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Noche de soledad (novela)
#22
Se que hoy es Viernes pero por cuestiones familiares no pude prender la pc en tres dias. Sin mas preambulos: El capitulo 8!!! Aqui lo dejo:

Capitulo VIII: La fiesta de cumpleaños
Ghomikian y el doctor Díaz se encontraron en una plaza detrás de las vías abandonadas del ferrocarril Lanzone. No había un alma en todo el lugar. Nadie los miraba.
-¿Estás listo hermano? –Le preguntó Mauricio mirando alrededor- Yo ya mandé una sombra de Adán a que durmiera al forense.
-Como siempre… un paso adelante –concedió Américo- ¡Vamos!
Ambos dos desaparecieron enrollándose y desapareciendo. Reaparecieron al cabo de un cuarto de hora acompañados de un montón de personas: niños, jóvenes, viejos y hasta algunos que les faltaban partes y se arrastraban por no poder caminar.
Desaparecieron todos ellos y aparecieron dentro de la iglesia en la que habían sido cremadas Iorii y Baccaro
Frente al altar y con un báculo dorado en sus manos, Alvarenga dio un grito de victoria… luego el silencio… y, de repente… fuego salió del altar y consumió lentamente a todos aquellos muertos.
La iglesia se iluminó de un anaranjado casi dorado por el llameante fuego. Américo y Mauricio se alejaron del fuego y se situaron uno a cada lado de Enrique.
Mauricio no había visto lo que le había pasado a Alejandra y a Jazmín. ¿Él realmente deseaba la muerte de todos sus compañeros? ¿No habría bastado con una disculpa?
-No –escuchó que le decía la sombra desde adentro- nadie merece ser perdonado, ellos no se arrepienten de nada…
Es verdad, no se podía permitir dudar… ellos tenían que pagar.
-Vamos, tenemos una fiesta que festejar –le dijo Mauricio a Américo.
-sí, vamos…

El polvo en que se habían convertido los cadáveres daría una mala impresión a quién entrara allí.
“Hambre, mucha hambre… necesito mi alimento… Dámelo Alvarenga”
Enrique temblaba de arriba a abajo… ¿Acaso era miedo lo que sentía?
-Sí amo, tómalo todo –abrió la tapa de un cajón que hacía las veces de altar y una mano apareció, era blanca y huesuda y no presentaba buen aspecto.
La mano se abrió, mostrando así unos carcomidos dedos, y de ella un viento profundo y seco como salido del infierno salió. El viento se arremolinaba y levantaba aquel polvo cadavérico que de a poco fue entrando en el altar.
-¡Ah! Vidas, amo el sabor de ellas…
Enrique había olvidado lo que era estar delante de su padre… por su puesto no era su padre real, aquel no podía ser su padre… pero gracias a él se había salvado de esa molesta silla de ruedas.

-¡Maldito! ¡Siempre fuiste el preferido de mamá y papá! –Le decía el padre de Rafael a su hermano- pero ya no más, desde ahora vivirás en este sótano oscuro… ¡Papá y Mamá están muertos!
Dejándome solo en aquella profunda oscuridad pude darme cuenta de que todos mis sueños de infancia ya no servían… era hora de cambiar. Recé y recé a algún Dios, al que fuera a sacarme de allí le estaría agradecido de por vida… pasaron diez años en los que me alimentaba de lo que podía: ratas, cucarachas, hormigas (estas no llenaban demasiado) y cualquier otra alimaña que estuviera por allí.
Un día, en uno de mis rezos nocturnos, vi en la oscuridad de aquella sala un cajón mortuorio. Nunca lo había visto y calculo que era parte de una de las respuestas a mis rezos.
-Alvarenga sácame de acá… estoy débil… ¡No, no debo abandonar ahora!
-Pero… no puedo caminar… soy un inútil… ¿Cómo esperas que te ayude?...
-Déjame que te ayude hijo... ves el papel que cubre este cajón… debes retirarlo… retíralo y te ayudaré a salir de acá abajo…
Hice tal como me ordenó. A pesar de que allí no había luz yo veía perfectamente. Mis ojos estaban acostumbrados a ver en la oscuridad. Retiré aquel papel con el cual estaba sellado en aquel oscuro cajón.
-¡Ah! Gracias, ¿Cuál es tú nombre?
-¿Mi… nombre? No lo sé, no lo recuerdo…
-¿No tienes uno? ¿Cómo te gustaría llamarte?
-No lo sé… ¿puedes ayudarme o no?
Una mano blanca y majestuosa salió del cajón, y un rayo blanco que iluminó todo el lugar me pegó de lleno… ¡Y renací! ¡Pude ponerme de pie nuevamente!
Pero en aquel momento no sentía alegría, sentía odio... me impuse autocontrol para no salir de ahí como loco y matar a mi hermano.
-¡Tranquilo! ¡Espera tu momento! –Me dijo el ser del cajón- Todo llega… solo espera…
Espere y escuché a mi hermano decirle a alguien:
-El incidente de la iglesia salió en todos los diarios, si mi hijo está allí, llámalo… Adiós.
¿Su hijo? ¡Era mi hijo con su esposa! ¡Y él me había obligado a engendrarlo!
-¿Qué pasa allí abajo?
Mi hermano, después de mucho tiempo, volvía a abrir la puerta de mi claustro.
-¡Ahora devóralo! ¡Vamos devóralo! –fue la orden de aquel ser.
Me pare de mi silla de ruedas con el corazón muy acelerado y ataqué a mi hermano. Mi hermano se defendió como pudo, pero no logró hacerme caer. Peleamos duro, nos dimos una polvorienta paliza. Mi mano, ahora más pesada que antes, cayó una y otra vez en la cabeza de él, hasta que por fin logré abatirlo. Mi aspecto era fiero y bestial. Lo noté al ver el rostro de pánico de mi hermano allí tendido.
-Devóralo, devóralo, devóralo, devóralo…
Y ahí entendí… si quería mostrarme al mundo tal cual era tendría que ser como mi hermano o mejor dicho tener “cerca” mío a mi hermano. Con todas mis fuerzas, tomé un impulsó y arranque las partes del cuerpo de mi hermano devorándolas una a una. No debía dejar nada de él. Lo devoré todo.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Yo pedí está manifestación de su poder divino, no podía ahora cancelar todo solo por miedo… miedo a que el ser que descansa dentro del altar sea más fuerte que yo. ¡No!

La fiesta había empezado en buenas condiciones. Cecilia, ya con una pancita importante, servía a los invitados. Estaban allí, entre otros, los cuatro compañeros de colegio de Américo y Mauricio. Este último debía reprimir un impulso de matarlos, cortarles los cuellos, sacarles los ojos… ¡Nada de eso podía hacerles!
-¿Pasa algo Mauricio? –El que le dirigía ahora la palabra era Horacio Vera-
Vera tenía, como los otros cuatro compañeros, un hábito desagradable… Fumaba.
-No, nada, estaba pensando…
-¿Pensando? ¿Estás seguro? ¿No es mucho trabajo eso para vos?
Los amigos, que habían escuchado la respuesta de Vera, se rieron a carcajadas.
-No, fue un chiste, no lo tomes a mal…
-No pasa nada –lo tranquilizó Mauricio- siempre les gusto bromearme, desde que estábamos en primaria… ¿Por qué iba eso a cambiar ahora? ¿Más champagne?
-Sí, por favor…
Mauricio estaba trabajando psicológicamente a sus cuatro enemigos. Y lo estaba haciendo muy bien.
-Che, Vera, no nos dijiste a que te dedicaste en todo este tiempo –dijo el doctor Díaz dando un trago largo a su gaseosa-.
-Puse un prostíbulo VIP cerca del río… Es una zona maravillosa, los muchachos que salen a la mar y vuelven a los días, vienen desesperados para poder tener sexo… y del mejor –dicho esto, extendió su mano e hizo un brindis consigo mismo, luego bebió de su vaso hasta dejarlo vacío- Voy a buscar algo para comer…
Dicho esto, desapareció entre la multitud que bailaba en el salón de fiestas.
-¿Qué les parece el trabajo de este? –dijo Iván Sánchez- Conociéndolo como lo conocemos debe tener un harén de chicas lindas y exóticas.
-Cambiemos de tema, la prostitución no es un tema que me guste –dijo Mauricio, y todos se echaron a reír- ¡Es verdad! –Replicó algo furioso y enojado-.
-¿No me vas a decir que nunca pagaste por sexo? –Exclamó entre risas el gordo Marito-
-Eso –Replicó el flaco Miguel Contreras- Vos siempre anduviste atrás de Pamela, ¿En que quedó eso?
-En nada, me enteré de que ella se ganó la lotería… diez millones de pesos…
-Bueno, con respecto a Pamela… acá está –dijo Vera a sus espaldas-.
Mauricio se dio vuelta y vio, al lado de Vera, a una chica rubia y de ojos celestes. Llevaba un vestido celeste largo hasta las rodillas y un sombrero de paja decorado con unas rosas rojas las cuales eran cruzadas por una cinta gruesa Celeste.
-Como Américo nos dijo que invitáramos a cuantos compañeros de curso encontremos, y yo justo la encontré por el centro de la ciudad de compras con una amiga –aclaró Vera- bueno chicos, creó que nos vamos a ayudar en la cocina…
Sus compañeros se fueron a dar una mano en la cocina. Cuando los dejaron solos, Mauricio comenzó a caminar alejándose de la gente y del bochinche de la música. Pamela lo siguió callada. Había algo que no era normal en aquel hombre. Lo miró de arriba abajo y pensó que ese porte caballeroso era digno de él.
Llegaron a la puerta del salón, él la invitó a salir y la secundó inmediatamente.
Mauricio la miró caminar delante de él, era un sueño hecho realidad. El corazón le latía con fuerza.
-Mauricio –fue Pamela la que rompió el silencio- ¿Qué me hace tan especial en tu vida?
La pregunta lo sorprendió un poco, pero tenía la respuesta preparada desde hacia mucho tiempo.
-Nunca fui feliz y vos sos lo que más se parece a eso –Pamela estuvo a punto de decir algo pero optó por callarse y escuchar- Se que parece algo confuso y tal vez hasta podrías pensar que yo te impondría estar conmigo para lograr esa felicidad, pero desde aquella vez que me pediste el walkman en el colegio empecé a mirarte con otros ojos, ni como amigo ni como enemigo sino como el amor del cual jamás me olvidaría aunque pasaran los años, y mi objetivo en la vida fue este momento, ya no tengo motivos para seguir vivo.
Dicho esto Mauricio dejó sola a Pamela y volvió a la fiesta. Aunque aún le latía con fuerza el corazón decidió no abandonar la misión.
Américo se encontraba con su esposa y sus amigos, pero al ver llegar a Mauricio salió a su encuentro.
-¿Qué pasa que traes esa cara? –Le preguntó Américo-.
-Es hora de terminar esta fiesta, acompáñame al baño –Dijo Mauricio serio- y de vengarnos… ¡Ahora!





Raziel Saehara
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