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El destripador (Light Novel)
#4
Capitulo IX: Otto y el destripador.

No sentía nada.
Ni culpa.
Ni dolor.
Ni pena.
Ni odio.
Ni amor… ¡Ni amor!
-¡OTTO!
Lo primero que vio al abrir los ojos fue una luz blanca. Estaba atada de pies y manos a una cama de hospital. ¿Qué hacia ahí?
-Doctor, despertó… -dijo una chica en inglés.
-Denle valium –dijo el que supuesto doctor también en inglés
Sintió el pinchazo pero no se resistió, sabía que lo hacían por su bien… eran doctores.

Aún dormida escuchó ruidos. Pasos. Eran silenciosos pero el silencio del lugar era mayor. Se acercaba. Podía oír su respiración agitada, su corazón acelerado. Él estaba excitado por tenerla allí de presa. ¿Por donde empezaría? ¿Qué le haría primero?
Acarició su pierna por sobre la sabana y despacio metió la mano por debajo de ella.
De pronto se detuvo y escuchó dos voces, una la reconoció pero la otra no.
-A ella no… -¿Otto?
-¿No te gusta?
-No es eso…
-¿Entonces? Te volviste maricón.
-No se trata de eso… ella dio todo por mi, no podés hacerle esto a ella.
-No me importa si es ella u otra, nadie va a detenerme.
-Eso decís ahora…
-No saques a relucir ese caso. Nunca espere que él se diera cuenta de lo que planeaba… ¿Cómo me iba a imaginar que él no era un linyera?
¡Se refieren a González! ¿Qué sabía él?
-¡No seas idiota! Yo te lo había advertido…
-Ni modo, ya está muerto… debemos hablar con el líder.
-¿Jack?
-Jack
El silencio se hizo de repente. ¿Qué había pasado? Aún estaba viva. Si mal no se equivocaba la otra voz era la del destripador. ¡Tenía que verlo! Pero el sueño y la medicación la vencieron nuevamente y cayó en un sopor mortal.

Capitulo X: Despertando.

Despertó en la mañana muy temprano- Esa noche tuvo pesadillas de las cuales no pudo despertar. Entre ellas, la más extraña hasta el momento, fue la de su amigo Otto hablando con el destripador.
Si seguía así pronto el caso la volvería loca.
Quiso levantarse de la cama pero estaba paralizada. Ninguna parte del cuerpo le respondía. Asustada trato de gritar. No podía hacer nada.
Esperó hasta que una enfermera paso por ahí para mirarla.
-Tranquila, te dimos un diazepam y valium, ¿Podes moverte?
Al ver que ella solo movía los ojos le recomendó:
-En una hora o dos podrías moverte. Cerrá los ojos y trata de relajarte. Es por tu bien.
La enfermera le acomodó la sábana y le dio un beso en la frente.
-… Disculpa –se rió nerviosa- Así trataba yo a mi hija antes de que “El destripador” la matara. También era policía sabés, cuídate, no dejes que ellos lo logren.
¿“Ellos” dijo? ¿Quienes eran ellos?
En el momento en que la enfermera se dió la vuelta Otto entró.
-Buenos días enfermera…
-Buenos días oficial Van Houten… ¿Fue a su casa a descansar?
-Aún no, además de que mi casa queda lejos…
-Bueno –le dio un suave golpecito en la cabeza- portaté bien eh… -se dirigió a Clara- y vos, tenés un ángel guardián a tu lado.
Clara observó detenidamente a su compañero. A pesar de todo parecía tranquilo.
Otto trajo una silla de un rincón y la puso al costado de la cama de La petisa; cruzó las manos por arriba del mentón y la miró a los ojos.
-¿Averiguaste la verdad?
¡Lo sabía! ¡Él era el asesino! ¡¿Por qué?!
-Hay un entramado detrás de todo esto… ¡Nada es lo que parece! Es por eso que voy a desaparecer un tiempo. Siento no poder decirte más. Por cierto –agregó con una sonrisa- ese balazo que recibiste te va a mantener alejada del caso por seis meses.
Se puso en pie y se alejó de allí a grandes zancadas.
Una lágrima solitaria recorrió el rostro de la oficial Liberatori… Ya no había más lágrimas.
En algún lugar de Londres, en la oscuridad de una habitación lóbrega y húmeda, se encontraba el detective bebiendo unas lágrimas de alcohol y escuchando atentamente a su cliente. Al terminar, este le entregó un sobre con dinero. Se le pedía investigar un caso en la Argentina. ¿Ora vez allá? Y bueno… ni modo. Tendría que ir.

Capitulo XI: Dos linyeras y un secreto

El detective privado Luís Rojas se había disfrazado como un linyera para recorrer las zonas donde aparecía el famosísimo Destripador. Las recorría a pie. Se sentaba en una plaza a esperar que algo sucediera mientras bebía de una botella de vino que en realidad contenía agua.
Mientras caminaba por la ciudad decidió pasar por enfrente de la casa de su ex. La petisa, así apodada en la jerga policial, lo había tratado muy mal; aunque él no era ningún santo. ¿Qué tenía de malo pedir el amor que necesitaba para existir? Ella no le daba nada a cambio y él le daba todo su amor sin condicionamientos. Pero fue entonces, cuando su ex lo acusó de violación y ultrajamiento, que tuvo que salir del país.
Ya no le quedaba nadie allí en la Argentina como para verse obligado a quedarse en el país. El juez de la causa le dio a elegir: tres años de prisión o exiliarse por tres años… Y justo después de tres años le tocó este caso.
Su cliente, un joven adinerado cuyo padre trabajaba en Scotland Yard hasta su fallecimiento hacia unos meses, le había pagado bien por el trabajo.
El joven en cuestión se llamaba Jonathan Malkovich y vivía de la fortuna de su padre fallecido. Pero ¿Cuál era su interés especifico en este caso? Nadie lo sabía.
Rojas miraba el edificio de La petisa. Al parecer no había nadie en la casa. Las persianas bajas y el ámbito desértico del lugar le indicaban que la joven no estaba en su allí. Él tenía muchas ganas de verla. Acariciar su cuerpo, besar sus labios, juntar sus cuerpos en una danza al amor única en su clase hasta finalizar en un grito de éxtasis y júbilo reservado solo para los que se aman.
Se sentó frente a un paredón justo enfrente de su casa. Esperaba verla llegar pronto… ¿Para que? Tenía vedada la palabra a su ex por más que ésta se lo pidiera. De hecho nadie sabía que se encontraba en Buenos Aires. Cuando llegó al aeropuerto vio que nadie lo esperaba allí.
De repente algo pasó. Otro linyera, tan borracho como él simulaba estarlo, se le acercó.
-¿Cómo anda´i loco? Pue´sentar acá loco
El linyera hablaba tan mal, culpa de la borrachera, que Luís decidió hacerle un lugar a su lado al beneplácito acompañante que el destino había unido a su aventura.
El linyera se echó a un lado de Rojas. Este apestaba y sostenía la botella en alto, clavándose un buen trago de aquel liquido. El linyera le ofreció de su botella.
-Toma´i loco
A Rojas le dio asco, pero si no quería deschavarse tendría que beber. Con lentitud parsimoniosa y hasta ritualista acercó la bebida a sus labios. Finalmente bebió… ¡Solo para darse cuenta que era agua!
Los pensamientos corrieron rápidamente por su mente. ¿Quién era ese tipo que se hacia pasar por un linyera al igual que él? Si sabía que lo que tenía la botella era agua, ¿Por qué le convidó?
Rojas se arriesgó.
-¿Te mandó el jefe?
El linyera lo miró intrigado pero solo sonrió. Rojas volvió a arriesgar.
-¿Te dijo algo el jefe para mí?
-Sí –La voz del tipo era gruesa, nada que ver a la que había disimulado- dijo que tengas cuidado con la mercancía porque Jack la está buscando.
En ese momento el verdadero contacto del falso linyera dobló la esquina y ambos dos se miraron.
-¡¿Quién sos hijo de puta?!
Los dos falsos linyeras empezaron a pegarse de trompadas mientras el otro linyera, que no entendía nada, se daba cuenta de que estaba de más ahí.
El linyera que estaba junto a Rojas le propinó tal paliza que este tuvo que valerse de un arma para hacerse respetar. Pero ya era tarde, los linyeras habían huido. ¡Malditos sean! Y él también tenía que hacer lo mismo si no quería terminar pegado.





Raziel Saehara
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El destripador (Light Novel) - por Raziel_Saehara - 13-02-2012, 20:11