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Noche de soledad (Capitulo 1)
#1
Esta novela a diferencia de la anterior, ya esta completa.

Noche de soledad.
Prologo.

“Estimada Pamela Gorosito: Mi nombre es Raimundo López, estoy al corriente de que usted ha sido la brillante ganadora del premio de u$d 100.000.000 mediante la compra de un billete de lotería cuyo número de serie es 250.585. Como es de conocimiento público, usted recibirá el 70 % de esa suma ya que el 25 % le pertenece al fisco y el otro 5 % le pertenece a la agencia de juego donde se jugó el billete. Saluda a Ud. atte. Raimundo López, jefe de estado de la provincia de Buenos Aires.”

“Estimada Pamela Gorosito: mi nombre es Mauricio J. Ghomikian, tal vez no me recuerdes pero has de saber que yo estaba muy enamorado de vos cuando íbamos a la primaria. Mis amigos pensaban que yo estaba loco por no tirarme un lance. Puede que sea verdad... dicen que el que no arriesga no gana. En fin, quería invitarte a salir un día de estos siempre y cuando aún no hayas conseguido pareja. Te preguntarás “¿Qué has hecho en tanto tiempo?”. Bueno, me he convertido en presidente de una de las líneas de comidas más importantes de Bs. As. “Il noble formaggio”, es una de las pizzerías Italianas más grandes de la provincia con sucursales próximas en USA, Italia, Marruecos y, tal vez, Colombia. La dirección de mi casa es Jorge L. Borges xxxx 1er piso B. Es un edificio lujoso donde comparto tiempo con mi hijo. Desde ya muchas gracias. Te saluda atte. Mauricio J. Ghomikian”

“Estimado Mauricio J. Ghomikian: Soy Pamela a la que vos escribiste hace algún tiempo. Mi tiempo es corto, lamento decirte que los médicos no me dan más de un año de vida ya que me he agarrado un cáncer en el estómago. Es una lástima que no me hayas contactado antes ya que yo me acuerdo perfectamente de vos. Cada día de los enamorados me dejabas en el banco un poema y una rosa roja (Te he visto hacerlo, por eso lo sé), fuimos juntos a una salida de “La ciudad de los niños” en la plata. Vos me compraste un recuerdo de la tienda de ese lugar ya que yo me había quedado sin dinero. Debo agradecértelo, siempre llevo conmigo ese hermoso recuerdo. Tal vez, y solo si llego a fin de año, iré a tú casa y nos dedicaremos un tiempo para nosotros. Saluda atte. Pamela Gorosito.”

Capítulo I: La sombra de la muerte.

Mauricio Justino Ghomikian era un chico callado e introvertido. No le gustaba salir ni tener amigos. Las chicas que le gustaban no toleraban su forma de hablar (arrastrando las palabras y escupiendo saliva para todos lados) por eso él se aislaba de todos sus compañeros. Se consideraba indigno del amor de tan bellas chicas. Nadie le hablaba, nadie jugaba con él. “¿Para que jugar conmigo? ¿Quién sería tan imbécil?” se preguntaba él. Miraba para todos lados en el patio del colegio y veía chicos divirtiéndose intercambiando figuritas y hablando de sus dibujos animados favoritos: El zorro, Popeye el marino, Mazinger Z y otros de esos que él gustaba de ver en la televisión por cable. ¿Quién querría jugar con él?
Mauricio suspiro y saco de su mochila un Walkman marca Pony que le había regalado su tía. Una chica de cabellera rubia se le acercó. Era hermosa, estaban juntos desde primer grado. Pero ella, como el resto de las chicas, jamás le había dirigido la palabra. ¿Quién querría hacerlo?
-Mauricio -la chica se había animado a decir su nombre sin que le temblara la voz, sin dudas había algo raro en esa chica- ¿Me prestarías el Walkman? -Lo sabía, sabía que algo raro había en aquella chica, era una interesada- Es que queremos escuchar música con las chicas...
Mauricio, resignado, le entregó el Walkman. ¿Hacía eso la diferencia? Nadie lo iba a odiar menos ni más por hacerlo.
-¿Querés venir a escuchar música con nosotras? -Le propuso la chica- es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
Más interés creado. La chica le proponía “amistad” a cambio de “Protección”. No, no iba a aceptar.
-No gracias, prefiero quedarme acá solo que ser tú mulo -le contestó Mauricio a la chica- No me interesas.
La chica lo miró llena de odio. ¿Quién se creía que era aquel estúpido para tratarla así? Ella le ofrecía su amistad y él se lo agradecía así.
La chica se fue ofendida, llegó donde las demás chicas y se pusieron a cantar canciones de la época. Asunto olvidado.
-¿Qué rápido olvida el ser humano verdad? -la voz venía de uno de sus amigos más importantes: Américo Rodolfo Díaz.
-¡Ame! ¡Vos si que me entendés! -le dijo Mauricio- Se creen que porque son lindas pueden hacer lo que quieran.
-Sí, ¿vamos al aula Mauri? -le respondió Américo-.
-Bueno, vamos...
Esto era algo que pasaba muy a menudo. Algún chico lo invitaba a jugar a la pelota y Mauricio se negaba. Le gustaba mucho ir a la casa de Américo y jugar al Family hasta largas horas de la noche.
La mamá de Américo, Norma, se enojaba cuando ellos tenían que estudiar y, en ves de eso, jugaban al Family. Américo y Mauricio tenían los mismos gustos por los videojuegos. Jugaban al Mario Bros. 3, ese juego se hizo famoso en la época por tener un Mario que volaba y un Luigi que caminaba.
En una ocasión, Américo lo invitó a comer y le contó que él era su único amigo y con el que mejor se llevaba.
Ellos dos tenían algo que los unía: los videojuegos. En aquella época estaba de moda el Famicom o, como se lo conoció en Argentina, Family Game System.
Habían pasado ya varios años de aquello. El tenía ahora 35 años y no había logrado olvidar a aquella chica que había sido dueña de su corazón. El había cambiado su forma de vestir, su habla y había reformado hasta su mente yendo a grupos con problemas de socialización. En ese lugar aprendió a ser más considerado y paciente con el resto de las personas.
En una ocasión una señora, clienta de la casa de pizzas, vino a quejarse por la mala atención que había recibido ese mismo día en el negocio. Uno de los empleados más nuevos discutía acaloradamente con la señora.
Mauricio se acercó donde ellos y preguntó a la señora que le sucedía.
-¡Su empleado me trató de una manera que no corresponde! ¡Lo voy a denunciar con derechos del consumidor! ¡Especialmente a usted! -Gritó la señora nerviosa- ¡Voy a... a...! -La señora no pudo resistir y los nervios hicieron que le diera un golpe de presión.
-¡Lucas! ¡Llama ahora mismo al 107! ¿Hay algún médico acá? -Gritó desesperado Mauricio-.
-Yo soy médico -dijo un hombre alto y fornido de barbilla cuadrada y bien afeitada- ¡Abran paso!
La gente muchas veces es bien intencionada, pero esa intención muchas veces se convierte en un estorbo. Este era el caso. El médico trataba de pasar abriéndose paso entre la gente. Tardó unos segundos pero lo logró.
Se arrodilló delante de la anciana y le tomó el pulso.
-¡Está viva! Tengo mi auto en la puerta, ayúdenme a levantarla por favor -pidió el médico a Mauricio, él accedió sin dudarlo-.
Juntos, el médico y Mauricio llevaron a la anciana al hospital. Allí la recibieron y le dieron el tratamiento de emergencia.
A los pocos días de sucedido aquello, la hija de la señora presentó las disculpas a Mauricio y le dió las gracias por salvar a su madre que estaba senil desde hace algún tiempo. Todo solucionado.
Lo único que preocupaba a Mauricio era aquella chica rubia que no había logrado olvidar en tantos años.
Sacó una foto del bolsillo y la puso en el escritorio. Aquella chica era todo lo que quedaba de su pasado. Había perdido contacto con Américo, su único amigo de la infancia, tal vez ya se hubiese casado y hasta habría tenido hijos.
-¿Qué será de tú vida Ame? -se preguntó mientras miraba las fotos del colegio donde aparecía aquella chica rubia hermosa- ¿Cuál era su nombre? -Pensó unos instantes y como si se lo hubiesen arrancado de la lengua recordó- ¡Pamela Gorosito!
Sí, era la misma que aparecía en el diario de ese día. Había ganado cien millones de dólares en un juego de lotería. Tuvo suerte.
Si lo pensaba detenidamente Mauricio no había tenido demasiada suerte. Se casó, se separó y le quedó de esa relación un hijo que mantener.
Facundo Anastasio Ghomikian era el nombre de su hijo. Su ex mujer lo dejó por un tipo más joven, y eso que él era joven, tenía en aquella época 28 años. Fue hasta el modular y se sirvió una medida de whisky.
-¿Qué he hecho de mi vida? Mi esposa me dejó, la chica de la que siempre estuve enamorado es millonaria y, producto del dinero, seguramente ya tiene un montón de hombres tras ella -Pensó él en voz alta-.
Tomo un trago largo de Whisky y dejó el vaso sobre una toalla que estaba debajo de la botella de aquel liquido. ¿Qué haría?
-Solo me queda explicarle a Pamela que me equivoque, que fui un idiota compulsivo -se dijo él-.
Su estudio, solitario y triste, estaba en un cuarto posterior al living, entre la cocina y la escalera que conducía a la habitación de descanso.
Su hijo Facundo, al cual apodaban “Trapito” ya que el niño lloraba cada vez que miraba esa película, estaba en casa de su madre. ¡Ah! ¡Que tiempos dorados aquellos cuando salía con la madre del niño! Este año la madre del niño se recibiría de psicóloga. Habían planeado un viaje al extranjero, Haití más exactamente, pero por el asunto del gran terremoto sucedido allí ese año, el viaje no iba a ser posible.
Una sombra se movió detrás de él. Mauricio suspiro. Se dio la vuelta y encaró a esa sombra.
-¿Qué quieres? Ya le dije a tu amo que tendrá lo que corresponda a final de año -dijo tajante Mauricio- ¿Vienes a eso verdad? ¿Vienes por el pacto?
-Mi amo se impacienta Ghomikian, él no ha notado cambios en tu status...
-Ya te he dicho, para final de año tendrá lo que él desea... Ahora vete -terminado de decir esto, la sombra se enrolló y se convirtió en apenas unas volutas de humo.
Mauricio simulaba tener coraje frente a la sombra pero en realidad tenía miedo... como nunca tuvo.
Decidió ir a descansar, total por lo que le quedaba de vida. Pronto tendría que decidir... ¿Cambiar el Status o seguir así?
Pronto tendría que decidir. Muy pronto.





Raziel Saehara
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#2
El doctor Díaz no podía dormir. Desde aquel caso de la anciana en la casa de comida... le da la impresión de que aquel hombre educado y de mirada lánguida le era conocido de algún lado. Pero, ¿de donde? Eran las tres de la mañana y no podía dormir. Su esposa Cecilia estaba a su lado, durmiendo sobre su torso desnudo. Corrió despacio a su esposa y se levantó de la cama. La urgencia lo llamaba. Salió del baño y se lavó las manos en la canilla de la cocina. ¿En qué estaba pensando? ¿Ese hombre se parecía a alguien que él conociera? ¿Podría ser un amigo de la infancia? ¿Tal vez de la primaria? Decidió mirar en lo que el llamaba “El cajón de los recuerdos olvidados”, era un cajón de una cómoda donde guardaba las cosas que había considerado importante de chico.
En aquella época, no había celulares ni nada de la tecnología que hay ahora. Todos los años, pagando, te sacaban una foto escolar. Él se puso a recorrer aquellas fotos mientras se preparaba una infusión. En tan solo dos minutos, y gracias al micro ondas, tendría listo su té. Miró una a una las fotos. Allí había chicos y chicas que ahora, en tiempos críticos, se dedicaban a vender droga. Era un empleo de redituaba. Los “transas”, como se llama a estos dealers en el lenguaje de la villa, estaban por todos lados. Todavía recordaba a Roberto Zapata, un dealer de tan solo trece años. “Cayó” preso cuando estaban en séptimo grado de la primaria. Un delincuente juvenil. Probablemente ya estuviese muerto. En esa foto también estaba Sabrina Páez de quien él estaba enamorado perdidamente. Había muchas personas que ni recordaba. Pero de alguien se acordaba seguro: Ghomikian. Aquel chico introvertido y callado que se mantenía al margen de la amistad. Justo en un punto medio entre el odio y el amor.
Faltaba un segundo para que su té estuviera listo. Lo apagó antes. No quería despertar de su sueño a su mujer. Cecilia era buena con él. No había de que quejarse. Ellos se conocieron en la Facultad de Psiquiatría de Palermo. Al principio no se prestaban atención, como toda persona ajena a uno. La persona, al mirar a otra, se pregunta ¿Esta chica estará destinada a ser mi pareja hasta el día del deceso? Hasta ahora, Cecilia había demostrado serlo. Era una esposa atenta y de buen corazón. Aunque se especializaban ambos en Psicología, también habían estudiado el resto del cuerpo.
Siguió mirando las fotos y encontró una en la que él sostenía un cartel que decía: “Esc. Número 42, 7mo grado C”. Era el cartel de su escuela. Había compañeros que él ni recordaba. Y que tampoco vienen al caso. Solo uno de ellos era importante en su pasado: Mauricio J. Ghomikian. ¿Qué sería de su vida? ¡Hacía tanto que no lo veía! Solo recordaba los días de verano que pasaban juntos jugando al Family. Era su edad de oro. Pero eso no es todo lo que le sorprendía, la chica petisa y rubia que salía en el diario había sido su compañera de curso.
-Pamela creo que se llamaba -se dijo para si mismo- Así que ganaste la lotería Pame... Tal vez me de una vuelta por mi antiguo barrio: Villa Bosch.
La historia de Villa Bosch se puede leer en cualquier sitio de Internet de hoy en día. Es un barrio ubicado en el municipio de Tres de febrero. Otros barrios importantes de la zona son: Loma Hermosa, Pablo Podestá, Caseros, Ciudadela y Santos Lugares.
Allí en Villa Bosch estaba la casa de Ghomikian o eso pensaba él. Ya era tarde, se había desvelado mirando aquellas fotos. Guardó todo en el cajón y comenzó a prepararse para ir a su trabajo. Pronto su esposa se despertaría y comenzaría a buscarlo para darle su medicación. El Doctor Díaz era diabético desde hacía un año. Se cuidaba mucho de las cosas dulces y hacia una dieta contra la obesidad ya que la insulina hace que las grasas y los lípidos se fijen al cuerpo más rápido de lo que se puede uno imaginar.
Preparó el baño. Obviamente, el doctor iba limpio a su trabajo. Pero era muy cuidadoso con sus pies. Los diabéticos tienen mucho cuidado con ellos porque ahí se producen infecciones serias. Es más, a un ex compañero de trabajo -que también es diabético- le tuvieron que amputar uno de sus pies por no lavarlos con frecuencia. Una lástima.
-Amor, ¿que haces despierto a estas horas? -era su esposa quien le hablaba.
Cecilia vestía un camisolín transparente, por suerte usaba ropa interior. Ella era pálida -siempre lo fue- y poseía un particular encanto en su sonrisa capaz de derretir al hombre menos afortunado de la tierra.
-Estaba mirando las cosas viejas de la primaria -le contestó Américo- hace un tiempo que estoy pensando en ir a ver a mi madre...
-¿Hay alguien en particular a quien busques ver? -interrogó Cecilia a su marido- ¿Alguna chica? -bromeó ella-.
-La una chica para la que tengo vista es para vos amor...
Un ruido sordo se escuchó en el techo. Ambos se sorprendieron por el sonido.
-¡¿Que fue eso Amor?! -inquirió asustada su mujer- ¿Será un ladrón?
-Voy por mi arma...
Américo subió las escaleras directo a su pieza, agarró el arma -un revolver calibre .29- y salió de su cuarto mirando para todos los costados.
Llegó a la puerta que daba con el techo. La abrió y miró con cuidado. Sobre el techo, una paloma yacía muerta. Miró con atención detrás del tanque de agua pero no encontró nada.
En la terraza lindera, el vecino también había salido a ver que era lo que sucedía.
-¿Que fue ese ruido? -dijo el vecino que también llevaba un arma de mayor calibre que la de Américo-.
-Parece que la causante de ese ruido fue esta paloma -le contó Américo- ¿Pero como murió es lo que me pregunto?
Américo miraba a aquella paloma con intriga. La inspecciono y vio que tenía un balín atorado en el pecho.
-La mataron de un disparo de balín, probablemente un balín de cinco pulgadas y medias -el doctor no pudo saber quien lo habría hecho hasta que miró por la baranda del edificio- fueron esos chicos...
Su vecino también se asomó por la baranda.
-¡Hey! ¡Ustedes! -Gritó el vecino, los chicos se asustaron y salieron corriendo, el vecino volvió a recostarse y Américo se fue a duchar-.

El doctor Díaz llegó temprano al consultorio. Había visto demasiados locos en su vida. Todos ellos por culpa de las “enseñanzas” de lo que en psicología se conoce como “Delirio místico”.
Ese día el doctor Díaz tuvo que explicarle a la madre de un familiar internado como se produce este tipo de delirios.
-El delirio místico se produce por el miedo al fin del mundo que muchos hablan por ahí. Esto no tiene cura. Lamentablemente los casos aumentan día a día. Muchos de ellos vuelven a reintegrarse a la sociedad pero se alejan totalmente de lo que creían.
Esa fue la explicación que el doctor le dió a la madre de una paciente.
El doctor Díaz estaba acostumbrado a los distintos tipos de delirios.
-Si uno se fija en Internet, son muchos los tipos de delirio que ahí aparecen: Delirio místico, Delirios de fama, delirios de grandeza... son prácticamente nulos los casos en que esas personas salen del trance en el que se encuentran -le seguía explicando a la señora- hay pastillas porsupuesto pero estas no son mágicas. Hacen ciertos efectos, los neutralizan para que las consecuencias no sean graves, pero repito, no son mágicas. Todo depende de la voluntad del paciente -Y con eso despacho a la mujer desconsolada- ¡Pobre señora!
Alguien golpeó a la puerta. El doctor Díaz llamó por un intercomunicador a su secretaría.
-¡Analía! -nadie contestaba del otro lado- ¡Analía!-seguía sin respuesta- ¡¿Que pasa afuera?! -se escuchó la voz de la secretaría pidiendo ayuda, Américo abrió la puerta-.
La señora que acababa de salir se había desmayado. Era la madre de una de sus pacientes más peligrosas. Esta paciente decía haber estado en contacto con la muerte y que esta le aseguró que si mataba a todos sus seres queridos estos escaparían a la muerte del alma en el infierno. Américo no creía en Dios. Nunca creyó siquiera que un Dios existiese. Tampoco creía en la ley de Darwin ni en la teoría de la evolución. Solo creía en la teoría del amor: “Dos personas se aman y procrean, no importa si es Adán y Eva o dos simios, el amor sigue existiendo.” Esa era su única forma de vivir.
Vio a la señora ahí tirada y llamó a uno de los enfermeros.
-ayudame a levantarla -le pidió a su ayudante- vamos a llevarla a la guardia.
Los dos, el doctor Díaz y el enfermero, de nombre Ramiro, llevaron a la señora a la guardia. El doctor les explico a los médicos lo que le había sucedido a la señora y decidieron dejarla en observaciones.
Américo y su ayudante volvieron al consultorio hablando.
-Estoy preocupado -le confesó Américo al muchacho mientras caminaban por los pasillos en dirección al consultorio- no he dormido bien desde el incidente en la pizzería.
-¿Se refiere a ese caso? -El joven soltó un bufido- ¿Sabía que la señora me mordió cuando se despertó de ese “supuesto” ataque de presión? -Américo se rió- No, en serio. Esa vieja estaba re chapa.
-Tal vez debí dejarla internada, ¿No crees? -dijo el doctor- pero no cambiemos de tema... ¿Conocés al dueño de la tienda “Il noble formaggio”?
-Pues la verdad... no soy un tipo muy amante de las pizzas -le confesó Ramiro- me agradan más las pastas: lasaña, sorrentinos, calzones y todo eso que tiene la pequeña Italia, pero no las pizzas...
-¡Que lastima! -soltó Américo- ¡Justo te iba a invitar a comer! -Américo disfrutaba haciendo sufrir a aquel muchacho, especialmente cuando tenía que darle de comer- Como te decía, el dueño se me hace demasiado conocido...
-Por que no vas y le preguntás como se llama...
-Podría ser -aceptó Américo- ¿pero con que excusa voy?
-Vas y le encargas pizzas, la mía la quiero Napolitana...
-Bueno, tenés razón... -aquella señora que se había desmayado en su consultorio era el último del día- ...Voy ahora mismo a encargarle las pizzas.





Raziel Saehara
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#3
Ramiro se despidió de él y entró en el despacho del doctor... allí estaba la joven Analía quien lo miraba inquisitiva.
-¿Y el doctor? .preguntó Analía mientras Ramiro miraba que el doc no se hubiese olvidado nada- ¿se fue?
-Sí -Ramiro echó llave- ¿Lo hacemos acá?
-Eso ni preguntarlo -y después de una larga escena de besos ambos dos se dedicaron un minuto de amor-.

El doctor Díaz conducía su auto por la calle Humbolt y Santa Fe, dobló en esta última y -ya casi llegando a la pizzería- le sonó el celular. Miró la pantalla de cristal líquido y vio el nombre de quien era su esposa.
Estacionó el auto en una de las esquinas cercanas a la pizzería.
-Hola Amor -saludo a su esposa- ¿Qué pasa? ¿Estás llorando? Sí, estás llorando... ¿Qué pasó?...
-¿Podes venir a buscarme al hospital? -le pidió su mujer casi entre llantos- Por favor vení...
-Sí, ya voy para allá...
Cecilia trabajaba en “El hospital de niños Ricardo Gutiérrez” atendiendo casos de patologías mentales en niños con problemas de afecto o talvez abusados o golpeados por los padres. También chicos especiales con síndrome de Down. Esto es una cosa muy común en su oficio.
Américo arrancó el auto y se dirigió rápidamente a donde estaba su esposa. Llegó allí en un santiamén. Su esposa estaba allí en el estacionamiento llorando. El doctor bajó del auto y abrazó a su esposa. Ella trataba de decirle algo pero los nervios la traicionaban y no se lo permitían. El doctor trataba de sonsacarle frases a su señora.
-Amor, ¿Qué pasó? ¿Es grave? –La mujer lo abrazó fuerte- Está bien, está bien…
La mujer no dejaba de sostenerse la panza.
-Estoy en cinta… lo logramos amor…
Lo dijo claramente entre tantos nervios.
-Pero… No puede ser… Yo soy estéril… ¿Cómo pasó?...
-¡Es un milagro!-gritó su mujer- ¡Estoy embarazada!
-¿Voy a ser padre? –Preguntó él semi desmayado-.
Américo proceso este pensamiento lo más rápido que pudo. No lograba descubrir como.
En una ocasión Díaz y su mujer se sometieron a una investigación profunda para determinar el porque no podían tener hijos, y lo que ese medico le dijo textualmente fue esto:
-Tus genes padecen el “síndrome de Ultimátum” es una rara enfermedad en la que los espermatozoides salen muertos desde los testículos del hombre. No hay cura para este extraño síndrome. Lo único que les recomiendo es que se amen mucho.
Ese día aquel colega suyo había sido muy claro. “No hay cura”, pero ahora... su esposa estaba embarazada.
La miró a los ojos y pudo observar la alegría de aquella muchacha que era su esposa.
-¡Seré padre! -Reaccionó Américo- Le pondré de nombre Adán...
-¿Adán? Pero si todavía no sabemos si es varón o mujer... Aunque me encantaría que fuera varón...
-Sea lo que sea lo voy a querer igual -dijo Américo y le dió un profundo beso a su esposa- Lo voy a amar como a vos Ceci... ¡Nunca estuve tan feliz!
-Sí amor, los dos juntos lo vamos a amar...

Pamela había recibido hace un tiempo una carta de uno de sus entrañables compañeros de primaria. Ahora ella tenía 34 años, hacía algún tiempo que había estado juntada con un joven de un asentamiento de emergencia. Este joven, de nombre Benito, le traía flores todos los días y le regalaba poemas de amor. Justo lo que una chica quiere de un hombre. Pero, como si se tratara del hombre lobo, de noche Benito se transformaba y salía a robar autos y a golpear gente sin razón alguna. Solo le divertía hacerlo, era un hombre sádico con todas las letras.
En una oportunidad se jactó de haber robado y prendido fuego una funeraria junto a sus amigos: “El zurdo” y “El pipa”. Pamela se había cansado de “Tutte” -así es como le decían a Benito- hasta que un buen día le cambio la cerradura del edificio. Ella lloró mucho porque realmente lo amaba pero no quería seguir saliendo con un tipo que abusaba de su confianza y que robaba a otros.
Él le prometía cambiar cada una de las noches que estaban juntos, pero cuando salía de esa casa todo volvía a la normalidad... ¿Qué tenía que hacer ella para que él cambiara?
Ese día, Pamela se dirigió a casa de Celeste -una de sus amigas favoritas- iba caminando ya que quería disfrutar de un paseo a la luz de la mañana.
Llegó a la casa de Celeste. En la puerta había un hombre vestido con uniforme policial.
Pamela corrió hacia la casa para ver que sucedía allí. Ella saludo al oficial y le preguntó que había sucedido.
-Un vecino nos alertó sobre un posible robo y vinimos a chequear que todo estuviese bien... ¿Usted es conocida del dueño de esta casa?
-Soy amiga de la esposa del dueño, nos conocemos desde la secundaría -le contó Pamela- yo tengo una llave de la casa, voy a entrar para ver que esté todo bien.
-Nosotros entramos detrás suyo -le indicó uno de los polis- le cubriré la espalda.
Pamela había aprendido de su ex que muchos polis no son lo que parece, por eso ella siempre iba armada... pero no se lo iba a decir a aquellos polis.
Pamela abrió la puerta y penetró el umbral de la casa. La chica estaba desmayada allí en la entrada
-Celeste, soy Pamela... ¿Estás bien?
Celeste era una chica de medida estándar (1,70 metros), ojos verdes y pelo castaño claro. Ella se movió, abrió los ojos y se sentó. Miró a Pamela y a los dos policías que estaban con ella.
-¿Qué pasó? Ay, ay, ay… como duele…
-¿Estás bien Celeste? –Le preguntó Pamela y le extendió una mano para ayudarla, con un pequeño tirón Celeste ya se encontraba en pie- ¿Qué pasó?
-¿Está golpeada señora? –Le preguntó el oficial- ¿Reconoce a esta chica?
-Sí, fue compañera mía del secundario –Explicó Celeste-.
-¿Cómo llegó usted al suelo señora? –Le preguntó el otro oficial- ¿La golpeó alguien?
-Sí, bajé a abrir la puerta por que esperaba la visita de esta chica y alguien me golpeó en la cabeza… No tengo idea de quien pudo haber sido…
-Eso quiere decir que quien la golpeo todavía está adentro, echaré un vistazo –dijo el poli- ¡Quédense acá! ¡Llamá refuerzos Aníbal!
El policía subió las escaleras que daban al primer piso. Al final de la escalera había una puerta. Sacó el arma y la puso frente a él. Tiro de la manija para abrir aquella puerta. La puerta abrió girando sobre sus goznes. Apuntó a una sombra que se movió en ese momento.
¡Quieto! –La sombra se enrolló y desapareció frente a sus ojos- ¿Desapareció? –El oficial estaba incrédulo, aquella sombra había desaparecido frente a sus ojos- ¿Qué fue eso?
El oficial volvió a mirar y en el lugar en el que estaba la sombra ahora había un ser humano, una chica para ser exactos. La chica de pelo platinado y ojos color café se retorcía de dolor y emitía unos sonidos guturales que recordaban a un gato en celo.
La chica se movía como un pez fuera de la pecera. No dejaba de sacudirse y gritar. De pronto se hizo el silencio. La chica no se movía para nada. Parecía no respirar. El policía se acercó con cuidado, su compañero entró justo en ese momento.
-Aníbal, llamá a una ambulancia, esta piba está muerta -dijo el poli poniéndose de pie- Es extraño, no hay señales de lastimaduras o contusiones por golpes... llamá también a la policía científica, quiero que analicen todo este lugar.
El policía salió de aquel cuarto y bajó las escaleras. Celeste y Pamela estaban del lado de afuera de la vereda.
-¿Qué pasó oficial? –Le preguntó Celeste asustada- ¿Algo malo?
-Hay una chica muerta en la cocina –le contó el uniformado- parece que murió envenenada, hoy va a ser un día largo para ustedes… Muy largo.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
espero no sean tan crueles como con la anterior...
Igual gracias.Tongue





Raziel Saehara
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#4
Ese es el final ?





[Imagen: firmagareizero.jpg]
[03:39] <Rebrov> y le dije "señora, su gato qwiere salir sin documentos"
Responder
#5
no boluda, dice capitulo uno. deberia tener mas caps





Responder
#6
Como dijo mi amigo Berserkerush es el capitulo 1, si te gusto decime y subo el 2... son 8... y es recien el principio...jajajaBig Grin





Raziel Saehara
Responder
#7
Ah, ah ... Mi culpa, perdón.

Me quedé enganchada con la historia, quiero saber a dónde va a parar esto ... o_O

Tiene algunas partes que no sé si son del todo necesarias, y algunos errores a la hora de escribir. Estaría bueno que se lo muestres a alguien que te pueda ayudar a corregir esto último.

Me resulta un poco incómodo leer una historia tan larga acá en el foro... Pero igual no se me ocurre nignuna solución ... So ... Continua ... (?)





[Imagen: firmagareizero.jpg]
[03:39] <Rebrov> y le dije "señora, su gato qwiere salir sin documentos"
Responder
#8
hacete un archivito y subilo. asi no tenemos uqe andar leyendo del foro





Responder
#9
Como subo el archivo? Ayuda!_!





Raziel Saehara
Responder
#10
entra en megaupload.
archivos
te creas una carpeta.
explorar(buscas el archivo)
y lñe das enviar.
esperas a que suba y listo.
hacete una cuenta primero





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