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Noche de soledad (novela)
#14
Capítulo V: Jugando al quemado.

Ariel vivía en la capital federal en un barrio de nombre “Flores”, él vivía con su esposa y dos gemelos varones de nombre Alex y Gonzalo.
Si había algo que molestaba a Ariel de sus hijos era que eran muy despelotados. Siempre dejaban las cosas fuera de lugar. Ese día, Ariel, se dirigía a almorzar a la casa de su suegra. Si había aprendido algo de su padre era ser ordenado.
Su suegra vivía en caballito, cerca de una pizzería... ¿Como era que se llamaba? Tenía un nombre italiano. No lo recordaba ya que él no hablaba ese idioma.
Los niños jugaban con un encendedor. Ellos tenían solo seis años. Alex agarraba los cigarrillos de su padre y hacia de cuenta que fumaba.
-Alex, deja ese cigarrillo dentro de la caja... -dijo Ariel mientras frenaba en un semáforo- ... cuando sean grandes y fumen pueden usar ese encendedor... -dijo él mirando a sus hijos a través del espejo retrovisor- dejen ya eso... ¡¿Qué demonios fue eso?! -Una sombra cruzó él auto por delante, las ventanas se cerraron y las puertas se trabaron- ¡¿Qué demonios pasa acá?!
La sombra de Adán se sentó en el asiento junto al conductor.
-¡¿Quién...?! ¡¿Quién sos?! -Dijo asustado Ariel-.
-Soy una sombra de Adán... me han contratado para matarte...
-¡¿Quién?!
-¡Ghomikian!
En ese momento la sombra pisó el acelerador, justo en el momento en que se puso en verde el semáforo. El coche aceleró a una velocidad jamás pensada. La sombra abrió la guantera y sacó una botella de alcohol etílico. Ariel lo miró aterrado.
-¿Qué vas a hacer con eso? -Preguntó entre gritos Ariel-.
-¡Matarte! ¡Matarte! ¡Matarte! -Repitió la sombra mientras reía, la sombra hizo estallar la botella de alcohol e hizo prenderse fuego el coche mediante el encendedor que tenían los niños. El auto se le salió de control y pasó a través de una vidriera de un bar donde casi mata a dos personas.
Los niños ya se encontraban inconscientes a causa del humo, pero si seguía así iban a morir. Alguien se acercó para ayudarlo.
-Abrí, por favor, abrí –El humo se hacía cada vez más espeso, ya estaba casi desmayado, toda su vida pasó en ese momento.
¿Qué había hecho mal? ¿A cuantos había defraudado? ¡Ghomikian! ¿Por qué lo quería muerto? Él era consciente de que muy bien no se llevaban cuando iban al colegio. Ariel se la pasaba molestándolo por su forma de hablar. Y ahora, era tiempo de su revancha.
Ariel apoyó la cabeza contra el volante y se durmió. Ya pronto dejó de existir el dolor. Sus dos hijos y él se estaban prendiendo fuego. Todo había acabado.
-Ghomikian, ganaste vos esta vez… Lo siento.
El auto explotó en miles de llamas que pronto quemaron todo el bar
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
-¡Guau! ¿Esta es mi casa? -Exclamó Maxi cuando bajo del taxi-.
El edificio contaba con cinco pisos y ocupaba media manzana. Miró hacia dentro del edificio y vio a sus tres hermanas: Julieta, Marina y Johana.
Julieta era la mayor (24), estudiaba en la universidad y trabajaba en un edificio de Floresta una vez por semana -generalmente los fines de semana-; después estaba Marina, la del medio (18), no estudia ni hacía nada, era una mantenida; y, por último, Johana (13) era una niña inteligente como pocas veces se ha visto. Muchos en la villa le decían “Irene Adler”, era la única mujer que venció en inteligencia al viejo Sherlock.
Las tres chicas bajaron las escaleras que separaban a su hermano de ellas.
Julieta se acercó despacio y le dijo al oído: ¿Se puede saber que hiciste ahora Ben?
-Acá no, entremos.
Los cuatro entraron en la casa y Maxi les explicó todo. Él ahora era un ex militar retirado, por supuesto dentro del proyecto “Antrak”, y tenía una misión. Investigar al vecino de nombre Mauricio Justino Ghomikian.
-¿Que hizo el tipo ese? -Le dijo Johana- ¿Hizo algo malo?
-Parece que sí, aunque aún no se sabe, hay otros como yo investigando a ex alumnos de la escuela a la que fue Pamela...
-Así que de eso se trata, ¿Eh? -Dijo Julieta- Vos serías el buchón de la gorra.
-Sí, algo así, ustedes no se preocupen por mi misión. De eso me encargo yo.
Marina no opinó, estaba cansada de todo eso, y molesta porque la sacaron de su cama para llevarla a ese “Palacio”, ella se levantó y buscó su habitación en todo ese lugar.
Marina, al igual que las otras dos chicas, pensaba en sus amigos. No eran los mejores que tenían pero eran los únicos que había. Maxi les dijo que ya no podrían volver a ver a sus ex amigos nunca más. Nunca.
Maxi decidió ir a dar una vuelta por el barrio, conocer a los que serían sus nuevos vecinos. Decidió ver primero a los vecinos de los pisos superiores. Salió a la puerta, que daba a un corredor y caminó por un pasillo muy alumbrado. Las paredes estaban alfombradas de color rojo con una tela muy suavecita. Siguió mirando mientras caminaba y vio en la tela que adornaba la pared unas figuras. Era un hombre peleando con un dragón.
-San Jorge y el dragón -dijo una voz a sus espaldas, era Alvarenga-Disculpe que lo haya asustado, desde luego que no era mi intención, mi nombre es Enrique Alvarenga -Hizo una reverencia muy educada, se enderezó y le entregó una de las tarjetas suyas a Maxi- esta es mi tarjeta...
- Sr. Enrique, mi nombre es Maximiliano Guarino...
-¿Guarino? Conocí otro Guarino hace algún tiempo, unos treinta y ocho años atrás, era un tipo que me caía bien, lastima que después se dió por el alcohol y murió de Cirrosis... he notado que no dejas de mirarme a los ojos, ¿Acaso le gusta mi color de ojos?
-¿Eh? No, no es eso -se apresuró a decir Maxi- perdone usted...
-No hay de que disculparse y, por favor, no me trate de usted -aclaró Enrique- le pediré que me tutee, si no es mucha molestia -pidió cortésmente a Maxi- este color de ojos es una rareza de nacimiento, soy el único en el mundo que posee este color.
-¿Y usted es... digo... vos vivís en alguno de estos departamentos?
-No, he venido a ver al dueño del edificio, Mauricio se llama -Alvarenga sacó un estuche y, de él, un puro- es dueño de la cadena de pizzerías “Il noble formaggio”, ¿Las conocés? -Enrique dio una pitada larga al cigarro, como si lo quisiera acabar en esa misma pitada- Son muy famosas.
-Sí, las he escuchado nombrar.
-Bueno, tengo que irme, un gusto señor Guarino -Le extendió una de sus manos en señal de amistad, al cual gesto también extendió su mano Maxi-.
-El gusto es mío.
Alvarenga miró al joven como si este lo hubiese descubierto todo. ¿Habrá sido así?
-Bueno, nos vemos –saludo Enrique-.
-¡Qué tipo raro! -Pensó Maxi después de que él se fuera- Tiene pinta de ser el malo de la película... Ni modo...
Maxi caminó por el edificio en el sentido contrario al que se había ido Alvarenga. Esos ojos púrpura, juraría que los había visto en algún otro lado antes. Pensó hasta el cansancio donde había visto esos ojos púrpura. No lo consiguió, más tarde de seguro lo haría. Ya se acordaría.
Paseó por el vecindario, sin irse muy lejos por supuesto y volvió a su casa. Ya era muy de noche, había estado toda la tarde fuera, haciendo uso de la tarjeta “Master Price” que le habían otorgado en la PFA (Policía Federal Argentina), comprando lo que sería la comida de esa noche. Con el tema de la mudanza, se había olvidado que había dejado a las hermanas solas. Al llegar al edificio caminando, ya que había dejado el coche en el garaje, vio a un hombre entrando. Este hombre, tal vez pensando que le iban a robar, se apuró a entrar.
-Espere, no cierre -Dijo Maxi y al ver que el hombre se hacía el distraído, se apuró en llegar- Espere, yo vivo acá también... -aclaró justo cuando el hombre se proponía a cerrarle la puerta en las narices- soy Maxi, el nuevo vecino, el ex militar.
Al hombre se le aflojaron las piernas pero recuperó estabilidad después de confirmar su identidad.
-Menos mal, por un momento pensé que usted me iba a robar -dijo en un suspiro aquél hombre- mi nombre es Mauricio...
-¿Mauricio Ghomikian? ¿El dueño de las pizzerías?
-Así es.
-Un gusto en conocerlo, mi nombre es Maximiliano Guarino, militar retirado de las Fuerzas Aéreas Argentinas -simulo hacer la veña militar llevándose la mano a la cabeza- ¡A su servicio señor! -Gritó Maxi, simulando haber recibido formación militar-.
-Sí, sí, como sea... espero que disfrute su estancia en este edificio, aquí todos son empresarios, usted es el único que no lo es. ¿Vive con su esposa?
-No, soy soltero, tengo algo picando por ahí, pero nada sólido por el momento.
-Ya veo... ¿Subimos por el ascensor? -Preguntó Mauricio
-Creo que sí, estas bolsas pesan mucho.
-¡Uy! Disculpe, no me di cuenta de las bolsas, ¿Lo ayudó?
-Le agradecería -exclamó entre jadeos Maxi. Mauricio se agacho y Maxi pudo sentirle el olor a humo en su ropa.- ¿Usted fuma?
-No, ¿Por qué lo dice?
-Tiene olor a humo…
-Es que estuve en un incendio en un bar, donde estaba tomando un café con un amigo, un auto que se incendiaba entró por la ventana y quemó todo -dijo algo triste- un ex compañero del colegio iba en ese auto con dos chicos, lamentablemente murió -dijo él fingiendo una lamentación-.
-Bueno, aquí es donde vivo… espero que algún día salgamos juntos Ghomikian… -dijo Maxi y le extendió la mano-.
-Eso espero… -Ghomikian estrechó su mano y tuvo una visión-.
Vio pasar frente a sus ojos la vida de ladrón que había llevado aquel chico, vio las veces que había caído preso y como, ahora, se había unido a la policía.
-¡Ey! ¿Estás bien? -le preguntó Maxi-.
Este había caído de rodillas al suelo y le sostenía la mano a Guarino. Ghomikian se puso serio de golpe y dijo “estoy bien” miró como con odio a Maxi y se fue sin decir nada.
-¿Qué le habrá picado? -Se preguntó Maxi- ¿Habrá descubierto la verdad?
Esa noche fue una cena pacifica en esa casa, pero algo había pasado desde el momento en que le había dado su mano como muestra de afecto.





Raziel Saehara
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