Calificación:
  • 0 voto(s) - 0 Media
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
Noche de soledad mejorado parte 2 (I)
#2
(II)

Pamela se acomodó en su nueva casa. Era lujosa, eso seguro. Además, el country que eligió parecía de una seguridad impecable. Sacando eso, todo lo demás estaba bien. Solo había una cosa que le preocupaba, y esta era… su novio.
Beto “El tati” Lecouna era conocido en los lugares que se movía. Era medio “dealer” medio “chorro”. Vivía junto a sus hermanas, que no se parecían en nada a él, en un asentamiento de gente humilde. Cayó preso varias veces. La policía lo paraba cada vez que se lo cruzaba solo por “Portación de rostro”. Habitualmente Tati no disparaba con su arma a la policía. Pero ese día era diferente.
Llovía torrencialmente cuando entró encapuchado a un supermercado chino con sus amigos. Ellos eran tres. Allí cometieron el atraco. Robaron y golpearon a la gente que se encontraba comprando en el supermercado.
-Ey, vos gil –Se dirigió uno de sus compañeros al hombre de seguridad que custodiaba sin armas el local, era más para que nadie se robara mercadería que para un atraco de estas magnitudes- Dame el arma.
-No tengo arma –Dijo él y mostró su cintura como diciendo “Acá no tengo nada”.
El ladrón lo golpeó en la nuca y lo desmayó.
-Ey Gato, te dije sin violencia –Lo corrigió Tati- atacás a alguien más y te juro por mi dios que te vacío el cargador.¿Entendiste?
-¿Tan poderoso te vas a creer?
-¿Querés probarme? –Lo desafío Tati.
Un cajero, que en el momento del robo estaba en el deposito, accionó la alarma silenciosa. Dos minutos después la policía se hizo presente.
Con un altavoz, un uniformado, apremio a los ladrones.
-Sabemos que sos vos Tati, salí con las manos en alto…
Dentro, los ladrones no sabían que hacer, seguramente habría policías por todos lados. Pensó en ese momento en su novia, en Pamela…
-Me voy a entregar…-Dijo Tati casi en un susurro-…No quiero más esto…
-¿De que hablás gil?
Tati se dirigió a la puerta de vidrio y la abrió.
-Si te vas por esa puerta estás muerto para nosotros.
-Que así sea, ustedes están muertos para mí…
Tati salió a la calle con las manos en alto. Hizo la mitad del camino cuando un policía lo tiró al suelo.
-Estás arrestado, tenés derecho a guardar silencio, todo lo que digas puede ser usado en tú contra…
-Ya sé, conozco mis derechos…
La lluvia no había arreciado ni un poquito, mojaba a ambos.
Un fogonazo se escuchó dentro del local. Luego otro y otro y uno más.
-¡Entren! ¡Entren! ¡Entren! –Gritaba el oficial al mando mientras otro subía al esposado al coche. Ya no se escuchaban fogonazos. Ni uno, sus amigos habían muerto.
Una lágrima silenciosa cayó al coche pero su ruido se camufló con la lluvia.

Pamela se sintió mal. Su novio estaba tras las rejas. Según le había dicho la policía se había entregado sin resistirse. Las dos personas que estaban tomadas de rehén pelearon con los otros dos que quedaban dentro del local, las armas se dispararon y ambos ladrones murieron. ¿Qué loco no? Pensar que esas personas mueren y… ¿Van al cielo? ¿Al infierno? ¡Nah! Ella no creía en esas pavadas. La muerte era definitiva. Todo terminaba allí sin importar que religión profese uno. Además, ¿Quién juzga lo que es bueno y lo que es malo? “Mamá, mate un insecto” ¿Al infierno? Además, si fuera así, ¿Dónde van las almas de los insectos, de los animales y de las plantas? Ellos también tienen alma. Estaba pensando en estas cosas cuando alguien tocó a su puerta. Observó por la mirilla. Era un hombre de unos veinticinco años de edad. Abrió la puerta.
-Buenas tardes –Saludó ella.
-Buenas tardes, mi nombre es Miguel Osuna, vivó en la casa de enfrente. Le he traído un obsequio de bienvenida.
-¡Oh! Es usted muy amable.
-Por favor, tutéeme.
-Usted… digo, vos también.
-Gracias.
Pamela no sabía que hacer. Tenía a un extraño en su casa. ¿Y si era un ladrón? ¡Nah! Ya la hubiese asaltado.
-¿Querés tomar alo frío?
-Si, te agradecería.
Pamela fue en busca de algo frío para servirle a su interlocutor. Volvió al cabo de un momento con dos vasos de jugo de naranja helados.
-Tomá asiento…
-Gracias.
Ambos se sentaron en el mullido sillón.
-¿A que te dedicas? –Preguntó ella como para romper el hielo.
-Cazador de tesoros.
-¿Y eso?
-Pues, viajo por el mundo buscando tesoros perdidos… El mes pasado estuve en unas excavaciones arqueológicas en Jerusalén. –Tomó un trago de la bebida fresca- Tendría que ver la cantidad de veces que hemos encontrado la tumba de Cristo…
Ambos rieron.
-Pero, ¿Para que buscarla? ¿No alcanza con lo que dice la biblia?
-No, en la biblia no se habla de los tesoros… ni siquiera de los malos…
-¿A que te refieres? –Pregunto Pamela interesada- ¿Han encontrado algo?
-Hemos encontrado algo, “El tesoro de Ketael” –Dijo Miguel poniendo voz misteriosa y cautivante- Es una especie de manuscrito… el único en su clase… Está escrito en el idioma de los ángeles.
-¿En el idioma de los ángeles? –Pregunto Pamela cada vez más interesada.
-O eso creemos, ya que la única palabra escrita en hebreo que pudimos traducir fue “Ketael”, el resto del documento está ilegible.
-¿Ketael?
-“Dios oscuro” significa, tal vez sea otro nombre dado al diablo. Lo sabremos cuando hayan restaurado y traducido aquel documento aunque sea al inglés –Miguel miró la hora- ¡Oh! Ya son las siete de la tarde, bien, debo irme –Se puso en pie- Gracias por la bebida.
-De nada.
-Esta semana voy a estar de viaje por la India, así que por lógica no voy a poder venir a visitarte.
-Bueno, gracias por el regalo…
Pamela cerró la puerta. Le hubiera gustado un tesoro de regalo. Pero bueno… Tomó el regalo que le trajo Miguel y lo abrió. Era lo más maravilloso que le habían regalado en mucho tiempo. No sabía muy bien lo que era o para que servía, pero era bonita. Era una especie de bolita cristalina que, según como le diera la luz, cambiaba de color. Rosa, amarilla o anaranjado. Lo dejó arriba del modular y salió al patio. Allí se quedó pensando. ¿Qué había hecho de su vida? Ahora que era millonaria, ¿Qué la hacia diferente a otros ricos? Cuando era apenas una niña pensaba que los ricos eran la basura más grande del mundo. No ayudaban a nadie ni hacían nada por la humanidad. ¿Qué era lo que estaba pasando en su mente? Se sentó en la reposera a tomar algo fresco mientras disfrutaba de su nueva casa. Y allí se quedó pensando… Solo pensando.



Eran las siete de la tarde de aquel día caluroso, el doctor Díaz y Ghomikian se encontraban en la morgue del hospital. Allí, junto al doctor “Jekyll”, así llamado por sus compañeros –aunque no sabía bien por que, probablemente algo relacionado en la forma en que hacia las autopsias- realizaban la investigación a los dos cadáveres.
-¿Dicen que este joven fue uno de sus compañeros en la primaria? –Inquirió el doctor Jekyll- ¡Como es el destino! Sabio y caprichoso. Apágueme las luces doctor Díaz.
Díaz así lo hizo.
-¿Qué es eso? –Inquirió Díaz al ver un resplandor sobre el cadáver de ambos. Ariel brillaba con una luz única al igual que el niño.
-Parece algún tipo de residuo, tal vez Nafta o Alcohol –Contestó el doctor Jekyll- Vamos a ver el otro cadáver.
-¿El otro? –Inquirió Ghomikian- ¿Acaso hay otro además de estos dos?
El peritaje siguió en el otro cadáver, el señor que estaba tomando un café cuando fue atropellado por el coche en llamas.
-El cadáver de este hombre solo presenta un aplastamiento de cráneo y algunas costillas rotas ya que quedó atrapado entre el coche y la pared del bar. No hay residuos –Dijo el perito- eso indica que el accidente no fue accidental.
-¿Qué quiere decir con “no accidental”? ¿Acaso alguien lo hizo a propósito? –Inquirió el doctor Díaz- Eso es imposible, el coche estaba cerrado con traba electrónica, los peritos de la policía científica y los bomberos mismos lo aseguraron.
-Yo te digo lo que veo, y por lo que veo, esto se trata de un asesinato –dijo el forense- ahora déjenme hacer mi trabajo.
Jekyll hizo que los dos jóvenes salieran al vestíbulo.
-¿Quién querría matarlo? –Inquirió Américo.
-No lo sé, pero debemos estar atentos, ¿leíste las noticias hoy?
-¿Te referís a la desaparición de Carla? Sí lo leí… Pero aún no se sabe si está muerta –Indicó Díaz- ¿Vos decís que alguien quiere matarnos?
-No lo sé, pero si alguien se mete conmigo va a tener mala suerte. Mucha mala suerte –Sonó el teléfono en el bolsillo de Ghomikian- Me disculpas
–Sacó el teléfono- ¿Hola?
-Hola, soy yo, Enrique.
-Ah, sí, ¿Qué paso?
-¿Cómo quedó?
-Bien, bien, la pintura está perfecta.
-Ya veo, no puedes hablar. Bien, estoy en tu casa, junto a tu hijo… Estela me dejó pasar, antes que digas nada.
-De acuerdo, voy para allá –Cortó el teléfono y vio que Américo se había puesto detrás suyo- Me tengo que ir Américo. Paso en otro momento, cuídate.
-Está bien, anda tranquilo –Américo se fue a revisar al paciente, al entrar sacó su propio celular- Hola, habla Américo, pásame al jefe… -Espero unos segundos y el jefe se puso al teléfono- Hola Lalo, escúchame, quiero que investigues a Mauricio Ghomikian, sí mi ex compañero… Avísame ante cualquier novedad.
El doctor Jekyll, que había ido por un café, se le acercó por la espalda.
-Doctor Díaz, ¿Por qué no le dijo a su amigo que usted es parte de la policía científica?
-Tengo un mal presentimiento y espero estar equivocado.





Raziel Saehara
Responder


Mensajes en este tema
Noche de soledad mejorado parte 2 (I) - por Raziel_Saehara - 23-09-2011, 11:46