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Las cronicas de Midgard libro I. (Novela)
#10
Capítulo III: La cofradía del puño de Odín.

Kait y la Reina roja continuaban su camino hacía donde teóricamente se encontraba Ishtar. ¿Era su impresión o este chico poseía un poder extraordinario? ¿Era en verdad hijo de Wikof? Tal vez si lo viera su madre, la de la Reina roja, podría identificarlo bien. Podría inclusive devolverle la memoria. Pero, para mala suerte suya, su madre no vivía ya.
-¿Qué te pasa? Estás muy callada –Preguntó intrigado Kait.
La chica lo miró como quien mira a un rey. Sentía pavor ante cualquier palabra que le dirigiese. Hijo de Wikof… El arco de caza místico… La legendaria espada de la escarcha… Y eso no era todo: estaba también Estela de dragón. Aunque la tuvo en su mano nunca supo del poder de aquella arma. Igualmente tenía la impresión de que Las tres armas juntas hacían el conjunto. Es como con las armas de Thor: El martillo, los guantes y el cinto. ¡Todo se parecía!
Según la antigua leyenda, el dios del trueno Thor poseía tres artilugios. El martillo (Estela de dragón) que rompía todo lo que tocaba; el cinto (la espada de la escarcha y su cinto) que junto a los guantes pesados (el arco de caza místico) le daban una fuerza impresionante. Algunas fuentes históricas señalan que Thor también usaba una espada. Si este era el caso, entonces Kait tenía en sus manos un arma muy peculiar y de origen divino.
La Reina roja miró a Kait con ojos de niña asustada, pero se dio cuenta lo que este pensaba… ¡Había descubierto la verdad! ¡Él era hijo de Wikof! ¡Él merecía la muerte más que nadie!
Si lo mataba y cobraba la recompensa… Hacia años que era buscado… ¿Cómo no se dio cuenta antes?
Sacó una serie de cuchillas y atacó a Kait. Este, más que sorprendido, saltó hacia atrás para esquivar la daga. Que le rozó una de las piernas.
-¡¿Qué haces?! ¡¿Te has vuelto loca?! –Gritó Kait.
-¡Eres el hijo de Wikof! ¡Te he descubierto!
Kait negó con la cabeza.
-No se quien sea ese Wikof.
-Wikof era un caballero de la orden roja de Licodio descendiente de los Einherjer.
¿Qué decía esta chica? Einherjer. Alguna vez había escuchado esa palabra pero donde.
-¿Qué es un Einherjer?
La reina roja aún se enfureció más. ¿Cómo no se dio cuenta antes? De repente un dolor en el pecho le dijo lo que supuso. Se tomó el corazón y quedó allí echada en el sucio suelo de la prisión.
-¿Reina?
Ella no se movía. Había exhalado su último aliento. Kait soltó la espada y puso a la chica boca arriba. Los ojos de la chica estaban blancos. ¿Qué había pasado? Si alguien lo entendía que se lo explicara. Le tomó el pulso de su cuerpo pero ya era tarde, estaba muerta.
-¿Así que también llorás? ¿Nunca lo imagine del hijo de Wikof?...
Esa voz. Se tanteo en busca de la espada. No la tenía, la había soltado en cuanto la chica se desplomó en el suelo. ¿Dónde estaba?
-¿Buscas algo? –Entre las sombras del calabozo se fue formando una silueta.
-¿Quién eres? –Gritó Kait a la imagen difuminada que se acercaba peligrosamente a él.
La sombra no dejaba de acercarse. Kait tenía miedo. Solo tenía como arma su magia y el arco de cazador místico. Apoyó lentamente la cabeza de la chica en el suelo y con el resto del cuerpo la cubrió.
-¿Pretendes protegerla? –Dijo la sombra- No hay nada que hacer… Ya está muerta.
-¡No! ¡No! ¡NO! –Gritó desesperado Kait- ¡No quiero que muera!
-La muerte es progreso -Dijo la sombra que estaba cerca suyo- No vengo a pelear ni a matar, tu amigo te está esperando.
Ishtar. ¿Por qué no estaba allí con él? Si Ishtar también moría…
-No, él está vivo, pero solo momentáneamente. Vamos te contaré el resto por el camino…
Kait dudó. Así que le hizo una pregunta:
-¿Por qué murió la Reina roja? ¡¿Vos la mataste?!
Kait se puso en pie y encaró a la sombra. Vestía de blanco, tenía los ojos cerrados y en los labios una sonrisa.
-Yo no la maté, si eso es lo que supones. La… ¿“Reina roja” dijiste? Ya veo. La famosa asesina y alquimista Belén…
-¿Belén?
Había escuchado ese nombre antes. Sí, el nombre era de conocimiento público en las áreas bajas de la ciudad de Syrup, pero nunca nadie había dado con ella.
-¿Quién eres?
-Gerard del puño de Odín, Clérigo evanescente. Sígueme, no hay tiempo.
-Espere, mi espada…
Pudo ver el resplandor mortecino antes de que el clérigo lo tele-transportase al lugar donde Ishtar se encontraba herido.
Kait apenas lo vio salió corriendo donde su amigo. Ishtar estaba herido desde el abdomen hasta el corazón. Pero era una herida simple, no era aún su muerte aunque tenía los ojos en blanco y estaba empapado en sudor y sangre.
Kait tocó la herida y notó que la sangre, pegajosa y oscura, salía sin cause de la herida.
-Ishtar, resiste… Clérigo… Clérigo… ¡Ey! ¿Me estás escuchando?
El joven miró hacia el lugar donde había estado el clérigo y notó que este no estaba. Maldijo por lo bajo. ¿Qué podía hacer? Debían salir de allí.
Miró a su alrededor y tomó algo con lo que sintió afinación. Estaba en una sala de armas. Había dos Hombres toro muertos allí.
Se acercó a una estantería repleta de armas y tomó un báculo dorado. En su punta conservaba la forma de la garra de un dragón. Nunca había visto a ninguno de ellos pero se decía que eran fuertes e incorruptibles. El clérigo Mincar tuvo en su tiempo un dragón a sus órdenes. Se decía que este dragón, de nombre Ámbar, era uno de los más poderosos en la historia de Midgard.
Kait puso su cuerpo apuntándolo hacía la entrada para poder ver quien venía desde allí no vaya a ser que lo atacaran por la espalda. Puso sus manos sobre el pecho de Ishtar y comenzó la magia. Sabía que iba a llevar tiempo. Aquello no era fácil. A los pocos minutos Ishtar abrió los ojos e hizo una mueca con sus labios. ¿Era una sonrisa? ¿Aquello era así? ¿De verdad?
-Kait…
-Mantente callado, tengo que elevar mi conciencia. Ishtar pensó que nunca había visto a un chico tan preocupado por una vida ajena.
Se sintió culpable por haberle causado tanto daño. Desde que había comido ese fruto. El fruto de la pérdida de memoria. Pero había otro detalle que nadie sabía. Si “ellos” supieran que estaba vivo. El grupo en sí no era el problema. El problema era quien estaba tras el grupo.
-Kait.
No se podía mover. Sentía la sangre correr dentro suyo. Ya casi no le quedaba tiempo. ¿Por qué no se lo dijo antes? ¿Miedo quizás? Había peleado con miles de criaturas horrendas y deformes pero ninguna le había producido tanto miedo como la muerte. ¿Qué le esperaba allí? El Valhala quizás hubiese sido destruido, pero el infierno aún existía en Niflheim. Se imaginó por allí. Rondando como un sucio cadáver famélico y sin esperanzas. ¡No! ¡Eso no era lo que él quería! Sacando fuerzas de donde no tenía logró sentarse.
Kait no tenía esperanzas. Su único amigo, el único que había conocido, se moría. Su amigo había fallado en la misión. Las lágrimas involuntarias saltaron de sus ojos celestes como el cielo en días despejados.
-Kait, escúchame, mi tiempo se agota. Hay algo que debo decirte… -Escupió sangre- … Es importante… Tú padre… Yo lo conocí…
Todo estaba pasando según sus sueños. El calabozo, Ishtar herido, todo… Incluso lo que decía de su padre.
-Debes viajar a las tierras de las dunas de arena en el poblado de Axaroth. Toma cualquier arma de aquí y vete sin mí… ¡Agh! ¡Coff! –Escupió más sangre- No te quedes en el árbol de Manzanas. Encuentra las llaves y abre tu memoria… Lo siento.
Los ojos de Ishtar se pusieron en blanco, pero aun así no dejo de sonreír. Kait se sintió impotente. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo saldría de allí? La espada de la Escarcha había quedado abandonada, por la fuerza, gracias a ese clérigo. No podía cargar con el cadáver de Ishtar. ¿Así eran las cosas no? ¡Por Ishtar que mataría al conde de Jiran o moriría en el intento! Aún tenía el arco de cazador y el carcaj mágico, además del bastón de Clérigo. ¡Espérame Ishtar! ¡Pronto estaré ahí también!





Raziel Saehara
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Las cronicas de Midgard libro I. (Novela) - por Raziel_Saehara - 21-10-2012, 23:09