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Las cronicas de Midgard libro I. (Novela)
#4
Kait, vestido con su capa de viaje, se dirigió a la taberna “Puñal”, seguro allí habría alguien que hubiese visto a su amigo. Subió camino arriba hacia la carretera escondiéndose en la oscuridad de las casas. Pasó cerca de donde había sido su último robo pero solo había silencio allí donde estaba. Una niebla, roja y con olor a sangre, provenía de los suburbios donde estaba “Puñal”.
Al llegar al sitio poco pudo prever lo que había sucedido. La neblina roja y el olor a muerte no dejaban de seguirlo. Era como si las personas a las que él le había dado muerte estuvieran allí, acechándolo… pidiendo venganza.
La niebla ahora cubría toda su visión. No dejaba ver a más de tres pasos. De repente y sin previo aviso una criatura de lo más extraña apareció. Llevaba cuernos y un traje azul con… ¿Escamas de Dragón? La criatura se valía de la neblina para esconderse. Se retraía hacía ella y esperaba en silencio a que su enemigo le diera la espalda. ¿Qué pretendía? ¿Por qué lo atacaba? Y así lo inquirió mirando fijo a la niebla.
-Tu maldad es pura, tu vida no es digna… ¡Soy el Cazador de escorias de Lord Máximum! Ahora ven, encuéntrame y dame caza… ¿O prefieres que vaya yo?
Una risa psicótica se escuchó entre la niebla. Acto seguido y con el fin de resistir antes de morir a manos de un conde, o su vasallo, que ni conocía, saco de entre sus armas a “Estela de Dragón”. El brillo de la daga hizo que la niebla se esparciera hacía distintos puntos. Dejando al descubierto al monstruo que lo miraba como sin creérselo. En un impulso de ferocidad se lanzó con los cuernos hacía adelante. La cuchilla, filosa como una espada, atravesó la coraza de la cabeza y se hundió profundamente en su cerebro. Lentamente la niebla comenzó a disiparse y Kait vio el rostro de su agresor. Un hombre toro. ¿Por qué lo había atacado? ¡Se supone que son tranquilos! Y ese poder para controlar la niebla…
El toro abrió los ojos, como si saliera de un trance. ¿Qué pasó? Fue lo primero que dijo y también lo último, pues allí murió. Q.E.P.D

Ishtar despertó en una especie de calabozo. No sabía donde estaba ni que hacía ahí. Trato de pararse y se dio cuenta que tenía una herida en el costado izquierdo de su estomago. ¡Ja! Eso no era nada, se curaría en unos instantes gracias a su magia. Un viejo amigo le había enseñado a usar ese tipo de magias. Puso la mano en su cintura y notó el brillo de la magia haciendo efecto. Sentía calor en contraste con el frio del lugar. Luego de unos instantes logró ponerse en pie. Si lo descubrían estaba muerto. Debía huir, donde sea que estuviese.
Se acercó a la reja. Estaba cerrada. ¿Lógico no? Así que estaba prisionero. Bien, eso era un desafío. Tomó carrera y empujó la puerta. Solo consiguió salir despedido hacia atrás.
Se sorprendió, acto seguido, al ver a alguien en la punta opuesta de la celda. Parecía…
Se acercó lentamente. El tipo estaba cubierto con una capa de viaje y tenía los ojos cerrados.
Con mucho cuidado Ishtar trató de despertarlo.
-¿Qué quieres? –Dijo el tipo sin mover un musculo de su cara.
-¿Eres un clérigo verdad? ¡Un clérigo de la conciencia!
-Sí, así es, aunque he cometido un pecado, del cual no hablaré contigo, y me han encerrado aquí por ello.
¿Estaba hablando sin mover la boca y sus ojos?
-Disculpa si no te miro o muevo la boca, hablo atraves de la conciencia.
Bueno, por lo menos era educado el Clérigo.
-¿Dónde estamos?
-Castillo de Miltran, en Syrup…
-¿Miltran has dicho? No, no puede ser. Debes estar equivocado .No puede ser.
Miltran es el gran reino del terror en Syrup. Allí viven el rey y su ejército, y esta noche estarían además El conde de Jiran y su esposa.
-Clérigo, puedes usar magia…
-La conciencia no es un arma, es una forma de vivir.
-Sácame de aquí y te pagaré muy bien. ¡Lo juro!
El clérigo se puso en pie, aunque se lo notaba viejo y cansado y con solo una palabra traspasaron atraves de las rejas de la celda.
La verdad no le importaba si al clérigo lo fueran a matar allí o no. Tal vez fue piedad, no sabía decirlo, pero en el momento en el que su carne atravesaba la reja, tomó al Clérigo de su capa y lo hizo salir al pasillo. Por cierto, estaba todo muy sucio y olía mal allí abajo.
El Clérigo no se negó sino que impulso más magia para salir de aquel lugar.
-Clérigo, ¿Estás herido?
-No, solo estaba preso por rezar a la conciencia todos los días. Soy un Clérigo de la materia evanescente. No necesito ver o tocar para saber que eso existe, y “Eso” existe por que la conciencia así lo desea.
Ishtar se sintió un poco afectado. Había matado a un mago evanescente una vez. Solo no quería pensar en aquello.
La oscuridad de la celda no le había permitido ver el contorno de los ojos. Llevaba un anti faz, Su ropa, aunque algo sucia, era la de un Clérigo caído en las malas pasadas del tiempo. ¿Sería también un sicario?
El Clérigo sin mirar a nadie en particular dijo:
-Si vamos para la izquierda tenemos una puerta al final del camino, lo malo es que no se a donde conduce, la he visto cuando me traían arrastrando hasta acá, para el otro lado hay dos guardias manipulantes de niebla roja…
-¿Niebla roja? Ya veo, hombres toro… Así que de esa manera fue que descubrieron mi disfraz…Mmm, Prefiero la puerta.
-No siempre la salida más directa es la mejor –Dijo el Clérigo evanescente con una sonrisa- Necesitamos encontrar armas que estén en buen estado. Debe haber algún galpón en alguna de las instancias donde guarden, como trofeos, nuestras armas.
-Me caes bien Clérigo… ¿Cuál es tu nombre?
-Gerard del puño de Odín.
El puño de Odín era una especie de cofradía donde estaban los mejores asesinos y mercenarios… En varias ocasiones Ishtar había querido entrar a esa cofradía, pero fue rechazado.
-¿El puño de Odín eh?
-Sí, ¿has oído hablar de él?
-Sí, de echo…
Un ruido, como de cascos, los sacó de sus divagaciones. Dos hombres toro se acercaban. La niebla roja empezó a levantarse cerca de ellos e Ishtar ya casi podía sentirlos. ¿Pero como los mataría sin armas? Decidió evadirlos. Se agachó mezclándose con la niebla. Miró para atrás y el Clérigo evanescente no estaba.
-Estoy detrás de ti, solo procura no hacer ruido…
¡Que facilidad para esconderse!
Ishtar comenzó a gatear sin ver por donde estaban las piernas de los hombres toro. Esperó en silencio y casi podía sentir su hedor al pasar junto a ellos.
Por suerte para ambos, ninguno de los dos hombres toro había sentido su presencia. La niebla se redujo y se puso en pie en silencio. Escuchó y, al parecer, no se habían dado cuenta de que ellos estaban ahí.
Ishtar y Gerard caminaron cuesta arriba. Las celdas estaban vacías. No había nadie por allí. El castillo de Miltran… mmm… vio una breve ventaja en aquel lugar. Si podía llegar hasta el conde de Jiran… pero antes debía buscar un arma y un disfraz. Llegaron hasta la puerta al final del camino y la abrieron…





Raziel Saehara
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Las cronicas de Midgard libro I. (Novela) - por Raziel_Saehara - 07-10-2012, 22:38