26-10-2010, 21:05
Esta novela a diferencia de la anterior, ya esta completa.
Noche de soledad.
Prologo.
Estimada Pamela Gorosito: Mi nombre es Raimundo López, estoy al corriente de que usted ha sido la brillante ganadora del premio de u$d 100.000.000 mediante la compra de un billete de lotería cuyo número de serie es 250.585. Como es de conocimiento público, usted recibirá el 70 % de esa suma ya que el 25 % le pertenece al fisco y el otro 5 % le pertenece a la agencia de juego donde se jugó el billete. Saluda a Ud. atte. Raimundo López, jefe de estado de la provincia de Buenos Aires.
Estimada Pamela Gorosito: mi nombre es Mauricio J. Ghomikian, tal vez no me recuerdes pero has de saber que yo estaba muy enamorado de vos cuando íbamos a la primaria. Mis amigos pensaban que yo estaba loco por no tirarme un lance. Puede que sea verdad... dicen que el que no arriesga no gana. En fin, quería invitarte a salir un día de estos siempre y cuando aún no hayas conseguido pareja. Te preguntarás ¿Qué has hecho en tanto tiempo?. Bueno, me he convertido en presidente de una de las líneas de comidas más importantes de Bs. As. Il noble formaggio, es una de las pizzerías Italianas más grandes de la provincia con sucursales próximas en USA, Italia, Marruecos y, tal vez, Colombia. La dirección de mi casa es Jorge L. Borges xxxx 1er piso B. Es un edificio lujoso donde comparto tiempo con mi hijo. Desde ya muchas gracias. Te saluda atte. Mauricio J. Ghomikian
Estimado Mauricio J. Ghomikian: Soy Pamela a la que vos escribiste hace algún tiempo. Mi tiempo es corto, lamento decirte que los médicos no me dan más de un año de vida ya que me he agarrado un cáncer en el estómago. Es una lástima que no me hayas contactado antes ya que yo me acuerdo perfectamente de vos. Cada día de los enamorados me dejabas en el banco un poema y una rosa roja (Te he visto hacerlo, por eso lo sé), fuimos juntos a una salida de La ciudad de los niños en la plata. Vos me compraste un recuerdo de la tienda de ese lugar ya que yo me había quedado sin dinero. Debo agradecértelo, siempre llevo conmigo ese hermoso recuerdo. Tal vez, y solo si llego a fin de año, iré a tú casa y nos dedicaremos un tiempo para nosotros. Saluda atte. Pamela Gorosito.
Capítulo I: La sombra de la muerte.
Mauricio Justino Ghomikian era un chico callado e introvertido. No le gustaba salir ni tener amigos. Las chicas que le gustaban no toleraban su forma de hablar (arrastrando las palabras y escupiendo saliva para todos lados) por eso él se aislaba de todos sus compañeros. Se consideraba indigno del amor de tan bellas chicas. Nadie le hablaba, nadie jugaba con él. ¿Para que jugar conmigo? ¿Quién sería tan imbécil? se preguntaba él. Miraba para todos lados en el patio del colegio y veía chicos divirtiéndose intercambiando figuritas y hablando de sus dibujos animados favoritos: El zorro, Popeye el marino, Mazinger Z y otros de esos que él gustaba de ver en la televisión por cable. ¿Quién querría jugar con él?
Mauricio suspiro y saco de su mochila un Walkman marca Pony que le había regalado su tía. Una chica de cabellera rubia se le acercó. Era hermosa, estaban juntos desde primer grado. Pero ella, como el resto de las chicas, jamás le había dirigido la palabra. ¿Quién querría hacerlo?
-Mauricio -la chica se había animado a decir su nombre sin que le temblara la voz, sin dudas había algo raro en esa chica- ¿Me prestarías el Walkman? -Lo sabía, sabía que algo raro había en aquella chica, era una interesada- Es que queremos escuchar música con las chicas...
Mauricio, resignado, le entregó el Walkman. ¿Hacía eso la diferencia? Nadie lo iba a odiar menos ni más por hacerlo.
-¿Querés venir a escuchar música con nosotras? -Le propuso la chica- es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
Más interés creado. La chica le proponía amistad a cambio de Protección. No, no iba a aceptar.
-No gracias, prefiero quedarme acá solo que ser tú mulo -le contestó Mauricio a la chica- No me interesas.
La chica lo miró llena de odio. ¿Quién se creía que era aquel estúpido para tratarla así? Ella le ofrecía su amistad y él se lo agradecía así.
La chica se fue ofendida, llegó donde las demás chicas y se pusieron a cantar canciones de la época. Asunto olvidado.
-¿Qué rápido olvida el ser humano verdad? -la voz venía de uno de sus amigos más importantes: Américo Rodolfo Díaz.
-¡Ame! ¡Vos si que me entendés! -le dijo Mauricio- Se creen que porque son lindas pueden hacer lo que quieran.
-Sí, ¿vamos al aula Mauri? -le respondió Américo-.
-Bueno, vamos...
Esto era algo que pasaba muy a menudo. Algún chico lo invitaba a jugar a la pelota y Mauricio se negaba. Le gustaba mucho ir a la casa de Américo y jugar al Family hasta largas horas de la noche.
La mamá de Américo, Norma, se enojaba cuando ellos tenían que estudiar y, en ves de eso, jugaban al Family. Américo y Mauricio tenían los mismos gustos por los videojuegos. Jugaban al Mario Bros. 3, ese juego se hizo famoso en la época por tener un Mario que volaba y un Luigi que caminaba.
En una ocasión, Américo lo invitó a comer y le contó que él era su único amigo y con el que mejor se llevaba.
Ellos dos tenían algo que los unía: los videojuegos. En aquella época estaba de moda el Famicom o, como se lo conoció en Argentina, Family Game System.
Habían pasado ya varios años de aquello. El tenía ahora 35 años y no había logrado olvidar a aquella chica que había sido dueña de su corazón. El había cambiado su forma de vestir, su habla y había reformado hasta su mente yendo a grupos con problemas de socialización. En ese lugar aprendió a ser más considerado y paciente con el resto de las personas.
En una ocasión una señora, clienta de la casa de pizzas, vino a quejarse por la mala atención que había recibido ese mismo día en el negocio. Uno de los empleados más nuevos discutía acaloradamente con la señora.
Mauricio se acercó donde ellos y preguntó a la señora que le sucedía.
-¡Su empleado me trató de una manera que no corresponde! ¡Lo voy a denunciar con derechos del consumidor! ¡Especialmente a usted! -Gritó la señora nerviosa- ¡Voy a... a...! -La señora no pudo resistir y los nervios hicieron que le diera un golpe de presión.
-¡Lucas! ¡Llama ahora mismo al 107! ¿Hay algún médico acá? -Gritó desesperado Mauricio-.
-Yo soy médico -dijo un hombre alto y fornido de barbilla cuadrada y bien afeitada- ¡Abran paso!
La gente muchas veces es bien intencionada, pero esa intención muchas veces se convierte en un estorbo. Este era el caso. El médico trataba de pasar abriéndose paso entre la gente. Tardó unos segundos pero lo logró.
Se arrodilló delante de la anciana y le tomó el pulso.
-¡Está viva! Tengo mi auto en la puerta, ayúdenme a levantarla por favor -pidió el médico a Mauricio, él accedió sin dudarlo-.
Juntos, el médico y Mauricio llevaron a la anciana al hospital. Allí la recibieron y le dieron el tratamiento de emergencia.
A los pocos días de sucedido aquello, la hija de la señora presentó las disculpas a Mauricio y le dió las gracias por salvar a su madre que estaba senil desde hace algún tiempo. Todo solucionado.
Lo único que preocupaba a Mauricio era aquella chica rubia que no había logrado olvidar en tantos años.
Sacó una foto del bolsillo y la puso en el escritorio. Aquella chica era todo lo que quedaba de su pasado. Había perdido contacto con Américo, su único amigo de la infancia, tal vez ya se hubiese casado y hasta habría tenido hijos.
-¿Qué será de tú vida Ame? -se preguntó mientras miraba las fotos del colegio donde aparecía aquella chica rubia hermosa- ¿Cuál era su nombre? -Pensó unos instantes y como si se lo hubiesen arrancado de la lengua recordó- ¡Pamela Gorosito!
Sí, era la misma que aparecía en el diario de ese día. Había ganado cien millones de dólares en un juego de lotería. Tuvo suerte.
Si lo pensaba detenidamente Mauricio no había tenido demasiada suerte. Se casó, se separó y le quedó de esa relación un hijo que mantener.
Facundo Anastasio Ghomikian era el nombre de su hijo. Su ex mujer lo dejó por un tipo más joven, y eso que él era joven, tenía en aquella época 28 años. Fue hasta el modular y se sirvió una medida de whisky.
-¿Qué he hecho de mi vida? Mi esposa me dejó, la chica de la que siempre estuve enamorado es millonaria y, producto del dinero, seguramente ya tiene un montón de hombres tras ella -Pensó él en voz alta-.
Tomo un trago largo de Whisky y dejó el vaso sobre una toalla que estaba debajo de la botella de aquel liquido. ¿Qué haría?
-Solo me queda explicarle a Pamela que me equivoque, que fui un idiota compulsivo -se dijo él-.
Su estudio, solitario y triste, estaba en un cuarto posterior al living, entre la cocina y la escalera que conducía a la habitación de descanso.
Su hijo Facundo, al cual apodaban Trapito ya que el niño lloraba cada vez que miraba esa película, estaba en casa de su madre. ¡Ah! ¡Que tiempos dorados aquellos cuando salía con la madre del niño! Este año la madre del niño se recibiría de psicóloga. Habían planeado un viaje al extranjero, Haití más exactamente, pero por el asunto del gran terremoto sucedido allí ese año, el viaje no iba a ser posible.
Una sombra se movió detrás de él. Mauricio suspiro. Se dio la vuelta y encaró a esa sombra.
-¿Qué quieres? Ya le dije a tu amo que tendrá lo que corresponda a final de año -dijo tajante Mauricio- ¿Vienes a eso verdad? ¿Vienes por el pacto?
-Mi amo se impacienta Ghomikian, él no ha notado cambios en tu status...
-Ya te he dicho, para final de año tendrá lo que él desea... Ahora vete -terminado de decir esto, la sombra se enrolló y se convirtió en apenas unas volutas de humo.
Mauricio simulaba tener coraje frente a la sombra pero en realidad tenía miedo... como nunca tuvo.
Decidió ir a descansar, total por lo que le quedaba de vida. Pronto tendría que decidir... ¿Cambiar el Status o seguir así?
Pronto tendría que decidir. Muy pronto.
Noche de soledad.
Prologo.
Estimada Pamela Gorosito: Mi nombre es Raimundo López, estoy al corriente de que usted ha sido la brillante ganadora del premio de u$d 100.000.000 mediante la compra de un billete de lotería cuyo número de serie es 250.585. Como es de conocimiento público, usted recibirá el 70 % de esa suma ya que el 25 % le pertenece al fisco y el otro 5 % le pertenece a la agencia de juego donde se jugó el billete. Saluda a Ud. atte. Raimundo López, jefe de estado de la provincia de Buenos Aires.
Estimada Pamela Gorosito: mi nombre es Mauricio J. Ghomikian, tal vez no me recuerdes pero has de saber que yo estaba muy enamorado de vos cuando íbamos a la primaria. Mis amigos pensaban que yo estaba loco por no tirarme un lance. Puede que sea verdad... dicen que el que no arriesga no gana. En fin, quería invitarte a salir un día de estos siempre y cuando aún no hayas conseguido pareja. Te preguntarás ¿Qué has hecho en tanto tiempo?. Bueno, me he convertido en presidente de una de las líneas de comidas más importantes de Bs. As. Il noble formaggio, es una de las pizzerías Italianas más grandes de la provincia con sucursales próximas en USA, Italia, Marruecos y, tal vez, Colombia. La dirección de mi casa es Jorge L. Borges xxxx 1er piso B. Es un edificio lujoso donde comparto tiempo con mi hijo. Desde ya muchas gracias. Te saluda atte. Mauricio J. Ghomikian
Estimado Mauricio J. Ghomikian: Soy Pamela a la que vos escribiste hace algún tiempo. Mi tiempo es corto, lamento decirte que los médicos no me dan más de un año de vida ya que me he agarrado un cáncer en el estómago. Es una lástima que no me hayas contactado antes ya que yo me acuerdo perfectamente de vos. Cada día de los enamorados me dejabas en el banco un poema y una rosa roja (Te he visto hacerlo, por eso lo sé), fuimos juntos a una salida de La ciudad de los niños en la plata. Vos me compraste un recuerdo de la tienda de ese lugar ya que yo me había quedado sin dinero. Debo agradecértelo, siempre llevo conmigo ese hermoso recuerdo. Tal vez, y solo si llego a fin de año, iré a tú casa y nos dedicaremos un tiempo para nosotros. Saluda atte. Pamela Gorosito.
Capítulo I: La sombra de la muerte.
Mauricio Justino Ghomikian era un chico callado e introvertido. No le gustaba salir ni tener amigos. Las chicas que le gustaban no toleraban su forma de hablar (arrastrando las palabras y escupiendo saliva para todos lados) por eso él se aislaba de todos sus compañeros. Se consideraba indigno del amor de tan bellas chicas. Nadie le hablaba, nadie jugaba con él. ¿Para que jugar conmigo? ¿Quién sería tan imbécil? se preguntaba él. Miraba para todos lados en el patio del colegio y veía chicos divirtiéndose intercambiando figuritas y hablando de sus dibujos animados favoritos: El zorro, Popeye el marino, Mazinger Z y otros de esos que él gustaba de ver en la televisión por cable. ¿Quién querría jugar con él?
Mauricio suspiro y saco de su mochila un Walkman marca Pony que le había regalado su tía. Una chica de cabellera rubia se le acercó. Era hermosa, estaban juntos desde primer grado. Pero ella, como el resto de las chicas, jamás le había dirigido la palabra. ¿Quién querría hacerlo?
-Mauricio -la chica se había animado a decir su nombre sin que le temblara la voz, sin dudas había algo raro en esa chica- ¿Me prestarías el Walkman? -Lo sabía, sabía que algo raro había en aquella chica, era una interesada- Es que queremos escuchar música con las chicas...
Mauricio, resignado, le entregó el Walkman. ¿Hacía eso la diferencia? Nadie lo iba a odiar menos ni más por hacerlo.
-¿Querés venir a escuchar música con nosotras? -Le propuso la chica- es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
Más interés creado. La chica le proponía amistad a cambio de Protección. No, no iba a aceptar.
-No gracias, prefiero quedarme acá solo que ser tú mulo -le contestó Mauricio a la chica- No me interesas.
La chica lo miró llena de odio. ¿Quién se creía que era aquel estúpido para tratarla así? Ella le ofrecía su amistad y él se lo agradecía así.
La chica se fue ofendida, llegó donde las demás chicas y se pusieron a cantar canciones de la época. Asunto olvidado.
-¿Qué rápido olvida el ser humano verdad? -la voz venía de uno de sus amigos más importantes: Américo Rodolfo Díaz.
-¡Ame! ¡Vos si que me entendés! -le dijo Mauricio- Se creen que porque son lindas pueden hacer lo que quieran.
-Sí, ¿vamos al aula Mauri? -le respondió Américo-.
-Bueno, vamos...
Esto era algo que pasaba muy a menudo. Algún chico lo invitaba a jugar a la pelota y Mauricio se negaba. Le gustaba mucho ir a la casa de Américo y jugar al Family hasta largas horas de la noche.
La mamá de Américo, Norma, se enojaba cuando ellos tenían que estudiar y, en ves de eso, jugaban al Family. Américo y Mauricio tenían los mismos gustos por los videojuegos. Jugaban al Mario Bros. 3, ese juego se hizo famoso en la época por tener un Mario que volaba y un Luigi que caminaba.
En una ocasión, Américo lo invitó a comer y le contó que él era su único amigo y con el que mejor se llevaba.
Ellos dos tenían algo que los unía: los videojuegos. En aquella época estaba de moda el Famicom o, como se lo conoció en Argentina, Family Game System.
Habían pasado ya varios años de aquello. El tenía ahora 35 años y no había logrado olvidar a aquella chica que había sido dueña de su corazón. El había cambiado su forma de vestir, su habla y había reformado hasta su mente yendo a grupos con problemas de socialización. En ese lugar aprendió a ser más considerado y paciente con el resto de las personas.
En una ocasión una señora, clienta de la casa de pizzas, vino a quejarse por la mala atención que había recibido ese mismo día en el negocio. Uno de los empleados más nuevos discutía acaloradamente con la señora.
Mauricio se acercó donde ellos y preguntó a la señora que le sucedía.
-¡Su empleado me trató de una manera que no corresponde! ¡Lo voy a denunciar con derechos del consumidor! ¡Especialmente a usted! -Gritó la señora nerviosa- ¡Voy a... a...! -La señora no pudo resistir y los nervios hicieron que le diera un golpe de presión.
-¡Lucas! ¡Llama ahora mismo al 107! ¿Hay algún médico acá? -Gritó desesperado Mauricio-.
-Yo soy médico -dijo un hombre alto y fornido de barbilla cuadrada y bien afeitada- ¡Abran paso!
La gente muchas veces es bien intencionada, pero esa intención muchas veces se convierte en un estorbo. Este era el caso. El médico trataba de pasar abriéndose paso entre la gente. Tardó unos segundos pero lo logró.
Se arrodilló delante de la anciana y le tomó el pulso.
-¡Está viva! Tengo mi auto en la puerta, ayúdenme a levantarla por favor -pidió el médico a Mauricio, él accedió sin dudarlo-.
Juntos, el médico y Mauricio llevaron a la anciana al hospital. Allí la recibieron y le dieron el tratamiento de emergencia.
A los pocos días de sucedido aquello, la hija de la señora presentó las disculpas a Mauricio y le dió las gracias por salvar a su madre que estaba senil desde hace algún tiempo. Todo solucionado.
Lo único que preocupaba a Mauricio era aquella chica rubia que no había logrado olvidar en tantos años.
Sacó una foto del bolsillo y la puso en el escritorio. Aquella chica era todo lo que quedaba de su pasado. Había perdido contacto con Américo, su único amigo de la infancia, tal vez ya se hubiese casado y hasta habría tenido hijos.
-¿Qué será de tú vida Ame? -se preguntó mientras miraba las fotos del colegio donde aparecía aquella chica rubia hermosa- ¿Cuál era su nombre? -Pensó unos instantes y como si se lo hubiesen arrancado de la lengua recordó- ¡Pamela Gorosito!
Sí, era la misma que aparecía en el diario de ese día. Había ganado cien millones de dólares en un juego de lotería. Tuvo suerte.
Si lo pensaba detenidamente Mauricio no había tenido demasiada suerte. Se casó, se separó y le quedó de esa relación un hijo que mantener.
Facundo Anastasio Ghomikian era el nombre de su hijo. Su ex mujer lo dejó por un tipo más joven, y eso que él era joven, tenía en aquella época 28 años. Fue hasta el modular y se sirvió una medida de whisky.
-¿Qué he hecho de mi vida? Mi esposa me dejó, la chica de la que siempre estuve enamorado es millonaria y, producto del dinero, seguramente ya tiene un montón de hombres tras ella -Pensó él en voz alta-.
Tomo un trago largo de Whisky y dejó el vaso sobre una toalla que estaba debajo de la botella de aquel liquido. ¿Qué haría?
-Solo me queda explicarle a Pamela que me equivoque, que fui un idiota compulsivo -se dijo él-.
Su estudio, solitario y triste, estaba en un cuarto posterior al living, entre la cocina y la escalera que conducía a la habitación de descanso.
Su hijo Facundo, al cual apodaban Trapito ya que el niño lloraba cada vez que miraba esa película, estaba en casa de su madre. ¡Ah! ¡Que tiempos dorados aquellos cuando salía con la madre del niño! Este año la madre del niño se recibiría de psicóloga. Habían planeado un viaje al extranjero, Haití más exactamente, pero por el asunto del gran terremoto sucedido allí ese año, el viaje no iba a ser posible.
Una sombra se movió detrás de él. Mauricio suspiro. Se dio la vuelta y encaró a esa sombra.
-¿Qué quieres? Ya le dije a tu amo que tendrá lo que corresponda a final de año -dijo tajante Mauricio- ¿Vienes a eso verdad? ¿Vienes por el pacto?
-Mi amo se impacienta Ghomikian, él no ha notado cambios en tu status...
-Ya te he dicho, para final de año tendrá lo que él desea... Ahora vete -terminado de decir esto, la sombra se enrolló y se convirtió en apenas unas volutas de humo.
Mauricio simulaba tener coraje frente a la sombra pero en realidad tenía miedo... como nunca tuvo.
Decidió ir a descansar, total por lo que le quedaba de vida. Pronto tendría que decidir... ¿Cambiar el Status o seguir así?
Pronto tendría que decidir. Muy pronto.
Raziel Saehara