Por un lado, valoro esta fecha por ser el único "día patrio" que realmente une a las personas dentro de una identidad común.

Por el otro, me amargué con "La noche de los lápices", el ciclo de telefé que hubo el año pasado y expecté secuencias de tortura desde el libro "Nunca Más" (si alguien sabe qué utilidad tiene conocer -y por consiguiente "aprender"- acerca de la existencia de diversas técnicas de tortura, que por favor me lo diga)

No comparto el dolor y la amargura. Se que fue una mierda lo que pasó. Pero por un lado noto que el único motivo por el cual se le da bola a este asunto es porque se tiene en claro el poder del que carecen las fuerzas militares, aunque la sociedad no se haya fortalecido un carajo. Siguen habiendo gettos (de los que, irónicamente, muchos de sus residentes se niegan a abandonar por ser un estilo de vida).

Yo no necesito que me recuerden un dolor. Si me aplasto un dedo con un martillo, lo menos que quiero es que me recuerden que tengo el dedo hecho mierda. Distinto es el caso a, por ejemplo, concientar a alguien de que tiene cáncer, porque le hacés saber que tiene un mal, aunque sería de mal gusto recordárselo todos los años.

En plena democracia se secuestró y torturó a Jorge López y sin embargo no hay una conmoción global; o sea, son todos guapos para hablar del "nunca más" pero en la práctica no afectan a la sociedad.


Es por esto que considero que como medida cultural está buena. Eventos muy recomendables para los aficionados al rock nacional, la amargura, el sadomasoquismo y los relatos tristes.

No se cuántos otros países pueden estar orgullosos de haber sido unos terribles perdedores para luego terminar "triunfando" por obra y gracia de un "deus ex machina" épico.

Sin embargo, si el recordar todas estas cosas sirve para mejorar nuestra actual situación, bienvenido sea.