29-11-2011, 14:39
(II)
¡Despierta! ¡Despierta!
Ghomikian abrió los ojos lenta y pesadamente. Algo le decía que ya no estaba en su casa. Apenas abrió los ojos vio a su amigo Américo.
-Quédate quieto, sufriste una “Inmolación espiritual”.
Su amigo le había puesto un pañuelo mojado en la cabeza para tratar de bajarle la fiebre. Mauricio se resignó solo porque era su amigo quien lo atendía. La mirada de Américo era lánguida y silenciosa, como si fuera la mirada de un ave a punto de morir.
-¿Qué pasa Américo?
El doctor suspiro. Sabía que en el aquel cuarto aquellos que albergaban un pasado oscuro perdían su memoria. Américo por supuesto no guardaba ningún pasado oscuro, pero Ghomikian tenía un pasado muy oscuro. Tal vez sería mejor dejarlo ahí… ¡No! ¡Lo necesitaban! Ghomikian había pasado mucho tiempo con Alvarenga.
-No recordás nada ¿verdad?
-Solo mi pasado, vos incluido… ¿Dónde estamos Ame? Esto no es tú casa.
Américo rió.
-Esto es una prisión en la dimensión “Memorex” –Le explicó cuando pudo detener su risa- En ésta dimensión todas las personas que esconden un pasado oscuro solo recuerdan ese pasado y nada más.
-Es cruel –Acotó Ghomikian- pero supongo que así es como debe ser.
-Mauricio, recién, cuando estabas durmiendo, nombraste a tu hermana…
-Supongo que así ha de ser… lo escondí mucho tiempo… todo empezó antes de que mi hermana muriera de Leucemia…
…Ese día nos levantamos temprano. Mamá y papá habían salido de viaje, pero en teoría. Como recordarás mis padres eran agentes bancarios, así que nunca estaban en casa. Mi hermana Lucrecia era cuatro años mayor que yo. Ella era bonita por donde se la viera. Rubia, ojos celestes y pelo largo lacio hasta la cintura. Además era flaquita, al contrario mío que era medio gordito. Desde los seis años que venía realizándole sexo oral a mi hermana… Pero ahora yo tenía catorce y ella dieciocho. Nuestros deseos, nuestra carnalidad, había cambiado. Perdimos el control. Mientras hacíamos el amor y nos desplazábamos desnudos de cuarto en cuarto, íbamos dejando destrozos a nuestro alrededor. Si eso solo hubiese sido el problema… Mis padres llegaron en silencio o nosotros no los escuchamos ya que estábamos en medio del acto sexual. Ellos entraron y vieron el desastre que habíamos hecho. Mi padre fue a buscar al vecino, ¿Te acordas de Jorge, el que era de la federal? Bueno, lo fue a buscar a él. Mientras, mi mamá entraba en los cuartos armada con una de las pistolas que le habían vendido hacía unos días hasta que entró en el que estábamos nosotros. Casi se desmaya. Allí estábamos. Lucrecia y yo haciendo el amor en la cama matrimonial de mis padres…
… A ella la encerraron en un convento de monjas hasta que murió de Leucemia y a mi me mandaron a un psicólogo. Tenía miedo de enamorarme. No quería…
Américo se quedó pensativo unos instantes.
-¿Cómo conociste a Enrique? ¿Qué te prometió?
-Lo conocí en la secundaria. Allí se acercó a mí y me ofreció un trato: Mi hijo, cuando lo tuviera, por la muerte de mis ex compañeros… pero si ahora me pongo a analizar la propuesta… ¡Yo era el equivocado.! Mis compañeros nunca se metían conmigo, sino que era yo quien no les quería hablar. Tenía miedo sabes…
-¿Miedo?
-Al rechazo, a no ser aceptado tal cual soy.
-Necesitas descansar, voy a dejar la puerta abierta, cuando creas necesario salir y ver la realidad, solo hazlo.
Américo se puso en pie y Mauricio se acostó.
-¿Hay tiempo para salvar a los demás… y a mi hijo?
-Si te lo propones, nada es imposible.
Américo cerro la puerta y un grito desgarrador se escuchó. Pero no era un grito de dolor, sino de tristeza proveniente del alma de aquel que ha sufrido.
En alguna dimensión paralela, probablemente un Kenzora, Alvarenga y el niño se encontraban juntos. Estaban allí parados en un suelo que no existía. Frente a ellos se extendía un valle de fuego y azufre. Un portal se abrió justo donde estaban ellos esperando.
-Bienvenido a casa “The Reaper”…
-¿Quién sos?
-¿Qué quien soy? Ni más ni menos que tu creador y como tal puedo hacer con vos lo que quiera.
-Yo no tengo dueño…
Alvarenga estiró una de sus manos justo en el momento en que The Reaper estiró uno de sus puños. Reaper comenzó a retorcerse de dolor. ¿Qué estaba pasando? ¡Él era poderoso!
-¿Quién sos demonio?
-Vos lo dijiste… un gran demonio… Necesito tu ayuda… Tráeme a Gorosito… la necesito.
-¿Gorosito? ¡Nunca! ¡Ahaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Está bien, está bien! Vos ganas… -El dolor menguo- ¿Qué queres que haga?
-Tráeme a tu ex y te voy a llenar de oro y riquezas…
-Como quieras…
Y así de Reaper desapareció, solo quedaron Facundo y Enrique en la inmensidad de la nada.
-¿Qué hago padre?
-Todavía nuestro turno no ha llegado, vamos hay que encontrar a alguien en esta dimensión…
-¿de quien se trata?
-Un antiguo amigo que me debe favores… Aquí lo conocen como “el jefe”.
Solo su nombre causaba escalofríos en aquel mundo y era algo que no podían remediar.
Américo decidió investigar un poco más a Enrique. No lo conocía en absoluto. No sabía quien era ni cuales eran sus poderes. ¿Pero como investigar algo que apenas conocía? ¿Quién podría hablarle acerca de Enrique?
Otra cosa que en aquel momento le molestaba era el paradero de Lalo. Cuando lo había llamado por teléfono “Alguien” lo había atendido y le había dicho, si mal no recordaba, que Lalo ya no estaba en este mundo. Eso, a su entender, no significaba que estuviera muerto. Podría estar en cualquier lado, cualquiera de los cien mundos que la organización controlaba era valido para esa información. Claro que llamarlo al celular no iba a resultar. A menos que tengan una antena de celular compatible con la de este mundo.
La sala en la que se encontraba el doctor era circular. Alrededor de las paredes de la sala se veían unas maquinas. Algunas servían solo si se investigaba en algunos de los macro mundos y otros solo servían en los nuestros.
La puerta plegadiza, que estaba cerca de Américo, se levanto y dio paso a dos de sus más importantes agentes en Latinoamérica: Roxana “Melody” Juárez y Julián “La parca” Napolitano.
-¿Llegamos tarde? –Inquirió Melody- ¿Nos perdimos de algo?
-No aún no. Parca, ¿De donde conoces a Enrique? Lo conocías de antes ¿verdad?
-Sí, así es –La parca aún no había abierto sus ojos- Nos conocemos hace muchísimo tiempo, tanto que ya ni recuerdo… pero no tengo por que contar mi historia, lo único que voy a contarte es que antes yo era una parte de su cuerpo.
Una de las premisas de “La organización” es no obligar a nadie a hablar de su pasado.
-Todos tenemos un pasado que esconder, ¿Verdad Doc?
-Ni hablar…
Todos allí, en especial Américo, tenían un pasado oculto. Un pasado que, sino hubiesen obrado en busca de ayuda, los hubiese matado.
-¿Pudiste averiguar el paradero de Lalo? -Inquirió La parca.
-No, alguien debería entrar y revisar mundo por mundo
-Yo iré –dijo Melody.
-Prepararé el “Pantorum”
Américo y Julián estaban de acuerdo. La habilidad de Melody para visitar aquellos mundos y disfrazarse de “quien viva allí” era única. Solo ella podía realizar aquella misión.
El Pantorum era una maquina que les permitía entrar a distintos mundos mediante el uso de sus habilidades únicas.
La puerta del Pantorum se abrió y ella entró dejando a sus compañeros atrás.
-¿Y ahora? ¿Cómo vamos a buscar a Enrique?
-Tal vez, si lográramos que pisara este mundo podría sentir su olor… -dijo la parca-… Pero temo que lo que va a venir no es bueno. Por experiencia se que un trato con Enrique es un trato hasta la muerte.
-¿Un trato hasta la muerte eh? –Se preguntó Américo más para sus adentros que otra cosa.
Américo decidió que era posible que Enrique atacara a sus ex compañeros de secundaria, lo que le daba una oportunidad de vigilar por cámaras los alrededores de esos compañeros. Se sentó y esperó.
Estaba amaneciendo en la ciudad. Pamela estaba acostada. No había olvidado la charla que tuvo con Murdock y recordaba a cada momento las palabras de Ghomikian. No entendía por que le había dicho monstruo Mauricio, que vivía ahí donde ella ya que se lo había cruzado en la puerta del Country, parecía cambiado. Hacía un tiempo le había escrito una carta. ¿Por qué no la había reconocido? Ella, a pesar de no haberlo visto en mucho tiempo, lo reconoció.
Se dio vuelta para uno de los costados de la cama. Pensaba también en su familia. Como había sufrido la perdida de sus seres. Si no hubiese sido por la plata que había ganado…
Un sonido, como si fuera una alarma, comenzó a escucharse en toda la casa. Pamela se levantó y fue despacio al living que es de donde provenía aquel ruido.
-¿Qué demonio…?
El regalo que le había hecho Miguel Osuna estaba brillando y alumbraba a algo… o más bien a alguien…
-Tati…
-No, desde que salí de ese infierno mi nombre a cambiado, ahora soy “The Reaper”.
¡Despierta! ¡Despierta!
Ghomikian abrió los ojos lenta y pesadamente. Algo le decía que ya no estaba en su casa. Apenas abrió los ojos vio a su amigo Américo.
-Quédate quieto, sufriste una “Inmolación espiritual”.
Su amigo le había puesto un pañuelo mojado en la cabeza para tratar de bajarle la fiebre. Mauricio se resignó solo porque era su amigo quien lo atendía. La mirada de Américo era lánguida y silenciosa, como si fuera la mirada de un ave a punto de morir.
-¿Qué pasa Américo?
El doctor suspiro. Sabía que en el aquel cuarto aquellos que albergaban un pasado oscuro perdían su memoria. Américo por supuesto no guardaba ningún pasado oscuro, pero Ghomikian tenía un pasado muy oscuro. Tal vez sería mejor dejarlo ahí… ¡No! ¡Lo necesitaban! Ghomikian había pasado mucho tiempo con Alvarenga.
-No recordás nada ¿verdad?
-Solo mi pasado, vos incluido… ¿Dónde estamos Ame? Esto no es tú casa.
Américo rió.
-Esto es una prisión en la dimensión “Memorex” –Le explicó cuando pudo detener su risa- En ésta dimensión todas las personas que esconden un pasado oscuro solo recuerdan ese pasado y nada más.
-Es cruel –Acotó Ghomikian- pero supongo que así es como debe ser.
-Mauricio, recién, cuando estabas durmiendo, nombraste a tu hermana…
-Supongo que así ha de ser… lo escondí mucho tiempo… todo empezó antes de que mi hermana muriera de Leucemia…
…Ese día nos levantamos temprano. Mamá y papá habían salido de viaje, pero en teoría. Como recordarás mis padres eran agentes bancarios, así que nunca estaban en casa. Mi hermana Lucrecia era cuatro años mayor que yo. Ella era bonita por donde se la viera. Rubia, ojos celestes y pelo largo lacio hasta la cintura. Además era flaquita, al contrario mío que era medio gordito. Desde los seis años que venía realizándole sexo oral a mi hermana… Pero ahora yo tenía catorce y ella dieciocho. Nuestros deseos, nuestra carnalidad, había cambiado. Perdimos el control. Mientras hacíamos el amor y nos desplazábamos desnudos de cuarto en cuarto, íbamos dejando destrozos a nuestro alrededor. Si eso solo hubiese sido el problema… Mis padres llegaron en silencio o nosotros no los escuchamos ya que estábamos en medio del acto sexual. Ellos entraron y vieron el desastre que habíamos hecho. Mi padre fue a buscar al vecino, ¿Te acordas de Jorge, el que era de la federal? Bueno, lo fue a buscar a él. Mientras, mi mamá entraba en los cuartos armada con una de las pistolas que le habían vendido hacía unos días hasta que entró en el que estábamos nosotros. Casi se desmaya. Allí estábamos. Lucrecia y yo haciendo el amor en la cama matrimonial de mis padres…
… A ella la encerraron en un convento de monjas hasta que murió de Leucemia y a mi me mandaron a un psicólogo. Tenía miedo de enamorarme. No quería…
Américo se quedó pensativo unos instantes.
-¿Cómo conociste a Enrique? ¿Qué te prometió?
-Lo conocí en la secundaria. Allí se acercó a mí y me ofreció un trato: Mi hijo, cuando lo tuviera, por la muerte de mis ex compañeros… pero si ahora me pongo a analizar la propuesta… ¡Yo era el equivocado.! Mis compañeros nunca se metían conmigo, sino que era yo quien no les quería hablar. Tenía miedo sabes…
-¿Miedo?
-Al rechazo, a no ser aceptado tal cual soy.
-Necesitas descansar, voy a dejar la puerta abierta, cuando creas necesario salir y ver la realidad, solo hazlo.
Américo se puso en pie y Mauricio se acostó.
-¿Hay tiempo para salvar a los demás… y a mi hijo?
-Si te lo propones, nada es imposible.
Américo cerro la puerta y un grito desgarrador se escuchó. Pero no era un grito de dolor, sino de tristeza proveniente del alma de aquel que ha sufrido.
En alguna dimensión paralela, probablemente un Kenzora, Alvarenga y el niño se encontraban juntos. Estaban allí parados en un suelo que no existía. Frente a ellos se extendía un valle de fuego y azufre. Un portal se abrió justo donde estaban ellos esperando.
-Bienvenido a casa “The Reaper”…
-¿Quién sos?
-¿Qué quien soy? Ni más ni menos que tu creador y como tal puedo hacer con vos lo que quiera.
-Yo no tengo dueño…
Alvarenga estiró una de sus manos justo en el momento en que The Reaper estiró uno de sus puños. Reaper comenzó a retorcerse de dolor. ¿Qué estaba pasando? ¡Él era poderoso!
-¿Quién sos demonio?
-Vos lo dijiste… un gran demonio… Necesito tu ayuda… Tráeme a Gorosito… la necesito.
-¿Gorosito? ¡Nunca! ¡Ahaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Está bien, está bien! Vos ganas… -El dolor menguo- ¿Qué queres que haga?
-Tráeme a tu ex y te voy a llenar de oro y riquezas…
-Como quieras…
Y así de Reaper desapareció, solo quedaron Facundo y Enrique en la inmensidad de la nada.
-¿Qué hago padre?
-Todavía nuestro turno no ha llegado, vamos hay que encontrar a alguien en esta dimensión…
-¿de quien se trata?
-Un antiguo amigo que me debe favores… Aquí lo conocen como “el jefe”.
Solo su nombre causaba escalofríos en aquel mundo y era algo que no podían remediar.
Américo decidió investigar un poco más a Enrique. No lo conocía en absoluto. No sabía quien era ni cuales eran sus poderes. ¿Pero como investigar algo que apenas conocía? ¿Quién podría hablarle acerca de Enrique?
Otra cosa que en aquel momento le molestaba era el paradero de Lalo. Cuando lo había llamado por teléfono “Alguien” lo había atendido y le había dicho, si mal no recordaba, que Lalo ya no estaba en este mundo. Eso, a su entender, no significaba que estuviera muerto. Podría estar en cualquier lado, cualquiera de los cien mundos que la organización controlaba era valido para esa información. Claro que llamarlo al celular no iba a resultar. A menos que tengan una antena de celular compatible con la de este mundo.
La sala en la que se encontraba el doctor era circular. Alrededor de las paredes de la sala se veían unas maquinas. Algunas servían solo si se investigaba en algunos de los macro mundos y otros solo servían en los nuestros.
La puerta plegadiza, que estaba cerca de Américo, se levanto y dio paso a dos de sus más importantes agentes en Latinoamérica: Roxana “Melody” Juárez y Julián “La parca” Napolitano.
-¿Llegamos tarde? –Inquirió Melody- ¿Nos perdimos de algo?
-No aún no. Parca, ¿De donde conoces a Enrique? Lo conocías de antes ¿verdad?
-Sí, así es –La parca aún no había abierto sus ojos- Nos conocemos hace muchísimo tiempo, tanto que ya ni recuerdo… pero no tengo por que contar mi historia, lo único que voy a contarte es que antes yo era una parte de su cuerpo.
Una de las premisas de “La organización” es no obligar a nadie a hablar de su pasado.
-Todos tenemos un pasado que esconder, ¿Verdad Doc?
-Ni hablar…
Todos allí, en especial Américo, tenían un pasado oculto. Un pasado que, sino hubiesen obrado en busca de ayuda, los hubiese matado.
-¿Pudiste averiguar el paradero de Lalo? -Inquirió La parca.
-No, alguien debería entrar y revisar mundo por mundo
-Yo iré –dijo Melody.
-Prepararé el “Pantorum”
Américo y Julián estaban de acuerdo. La habilidad de Melody para visitar aquellos mundos y disfrazarse de “quien viva allí” era única. Solo ella podía realizar aquella misión.
El Pantorum era una maquina que les permitía entrar a distintos mundos mediante el uso de sus habilidades únicas.
La puerta del Pantorum se abrió y ella entró dejando a sus compañeros atrás.
-¿Y ahora? ¿Cómo vamos a buscar a Enrique?
-Tal vez, si lográramos que pisara este mundo podría sentir su olor… -dijo la parca-… Pero temo que lo que va a venir no es bueno. Por experiencia se que un trato con Enrique es un trato hasta la muerte.
-¿Un trato hasta la muerte eh? –Se preguntó Américo más para sus adentros que otra cosa.
Américo decidió que era posible que Enrique atacara a sus ex compañeros de secundaria, lo que le daba una oportunidad de vigilar por cámaras los alrededores de esos compañeros. Se sentó y esperó.
Estaba amaneciendo en la ciudad. Pamela estaba acostada. No había olvidado la charla que tuvo con Murdock y recordaba a cada momento las palabras de Ghomikian. No entendía por que le había dicho monstruo Mauricio, que vivía ahí donde ella ya que se lo había cruzado en la puerta del Country, parecía cambiado. Hacía un tiempo le había escrito una carta. ¿Por qué no la había reconocido? Ella, a pesar de no haberlo visto en mucho tiempo, lo reconoció.
Se dio vuelta para uno de los costados de la cama. Pensaba también en su familia. Como había sufrido la perdida de sus seres. Si no hubiese sido por la plata que había ganado…
Un sonido, como si fuera una alarma, comenzó a escucharse en toda la casa. Pamela se levantó y fue despacio al living que es de donde provenía aquel ruido.
-¿Qué demonio…?
El regalo que le había hecho Miguel Osuna estaba brillando y alumbraba a algo… o más bien a alguien…
-Tati…
-No, desde que salí de ese infierno mi nombre a cambiado, ahora soy “The Reaper”.
Raziel Saehara