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El destripador (Light Novel)
#2
Capitulo III: Otra muerte.

Había pasado un día sin noticias tanto de Gustavo como del destripador.
Según informes de Inteligencia Bonaerense y Federal “El destripador” atacaba entre las zonas de Villa Bosch, San Martín, Caseros, El Palomar, Villa Maipú y Billingursth.
Hasta el momento habían sido doce ataques esparcidos en forma simétrica.
Con el asesinato de González iban dos ataques a Linyeras en esa zona.
A ninguna persona le interesan esas personas pobres y abandonadas a su suerte, pero nadie y repito NADIE tiene derecho a quitarle la vida a otro. Esa era mi forma de vida.
En aquellos momentos estaba revisando los papeles de otro asesinato. Como sabrán no es trabajo fácil, debo constatar que todo el papeleo esté en orden y preparado por si algún fiscal de algunas de las tantas cámaras delictivas me los llegase a pedir.
En el momento en que me preparaba para ir a casa, Otto entró en la sala jugando con su clásico Yo-Yo. Parecía un chico con su juguete preferido.
-Dice el jefe que quiere vernos a ambos ahora… -Hizo énfasis en ésta última palabra.
Me presenté tal y como el jefe López me había pedido. Golpeé la puerta y entre sin esperar respuesta. Otto me seguía muy pegado a mí.
-¿Nos mandó a llamar jefe?
-Sí, así es –dijo él, se paró y cerró la puerta detrás de Otto, luego se sentó sobre el escritorio y nos miró a ambos dos- Liberatori y Van Houten, mis dos mejores hombres –dijo en un tono jovial- claro, si es que vos –o sea yo, Clara- fueras hombre –Nadie rió- Sí, chiste malo –dijo más para sí mismo que para otros- escúchenme, acaba de pasar algo inaudito en la morgue –se mordió el labio antes de continuar- Scozzarella fue asesinado.
Ese día lloré como nunca había llorado. Fue un día oscuro. Él jefe me dio el día libre, lo aproveché tomando unos calmantes y durmiendo un poco.
Me pregunté todo el día como es que había muerto. No tenía ante decentes. Era un tipo tranquilo. No molestaba a nadie. Pero por un momento olvidé algo… algo que de solo haberlo descubierto hubiese resuelto el caso instantáneamente. El brillo… ¿Qué era?

Capitulo IV: Expandiéndose.

Era medianoche en la localidad de Santos Lugares, Buenos Aires. Lucas Cuyo, un ex gendarme y experto en combate cuerpo a cuerpo –Además de un prolífico Karateka- caminaba con su novia por la Av. La Plata. Iban felices y eso Él no lo soportaba. No iba a permitir que nadie fuera feliz.
Cuyo y su acompañante doblaron en una esquina y vieron un cine abierto. ¿A estas horas? Se preguntó. Algo andaba mal. No se escuchaban ruidos dentro del cine, ni siquiera estaba el boletero en la taquilla. Además el cine estaba nuevo. Sin graffitis en las paredes o basura típica de ese lugar en el suelo.
-Cintia espérame acá.
-¿Dónde vas? No me dejes sola…
-Nunca te voy a dejar.
Le dio un beso amoroso y entró al cine.

Cintia esperaba afuera. Algo se movía allí. Ella lo sabía por que vio su sombra. Ella tenía miedo. Sentía que él se acercaba. ¿Correr o quedarse? Se dio vuelta y lo vio.
-Sos vos, ¿que haces acá? Y encima así abrigado.
Cintia se tranquilizó aquel sujeto era su amigo. Pero algo la intranquilizaba. No parecía el mismo de siempre.
El sujeto encapuchado sacó algo de su bolsillo.
-¿Qué haces?
-Tu felicidad termina acá.
Con un ágil movimiento de su mano cercenó la cabeza de la chica que no tuvo tiempo ni de gritar.

Lucas salió del cine pensando que se debía haber visto como un idiota. Al ser la última función del día, el taquillero se había ido ya a su casa. Había barrido la calle y había limpiado todo antes de irse. La película que estaban dando allí era condicionada por eso el volumen era bajo. Además, las paredes del cine estaban recién pintadas por eso no había graffitis como en otros cines.
Volvió donde su novia lo esperaba. Ella estaba esperándolo allí cruzando la calle justo debajo de un farol. Estaba pálida y parecía triste. Cruzó corriendo la calle y la abrazo al llegar junto a ella. Algo le salpicó la cara. Despegó el cuerpo de Cintia del suyo y… ¡No tenía cabeza!
El chorro de sangre que salía de allí lo desesperó. Quiso auxiliar a su novia pero pronto se dio cuenta de que nada podía hacer él allí.
El destripador reía. Lucas podía escucharlo pero no podía verlo.
Y así la obsesión empezó…

Capitulo V: Momento de dolor.

La oficial Liberatori llegó a la escena del crimen a las siete en punto.
Todavía su rostro estaba surcado por marcas que indicaban que había estado llorando y además parecía triste… De hecho lo estaba. La muerte de su ex compañero de secundaria, el prolífico Scozzarella, había avivado las llamas de la venganza.
No le importaba que el destripador matara a los linyeras… ¿Pero sus amigos? ¿Por qué?
Lo pensó unos instantes mientras mostraba su identificación al guardia que vigilaba la escena del crimen. Observó que la psicóloga Gabriela Sturt perteneciente a la división “Calma y Seguridad” (CYS) trataba de lidiar con un hombre totalmente apesadumbrado.
Ese debía ser el ex agente de gendarmería Cuyo…
-¿Lucas si no me equivoco? –dijo ella al acercarse al ex agente.
-Así es –dijo conteniendo unas lágrimas que imploraban salir.
La psicóloga la miraba despectivamente. Definitivamente se conocían. En una ocasión, en el caso de Ricardo Barreras, tuvieron una discusión Desde ese momento Gabriela la había odiado.
-No se di te diste cuenta pero este hombre está psicológicamente inestable.
-Este hombre nos podría ayudar a resolver el caso del destripador.
-Lo siento detective –Dijo él bajando su mirada al suelo y jugando nerviosamente con sus manos- pero no vi al asesino.
Por un momento pensó que él sabía algo que no quería decir, pero pronto desistió.
-Bien, descanse…
Alguien le tocó la espalda, era Otto. Tenía un rostro triste. Lucas había sido también un compañero suyo cuando entrenaban en CQC.
Lucas lo miró y no hicieron falta más palabras. Se abrazaron y lloraron juntos enjugando uno las lágrimas del otro.
La petisa los dejó ahí, abrazados, lamentándose uno del otro. Eso le recordó a su amigo Scozzarella. Pero nada lo traería devuelta… Nada.
-Clara –dijo la psicóloga poniéndole una mano en el hombro.
La petisa comprendió que estaba de más allí. Se fue a hablar con uno de los oficiales a cargo. Se presento como la detective Liberatori de la división homicidios.
Estaba charlando con el oficial cuando Otto se le acercó. Tenía los ojos rojos y el rostro surcado por las lágrimas.
Pasó a su lado pero no la miró. Se notaba a la legua que tenía bronca. Decidió dejarlo. Ya se le iba a pasar. En aquel momento recordó algo que un psicólogo de la UBA (Universidad de Buenos Aires) le había dicho cuando ella perdió a su padre: “El hombre es un animal de compañía. Cuando la muerte injustamente se lleva lo que uno ama piensa que es el fin del mundo pero en realidad es el principio de una nueva vida, sin esa persona, pero es solo un cambio. Es como si nunca hubiese existido”. Después de eso se comió un sopapo de parte de la petisa. Pero en cierta manera había comprendido lo que quiso decir.
-Oficial Liberatori –dijo una chica a sus espaldas. Ella se dio vuelta y la miró.
-¿Hermanita?
La “Hermanita” de la petisa era tan petisa, valga la redundancia, como su hermana mayor.
Romina Liberatori, conocida en la jerga policial como “Venenito”, estaba ejerciendo también de detective en la comisaría décimo tercera de Santos Lugares en el partido de Tres de febrero; y, a diferencia de La petisa, Venenito había desarrollado un Coeficiente Intelectual de doscientos puntos.
-¡Tanto tiempo sin verte hermana! Desde la muerte de mamá.
-Desde que te mudaste, ¿No?
-Sí, ahora soy independiente –comentó La petisa.
-Y yo soy feliz –le contestó Venenito- ¿Cuánto estás midiendo?
-¡Como si te lo fuera a decir!
-Medís una cabeza más que yo, así que calcúlale… ¿Metro sesenta más o menos?
-No te pases de lista conmigo…
Romina a veces era insoportable pero ese día…





Raziel Saehara
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El destripador (Light Novel) - por Raziel_Saehara - 13-02-2012, 20:07