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Las cronicas de Midgard libro I. (Novela)
#2
Kait miraba por una de sus ventanas mientras jugaba con la joya que había robado antes. Parecía que en el castillo estaban celebrando algo. ¿Qué sería?
Escuchó un ruido detrás de él. Como si alguien estuviera trepando su árbol. De hecho al mirar hacía abajo vio subir a un extraño, que parecía conocer las trampas del árbol. ¿Huir o quedarse a dar batalla? Kait sacó su cuchillo, su arma preferida llamada “Estela de dragón”, y se escondió en las sombras. El extraño se paró en el quicio de la puerta allí donde la luna no alumbraba y no le permitía a Kait ver su rostro. Era alto y su cuerpo estaba contorneado de una forma musculosa, como si los trabajara a menudo, Kait preparo a estela de dragón y se preparó para el ataque.
El extraño se acercó hacia la joya que estaba tirada en el suelo, se agachó y la levantó.
-¿Otra vez robando Kait? –Dijo el hombre sin mirar a nadie en particular- ¿Qué planeas hacer con tantas joyas? –Y arrojó la que tenía en la mano con el resto de joyas que estaban en el cuarto.
Kait que hasta el momento había tenido su cuchillo listo lo bajo.
-¿Ishtar?
-Ajá, veo que aún escondes todas esas trampas en el árbol.
El rostro de aquel sujeto era como el rostro de alguien que pasa muchos sufrimientos. Demacrado casi al término de la locura. Sus ojos negros como escarabajos pequeños y brillantes no mostraban ninguna emoción. Ni alegría ni tristeza. Solo sufrimiento. Si podríamos llamar a eso sentimiento, era lo único que demostraba, sufrimiento.
Kait salió de las sombras e Ishtar lo vio.
Kait era rubio, flaco y con una cicatriz en la frente. No sabía de donde había salido esa cicatriz pero no era algo que le importara demasiado. Tenía una forma alargada y cruzaba su frente de punta a punta. Para contrarrestar esto era que llevaba un pañuelo azul liso sobre su cabeza. La gente prefería fijarse en el pañuelo antes que en la cicatriz. Sus ojos azules hacían juego con aquel pañuelo.
Ishtar tomo asiento dejando una enorme ballesta sobre la mesa.
-¿No me vas a ofrecer una taza de esa infusión que preparabas hace algún tiempo?
-¿Te refieres al té? No me quedan ya hojas, ¿puedo ofrecerte otra cosa?
Kait guardó a Estela de Dragón en su cinto.
-En realidad vine por un trabajo así que no estaré mucho tiempo en la ciudad –Le dijo mientras le servía una taza de otra infusión llamada “mate cocido”- He venido temprano para llegar a mi trabajo a tiempo.
Ishtar no hablaba nunca de sus trabajos así que Kait no preguntó siquiera. Pero si le carcomía la duda… Ishtar la última vez que había estado allí llevaba una espada larga y curva… Ahora ¿Una ballesta? Se preguntaba a quién tendría que matar.
-Toma –Le dijo Kait- se llama mate cocido, es una nueva infusión que he inventado.
Ishtar lo acercó a su nariz.
-Mmm, Huele bien… -tomo un sorbo caliente- … ¡Impresionante! Tienes muy buen gusto para las hierbas.
Kait no sabía si aquello era una sonrisa o algo por el estilo, nunca había hecho ese tipo de mueca en su rostro. ¡Jamás!
En silencio, Kait espero que Ishtar terminara su infusión.
-Vine a pedirte un favor Kait –Dijo al final el mercenario.
-¿Un favor? En que…
-Tengo un trabajo en esta ciudad y necesito un veneno potente. Yo sé que tenés una gran colección de venenos… necesito el mas potente que tengas.
¿Una misión? ¿En Syrup? ¿Qué sería?
Kait lo pensó unos minutos. Quizá aquel veneno que había inventado… “Cianuro”… ¿Quizás funcionara en humanos? Era potente es verdad. Bueno podría darle un poco.
-¿Cuánto necesitas? O mejor dicho, ¿A cuantos hombres vas a matar?
-Solo a dos, el conde y la condesa de Jiran.
Kait casi se tropieza y cae al suelo al escuchar esos nombres.
-¿Al conde Máximum y a la condesa Alicia de Jiran? ¿Es una broma verdad? –Gritó Kait- ¡Sabes lo que ellos son!
-Sí, lo sé y justamente por eso es que tengo que eliminarlos.
Se decía en los barrios bajos que el conde Máximum y la condesa Alicia de la ciudad de Jiran eran dos de los peores asesinos de Midgard. Se decía en las calles de Syrup que habían matado a un príncipe por encargo para ascender al poder.
Kait miro la ballesta y luego a Ishtar que no dejaba de beber su Mate cocido.
-¿Puedes ayudarme Kait con ese veneno? –Preguntó Ishtar.
Kait se lo pensó. Nunca había tomado trabajo de sicario antes. Por eso realizó una petición.
-¿Quiero ir con vos?
Ishtar se lo pensó. Había tenido malas experiencias con sus ayudantes, pero este era Kait, era distinto.
-Tengo que meditarlo… daré una vuelta por la ciudad, ¿Quieres dar una vuelta conmigo?
-¡Ja! Si bajo de este árbol la gente me mataría. Sobrevivo gracias a las trampas que llevo puestas en él.
-Bien, entonces lo haré solo.
Un repiqueteo se escuchó en el techo. Parecía que estaba a punto de llover. Ishtar asomó la cabeza y le dirigió una sonrisa cómplice a Kait.
-Parece que va a llover –Ishtar se echó la capucha por sobre la cabeza y se envolvió en su capa de viaje negra para luego saltar del árbol sin activar ninguna de las miles de trampas que tenía el Ombú-Manzanero.
Kait espero echado en su jergón de paja mientras pensaba. ¿Por qué los querría matar? ¿Por qué se lo contaba a él? Él, Kait, siempre deseo tener la suerte de Ishtar. Era bueno en combate cuerpo a cuerpo y con cualquier arma que se le diera.
En un descuido Kait se quedó dormido, y soñó nuevamente. ¿Pero cual era ese sueño? Esta vez lo recordó al despertar. Estaba corriendo por un pasillo de unos calabozos oscuros y muy sucios. Ishtar, herido, iba con él. Faltaba poco para encontrar la salida.
-¡No te rindas Ishtar! ¡No te rindas por favor!
-Debo decirte algo… ¡Cogh! –Escupió sangre- Se donde está tu padre…
-No me interesa, no digas más, solo aguanta… Escaparemos de estas celdas te lo prometo…
-Escúchame Kait, tu padre…
Un rayo sonó en la distancia y Kait despertó. Su amigo aún no había regresado del paseo. La ballesta permanecía negra e impertérrita sobre la mesa. ¿Qué había significado ese sueño?
Kait se asomó a su árbol casa y miró al suelo. ¿Quizás su amigo se hubiese metido en problemas? No, ya se hubiese enterado. Esperó y vio que no venía. Además, la lluvia que se había largado y el frío que comenzó de repente como un viento asesino hacía imposible que viera algo más allá de sus narices.
Agarró su capa de viaje. Tenía un mal presentimiento de aquello. Abrió su mueble, donde guardaba los venenos. No podía llevarse la ballesta, no le pertenecía. Tomo el Cianuro, aquel extraordinario veneno, y lo unto en la saeta que estaba sobre la mesa y en el resto del Carcaj. Si Ishtar volvía y no lo veía… bueno, ya tenía el veneno. Que fuera lo que Nitsurg quisiera.





Raziel Saehara
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Las cronicas de Midgard libro I. (Novela) - por Raziel_Saehara - 07-10-2012, 22:36