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Siguiendote hasta la muerte.
#3
Capitulo III: Alguien en quien creer.

Volvió a su casa. Había llorado todo el viaje de vuelta y no estaba para nada animado. ¿Qué sería ahora de su vida? Necesitaba tiempo. Quería estar solo con sus pensamientos. Su vida no era lo que realmente esperaba. No tenía trabajo –antes trabajaba de canillita- y ni siquiera de una pensión disponía.
Al regreso a su casa pasó a visitar a Matías. Estaba más triste que nunca. Al bajar del colectivo se dirigió a esa casa. En la puerta estaba Jenny.
-¿Cómo te fue?
-Cortamos… pero extrañamente no me siento triste… Me siento libre…
-Eso decís ahora, pero… Ni modo, vos sabrás.
En realidad, Benjamín, no entendía como era que se sentía feliz si era que la extrañaba. Además que no la iba a volver a ver… ¡Jamás!
Llegó a su casa luego de volver de la casa de Matías, se echó en la cama, y lloró muy amargamente. ¿Acaso valió la pena ir a verla y sufrir el doble?
Esa noche comenzó devuelta la pesadilla. Él como Gatasbael matando, asesinando… y llorando.
Pasaron los días. El halopidol lo estaba matando. Ya su corazón no latía. Estaba al borde de la sobredosis.
Pero… algo ese día lo salvó.
En la casa de Benjamín se guardaba la bicicleta de su madre en la cocina frente a la heladera. Ese día no se sentía bien, para variar, estaba encerrado con llave, su madre la había puesto para que no se escapase. Una de sus hermanas, la más chica, le pidió que le abriera el candado de afuera.
En parte el candado en la puerta de afuera estaba puesto por su abuela, Elsa, que se quería escapar ya que decía que esa no era su casa. Tenía demencia senil.
Benjamín se paró de la silla y lo último que recordó fue que la bicicleta de su madre se le caía encima.
Al despertar, se dio cuenta de que estaba en el frío suelo de su casa en un charco de sangre. Dos personas gritaban pidiendo ayuda. Eran sus dos hermanas mas una vecina.
Al parecer al pararse de golpe, y por acción de la medicación, se desmayó y se golpeó la cabeza causándose una herida importante en el cuero cabelludo.
Adriana llegó del trabajo y lo llevaron a la salita. Allí un medico lo vio.
-¿Qué toma él?
Ahí Adriana le explicó la medicación. Todo lo que tomaba.
-Señora, estos desmayos son normales del punto crítico del halopidol. Le sugiero que se lo saque y consulte en Open Doors.
Dicho y hecho. Al día siguiente viajaron hasta Luján. Benjamín durmió todo el viaje. Al llegar ahí los atendió la doctora Margarita.
-¿Qué pasó mamá que los veo antes por acá?
Adriana explicó el episodio donde él se había sentido bien para luego contarle el episodio donde se había caído.
-¿Sentiste un cosquilleo en los pies? –Inquirió la doctora, a lo que Benjamín asintió- Bien, vamos a retocar la medicación –Preparó una receta rosada y se la entregó al enfermero, que por cierto lo miró como con odio. ¿Sería uno de los que quebró?
-Vas a tomar Risperidona, es un poco más Light, no te preocupes –Lo tranquilizo la doctora.

Días después Benjamín se sintió mejor y comenzó a pensar en su futuro. ¿Qué haría ahora que se sentía mejor. Estaba triste, eso era inevitable. Pero necesitaba sentirse útil. Pasaban los días y mientras por dentro lloraba por fuera trataba de mantenerse fuerte.
Había cambiado sus hábitos. Ya no dormía tanto, empezó a bañarse con más asiduidad y a afeitarse: La promesa había terminado.
Pasaron unas semanas hasta que comenzó a pensar en Dios. ¿Quién era? ¿Qué hacía? ¿Qué lo hacía diferente a nosotros? Ese día, mientras limpiaba vio pasar por enfrente de su casa dos testigos de Jehová… De chico, él había estudiado con os testigos, Quizás fuera su destino.
Pasó el tiempo y entró con los testigos. Su vida, aunque marcada por la tristeza, ahora era parecida a la felicidad ya que tenía alguien en quien creer.





Raziel Saehara
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Mensajes en este tema
Siguiendote hasta la muerte. - por Raziel_Saehara - 20-03-2012, 12:27