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Noche de soledad (novela)
#2
Capítulo I: La sombra de la muerte.

Mauricio Justino Ghomikian era un chico callado e introvertido. No le gustaba salir ni tener amigos. Las chicas que le gustaban no toleraban su forma de hablar (arrastrando las palabras y escupiendo saliva para todos lados) por eso él se aislaba de todos sus compañeros. Se consideraba indigno del amor de tan bellas chicas. Nadie le hablaba, nadie jugaba con él. “¿Para que jugar conmigo? ¿Quién sería tan imbécil?” se preguntaba él. Miraba para todos lados en el patio del colegio y veía chicos divirtiéndose intercambiando figuritas y hablando de sus dibujos animados favoritos: El zorro, Popeye el marino, Mazinger Z y otros de esos que a él le gustaba ver en la televisión por cable. ¿Quién querría jugar con él?
Mauricio suspiro y saco de su mochila un Walkman marca Pony que le había regalado su tía. Una chica de cabellera rubia se le acercó. Era hermosa, estaban juntos desde primer grado. Pero ella, como el resto de las chicas, jamás le había dirigido la palabra. ¿Quién querría hacerlo?
-Mauricio -la chica se había animado a decir su nombre sin que le temblara la voz, sin dudas había algo raro en esa chica- ¿Me prestarías el Walkman? Lo sabía, sabía que algo raro había en aquella chica, era una interesada.
Mauricio, resignado, le entregó el Walkman. ¿Hacía eso la diferencia? Nadie lo iba a odiar menos ni más por hacerlo.
-¿Querés venir a escuchar música con nosotras? -Le propuso la chica- es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
Más interés creado. La chica le proponía “amistad” a cambio de “Protección”. No, no iba a aceptar.
-No gracias, prefiero quedarme acá solo que ser tú mulo -le contestó Mauricio a la chica- No me interesas.
La chica lo miró llena de odio. ¿Quién se creía que era aquel estúpido para tratarla así? Ella le ofrecía su amistad y él se lo agradecía así.
La chica se fue ofendida, llegó donde las demás chicas y se pusieron a cantar canciones de la época. Asunto olvidado.
-¿Qué rápido olvida el ser humano verdad? -la voz venía de uno de sus amigos más importantes: Américo Rodolfo Díaz.
-¡Ame! ¡Vos si que me entendés! -le dijo Mauricio- Se creen que porque son lindas pueden hacer lo que quieran.
-Sí, son unas idiotas -le respondió Américo- la mente de los seres humanos es algo interesante de verdad.
Esto era algo que pasaba muy a menudo. Algún chico lo invitaba a jugar a la pelota y Mauricio se negaba. Le gustaba mucho ir a la casa de Américo y jugar al Family hasta largas horas de la noche.
La mamá de Américo, Norma, se enojaba cuando ellos tenían que estudiar y, en ves de eso, jugaban al Family. Américo y Mauricio tenían los mismos gustos por los videojuegos. Jugaban al Mario Bros. 3, ese juego se hizo famoso en la época por tener un Mario que volaba y un Luigi que caminaba.
En una ocasión, Américo lo invitó a comer y le contó que él era su único amigo y con el que mejor se llevaba.
Ellos dos tenían algo que los unía y su amistad era algo que no se iba a romper tan fácil. En aquella época estaba de moda el NES o, como se lo conoció en Argentina, Family Game System.
Habían pasado ya varios años de aquello. Él tenía ahora 35 años y no había logrado olvidar a aquella chica que había sido dueña de su corazón. Había cambiado su forma de vestir, su habla y había reformado hasta su mente yendo a grupos con problemas de socialización. En ese lugar aprendió a ser más considerado y paciente con el resto de las personas.
Ese día, una señora, clienta de la casa de pizzas, vino a quejarse por la mala atención que había recibido por parte de uno de los empleados de Mauricio. Ese empleado, que era uno de los más nuevos, discutía acaloradamente con la señora.
Mauricio se acercó donde ellos y le preguntó a la señora que le sucedía.
-¡Su empleado me trató de una manera que no corresponde! ¡Lo voy a denunciar con derechos del consumidor! ¡Especialmente a usted! -Gritó la señora nerviosa- ¡Voy a... a...! -La señora no pudo resistir y los nervios hicieron que le diera un golpe de presión.
-¡Lucas! ¡Llama ahora mismo al 107! ¿Hay algún médico acá? -Gritó desesperado Mauricio.
-Yo soy médico -dijo un hombre alto y fornido de barbilla cuadrada y bien afeitada, llevaba una cola de caballo en el pelo y unos anteojos comunes- ¡Abran paso!
La gente muchas veces es bien intencionada, pero esa intención muchas veces se convierte en un estorbo. Este era el caso. El médico trató de pasar abriéndose paso entre la gente pero tardó unos segundos en llegar donde estaba la anciana desmayada.
Se arrodilló delante de ella y le tomó el pulso.
-¡Está viva! Tengo mi auto en la puerta, ayúdenme a levantarla por favor -pidió el médico a Mauricio, él accedió sin dudarlo-.
Juntos, el médico y Mauricio llevaron a la anciana al hospital. Allí la recibieron y le dieron el tratamiento de emergencia.
A los pocos días de sucedido aquello, la hija de la señora presentó las disculpas a Mauricio y le dió las gracias por salvar a su madre que estaba senil. La señora le explicó que su madre estaba pasando por un periodo de afectación ya que su marido había fallecido. Al parecer la anciana no había soportado la muerte de su esposo y contrajo el Síndrome de Demencia Senil (SDS); y de está manera todo quedó solucionado.
Lo único que preocupaba a Mauricio era aquella chica rubia que no había logrado olvidar en tantos años.
Sacó una foto del bolsillo y la puso en el escritorio. Aquella chica era todo lo que quedaba de su pasado. Había perdido contacto con Américo e incluso tal vez ya se hubiese casado y todo.
-¿Qué será de tú vida Ame? -se preguntó mientras miraba las fotos del colegio donde aparecía aquella chica rubia hermosa, la mismísima Gorosito que se había ganado la lotería hacía poquito. Tuvo suerte. Él Tuvo que trabajar duro para obtener todo ese dinero.
Se preguntó si Pamela se habría casado, o quizás hasta tenido hijos.
Por otro lado, Ghomikian si había hecho su vida a gusto: Se casó, se separó y le quedó de esa relación un hijo que mantener.
Facundo Anastasio Ghomikian era el nombre de su hijo. Su ex mujer lo dejó por un tipo más joven, y eso que él era joven, tenía en aquella época 28 años. Fue hasta el modular y se sirvió una medida de Whisky.
-¿Qué he hecho de mi vida? Mi esposa me dejó, la chica de la que siempre estuve enamorado es millonaria y, producto del dinero, seguramente ya tiene un montón de hombres tras ella -Pensó él en voz alta- Además hablo solo. ¡Que triste es mi vida!
Tomó un trago largo de Whisky y dejó el vaso sobre una toalla que estaba debajo de la botella de aquel preciado líquido. ¿Qué haría?
-Solo me queda recurrir a Él, es la única solución.
Su estudio, solitario y triste, estaba en un cuarto posterior al living, entre la cocina y la escalera que conducía a la habitación de descanso.
Su hijo Facundo estaba en casa de su madre. ¡Ah! ¡Que tiempos dorados aquellos cuando salía con la madre del niño! Este año se recibiría de psicóloga. Habían planeado un viaje al extranjero, Haití más exactamente, pero por el asunto del gran terremoto sucedido allí ese año, el viaje no iba a ser posible.
Una sombra se movió detrás de él. Mauricio suspiro. Se dio la vuelta y encaró a esa sombra.
-¿Qué querés? Ya le dije a tu amo que va a tener lo que corresponda cuando corresponda -dijo tajante Mauricio- ¿Venís a eso verdad? ¿Venís por el pacto?
-Mi amo se impacienta Ghomikian, él no ha notado cambios en tu status...
-Ya te lo dije y te lo repito, cuando pactamos tendrá lo que él desea... Ahora ándate -terminado de decir esto, la sombra se enrolló y se convirtió en apenas unas volutas de humo.
Mauricio simulaba tener coraje frente a la sombra pero en realidad tenía miedo... como nunca lo había tenido.
Decidió ir a descansar, total por lo que le quedaba de vida. Pronto tendría que decidir... ¿Cambiar el Status o seguir así?
Pronto tendría que decidir. Muy pronto.





Raziel Saehara
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