De máxima seguridad. Si este documento fue perdido y es hallado por alguien, ruego que sea devuelto al oficial policial antes mencionado.
Al señor Maximiliano J. Guarino, siendo la J de Javier, le comunico que su nuevo domicilio es Jorge L. Borges xxxx 1er piso A, esto queda en una zona exclusiva de Palermo Soho. Es de mi agrado comunicarle que será parte de la operación Antrak, nombre código que hemos elegido para el caso, su significado lo descubrirá con el tiempo.
También me enorgullece obsequiarle esa tarjeta Master Price, marca registrada por la Policía Federal Argentina -desde ahora PFA-, con un límite de gastos de $25,000.00 pesos por mes, con eso será suficiente para vivir durante su estadía en este edificio.
Su objetivo en la operación es infiltrarse en la casa de Mauricio J. Ghomikian, quien oportunamente vive en el mismo edificio-casa. Este hombre de unos treinta y cinco años vive junto a su hijo y una mucama. En esta operación, usted deberá hacerse su amigo y descubrir que oculta, si es que oculta algo.
La casa ya está lista y preparada para su manipulación. Está debidamente amueblada y hasta tiene un auto en su garaje. Confiamos en usted más que en Dios -el oficial González termino la lectura, se sacó los anteojos y los puso sobre la mesa- Eso es todo...
-¿Eso es todo lo que dice? -dijo Maximiliano- ¿Qué hago ahora?
-Andá a esa dirección, hacete conocer, pero por nada del mundo digas que sos Policía, cuando termines de investigar o tengas alguna información llamáme a este número -le entrega una tarjeta-, si te pregunta de que trabajas... decíle que sos militar retirado de las fuerzas aéreas y que te volviste rico ilícitamente... eso es todo, ahora andate -González se puso en pie, pero al segundo dijo: pará, hay alguien que quiere verte... está afuera.
-¿Verme a mí? -se preguntó Maximiliano- ¿Quién será?
Maximiliano salió fuera y se encontró con Pamela. Tenía los ojos rojos y sus mejillas dejaban ver que por ahí habían pasado lágrimas. Estaban marcados desde el principio de los ojos hasta donde termina el mentón.
-¿Estuviste llorando? -Le preguntó apenas la vio- ¿Por mí? -Se señalo el pecho y se sintió mal por primera vez- Pame, sé que lo que hice estuvo mal, pero ahora quiero cambiar... ser el bueno de la película -Pamela, por un instante le creyó, pero... ¿Y si era mentira?- Creéme, esta vez voy a cambiar por vos, por que te amo...
-Me dijeron que salías bajo libertad condicional y que ya no podías volver a la villa -largó ella- ¿Y tus hermanas? ¿Cómo van a vivir sin vos? Sabes que están solos...
-No te preocupes, yo ya mandé a buscarlos... -Sacó una hoja del bolsillo, tomó el bolígrafo que estaba en la mesa de entrada y escribió una dirección- esta es mi nueva dirección...
Pamela miró la dirección y abrió los ojos como si se tratara de la casa del diablo.
-Pame, ¿Estás bien?
Pamela se sentó en una silla que le trajo un oficial al ver que la chica casi se desmaya.
-No cuentes conmigo -balbuceó nerviosa- no... Yo no voy a ir nunca a ese lugar... No señor... ¡Jamás! -Gritó enfurecida, tiró el papel con la dirección a la basura y se fue corriendo-.
Todos se quedaron mirando la escena. Nadie dijo nada. El oficial González le puso la mano en el hombro a Maxi.
-Bien, Maxi, ya podés irte... cualquier cosa me avisas -él lo despidió con un fuerte abrazo, muy caluroso por cierto, y Maxi emprendió el viaje a su nueva casa-.
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Eran ya las cinco de la tarde, se había enterado de que hoy se mudaba un nuevo vecino al espacio vacío que había dejado la señora Hernández. Según lo que le habían dicho los que descargaban los muebles, era un tipo rico y excéntrico, un ex militar.
Mauricio no le dio importancia y fue a ver como andaba el trabajo. Hacia varios días que no aparecía por el negocio. Tenía que ir a buscar la plata de todos esos días.
Sacó el auto del garaje y se dirigió a una de sus sucursales en Caballito, así se llama el lugar, donde el gerente, de nombre Pablo, tendría que rendirle cuentas.
Era esa una linda tarde, había dormido toda la mañana. Desde que se volvió una sombra de Adán se sentía cansado. Pero seguramente esto sería normal. ¿Quién sería la próxima victima? Por supuesto, él no lo sabía. Cuando hizo aquel pacto con Enrique este le dijo “déjalo todo en mis manos, se exactamente lo que tengo que hacer.” Desde aquel día, Alvarenga, había demostrado ser un tipo confiable. ¿Qué pasaría al vencerse el tiempo estipulado? Ellos dos tenían un trato.
-Soy el mejor en lo que hago, todos los que me contrataron nunca han sido defraudados. ¿Querés hacer negocios?
-¿A cambio de que? ¿Mi vida? No puedo darte mi vida...
-No quiero tu vida, solo digamos que un pequeño porcentaje... una comisión... lo que quiero es...
-¿Qué has dicho? No me puedes pedir eso... No ahora...
-¿Querés o no vengarte de tus ex compañeros? ¿Conoces las leyes de Dios?
-No...
-Alma pecadora por alma pecadora... si un ladrón mataba a alguien y se lo encontraba culpable era apedreado instantáneamente... Estas personas deben morir por que se las ha hallado culpable.
-Dame hasta fin de año, en ese plazo te entregaré lo que pedís a cambio.
Eso había pasado un primero de febrero. La pegunta era, ¿Podría cambiar “eso” por la muerte de todos sus compañeros? Paró en un semáforo y vio por el espejo retrovisor que una camioneta “Partner” negra lo seguía. La vio desde que salió de su casa.
-¿Serán policías? -Se preguntó algo asustado- los tendré que perder.
Ghomikian aceleró la marcha, de a poco, como para que no se den cuenta. Ellos se dieron cuenta y también aceleraron. Ghomikian decidió evadirlos tomando por la ruta llamada “Camino del Buen Ayre.” La persecución era evidente. Mauricio aceleró lo más que pudo. Pasaba entre coches, cruzándose de carriles sin previa maniobra.
En un momento en que el coche de Mauricio decidió bajar por una de las rampas de acceso, el coche persecutor también lo hizo. Solamente que con menos suerte. Este último auto desbanco y quedó dado vuelta en medio del camino. Mauricio aceleró y se perdió de vista entre los coches. No quería quedarse a averiguar que era lo que pasaba por ahí. Hizo alrededor de tres Km. dejando atrás a fuera quien fuese el que lo perseguía. ¿Habrá relacionado la policía los casos de Iorii y Baccaro? Tal vez estén vigilando a todos sus ex compañeros. Incluyendo a Américo. Él era el único que no debía morir. Porque ellos eran amigos, y de los buenos... ¿Verdad Américo?
Raziel Saehara
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Américo andaba cerca de Caballito, sabía que había una pizzería del “Noble formaggio” por ahí. Preguntaría en el siguiente kiosco de diarios que viera. Encontró uno en el camino y este le indicó que estaba a unas diez cuadras de ahí. Américo volvió a subir a su coche, puso la radio y escuchó las noticias. En estás se hablaba del extraño suceso que había ocurrido hacia poco tiempo.
“La chica, víctima del accidente, salió disparada del coche. Los testigos dicen que esta chica habría enviado un mensaje de texto por celular, pero en la escena no se encontró ningún aparato. Un médico, que pasaba por ahí, le dió los primeros auxilios pero no hubo caso, la chica falleció en el lugar”
Américo apagó la radio. Él sospechaba que alguien la había matado pero aún no sabía quien ni porque. Se desvelaba en las noches dándole vueltas al asunto. Pronto llegó a la pizzería. Bajó del auto, puso la alarma y entró al negocio.
-¡Buenos Días! -Saludo Américo a todos los presentes-.
Había dos señoras y un señor en el local los cuales respondieron al saludo de igual forma. Miró a su alrededor buscando al dueño de la pizzería. Esperó que le tocara el turno y pidió tres pizzas de mozzarella con doble capa de queso. En el momento ese en el que se la estaban preparando entró el dueño. Este también saludo a todos los presentes y se fue para atrás del mostrador.
-¿Usted no es el médico que me ayudó la otra vez con la anciana? -lo increpó Mauricio-
-Sí, soy yo -Américo miró a aquel hombre asociándolo inmediatamente con otros que él conocía- le veo cara conocida, ¿No nos conocemos de antes? ¿De algún otro lugar?
-No lo creo, ¿Cuál es su nombre? -Preguntó Ghomikian-.
-Mí nombre es Américo Díaz, ¿Cuál es el suyo? -Mauricio se había quedado duro, por fin había dado con su amigo de toda la vida, vio que este se había puesto blanco- ¿Le pasa algo?
-Amé, ¿sos vos? ¿Cómo cambiaste tanto? ¡No lo puedo creer! ¡Sos vos!
-¿Ghomikian?
Ambos se estudiaron antes de estrecharse en un fuerte abrazo. Había gente mirándolos. Decidieron salir e ir al bar de la esquina, uno que se llama “La portuaria.” Pidieron un café cortado cada uno y hablaron de los viejos tiempos. Todo era de cuando eran chicos, todo eran cosas bellas.
-No pareces vos -le dijo Amé-¿Qué pasó con ese problema que tenías en el habla?
-Me lo curó una fonoaudióloga muy buena, hablando de viejos tiempos... me enteré por las noticias de que falleció Alejandra -dijo Mauricio, sabiendo a lo que se arriesgaba- y que después desapareció el cuerpo de la morgue...
-Sí, es un misterio...
-Yo pienso que lo único que puede resolver este caso es el celular desaparecido -soltó Ghomikian- ¿Vos que crees?
Por un minuto le vino la imagen de Alejandra esperando para morir. Era una imagen atroz y llena de crueldad.
-Yo estuve en la escena del crimen y vi como moría Alejandra.
-¿Vos eras el médico que la revisó? -Dijo Ghomikian algo aturdido- Eso me queda por suponer...
-Sí, es verdad, yo revisé a Ale y estuve con ella en la morgue judicial -dijo Américo tomando un sorbo de su café, estaba caliente- es muy triste que haya desaparecido el cadáver... muy extraño... yo, que soy medico, no le veo utilidad a ese cadáver, el rigor mortis había pasado ya las siete horas... ni siquiera para contrabando de órganos sirve -Amé volvió a tomar otra vez de ese café, no era el mejor que había probado pero era algo- en el momento de la muerte ella dijo que había algo en las sombras... No recuerdo muy bien las palabras.
-¿Sombras? -Dijo Ghomikian algo nervioso, se le notó en el timbre de la voz y Américo se dio cuenta- ¿Qué tienen que ver las sombras con esto? ¿No fue un accidente? -Pudo controlar su timbre de voz tomando un poco de café- Según trascendió en los diarios, el tipo que la chocó, creo que su apellido era Cataldo, dijo que no la vio porque venía hablando por celular... según varios testigos, el semáforo estaba en verde para él, ella pasó y se mató...
-Tal vez pudo haber estado drogada... por el marido... Tal vez él le dió algo que hizo que viera esas sombras donde en realidad no había nada... No vio el semáforo en rojo y pasó de largo -dedujo Américo- pero, ¿Y el cadáver? ¿Por qué se lo llevaron?
-Américo, imagínate que tú esposa, con la cual no te llevas bien, muere en un accidente por causa de alguna droga que le administraste... ¿No sería lógico que hagas desaparecer su cuerpo antes de que alguien lo encuentre y se dé cuenta que vos sos el causante de la muerte? -Le preguntó Mauricio-.
-Pero hay una cosa que estás obviando: El cadáver de Jazmín. Este estaba en la misma morgue judicial, había entrado solo un día antes que Alejandra. ¿Para que llevarse ese cuerpo también?
-Para despistar -dedujo Ghomikian- Quizás quisieran culpar a alguien que haya tenido alguna relación con ellas...
-Sí, puede ser... tengo otra duda... Jazmín tenía solo veinticuatro años cuando se la llevó la corriente de un río y, en teoría, murió... ¿Cómo explicas que haya aparecido diez años después en una casa del barrio de Palermo aparentemente viva? -expuso Díaz- No me cierra...
Américo y Ghomikian hicieron un silencio. Miraron por la ventana y escucharon el sonido de un auto que aceleraba a lo lejos y se acercaba peligrosamente a ellos.
-¿Qué será ese ruido? -Se preguntó Américo- Salgamos afuera a mirar...
Ambos se pusieron de pie y fueron hacia la entrada.
Lo que vieron casi no les dio tiempo de esquivar al coche que ya se les venía encima.
Ghomikian expulsó a un costado a Américo, el coche los rozó y entro de lleno en el bar.
Américo se puso en pie algo aturdido, miró para ambos lados y escuchó una voz que decía: “¡Hay fuego en el coche!”
El coche se estaba incendiando de a poco. Américo, en un acto de valentía entró al bar por la gran vidriera rota, miró por el vidrio polarizado y pudo distinguir a un hombre y dos niños atrapados en el auto. El doctor tiró de la manija para tratar de abrir la puerta del conductor pero esta estaba trabada.
-Abrí, por favor abrí -gritaba el hombre desde dentro, si seguía así pronto se ahogaría por el humo-.
-Mauricio, dame una mano -le dijo Américo a su amigo que se paró junto al coche en ese momento- Agarrá algo para romper los vidrios...
-Américo, no hay tiempo, esto va a explotar en cualquier momento.
-¡Hay dos chicos en el auto! -Le reprochó Américo- ¿Vas a dejarlos morir así como así?
-Yo no manejaba, no es mi culpa...
El humo comenzaba a hacerse espeso y Américo vio que el fuego ya casi llegaba al tanque de nafta.
Américo no quería dejar a esos chicos y al adulto morir ahí, pero tendrían que aprender... fuese quien fuese el que estuviera en el auto, probablemente ya estaría muerto, al igual que esos dos niños.
Américo salió fuera acompañado de un bombero que llegó justo en aquel momento. El incendio del auto se había propagado a todo el local. Pronto, todo estuvo en llamas, nada se salvó. Ni siquiera los dos niños.
Hasta aca el capitulo IV. Gracias por haber leido. Por cierto. Son solo IX capitulos, queda poco para el desenlace. Abrazos.
Raziel Saehara
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02-09-2012, 19:55
(Última modificación: 02-09-2012, 19:55 por Raziel_Saehara.)
Capítulo V: Jugando al quemado.
Ariel vivía en la capital federal en un barrio de nombre “Flores”, él vivía con su esposa y dos gemelos varones de nombre Alex y Gonzalo.
Si había algo que molestaba a Ariel de sus hijos era que eran muy despelotados. Siempre dejaban las cosas fuera de lugar. Ese día, Ariel, se dirigía a almorzar a la casa de su suegra. Si había aprendido algo de su padre era ser ordenado.
Su suegra vivía en caballito, cerca de una pizzería... ¿Como era que se llamaba? Tenía un nombre italiano. No lo recordaba ya que él no hablaba ese idioma.
Los niños jugaban con un encendedor. Ellos tenían solo seis años. Alex agarraba los cigarrillos de su padre y hacia de cuenta que fumaba.
-Alex, deja ese cigarrillo dentro de la caja... -dijo Ariel mientras frenaba en un semáforo- ... cuando sean grandes y fumen pueden usar ese encendedor... -dijo él mirando a sus hijos a través del espejo retrovisor- dejen ya eso... ¡¿Qué demonios fue eso?! -Una sombra cruzó él auto por delante, las ventanas se cerraron y las puertas se trabaron- ¡¿Qué demonios pasa acá?!
La sombra de Adán se sentó en el asiento junto al conductor.
-¡¿Quién...?! ¡¿Quién sos?! -Dijo asustado Ariel-.
-Soy una sombra de Adán... me han contratado para matarte...
-¡¿Quién?!
-¡Ghomikian!
En ese momento la sombra pisó el acelerador, justo en el momento en que se puso en verde el semáforo. El coche aceleró a una velocidad jamás pensada. La sombra abrió la guantera y sacó una botella de alcohol etílico. Ariel lo miró aterrado.
-¿Qué vas a hacer con eso? -Preguntó entre gritos Ariel-.
-¡Matarte! ¡Matarte! ¡Matarte! -Repitió la sombra mientras reía, la sombra hizo estallar la botella de alcohol e hizo prenderse fuego el coche mediante el encendedor que tenían los niños. El auto se le salió de control y pasó a través de una vidriera de un bar donde casi mata a dos personas.
Los niños ya se encontraban inconscientes a causa del humo, pero si seguía así iban a morir. Alguien se acercó para ayudarlo.
-Abrí, por favor, abrí –El humo se hacía cada vez más espeso, ya estaba casi desmayado, toda su vida pasó en ese momento.
¿Qué había hecho mal? ¿A cuantos había defraudado? ¡Ghomikian! ¿Por qué lo quería muerto? Él era consciente de que muy bien no se llevaban cuando iban al colegio. Ariel se la pasaba molestándolo por su forma de hablar. Y ahora, era tiempo de su revancha.
Ariel apoyó la cabeza contra el volante y se durmió. Ya pronto dejó de existir el dolor. Sus dos hijos y él se estaban prendiendo fuego. Todo había acabado.
-Ghomikian, ganaste vos esta vez… Lo siento.
El auto explotó en miles de llamas que pronto quemaron todo el bar
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-¡Guau! ¿Esta es mi casa? -Exclamó Maxi cuando bajo del taxi-.
El edificio contaba con cinco pisos y ocupaba media manzana. Miró hacia dentro del edificio y vio a sus tres hermanas: Julieta, Marina y Johana.
Julieta era la mayor (24), estudiaba en la universidad y trabajaba en un edificio de Floresta una vez por semana -generalmente los fines de semana-; después estaba Marina, la del medio (18), no estudia ni hacía nada, era una mantenida; y, por último, Johana (13) era una niña inteligente como pocas veces se ha visto. Muchos en la villa le decían Irene Adler, era la única mujer que venció en inteligencia al viejo Sherlock.
Las tres chicas bajaron las escaleras que separaban a su hermano de ellas.
Julieta se acercó despacio y le dijo al oído: ¿Se puede saber que hiciste ahora Ben?
-Acá no, entremos.
Los cuatro entraron en la casa y Maxi les explicó todo. Él ahora era un ex militar retirado, por supuesto dentro del proyecto Antrak, y tenía una misión. Investigar al vecino de nombre Mauricio Justino Ghomikian.
-¿Que hizo el tipo ese? -Le dijo Johana- ¿Hizo algo malo?
-Parece que sí, aunque aún no se sabe, hay otros como yo investigando a ex alumnos de la escuela a la que fue Pamela...
-Así que de eso se trata, ¿Eh? -Dijo Julieta- Vos serías el buchón de la gorra.
-Sí, algo así, ustedes no se preocupen por mi misión. De eso me encargo yo.
Marina no opinó, estaba cansada de todo eso, y molesta porque la sacaron de su cama para llevarla a ese Palacio, ella se levantó y buscó su habitación en todo ese lugar.
Marina, al igual que las otras dos chicas, pensaba en sus amigos. No eran los mejores que tenían pero eran los únicos que había. Maxi les dijo que ya no podrían volver a ver a sus ex amigos nunca más. Nunca.
Maxi decidió ir a dar una vuelta por el barrio, conocer a los que serían sus nuevos vecinos. Decidió ver primero a los vecinos de los pisos superiores. Salió a la puerta, que daba a un corredor y caminó por un pasillo muy alumbrado. Las paredes estaban alfombradas de color rojo con una tela muy suavecita. Siguió mirando mientras caminaba y vio en la tela que adornaba la pared unas figuras. Era un hombre peleando con un dragón.
-San Jorge y el dragón -dijo una voz a sus espaldas, era Alvarenga-Disculpe que lo haya asustado, desde luego que no era mi intención, mi nombre es Enrique Alvarenga -Hizo una reverencia muy educada, se enderezó y le entregó una de las tarjetas suyas a Maxi- esta es mi tarjeta...
- Sr. Enrique, mi nombre es Maximiliano Guarino...
-¿Guarino? Conocí otro Guarino hace algún tiempo, unos treinta y ocho años atrás, era un tipo que me caía bien, lastima que después se dió por el alcohol y murió de Cirrosis... he notado que no dejas de mirarme a los ojos, ¿Acaso le gusta mi color de ojos?
-¿Eh? No, no es eso -se apresuró a decir Maxi- perdone usted...
-No hay de que disculparse y, por favor, no me trate de usted -aclaró Enrique- le pediré que me tutee, si no es mucha molestia -pidió cortésmente a Maxi- este color de ojos es una rareza de nacimiento, soy el único en el mundo que posee este color.
-¿Y usted es... digo... vos vivís en alguno de estos departamentos?
-No, he venido a ver al dueño del edificio, Mauricio se llama -Alvarenga sacó un estuche y, de él, un puro- es dueño de la cadena de pizzerías Il noble formaggio, ¿Las conocés? -Enrique dio una pitada larga al cigarro, como si lo quisiera acabar en esa misma pitada- Son muy famosas.
-Sí, las he escuchado nombrar.
-Bueno, tengo que irme, un gusto señor Guarino -Le extendió una de sus manos en señal de amistad, al cual gesto también extendió su mano Maxi-.
-El gusto es mío.
Alvarenga miró al joven como si este lo hubiese descubierto todo. ¿Habrá sido así?
-Bueno, nos vemos saludo Enrique-.
-¡Qué tipo raro! -Pensó Maxi después de que él se fuera- Tiene pinta de ser el malo de la película... Ni modo...
Maxi caminó por el edificio en el sentido contrario al que se había ido Alvarenga. Esos ojos púrpura, juraría que los había visto en algún otro lado antes. Pensó hasta el cansancio donde había visto esos ojos púrpura. No lo consiguió, más tarde de seguro lo haría. Ya se acordaría.
Paseó por el vecindario, sin irse muy lejos por supuesto y volvió a su casa. Ya era muy de noche, había estado toda la tarde fuera, haciendo uso de la tarjeta Master Price que le habían otorgado en la PFA (Policía Federal Argentina), comprando lo que sería la comida de esa noche. Con el tema de la mudanza, se había olvidado que había dejado a las hermanas solas. Al llegar al edificio caminando, ya que había dejado el coche en el garaje, vio a un hombre entrando. Este hombre, tal vez pensando que le iban a robar, se apuró a entrar.
-Espere, no cierre -Dijo Maxi y al ver que el hombre se hacía el distraído, se apuró en llegar- Espere, yo vivo acá también... -aclaró justo cuando el hombre se proponía a cerrarle la puerta en las narices- soy Maxi, el nuevo vecino, el ex militar.
Al hombre se le aflojaron las piernas pero recuperó estabilidad después de confirmar su identidad.
-Menos mal, por un momento pensé que usted me iba a robar -dijo en un suspiro aquél hombre- mi nombre es Mauricio...
-¿Mauricio Ghomikian? ¿El dueño de las pizzerías?
-Así es.
-Un gusto en conocerlo, mi nombre es Maximiliano Guarino, militar retirado de las Fuerzas Aéreas Argentinas -simulo hacer la veña militar llevándose la mano a la cabeza- ¡A su servicio señor! -Gritó Maxi, simulando haber recibido formación militar-.
-Sí, sí, como sea... espero que disfrute su estancia en este edificio, aquí todos son empresarios, usted es el único que no lo es. ¿Vive con su esposa?
-No, soy soltero, tengo algo picando por ahí, pero nada sólido por el momento.
-Ya veo... ¿Subimos por el ascensor? -Preguntó Mauricio
-Creo que sí, estas bolsas pesan mucho.
-¡Uy! Disculpe, no me di cuenta de las bolsas, ¿Lo ayudó?
-Le agradecería -exclamó entre jadeos Maxi. Mauricio se agacho y Maxi pudo sentirle el olor a humo en su ropa.- ¿Usted fuma?
-No, ¿Por qué lo dice?
-Tiene olor a humo
-Es que estuve en un incendio en un bar, donde estaba tomando un café con un amigo, un auto que se incendiaba entró por la ventana y quemó todo -dijo algo triste- un ex compañero del colegio iba en ese auto con dos chicos, lamentablemente murió -dijo él fingiendo una lamentación-.
-Bueno, aquí es donde vivo
espero que algún día salgamos juntos Ghomikian
-dijo Maxi y le extendió la mano-.
-Eso espero
-Ghomikian estrechó su mano y tuvo una visión-.
Vio pasar frente a sus ojos la vida de ladrón que había llevado aquel chico, vio las veces que había caído preso y como, ahora, se había unido a la policía.
-¡Ey! ¿Estás bien? -le preguntó Maxi-.
Este había caído de rodillas al suelo y le sostenía la mano a Guarino. Ghomikian se puso serio de golpe y dijo estoy bien miró como con odio a Maxi y se fue sin decir nada.
-¿Qué le habrá picado? -Se preguntó Maxi- ¿Habrá descubierto la verdad?
Esa noche fue una cena pacifica en esa casa, pero algo había pasado desde el momento en que le había dado su mano como muestra de afecto.
Raziel Saehara
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Américo no lo podía creer. ¿Por qué todos sus ex compañeros estaban muriendo? No podía ser una casualidad. Tenía que haber una razón. Pero no se le ocurría ninguna.
Estaba con su amigo, al que más quería, disfrutando de un café y, sin quererlo, volvió a ver la muerte de uno de sus ex compañeros. Si solo hubiese podido hacer algo. Algo para ayudar. Lo que fuera. Se sentó a la mesa, era la hora de comer. Su esposa se había esforzado mucho para hacer esa comida. Pero no tenía hambre.
-¿Qué pasa amor? Te ves preocupado… -Le dijo Cecilia- … ¿Pasó algo hoy?
-Me encontré con dos de mis ex compañeros –comenzó él- uno me estrecho la mano, el otro… se prendió fuego –Dijo Américo y una lágrima rodó por su mejilla-.
-¡Américo! –Cecilia se puso en pie y abrazó a su marido- Amé… no llores… sabes que el hoy puede ser triste, pero mañana pasara y estaremos felices de vuelta… Contáme que pasó…
Américo le contó lo que había pasado y como los dos chicos habían quedado carbonizados.
-¿Entendés? Esos chicos murieron y mi ex compañero también… Yo pude haberlos salvado pero no, no hice nada –Lloraba desconsoladamente, nada retenía sus lágrimas- Alguien está matando a mis ex compañeros, posiblemente ese mismo “ser” haya querido matarnos a mi y a Ghomikian cuando estábamos en el café.
-Pero quien podría querer matarlos, solo una persona a las que ambos hayan dañado podría querer hacerles daño –aseguró Cecilia- ¿Alguien a quien hayas dañado de chico?
-¿Dañado? No, no me acuerdo –Américo se puso en pie y miró por una de las ventanas que daban al patio- era al revés… el que siempre resultaba dañado era ese amigo mío: Ghomikian… Pero él, en aquel momento, estaba conmigo, estaba ahí sentado, no pudo haber sido –Américo se dispuso a abandonar la charla e irse a dormir- voy a descubrir quien es el asesino, ¡Cueste lo que cueste!
Américo se fue a acostar y, esa noche, soñó.
-Américo, ¿Qué haces en mi casa? –Era Ghomikian quien le hablaba-.
El lugar donde estaba parado Américo era una gran carnicería. Todos sus ex compañeros: Luis, Carla, Clara y otros más estaban ahí. Algunos que ya ni recordaba por cierto.
-¿Vos eras el culpable de esas muertes?
-¿No era lógico? ¿Quién no querría matarlos? –Américo se tapó la boca con un pañuelo- ¿Te acordás como me trataban de chico? Me trataban como escoria, basura… a veces me acusaban de cosas que yo no hacia… ¡Ellos se lo merecían!... Américo, unite a mí en mi venganza, todo va a volver a ser como antes… y tu hijo va a vivir para verlo… él va a vivir… -Mauricio se alejaba por una de las puertas- Vení, seguime…
Américo, como guiado por una fuerza oscura y siniestra, atravesó la puerta.
Se encontraba ahora en una casa que desconocía.
-¿Dónde estamos? –Comenzó Américo, pero hizo silencio, una chica los miraba, se escuchó un timbre y la chica bajó las escaleras.
-Estamos en la casa de una amiga de Pamela, mirá, ahí está…
La chica abrió la puerta de la cocina y vio una escalera.
-Vamos a seguirla…
Américo y Mauricio la siguieron de cerca, la escalera era larga. En el camino, Américo vio que había un martillo pero lo dejó ahí, sin embargo Ghomikian tomó el mismo y la golpeó en la nuca antes de que abriera la puerta.
-Vamos arriba, la función comienza ahora… -Ambos dos subieron las escaleras.
Esperaron unos instantes y vieron una sombra, pero no era como las demás sombras, era parecida a la sombra de Américo.
-¿Es mi sombra? -Dijo Américo- Puedo reconocer mi sombra donde sea que la vea…
La sombra comenzó a hacer unos sonidos guturales, como si se asfixiara…
-¿Qué hace...? -Américo guardó silencio, lo que veía lo dejó sin palabras, Jazmín salió del cuerpo de la sombra.
-¿Jazmín? -Preguntó Américo- ¿Pero cómo…?
-Aparentemente, mientras otros la daban por muerta, ella había perdido la memoria y se encontraba perdida en algún lugar… La sombra la trajo de nuevo hacia nosotros pero casi muerta… Estas sombras están hechas de la maldad que siente el hombre hacia sus semejantes… y la maldad mata, ¿No te parece?
-¿Por qué Mauricio?
-¿Vos me preguntás “Por qué”? ¿No te parece justo esto? ¿Escuchaste alguna vez hablar del Tenchu y el Jinchu? Seguramente no… El Tenchu es lo que nosotros conocemos como “El castigo Divino” y el Jinchu es “El castigo Humano” pero si unimos ambos Nos da “El castigo divino hecho por un humano”, eso es lo que yo profeso…
La escena se deshizo como si fuera de agua y volvieron al matadero.
-Américo, tenés que unirte a mí, ambos destruiremos a todos los que me odiaban… a todos los que me hicieron lo que soy… tenés que ayudarme.
-Para, explícame que te hicieron los dos hijos de Ariel para que los mataras…
-Esos dos se iban ha convertir en delincuentes o en depravados sexuales… ¿Qué importa? Esos dos chicos están mejor ahora que con su padre… Míralos acá están los dos.
Dos niños gemelos, colgaban de los pies totalmente carbonizados.
-Es hora de despertar Américo… ¿Vas a unirte a mí?...
-Espero no estar equivocándome, pero creo que ya entiendo de que va esto, te voy a ayudar…
Américo despertó del sueño con un alarido y todo transpirado.
-Amor, ¿Estás bien? -Le dijo su esposa- ¿Otra de tus pesadillas?
-Sí, eso creo… -Américo se levantó de la cama, el corazón le latía como nunca, ¿Qué era esa sensación que le había dejado aquel sueño?, fue directo al baño, se echó agua en el rostro y se miró al espejo que tenía en el botiquín- ¿Qué me pasa?
-¿No crees lo del sueño? ¿No?
Unos círculos púrpura se manifestaron en el espejo.
Américo se dio vuelta pero no vio nada. Volvió a mirar en el espejo y vio que los dos ojos estaban ahí.
-¿Quién sos? -Dijo Américo- ¿Estoy todavía en el sueño? ¿Verdad?
-¿Vos no eras el que rogaba a Dios que le diera una vida más profunda e interesante? Bueno, acá estoy yo para hacer realidad tus sueños de grandeza… Vení a verme ahora, estoy en la casa de Ghomikian… Vení solo…
Américo se vistió y se apresuró en llegar a la casa de Ghomikian. En la puerta lo esperaba un hombre de hábito de monje y mirada púrpura, él seria quien le explicara todo y él sería quien impondría el trato.
Raziel Saehara
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02-09-2012, 19:56
(Última modificación: 02-09-2012, 20:00 por Raziel_Saehara.)
Maxi sintió ruido en el pasillo. Se levantó de la cama descalzo y en pijamas. “¿Qué será ese ruido?” se preguntaba. Se aproximó a la puerta, miró por la cerradura y vio a dos personas caminando. Acercó la oreja a la puerta y solo escuchó los pasos. “¿Debería ir a ver?” Pensó en silencio. Una puerta se cerró. “Es ahora o nunca” se dijo. Abrió la puerta pero estaba todo oscuro. Fue por una linterna. Una vez conseguido eso, caminó en la dirección del piso que correspondía a Ghomikian. Un murmullo provenía de aquel lugar. Por la puerta se filtraba un haz de luz. Decidió mirar por él. Teniendo en cuenta que él era muy silencioso, arte que aprendió siendo ladrón, se acercó a aquel haz. Nunca había visto una ceremonia de iniciación de ninguna orden religiosa pero seguramente allí se celebraba una.
Había un tipo de hábito violeta y que llevaba una capucha de ese mismo color. Ese debía ser el líder.
-¡Sombras! -Gritó aquel hombre y desde todas partes, más bien de las partes oscuras, empezaron a salir sombras. Todas ellas iguales entre sí. Al principio pensó que todo era acto de magia, un acto trucho… pero, ¿con que sentido harían algo así a las tres de la mañana? No, aquello de seguro era parte de algo diabólico, endiablado…
-Ahora, estás bajo mi control -escuchó que decía el hombre de hábito violeta a otro vestido de traje.
Este hombre, de barbilla bien afeitada y ojos café, se encontraba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. No lo había visto nunca en su vida… ¿Quién sería?...
-Américo, ayudarás a tu ex compañero Mauricio a cumplir su objetivo mientras esperamos el nacimiento de Adán -dijo el de violeta, se dio vuelta y tomó una copa, se la extendió a él y este tomó- Has probado de mi sangre, ahora eres mi hijo… Cumplirás mi voluntad…
El hombre de hábito violeta se dio vuelta y miró hacia la rendija de la puerta.
-Sombra de Adán, ve…
Una sombra apareció detrás de Maxi, este se dio vuelta, pero la sombra era más rápida. Lo tomó del cuello y lo tiró al suelo.
Instantes después, Maxi se dio cuenta de que se había caído de la cama. Sus tres hermanas lo miraban extrañadas. Julieta lo ayudó a levantarse.
-¿Dónde está el desayuno? -dijo Marina- ¡Muero de hambre!
-Me acabo de despertar… si querías el desayuno lo hubieses hecho más temprano… Está en la heladera, agarrálo.
-¿Qué hacías en el piso hermano? -dijo Johana- ¿A dónde fuiste anoche?
-¿Anoche? -Preguntó algo desconcertado- No sé, creo que a ningún lado…
-Yo te escuché salir -le volvió a decir Johana- a algún lado fuiste…
-¿Dónde habré ido?...
-¡Me voy a la Uni! -Dijo Julieta, agarró sus llaves y se fue- ¡Que casa de locos! ¡Menos mal que yo no estoy en todo el día!
Julieta bajo las escaleras, abrió la puerta de calle y se fue rumbo a la Universidad de Palermo. Era lo único que no había cambiado en su vida. La Uni, ¿Qué sería de su vida sin eso? Ella quería progresar, estudiar, ser alguien importante. Se detuvo en la parada de colectivos que estaba a tres cuadras de su casa. Se subió y comenzó su viaje de rutina.
Se sentó al lado de un chico de anteojos oscuro, este último estaba durmiendo. En la siguiente parada, tres chicos subieron. Estos llevaban las manos en el bolsillo. Al momento de subir, sacaron un arma cada uno, eran pistolas calibres 22. Había visto muchas de donde ella venía.
-¡Dame todo! ¡Dale, dale! -Increpaban a cada pasajero, se habían desviado del recorrido por el cual iban y se detuvieron en la esquina-.
Allí los esperaban dos chicos más.
Julieta estaba sentada en el fondo de todo. Aquel chico seguía durmiendo como si nada. Llegaron a Julieta y le pidieron que depositara las cosas de valor en una mochila que ellos llevaban.
-dale pone el celular y la plata acá -le exigieron- y despertá a ese gil -le exigió el caco-.
El chico no se despertaba.
-¡Ey! ¡Salame! ¡Desperta…! -No termino de decir el asaltante-.
El momento fue tan confuso que todos se asustaron.
-¡¿Te das cuenta de lo que hiciste?! -Gritó furioso aquel chico de anteojos y barba candado- ¡Me manchaste los anteojos!
El arma del caco salió rodando y la agarró uno de los pasajeros.
-¡No dispares! -Gritó el caco caído-.
¡Pum! ¡Bang! ¡Kaboom!
La escena fue muy confusa, pero lo cierto es que los cinco cacos yacían muertos en el mismo sitio donde estaban. El colectivero se asustó y el resto de pasajeros hizo cuerpo a tierra. Unos segundos más tarde todos estaban muertos. Julieta -que también se había tirado al suelo- miró hacia arriba y vio al chico de anteojos durmiendo de vuelta.
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La policía llegó al lugar de los hechos y requisó a cada uno de los pasajeros, incluyendo a aquel chico de anteojos oscuros.
Mientras las ambulancias se llevaban a los muertos a la morgue Julieta vio que un policía lo saludaba. El mismo policía se acercó a ella.
-Disculpe, antes de que se vaya tengo que pedirle un favor… -dijo el poli- …ese hombre que usted vio disparar es policía le agradecería que no lo mencionase en la investigación.
-Está bien, no hay problema, ¿puedo irme ya? -le dijo Julieta- estoy llegando tarde a la Universidad.
-Andá, pero no lo olvides, ese chico no existió.
El policía la despidió y fue a ayudar al resto de sus compañeros. El chico de los anteojos negros se le acercó.
-Oficial, tengo que llegar a la comisaría que está frente al parque Botánico, tengo que entrevistarme con el oficial González, ¿Lo conoce?
-Sí, siga por esta calle y la encontrará.
El chico agradeció al policía y se fue hacia donde le indicaron.
Rafael llegó a la comisaría. Allí estaban todos sus recuerdos buenos, incluso el de Ana. Aquella joven que él amaba más que a cualquier cosa en el mundo. Incluso más que a su vida. Entró en la comisaría y saludó a todos. Ya nadie se acordaba de él.
-Buenos días -Saludó Rafael-.
-Buenos días -Saludó el oficial a cargo- ¿Puedo ayudarlo en algo?
-Tal vez… ¿No te acordás de mí? -le preguntó, a lo que el oficial respondió negativamente-.
-Tal vez si se saca los anteojos…
Rafael accedió. Se sacó los anteojos, que ya estaban rajados.
-Vos sos…
El oficial había quedado sin palabras hasta que de pronto comenzó a gritar.
-¡Comisario! ¡Comisario! ¡Comisario!
Un señor morochito y de bigote salió de atrás de una de las oficinas.
-¿Qué es tanto lío? -Vio a Rafael y se quedó duro- ¿Rafael?
-¡Así que ahora sos el comisario Lalo! Tuviste suerte…
-¿Qué hacés acá?...
-Tengo noticias de mi padre… y no son buenas.
-Aunque no lo creas te necesitamos mucho más que antes, entrá a mi oficina.
Y las puertas se cerraron.
Que pasara? Quien sera este misterioso chico? Que sera del destino de Maxi...? descubranlo el proximo Domingo-Lunes.
Raziel Saehara
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09-09-2012, 22:08
(Última modificación: 09-09-2012, 22:09 por Raziel_Saehara.)
Capítulo VI: Hace seis años…
Gran explosión en iglesia abandonada, al menos doce muertos.
En el día de ayer, navidad, casi terminando el 2004, un grupo de personas, posiblemente fanáticos religiosos de alguna secta, se adentraron en una iglesia abandonada y llevaron a cabo un ritual satánico.
Todo comenzó cuando un grupo de personas con desordenes mentales se unieron para alabar al “hijo de Adán” –Así es como ellos llamarían al diablo- con el fin de volverlo un mortal.
Dicha iglesia agnóstica –los que no creen en Dios pero creen que existe un ser superior- estaba cerrada al público desde el año 2000. Pertenecía a la familia más vieja del país: los Alvarenga. Dicho sea de paso, uno de los Alvarenga estuvo involucrado como parte de la policía que detuvo a estas personas.
Los nombres de los doce muertos no trascendieron y parece que va a perecer en el más profundo de los secretos. Al parecer estaba involucrado un diputado. Aún no se sabe mucho del caso pero lo seguro es que la iglesia voló por los aires.
“No somos responsables de lo ocurrido acá” dijo el hijo mayor de los Alvarenga, y agregó “esta iglesia es una de las miles que pertenece a mi familia, el incidente de hoy nos es ajeno”. Sin embargo, y pese a lo dicho por el joven, a trascendido que su padre estaba en dicha iglesia a la hora de la explosión. Con respecto a esto el joven se manifestó en desacuerdo. “Mi padre estaba conmigo en la comisaría en aquel momento. Cuando descubrimos lo ocurrido pensamos por supuesto en el que dirán de nuestra familia. Somos los utilitarios de estás iglesias que persisten desde las épocas bizantinas. ¿Le parece que nosotros vamos a originar algo como esto?”. La respuesta del corresponsal es… muchas personas, después de perder fama, harían lo que fuera por echarle otra mirada a su destino y darse cuenta de que no son nada sin ella.
Seguiremos informando.
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Rafael arrugó el periódico y lo arrojó al cesto de basura. Miró su computadora y la foto que salió allí. Era un hombre vestido de violeta, un monje tal vez, pero ese no podía ser su padre… su padre estuvo con él toda la noche. Pero, sus cuerpos -el del monje y el de su padre- se parecían mucho.
-¿Todavía le das vueltas al asunto Lila? -Le dijo un joven vestido con el uniforme policial, este joven era al menos dos cabezas más bajo que él, rubio, ojos celestes y una sonrisa blanca perfecta- Todo el mundo sabe que fue tu padre…
-ÉL estaba conmigo la noche de la explosión, además ¿Para que hacer volar una iglesia vieja y derruida?
-No sé, tal vez el seguro lo cubriría todo -dijo el oficial y se paró a un costado de la maquina de café que estaba en la oficina- ¿Querés un café?
-No es mala idea -accedió Lila- ¿Cómo crees que estuvo involucrado mi padre?
-Pues fácil -comenzó el poli- una copia… ¿Tenés una moneda?
-Ah, sí, toma…
-¿Sigo con mi teoría? -dijo el oficial sirviendo el café- es fácil, tu padre contrato alguien que se le parecía muchísimo salvó que este tenía barba y ojos azules, a diferencia de tu padre que nunca tuvo barba y posee ese color de ojos raro…
-Violeta… -el oficial le extendió un café caliente- …Gracias, creó que al ser su hijo me hubiese dado cuenta que no era él… principalmente por que sus ojos brillaban aún con la luz prendida. Una característica de nuestra familia.
-¿Lentes de contacto con brillo?
-Imposible, he cubierto esas posibilidades y lo único posible es… que no era mi padre el que hizo explotar nuestra iglesia, ¡Ay! ¡Esta cosa quema! -agregó Rafael después de darle un sorbo al café-.
-¡González! ¡Alvarenga! -Entró el jefe de la seccional- Escuchen, quiero que vayan a la iglesia de tu padre y me traigan fotos… Va a haber un grupo de personas, de muy mal talante mental, que van a querer echarlos…
-¿Qué hacemos con ellos?
-No me interesan, solo quiero fotos de los cuerpos quemados… el forense me informó que aún no le han traído esos cuerpos…
-Salimos ya -le dijo González a Rafael- vamos “Corazón oscuro”…
-No me llames así… al menos yo no soy así… Que ese sea mi apodo no significa que lo sea, ¿Entendiste?
-Ok, ok, No te enojes… vamos.
Subieron a su patrulla y se dirigieron a la escena del crimen.
-¡Revive! ¡Oh! ¡Dios de la furia! ¡Revive Yamiel!
-¡Espera no lo hagas padre!
-Sabes que debo hacerlo Lila… ellos reclaman su justicia… Es justo dárselas… Aquí está… Este es… ¡Yamiel!
¡Despierta!
-¡Ey! ¡Despertate! -González era el que lo llamaba-.
-¿Me quedé dormido?
-Eso parece… ¿No descansaste anoche? -le preguntó González mientras miraba un cuadernillo con algo escrito en él-.
-No dormí bien ya que mi papá puso la música alta toda la noche, acordate que ayer fue sábado -Lila miró el cuaderno que tenía entre manos su compañero- ¿Qué es eso?
-Nada importante, solo las posiciones en las que se encontraron los cuerpos calcinados… Bajemos.
Apenas bajaron del móvil se les acercó una señora, estaba vestida apenas con harapos… parecía una indigente.
-Señor protégenos del mal y danos el alivio que necesitamos en nuestras mentes… -rezaba la señora mientras pasaba junto a ellos, justo cuando pasaba por delante de Lila, la señora le pegó una cachetada y le sacó los anteojos de sol- ¡Lo sabía! ¡Eres igual que él! ¡Revívelo para nosotros! ¡Necesitamos nuestra venganza! -La señora se detuvo en medio de la agresión, miró para todos lados como asustada y dejó de atacar a Rafael- Discúlpeme joven, no era mi intención, pero es que usted es tan parecido al líder…
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-¿Quién es el líder? -preguntó Rafael volviéndose a poner los anteojos de sol-.
-No importa, yo no debí decir nada por que ellos están aquí… están entre nosotros…
-No entiendo nada -dijo González resignado- ¿dice que hay un líder? Entonces, ¿Usted conoce al que hizo esto?
-Sí, todos lo conocen -la anciana miraba asustada para todos lados- tiene los ojos violeta y su aliento es Azufre puro… Está en las sombras, él nos vigila… -en ese momento abrió los ojos de una manera muy especial, como si pudiera ver algo que los demás no- deténganlo, él aún no ha nacido -le susurro al oído a Rafael-.
-¿Detenerlo? ¿Cómo? -Le preguntó Lila a la señora que se alejaba- ¡Ey! Se fue…
-¿Escuchaste? Tu padre estuvo aquí, con la gente muerta… Ya sé que estuvo toda la noche con vos, pero… No, nada, dejá, ideas locas mías…
Un oficial, vestido con el traje del GEOF, se les acercó y los saludo. Luego de los saludos ellos entraron en el lugar y tomaron las fotos. Pero, hubo una foto que le llamó mucho la atención…
-Ese es… ¿Mi padre?… No puede ser -Rafael sacó el celular y llamó a su padre- ¿Papá? ¿Sos vos?
-¿Quién va a ser sino? -Se escuchó del otro lado- ¿Qué pasa? ¿Acaso estás en mi iglesia frente a mí cadáver? -Le dijo entre risas Enrique- Ese no soy yo, es mi hermano gemelo: Néstor Alvarenga, es una historia algo larga, eso sí, no lo divulgues en la seccional, por favor.
-¿Mi tío? -Preguntó Rafael- No sabía que tenía uno…
-Sí, en teoría él había muerto por un exceso de drogas en un hospital psiquiátrico… -le explicaba Enrique por teléfono- …pero la realidad es otra… él sobrevivió, no se como, pero sobrevivió… zshzshzshzshzsh…
-¿Papá? ¿Papá?
Una leve interferencia se escuchó en el teléfono. Parecía el ruido de algo devorando, comiendo, tragando…
-¿Papá?...
-Disculpa hijo, parece que algo entró en la línea… sabés, tú tío es buena persona, nunca intentó hacerle mal a nadie… él solo quería venganza.
-¿Por qué hablas de él como si siguiera vivo?... ¡No sos mi padre! ¿Qué hiciste con él?
-¿De que hablas? Yo soy tu padre…
-¡No lo eres! -Gritó Rafael furioso- ¿Sos Néstor?
Rafael cortó.
-Algo le pasó a mi padre, debemos ir a mi casa…
González lo acompaño. Este lo miraba mientras él le contaba lo que había hablado con su padre.
-¿Tratas de decirme que tu padre fue poseído por el espíritu de tú tío? -le preguntó González- ¡Es una locura!
-¡Debemos detenerlo! ¡Pedí refuerzos!
-¿Con que excusa? -le dijo sarcásticamente el joven- ¿Te escuchas? ¡Un muerto que toma a un vivo bajo su control! ¿Cómo esperás que pida refuerzos? ¿Qué querés que les diga?... “Atención patrullas: un muerto que tomó el cuerpo de su hermano planea la muerte de todos” ¿Crees que alguien lo creería?...
Claro que nadie lo creería, ¿quién creería que su tío, al cual no conocía, tomó el cuerpo de su padre? Por supuesto que nadie.
-Entiendo… ¿Qué podemos hacer?...
-Solo valernos de nosotros y… -González tragó saliva- …que Dios nos ayude.
Raziel Saehara
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Llegaron a la mansión Alvarenga justo cuando se largaba a llover. El periódico de ese día había anunciado una lluvia de verano… pero aquello no parecía ninguna pequeña llovizna, ¡Parecía el diluvio!
Aquellos dos bajaron del móvil en el que andaban, un móvil policial, y entraron en la mansión con sus pistolas desenfundadas, las llevaban delante de sus cuerpos. Se hacían señas a medida que se iban adentrando en la oscura y húmeda atmósfera que era aquel lugar. Ambos dos estaban un poco mojados por la lluvia.
Se detuvieron frente a uno de los cuartos. Rafael tocó la puerta del cuarto. Esta era alta, media por lo menos tres metros y medio de alto y un metro de ancho.
-Este era mi cuarto cuando vivía acá -le contó- puedo sentir los viejos tiempos moverse dentro…
De repente y sin previo aviso, en la puerta se hizo un hoyo negro que fue tomando forma… ¡Hasta convertirse en un ojo gigante!
-No dispares… baja el arma -le ordenó Rafael al oficial Ricardo González, que era quien lo acompañaba- ¡Gran ojo! ¡Queremos entrar en este cuarto!
-Antes de eso -dijo el ojo pestañeando varias veces- deben resolver un enigma… ¿Desean hacerlo?
Rafael miró a Ricardo por sobre el hombro y este le hizo una seña positiva desde su lugar.
-Aceptamos…
-Muy bien, aquí está el Enigma:
“Soy roja como la manzana y solo un monstruo puede comerme. ¿Qué soy?”
Los dos jóvenes se miraron. Había un montón de cosas que eran rojas en el mundo. ¿Pero que un monstruo pudiera comer y un humano no?
-La sangre -se escuchó un grito proveniente detrás de ellos- es lo único de lo que se alimentan seres como ustedes.
-Respuesta correcta, pasen… -La puerta se abrió de un crujido-.
Todo dentro era oscuridad.
-¿Son policías y no llevan linternas?
Ambos dos se dieron vuelta y apuntaron sus armas hacia donde venía la voz.
Un joven de alrededor de 20 o 22 años, de bigote en crecimiento se manifestó de la oscuridad prendiendo una linterna que llevaba encima.
-¡Identifícate!
- Eduardo Marcelo Alvear, pero me pueden decir “Lalo”… Tomen -Lalo les arrojó una linterna a cada uno- Está oscuro dentro, será mejor que mantengan sus pistolas desenfundadas, especialmente vos Rafael, tal vez te tiemble un poco el pulso… ¿Entramos?
-No nos vas a decir quien sos y que haces en mi casa…
-Las explicaciones más tarde, ahora vamos a pelear contra el mismo demonio… -Un sonido, como un jadeo, se escuchó dentro del cuarto- ¡Vamos! -Los tres pusieron sus pistolas combinadas con las linternas y entraron, detrás de ellos la puerta se cerró-.
La habitación que había sido de Rafael estaba descolorida y húmeda, quizás más que afuera.
Rafael recordaba que había una ventana en aquel cuarto, pero en aquel momento no lograba verla. Las luces de la linterna no ayudaban mucho. Parecía haber un vapor extraño que nublaba la luz de ellas. Rafael llegó ante lo que creía era la ventana, pero al tocarla notó una especie de baba, húmeda y pegajosa.
-¿Qué es esto? -Lalo se acercó hacia donde estaba la luz de Rafael y lo alejó de aquel lugar- ¿Qué era eso Lalo?
-Un capullo, aún no ha nacido por lo visto…
-¿Quién no ha nacido? ¿Qué carajo es eso?
-Tranquilo, todo a su tiempo, eso es lo que yo he estado esperando que nazca… el Alvarenga definitivo.
¡Crack!
-Llegó el momento…
La bruma bajó de golpe y un brillo sobrenatural se desprendió del capullo alumbrando todo el cuarto.
Ricardo tomó su arma y en un grito desesperado disparó su arma.
¡AH! ¡AH! ¡AH! -gritaba- ¡NO QUIERO MORIR! ¡AÚN SOY JOVEN!
Las balas no detenían el rompimiento del capullo, por el contrario, más bien la ayudaban.
-Humanos tontos, yo me alimento del odio y la desesperanza, cuanto más haya de eso en ustedes más rápido naceré.
-¡¿Quién eres?! -grito Rafael- ¡Muéstrate!
Una figura salió del capullo. Era un hombre alto, de tez blanca y barba candado y de sus ojos salía un fulgor violeta.
-Mi nombre es Enrique Martín Alvarenga, y ustedes no son más que basura.
Extendió una de sus manos y un viento terrible salió de estas, tan terrible que mantuvo a raya a los tres hombres.
-Pero esta no será la pelea definitiva, sino que será dentro de seis años.
Alvarenga bajo sus manos y el viento se calmó, pero las luces se apagaron.
-¿Qué pasó? ¿Dónde está? -grito Lalo- No permitan que se escape…
De golpe, se escuchó el batir de unas alas, alas impetuosas que sobrevolaban el cielo y desaparecían en la oscuridad de la noche.
La mañana llegó y con ella la calma. Pasaron los días y alguien, por la calle, escuchó los gritos desesperados de quien había quedado atrapado en la vieja mansión. Ese alguien dio aviso a la policía y los tres hombres por fin pudieron salir de ella.
Una patrulla con las siglas “DIPA” se llevó a Lalo mientras los otros dos volvían a sus rutinas. Pero ninguno de ellos, en el tiempo que habían permanecido encerrados, se iba a olvidar de la promesa.
Derrotar a Alvarenga y preservar el secreto de “DIPA” cuyas siglas significan “División de Investigación Paranormal Activa”. Nadie iba a olvidar lo sucedido allí. ¡Nunca!
Bueno... hasta aca este capitulo.... se revelo por fin el pasado de Alvarenga y de Rafael.... ¿Quien sera ese Yamiel del que hablan? Proximo cap...
Raziel Saehara
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16-09-2012, 20:55
(Última modificación: 16-09-2012, 20:56 por Raziel_Saehara.)
Capítulo VII: Viejos amigos.
Lalo, que ahora tenía 28 años y era comisario mayor en la policía federal, apretó la lapicera con fuerza. Sabía que las noticias eran malas pero no tanto.
Rafael terminó de hablar y ambos cruzaron miradas nerviosas.
-Entonces, ¿Alvarenga está usando a alguien para sus planes?... No lo puedo creer… se veía tan poderoso aquella noche… ¿Por qué usaría a otros si es tan poderoso?
-Alguien le está haciendo perder su poder…
-¿Hay alguien más poderoso que él?... ¿Eso es lo que sugerís? -Preguntó Lalo levantando el tubo del teléfono- Tengo que llamar a DIPA… esto necesitan saberlo… -Rafael le cortó él teléfono- ¿Qué hacés?
-¿No es lógico? Esa cosa mató a mi padre, destruyó una de mis más valoradas iglesias y me hizo tocar ese líquido repugnante del cual salió. No creo que ellos necesiten saber de esto… antes hay que estar seguros…
Américo despertó muy temprano ese día, no recordaba lo que había sucedido aquella noche. Solo sabía que había tenido un sueño y después… nada, solo eso, nada de nada.
Le pidió a su mujer que le explicara a donde había ido aquella noche.
-No lo sé amor, no me dijiste adonde ibas -dijo ella mientras se cambiaba- solo te fuiste, sin decir nada… a por cierto, lo único que pude leer en tu expresión cuando saliste, era que estabas furioso, furioso con vos mismo pienso yo, aunque no sé porque.
Su mujer, ya de cuatro meses de embarazo, salió de la casa en su auto.
-Pienso que está más gorda, ¿vos no? -Escuchó en la distancia, como si algo le hablara. -Jajaja muy gracioso… Vamos a trabajar – se dijo Américo para si mismo.
Entró al baño a peinarse el pelo, abrió el botiquín, sacó sus pastillas para la diabetes, tomó una y la volvió a guardar. Cerró la puerta del botiquín y se miró en el espejo.
-Hoy estoy particularmente lindo -pero la imagen mostraba otra cosa, una sombra oscura, de ojos violetas y un cuerpo invadido por las llamas oscuras del infierno- Sí, hacer de cuenta que olvidé todo lo sucedido esa noche sería un pecado… pero no le puedo decir a mí mujer lo que le espera a nuestro hijo… a nuestro Adán… ¡No, No podemos! ¡Mírame! ¡Mira lo que soy ahora!
-Es hora de iniciarse mis dos amados hijos: Américo y Mauricio… debemos compartir nuestros dones -dijo Alvarenga mientras alzaba una daga ceremonial sobre la cabeza de Américo- Tus dones Américo son la paciencia, la humildad y la inteligencia… ¿Estás listo para cambiar?
-Sí, señor…
Al punto en que Américo termino de decir esas palabras, la daga cayó sobre su cuello inclinado.
-¡Ahora Adán! -Gritó Alvarenga-.
Una sombra especialmente oscura succionó la sangre desde el punto del cuello en el que estaba atravesado, sacó toda la sangre he hizo una esfera con ella.
Una vez formada la esfera que contenía el alma de Américo, o sea su sangre, se introdujo así mismo en ella y volvió esta negra.
La esfera de sangre oscura giró por unos momentos y, a una orden de Alvarenga, entró de nuevo en el cuerpo inerte de Américo. Cuando terminó de entrar la última gota de sangre, la herida en el cuello se cerró y la daga salió de ella.
-¿Cómo te sentís Américo? -Dijo Alvarenga poniéndole una mano en el hombro.
-Algo mareado, pero fuerte como nunca me había sentido -Se miró los puños, los cerró y los abrió repetidas veces hasta que se acostumbró a esa nueva sensación, la sensación de compartir el cuerpo con alguien.
Alvarenga repitió el proceso una vez más pero esta vez lo hizo con Mauricio.
-Padre, ¿Qué hacemos con ese? –Preguntó Américo señalando a Maxi que se encontraba desmayado en un rincón.
-Ese es mío –dijo Enrique y puso una mano desnuda sobre él, una sombra salió de su mano e invadió su cerebro sacándole todo tipo de información a Maxi.
De esa manera se enteró que Maxi era un ex ladrón devenido en agente encubierto de la policía.
Enrique sacó su mano de la cabeza de Maxi.
-No va a recordar nada de esto, pero yo sí, y eso es inevitable… ¿Piensan que pueden detenerme?
-¿Hay alguien que quiera detenerte padre? –Inquirió Mauricio- ¿Quién? ¡Dínoslo!
-Es una vieja historia… Mi hermano, cuyo nombre e olvidado, me mantuvo encerrado en una celda debajo de la mansión Alvarenga... él me golpeaba por que decía que estaba endemoniado porque no podía caminar, siempre he estado en sillas de ruedas… pero un día, un ángel me visitó y me dio el poder de caminar, pero a cambio debía roer los huesos de mi hermano…
-¿Roer?
-Sí, comerlos, devorarlos, pero solo los huesos… así que tomé una espada de mi familia y abrí a mi hermano a la mitad, lo limpié, le saqué todos los huesos y me los comí… de esa manera muté y me convertí en lo que soy ahora… Enrique Martín Alvarenga… pero, como les decía, sí hay alguien que quiere detenerme… mi hijo verdadero, el hijo del cual se apropió mi hermano, él se llama Rafael…
-¿Y que pasó con tu esposa? –Le preguntó Américo-.
-Era la esposa de mi hermano, él me la entregó para que la fecundara ya que él no podía tener hijos, tal vez hubiese estado mejor sin tener a aquel bastardo… En fin, mañana irán a la morgue y me traerán cuerpos, cuerpos a los cuales les darán una parte de su vida y de esa manera los traerán a mí nueva iglesia, donde las cenizas de mi padre descansan en paz. Ahora vayan, yo me encargaré de esto.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Después de eso, Américo no supo que fue de la vida de Maxi, tal vez hubiera muerto… ¿Quién sabe? De todos modos no importaba, su padre se ocuparía de él.
Tomó las llaves del auto y salió a la calle. Un hombre venía caminando hacia él, abrazado a su novia. Américo no le dio importancia. Muchas parejas pasaban por ahí a esa hora. Aquel hombre se detuvo y lo miró.
-¿Américo?...
Él se dio vuelta y vio al tipo, petiso, gordito y de pelo largo, sonriéndole. No recordaba conocerlo.
-Disculpá, ¿nos conocemos de algún lado?
-Sí, dudaba si te ibas a acordar de mí… en aquella época tenía el pelo corto y me faltaba un diente.
-¿En aquella época? ¿Hace mucho que no nos vemos?
-Desde primaría… en la escuela número 42…
-Pero, no te reconozco -lo miró de arriba abajo y asoció a sus compañeros de curso con aquel muchacho hasta que dio en el clavo- ¡Mario Nicrosio!
-¡Ah! ¡Viste que te acordaste! -Mario miró la casa y emitió un silbido de asombro- ¡Vos sí que te salvaste! Yo apenas puedo con mi sueldo… está bien que soy el dueño ¿no?...
-¿En que andas trabajando Mario?
-Compré una concesión de un local de comidas rápidas, esos Mac… ¿Y vos en que andás Doctor?
-Psiquiatra para ser exactos… Estudio las relaciones entre los individuos y el medio en el cual se desarrollan.
-Siempre dije que ibas a ser un profesional -Américo se sonrojó ante el comentario-.
-Ando corto de tiempo, mañana es mi cumpleaños por que no te venís con ¿tu novia…?
- Ella es Lucila, estamos saliendo hace poco, yo sigo viviendo en Loma Hermosa pero ella es de por acá dos cuadras.
-Un gusto Lucila, debo irme, el tiempo apremia, sobre todo cuando sos el dueño… Tengo una idea, invita a mi cumpleaños a todos nuestros ex compañeros con los que sigas teniendo contacto…
-Pero son solo tres, Horacio Vera, Iván Sánchez y Miguel Contreras…
-Invítalos, los voy a agasajar como nunca antes lo hice en mi vida, posta… Nos vemos mañana.
Américo arrancó el coche y sacó el celular. Oprimió el llamado por vos y el teléfono marcó automáticamente el número de Mauricio.
-Mauricio, hermano, grandes noticias… me acabo de cruzar con Mario Nicrosio… sí, el gordito… con motivo de mi cumpleaños, que es mañana, lo invité a él y a tres de nuestros ex compañeros de primaria… Sí, Vera, Contreras y Sánchez… No, Andrea no… sí, Iván… vos también estás invitado… ¿Lo de esta noche? Sí, por supuesto, nos encontramos en las vías del tren que están ahí cerca. Abrazo.
-Tu primer trabajo, no me falles… -escuchó decir a la sombra de Adán que reside en su interior- por cierto, desde ahora llamáme Myu.
-Está bien Myu…
Mauricio cortó el teléfono por el cual segundos antes había hablado con Américo. Lo apoyó sobre la mesa y vio entrar a la mucama acompañada de su hijo Facundo.
-¿Qué haces acá? No estabas con tu madre… ¡No me digas que le pasó algo a ella!
-No, no paso nada… simplemente quería venir a visitarte…
Mauricio lo miró a los ojos mediante una mirada interrogante. El niño, instintivamente, bajó la cabeza.
Mentía. Su hijo le estaba mintiendo. ¿Por qué? Acaso…
-¿Por qué mentís hijo? ¿Tú madre te obliga?
-No se lo digas a ella –sollozó el niño- mamá me quiere llevar lejos, no me dijo a dónde, pero sé que no es en este país –siguió largando el niño- No se lo digas a mamá…
-Quédate tranquilo… Yo hablaré con tu madre, sin delatarte –añadió al ver la expresión de terror del niño- debes confiar en mí.
-Pero…
-Amanda, llevá al niño al cuarto de juegos, yo voy a salir –agregó mientras agarraba las llaves del auto que estaban sobre la mesa- voy a volver y nos vamos a divertir juntos… como padre e hijo que somos… Es una promesa.
Abrió la puerta y salió a la calle.
-¿Qué vas a hacerle a la madre de tu hijo? –preguntó la sombra que reside dentro de él- ¿Matarla?
-No, solo la voy a convencer de que no se vaya… y todo con tu ayuda, Por cierto, ¿Cuál es tu nombre sombra?
-Adriano –dijo la sombra- llamáme Adriano.
-Está bien… préstame tu ayuda Adriano.
-Estoy listo.
Mauricio suspiró, entró al coche y este desapareció enrollándose como si fuera un viejo pergamino.
Raziel Saehara
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Claudia estaba manteniendo relaciones sexuales con su novio. Para ella no había nada mejor que el cuerpo transpirado de ambos. En aquel momento estaban llegando al clímax cuando escucharon ruidos en la parte de debajo de la casa.
-Amor, hay alguien abajo.
-Sí, estas vos abajo mío…
-Eso ya lo sé… me refiero a que hay alguien en el living.
-Debe ser uno de tus gatos comiendo una de esas basuras que vos le das de comer.
Los dos siguieron haciendo lo suyo mientras los ruidos aumentaban en intensidad.
El hombre miró a su mujer y se dio cuenta de que algo le estaba pasando.
-¿Qué pasa amor? Te noto preocupada… ¿Es por el ruido no?
Se detuvieron. Él salió de adentro de ella. Tomó su ropa, que estaba tirada en el suelo, y se cambió.
-Espero que no sea una pavada… Sí es uno de tus gatos lo mató –Abrió el cajón de la mesita de luz y sacó un revolver Smith & Benson .22 corto-.
Bajó las escaleras lentamente. A cada paso que daba tenía la impresión de que algo malo iba a pasar. Se le secaba la boca y la transpiración no lo dejaba caminar en paz. Estaba casi desnudo, solo vestido con un calzoncillo Slip Boxer de esos que se usan para camuflar una erección. Estaba excitado, no lo suficiente como para que se le notara algún bulto, pero excitado al fin y al cabo.
Llegó al pie de la escalera. Quiso encender la luz del living. Palpó el interruptor, lo tocó y lo apretó. La luz se encendió.
El cuarto de Living tenía dos sillones de tela Persa y un Diván de esa misma tela centrado todo ello en los laterales y el medio respectivamente. Allí, frente al Diván, y a tan solo un metro de distancia, se encontraba el televisor de 42 pulgadas marca Zongy, y también…
-¡Hola! -Dijo un hombre sonriente que revisaba la heladera en busca de algo para comer- disculpa el desorden, es que hoy no he comido nada -El hombre seguía sonriendo como si nada ocurriese allí, como si todo aquello fuera normal- ¿Estás con Claudia verdad?
El hombre no pudo más que sorprenderse.
-¿conoces a Claudia?
-Claro que la conozco… De hecho fue mi esposa antes de ser la tuya -el cirujano no sabía como reaccionar ante esas palabras- ¿Miguel era tu nombre verdad?
-Así es, ¿Qué querés acá?
Mauricio ladeo la cabeza hacia un costado y su mirada anteriormente pacífica se volvió violeta.
Mauricio tomó un pedazo de hierro que había traído consigo y lo puso en el suelo. Miguel lo miró extrañado y asustado.
-¿Qué te propones hacerme? -Sacó el arma y la apuntó al intruso- ¡Estoy armado!
-¡Estoy armado! -Se burló Mauricio- Lo que pretendo es esto.
Mauricio paso sus manos por sobre el hierro del suelo y este se volvió liquido.
-¡¿Qué es eso?!
-Esto es un alma de acero, tómala… -Mauricio le tiró el metal líquido a Miguel, este entro por la boca y la nariz, lo cubrió todo por dentro.
Miguel se puso de rodillas tratando de aguantar el nuevo peso que eso significaba para su cuerpo.
-No…tendrás… a mí… esposa -Levantó el arma con todas sus fuerzas y disparó, no dio en el blanco-.
Pronto el metal lo cubrió y lo convirtió en acero. Todo su cuerpo había sido remplazado por aquel metal, sus ojos era lo único que tal vez hubiera permanecido humano.
Claudia se había escondido dentro del baño y había cerrado las cortinas de la ducha. Tenía miedo. Cuando escuchó el tiro, llamó inmediatamente a la policía. Estaban a dos cuadras de su casa. ¿Por qué tardarían tanto? Con cada segundo que pasaba se aterraba un poco más. Se preguntó si su marido habría ganado la pelea con el ladrón. Rezaba para sus adentros que nada malo le hubiese pasado a Miguel. Tenían tantos sueños juntos. Vacaciones, la casa propia para ellos y sus hijos… todo lo que tal vez Mauricio le podría haber dado. Mauricio no era mal tipo, solo que no sabía expresar lo que sentía. Tal vez si hubieran seguido juntos, y ella hubiera dejado de fumar, ahora no estaría pasando toda aquella situación.
-Amor, ¿Dónde estás? -escuchó decir en el cuarto contiguo- ¡Claudia!
Era la voz de Miguel, su acento cordobés era inconfundible.
-Estoy en la ducha amor, llamé a la policía, seguro que en unos momentos están acá. ¿Qué fue ese tiro que se escuchó?
La cortina de la ducha se abrió y en lugar de Miguel estaba Mauricio. El asombro y el terror volvieron a Claudia. ¿Qué hacía aquel hombre en su casa? Ella jamás le había dado la dirección. ¿Habría sido facundo?
-¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Quién te dio mi dirección? ¿Dónde está Miguel?
-¡Por acá no lo veo! ¿Vos Adriano?
-Yo tampoco lo veo…
La vos de Adriano se escuchaba igual que la de Miguel.
-¿De donde salió esa voz?
-Eso es un secreto… Que ahora vas a conocer.
Segundos después, llegaron cuatro patrullas. Dos policías van por el frente y dos por atrás, el resto se queda esperando ordenes. Uno de los policías que iban al frente golpea la puerta. Nadie contesta. Se escucha la música baja. Música lenta y para un momento de tranquilidad.
Giran el pomo de la puerta y ven que está entre abierta. Los dos que entran por adelante se encuentran con los dos que entraban por atrás.
-Vamos arriba -dijo el líder de ellos- No parece haber signos de pelea.
-Esa estatua da miedo -dijo uno de los policías refiriéndose a la estatua de metal fundido de un hombre y su arma- ¡Que estatua más real!
-No estamos aquí para contemplar el arte, síganme…
Los polis subieron al primer piso y revisaron todo. Había una nota y está decía:
“Miguel: me voy. Decidí volver con mi ex marido. Nuestra pelea de esta mañana me hizo ver lo mucho que lo extrañaba. Si esto te lastima, te pido disculpas y pido a Dios que me perdone. Lo siento. Con cariño, Claudia”
-Creo que estamos ante un caso de abandono de hogar, indaguen a los vecinos, alguien tiene que haberla visto salir de acá o haber escuchado algo. Busquen.
Los policías rastrearon la zona y no lograron dar ni con Miguel ni con su ex esposa.
Raziel Saehara
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