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Noche de soledad (novela)
#19
Capítulo VII: Viejos amigos.

Lalo, que ahora tenía 28 años y era comisario mayor en la policía federal, apretó la lapicera con fuerza. Sabía que las noticias eran malas pero no tanto.
Rafael terminó de hablar y ambos cruzaron miradas nerviosas.
-Entonces, ¿Alvarenga está usando a alguien para sus planes?... No lo puedo creer… se veía tan poderoso aquella noche… ¿Por qué usaría a otros si es tan poderoso?
-Alguien le está haciendo perder su poder…
-¿Hay alguien más poderoso que él?... ¿Eso es lo que sugerís? -Preguntó Lalo levantando el tubo del teléfono- Tengo que llamar a DIPA… esto necesitan saberlo… -Rafael le cortó él teléfono- ¿Qué hacés?
-¿No es lógico? Esa cosa mató a mi padre, destruyó una de mis más valoradas iglesias y me hizo tocar ese líquido repugnante del cual salió. No creo que ellos necesiten saber de esto… antes hay que estar seguros…

Américo despertó muy temprano ese día, no recordaba lo que había sucedido aquella noche. Solo sabía que había tenido un sueño y después… nada, solo eso, nada de nada.
Le pidió a su mujer que le explicara a donde había ido aquella noche.
-No lo sé amor, no me dijiste adonde ibas -dijo ella mientras se cambiaba- solo te fuiste, sin decir nada… a por cierto, lo único que pude leer en tu expresión cuando saliste, era que estabas furioso, furioso con vos mismo pienso yo, aunque no sé porque.
Su mujer, ya de cuatro meses de embarazo, salió de la casa en su auto.
-Pienso que está más gorda, ¿vos no? -Escuchó en la distancia, como si algo le hablara. -Jajaja muy gracioso… Vamos a trabajar – se dijo Américo para si mismo.
Entró al baño a peinarse el pelo, abrió el botiquín, sacó sus pastillas para la diabetes, tomó una y la volvió a guardar. Cerró la puerta del botiquín y se miró en el espejo.
-Hoy estoy particularmente lindo -pero la imagen mostraba otra cosa, una sombra oscura, de ojos violetas y un cuerpo invadido por las llamas oscuras del infierno- Sí, hacer de cuenta que olvidé todo lo sucedido esa noche sería un pecado… pero no le puedo decir a mí mujer lo que le espera a nuestro hijo… a nuestro Adán… ¡No, No podemos! ¡Mírame! ¡Mira lo que soy ahora!

-Es hora de iniciarse mis dos amados hijos: Américo y Mauricio… debemos compartir nuestros dones -dijo Alvarenga mientras alzaba una daga ceremonial sobre la cabeza de Américo- Tus dones Américo son la paciencia, la humildad y la inteligencia… ¿Estás listo para cambiar?
-Sí, señor…
Al punto en que Américo termino de decir esas palabras, la daga cayó sobre su cuello inclinado.
-¡Ahora Adán! -Gritó Alvarenga-.
Una sombra especialmente oscura succionó la sangre desde el punto del cuello en el que estaba atravesado, sacó toda la sangre he hizo una esfera con ella.
Una vez formada la esfera que contenía el alma de Américo, o sea su sangre, se introdujo así mismo en ella y volvió esta negra.
La esfera de sangre oscura giró por unos momentos y, a una orden de Alvarenga, entró de nuevo en el cuerpo inerte de Américo. Cuando terminó de entrar la última gota de sangre, la herida en el cuello se cerró y la daga salió de ella.
-¿Cómo te sentís Américo? -Dijo Alvarenga poniéndole una mano en el hombro.
-Algo mareado, pero fuerte como nunca me había sentido -Se miró los puños, los cerró y los abrió repetidas veces hasta que se acostumbró a esa nueva sensación, la sensación de compartir el cuerpo con alguien.
Alvarenga repitió el proceso una vez más pero esta vez lo hizo con Mauricio.
-Padre, ¿Qué hacemos con ese? –Preguntó Américo señalando a Maxi que se encontraba desmayado en un rincón.
-Ese es mío –dijo Enrique y puso una mano desnuda sobre él, una sombra salió de su mano e invadió su cerebro sacándole todo tipo de información a Maxi.
De esa manera se enteró que Maxi era un ex ladrón devenido en agente encubierto de la policía.
Enrique sacó su mano de la cabeza de Maxi.
-No va a recordar nada de esto, pero yo sí, y eso es inevitable… ¿Piensan que pueden detenerme?
-¿Hay alguien que quiera detenerte padre? –Inquirió Mauricio- ¿Quién? ¡Dínoslo!
-Es una vieja historia… Mi hermano, cuyo nombre e olvidado, me mantuvo encerrado en una celda debajo de la mansión Alvarenga... él me golpeaba por que decía que estaba endemoniado porque no podía caminar, siempre he estado en sillas de ruedas… pero un día, un ángel me visitó y me dio el poder de caminar, pero a cambio debía roer los huesos de mi hermano…
-¿Roer?
-Sí, comerlos, devorarlos, pero solo los huesos… así que tomé una espada de mi familia y abrí a mi hermano a la mitad, lo limpié, le saqué todos los huesos y me los comí… de esa manera muté y me convertí en lo que soy ahora… Enrique Martín Alvarenga… pero, como les decía, sí hay alguien que quiere detenerme… mi hijo verdadero, el hijo del cual se apropió mi hermano, él se llama Rafael…
-¿Y que pasó con tu esposa? –Le preguntó Américo-.
-Era la esposa de mi hermano, él me la entregó para que la fecundara ya que él no podía tener hijos, tal vez hubiese estado mejor sin tener a aquel bastardo… En fin, mañana irán a la morgue y me traerán cuerpos, cuerpos a los cuales les darán una parte de su vida y de esa manera los traerán a mí nueva iglesia, donde las cenizas de mi padre descansan en paz. Ahora vayan, yo me encargaré de esto.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Después de eso, Américo no supo que fue de la vida de Maxi, tal vez hubiera muerto… ¿Quién sabe? De todos modos no importaba, su padre se ocuparía de él.
Tomó las llaves del auto y salió a la calle. Un hombre venía caminando hacia él, abrazado a su novia. Américo no le dio importancia. Muchas parejas pasaban por ahí a esa hora. Aquel hombre se detuvo y lo miró.
-¿Américo?...
Él se dio vuelta y vio al tipo, petiso, gordito y de pelo largo, sonriéndole. No recordaba conocerlo.
-Disculpá, ¿nos conocemos de algún lado?
-Sí, dudaba si te ibas a acordar de mí… en aquella época tenía el pelo corto y me faltaba un diente.
-¿En aquella época? ¿Hace mucho que no nos vemos?
-Desde primaría… en la escuela número 42…
-Pero, no te reconozco -lo miró de arriba abajo y asoció a sus compañeros de curso con aquel muchacho hasta que dio en el clavo- ¡Mario Nicrosio!
-¡Ah! ¡Viste que te acordaste! -Mario miró la casa y emitió un silbido de asombro- ¡Vos sí que te salvaste! Yo apenas puedo con mi sueldo… está bien que soy el dueño ¿no?...
-¿En que andas trabajando Mario?
-Compré una concesión de un local de comidas rápidas, esos Mac… ¿Y vos en que andás Doctor?
-Psiquiatra para ser exactos… Estudio las relaciones entre los individuos y el medio en el cual se desarrollan.
-Siempre dije que ibas a ser un profesional -Américo se sonrojó ante el comentario-.
-Ando corto de tiempo, mañana es mi cumpleaños por que no te venís con ¿tu novia…?
- Ella es Lucila, estamos saliendo hace poco, yo sigo viviendo en Loma Hermosa pero ella es de por acá dos cuadras.
-Un gusto Lucila, debo irme, el tiempo apremia, sobre todo cuando sos el dueño… Tengo una idea, invita a mi cumpleaños a todos nuestros ex compañeros con los que sigas teniendo contacto…
-Pero son solo tres, Horacio Vera, Iván Sánchez y Miguel Contreras…
-Invítalos, los voy a agasajar como nunca antes lo hice en mi vida, posta… Nos vemos mañana.
Américo arrancó el coche y sacó el celular. Oprimió el llamado por vos y el teléfono marcó automáticamente el número de Mauricio.
-Mauricio, hermano, grandes noticias… me acabo de cruzar con Mario Nicrosio… sí, el gordito… con motivo de mi cumpleaños, que es mañana, lo invité a él y a tres de nuestros ex compañeros de primaria… Sí, Vera, Contreras y Sánchez… No, Andrea no… sí, Iván… vos también estás invitado… ¿Lo de esta noche? Sí, por supuesto, nos encontramos en las vías del tren que están ahí cerca. Abrazo.
-Tu primer trabajo, no me falles… -escuchó decir a la sombra de Adán que reside en su interior- por cierto, desde ahora llamáme Myu.
-Está bien Myu…

Mauricio cortó el teléfono por el cual segundos antes había hablado con Américo. Lo apoyó sobre la mesa y vio entrar a la mucama acompañada de su hijo Facundo.
-¿Qué haces acá? No estabas con tu madre… ¡No me digas que le pasó algo a ella!
-No, no paso nada… simplemente quería venir a visitarte…
Mauricio lo miró a los ojos mediante una mirada interrogante. El niño, instintivamente, bajó la cabeza.
Mentía. Su hijo le estaba mintiendo. ¿Por qué? Acaso…
-¿Por qué mentís hijo? ¿Tú madre te obliga?
-No se lo digas a ella –sollozó el niño- mamá me quiere llevar lejos, no me dijo a dónde, pero sé que no es en este país –siguió largando el niño- No se lo digas a mamá…
-Quédate tranquilo… Yo hablaré con tu madre, sin delatarte –añadió al ver la expresión de terror del niño- debes confiar en mí.
-Pero…
-Amanda, llevá al niño al cuarto de juegos, yo voy a salir –agregó mientras agarraba las llaves del auto que estaban sobre la mesa- voy a volver y nos vamos a divertir juntos… como padre e hijo que somos… Es una promesa.
Abrió la puerta y salió a la calle.
-¿Qué vas a hacerle a la madre de tu hijo? –preguntó la sombra que reside dentro de él- ¿Matarla?
-No, solo la voy a convencer de que no se vaya… y todo con tu ayuda, Por cierto, ¿Cuál es tu nombre sombra?
-Adriano –dijo la sombra- llamáme Adriano.
-Está bien… préstame tu ayuda Adriano.
-Estoy listo.
Mauricio suspiró, entró al coche y este desapareció enrollándose como si fuera un viejo pergamino.





Raziel Saehara
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