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Noche de soledad (novela)
#24
Ultimo capitulo de noche de soledad. El conflicto entre DIPA y los demás llega a su final. supuestamente lo tendría que subir mañana pero tuvieron que esperar para el capitulo anterior... El final.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Capítulo IX: unas merecidas vacaciones y un triste final.
¡Ah! ¡Que lindas son las vacaciones! –Exclamó Mauricio contento-.
-¡Es invierno gil! –Le reprochó Américo- ¿Qué estamos haciendo en esta playa?
Estaban ahora en una de las playas de la ciudad de Mar del plata, “la feliz” le decían a esta playa.
El sol brillaba en lo alto de la ciudad pero al ser invierno, no calentaba lo suficiente. Además, Américo le temía a la arena de las playas. Cuando era pequeño, a los dos años, estaba jugando a hacer castillos con la arena en la orilla seca de la playa y una ola lo alcanzó, pero en lugar de arrastrarlo de vuelta hacia el mar lo dejó enterrado cabeza abajo en la arena. Sus padres, siempre atentos, lo socorrieron enseguida y lo sacaron de aquella embarazosa situación. Ese recuerdo vino a la mente de Américo y le pidió a su amigo salir de ahí.
-Tengo que pensar en muchas cosas sabés… No creo estar haciendo las cosas… -iba a decir bien pero luego lo pensó y dijo “Necesito pensar” y se fue a recorrer la playa sin un rumbo fijo.

-Maldito seas Mauricio, otra vez me dejaste solo…
Américo estaba solo en su cuarto del hotel que había alquilado junto a Mauricio. Él estaba pensando en todos a los que su amigo había matado. ¿Era bueno o malo lo que estaban haciendo? De pronto habló Myu, la sombra de Adán que vivía dentro de él.
-Américo, ¿por qué sufrís? ¿Acaso es por el recuerdo de aquella chica? Vas a ser padre, ¿lo olvidaste?
-¿Como podría olvidarlo? Nunca sentí más felicidad que en aquel momento. ¡Voy a ser papá! ¿Se parecerá a mí o a mi mujer? Será alto como yo o bajito como mi mujer.
-Será –Comenzó Myu- una bendición, pero no olvides que has hecho un pacto de sangre con Alvarenga. Has prometido entregar a tu hijo a su cuidado cuando el naciera y mucho no falta.
Era verdad, el juramento de amistad y terror que había hecho aquella vez, estaba a punto de quedar sellado. Faltaban solo dos meses para que llegara la primavera y con ella su hijo. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a entregárselo a Alvarenga y que él le hiciese…? ¿Qué le haría? Aún no lo sabía con seguridad. Lo único que sabía era que Enrique era un hombre despiadado y sin corazón.
-Creo que deberías hablar del tema con Mauricio –dijo Myu- y ver que opinión te da él.
-Pero, ¡él también hizo una promesa de sangre a Enrique!
En ese momento golpearon la puerta.
-¿Quién es?
-Servicio de limpieza…
Américo abrió la puerta y dejó entrar a la chica de la limpieza.
-Necesito que se quede unos minutos fuera, señores… -La chica se quedó pasmada- ¿no hablaba usted con alguien?
-¿Eh? Ah, sí hablaba por el celular.
La chica que había entrado tendría aproximadamente la edad de él.
-¿Puede esperar fuera? –Lo increpó la chica- ¿Qué le pasa? ¿Se siente bien?
Américo se había puesto pálido. Y no era para menos. Quien estaba delante de él vistiendo el traje de empleada de limpieza era…
-¿Débora Aylén Sosa?
-Sí, soy yo… ¿Me conocés?

El Dr. Díaz había bajado a la sala común donde se servían los alimentos. Allí esperaba a Sosa. Ella había sido una de las tantas amigas buenas de su infancia, era muy parecida a su propia esposa. Pelirroja y de ojos verdes, con la diferencia de que no usaba anteojos.
Sosa, en su infancia, era una chica tímida e introvertida, casi como Mauricio. Al igual que él, era una chica dañada al límite por sus ex compañeros.
Ella llegó junto a la mesa vestida con su uniforme de limpieza: un pantalón de Jean sobre una remera larga negra que entraba dentro del pantalón y de donde salía un delantal blanco con pliegues y algunos encajes a los costados.
-Tomá asiento –le solicitó Américo- ¡oh! Lo siento, perdona mi falta de educación –dijo el doctor al darse cuenta de su error: no le había acercado la silla, enseguida se puso en pie y le corrió la silla para que ella se sentara.
Luego de sentarse, el doctor tomó su lugar en la mesa-.
-¿Qué fue de tu vida después del colegio Américo?
-Es una historia larga…
-Tengo dos horas antes de volver al trabajo…
-Pasaron muchas cosas… A causa de una discusión con mi mamá, me fui a vivir al barrio de Palermo en Buenos Aires con mi papá. Comencé a estudiar psicología y administración de remedios psicotrópicos –Américo tenía una sonrisa en su rostro mientras hablaba- terminé el curso a los 21 años y me fui a vivir solo –Américo dejo de sonreír, ella lo miró a los ojos y vio que allí había lágrimas preparándose para salir. Pero Díaz no era tan débil como para llorar delante de su amiga. Siguió con su relato- mi padre enloqueció de tristeza y se mató, se había acostumbrado a vivir con mi presencia en su casa, pero yo no lo soportaba, me controlaba mucho…
-L-lo siento mucho –balbuceó Débora- no sabía…
Américo se paso la manga del brazo por los ojos disimulando la lágrima que había salido involuntariamente de estos. Sosa le sonrió amablemente.
-Américo, siempre fuiste un ser lleno de luz y esperanza para mí… de seguro que también lo fuiste para aquellos que te dieron la vida. Pensá siempre en ellos cuando necesites consejo. Aunque ya no los veas ni les hables, ellos siempre estarán contigo…
Américo quedó sensibilizado por el recuerdo de su padre fallecido y de su madre, a la que no veía desde los 18 años.
-¿Te puedo confesar algo Ame? –Inquirió sonrojándose todo su rostro, no esperó respuesta y continuó- Siempre te admiré como persona. Independiente, seguro y caballeroso. Siempre trataste a las mujeres con amor, sin faltarles el respeto y, sobre todo, dedicándoles una sonrisa… eso siempre me gustó de vos, por eso yo fui tú enamorada secreta durante todos esos años.
Débora corrió la mirada ruborizada. Américo la miró confundido. No sabía que hacer ni que decir.
Américo empezó a sentir un mareo fuerte, un dolor punzante… y un vacío impenetrable… Solo se paró, se puso en pie y cayó redondo al suelo.
Todo había terminado para él. En esa oscuridad pudo sentir una mano amiga que le decía: soy libre padre, ahora se cual es mi destino porque has sentido el amor y has sabido que cometiste un error. Adiós para siempre.





Raziel Saehara
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