14-09-2011, 15:18
Mauricio cerró el diario y vio que su empleado estaba llegando. Bajó de su auto con el periódico en la mano y lo saludó con un estrechón de manos. Luego de sacar la puerta y levantar la persiana, comenzaron a entrar sus empleados, que llegaron luego de unos minutos, ellos son: Miguel Contreras y Claudio Gauna. Uno está casado y el otro tiene novia, pero nunca sabe cual es cual.
Se pusieron a amasar, mientras Mauricio ponía la radio y escuchaba el noticiero. Decían que iba a haber lluvia para los próximos cinco días. Eso lo tenía sin cuidado, la lluvia no afectaba su negocio y en ese lugar no se inundaba casi nunca. A veces un poco de agua se filtraba pero nada grave.
-¿Todo bien? Lo noto preocupado Le dijo Javier mientras tiraba la masa al aire y la volvía a atrapar.
-¿Yo? No, nada que ver, es más ¡Estoy feliz! El negocio va de diez, mi vida también, ¿Qué más puedo pedir?
-¿Viste la chica que desapareció? Comentaba Miguel a Claudio- Dicen que era de por acá cerca
-Ey, ustedes dos, dejen de hablar y trabajen los regaño Mauricio- Si vuelven a hablar de esa chica en mi presencia, los despido. ¿Escucharon?
-Si dijeron los aludidos.
-Esto es suyo le dijo Javier y le extendió el sobre con el dinero del día anterior- ¿Se lleva también los registros?
-Así es le contestó Ghomikian- el dinero del mes va a estar depositado hoy. Dentro de un rato voy a pasar por el banco y les deposito sus sueldos.
Mientras él hablaba, una señora mayor de unos noventa y tantos años, entró en el local.
-¡¡¡Vengo a presentar mi queja!!! ¡¡¡Quiero hablar con su jefe!!! Gritaba una y otra vez la señora, mientras Claudio la intentaba calmar. En el local, un médico que era cliente habitual, la miraba sorprendido ante la ofuscación de la señora. El hospital estaba a la vuelta de la pizzería.
Mauricio agarró a la señora por el hombro, pero ésta se le desmayó allí mismo. Él médico la agarró justo en el momento que la señora se iba a golpear la cabeza con el mostrador.
-¡Llamá al 107 Claudio! Gritó Ghomikian.
-Tranquilos, yo soy doctor
El médico se agachó y le tomó el pulso. Este estaba lento pero firme.
-Esta bien, su pulso es normal para su edad, ayúdenme a subirla al auto.
Mauricio, ayudó al medico a subir a la señora al auto y ellos se fueron al hospital.
Él médico, era bajo de estatura pero hay que admitirlo- era lindo de cara. Pelo negro azabache y unos ojos verdes espectaculares, además de una mandíbula bien formada.
Entraron en la guardia con la mujer desmayada, justo cuando a ella se le caía el documento con la billetera y todo. Un asistente del hospital la levantó y la llevó con él.
Mauricio esperaba fuera de la sala hasta que el médico volviera.
-¡Que desastre! ¡Espero que la vieja no se muera!
Sonó el celular en su bolsillo y Mauricio salió afuera a atenderlo.
-Hola
-Hola Mauricio, soy Enrique ¿Cómo anda mi cliente favorito?
-En este momento no muy bien, estoy en el hospital a la vuelta del negocio. Una señora se desmayó en mi negocio.
-Lo siento ¿Te parece que llame más tarde?
-No pasa nada, decime
-¿Leíste el periódico de hoy?
-Sí, me encantó lo que hiciste -Mauricio miró que nadie lo observara- ¿Qué hiciste con el cadáver?
-Lo guardé En realidad no está en ningún lado.
-¿Cómo?
-Vos no te preocupes, deja todo en mis manos.
-OK, confío en vos.
Mauricio colgó el teléfono y volvió a la sala de esperas. Allí lo estaba esperando el doctor.
-¿Qué pasó Doctor? ¿Está bien la señora?
-Sí, pide hablar con usted, voy a necesitar su nombre para informarle a la familia quien fue el que la trajo.
-Sí, como no -fueron hasta un trípode donde había un libro enorme, el médico lo abrió y le dijo: ¿Su nombre?
-Mi nombre es Mauricio Ghomikian.
-¿Qué? ¿Ghomikian?
-Sí, ¿Por qué? Mauricio miró a los ojos al médico- ¿Nos conocemos?
-Por supuesto que nos conocemos Veo que no me reconoces, claro, eh cambiado mucho en once años ¡Soy tu amigo Américo!
-¿Américo? Pero vos tenías los ojos negros
-Lentes de contacto.
-Debí imaginarlo La vida es un pañuelo ¿eh? Mírate, estás hecho todo un profesional de la salud.¿Que más podes pedir?
-Sí admitió entre risas- aunque hay veces que no me gusta ser quien soy.
-Américo, escuchame, ahora estoy medio apurado, este contratiempo me distrajo un poco Mauricio sonrío socarronamente- a que hora tenés el cambio de guardias.
-No lo sé, no estoy seguro, tengo que cubrir los dos puestos por que el médico que tenía que hacerme el relevamiento está con parte de enfermo ¿Tenés Celular?
-Sí, por supuesto
-Dame tú número y te mando un mensaje de texto cuando este desocupado ¿De acuerdo?
-Sí
Ghomikian le dio su número al doctor Díaz y, después de un largo abrazo, cada uno volvió a su camino.
Ghomikian volvió caminando a la pizzería. Mientra volvía sacó su celular y lo llamó a Enrique. Esté no lo atendió inmediatamente sino que lo dejó sonar varias veces.
-¿Qué pasó Mauricio? Le contestó Enrique al momento de atenderlo- para que vos me llames tiene que ser grave.
-No bromees escuchame, vos me pediste que si encontraba a alguno de mis ex compañeros te avisara
-¿A quien encontraste?
-Américo Rodolfo Díaz, resulta que ahora es doctor y trabaja a la vuelta de mi negocio.
-¿Lo querés muerto?
Mauricio hizo un silencio y luego de unos segundos dijo:
-No, para él tengo otros planes.
Lentamente el destino movía sus agujas y esto recién empezaba.
Una chica rubia poseedora de una mirada penetrante estaba buscando lo que sería su nueva casa. Ella se llamaba Pamela Gorosito. Viajaba en su auto junto al agente de ventas.
-Este barrio es muy seguro, casi no hay robos y cuando llueve casi no se inunda -Le decía el agente.
Los agentes de ventas son únicos. ¿Dónde se vio un barrio donde no haya delincuencia o inundaciones? Pamela no masticaba vidrio. De pronto, a su izquierda vio un Country.
-¿Tiene alguna casa en venta allí? Le preguntó ella- Me gustaría vivir ahí.
-¿Ahí? Sí, tengo una casa ahí está casi al fondo, ¿Quiere verla?
-Sí, por favor
Pamela dirigió el auto a la entrada del country. Allí un hombre de seguridad les pidió documentos. El vendedor se identifico y les permitieron entrar.
Pamela condujo hasta donde le indicó el vendedor. El lugar era hermoso. Grandes fuentes con cascadas decoraban el lugar. Algunos árboles con su fruto delicado y aromatizante estaban por allí.
Llegaron hasta la casa, estacionaron el auto y descendieron del mismo.
Pamela observó el hermoso jardín y sus flores. A ella no le interesaba tanto la casa sino más bien los espacios verdes. Le importaba más descansar ahora que tenía plata. Había dejado su antiguo trabajo, era tejedora de overlock y recta en una fabrica de carteras tejidas.
Después de mirar la casa e inspeccionarla minuciosamente decidió que era una bonita casa.
-¿Y? ¿Qué opina? Le consultó el vendedor.
-Es una linda casa y el jardín que tiene delante es de mi agrado hizo un instante de pausa, como para ponerle misterio al asunto- Está bien, me la quedo.
El vendedor sacó la llave con la que anteriormente abrieron la puerta y le dijo:
-Es ésta, sírvase y le dio la llave- Como verá la casa está totalmente amueblada, usted también puede comprar el derecho al mobiliario y quedárselo si es que decide mudarse.
-Está bien, solo dígame cuanto es todo.
El vendedor le dio el precio y ella extendió un cheque por ese importe.
Mauricio depositó el dinero de los sueldos de Miguel y Claudio en las respectivas cuentas. De paso, volvió al jardín de infantes y espero a su hijo. Eran las 11:34 de la mañana, faltaban veintiséis minutos para que su hijo saliera del jardín de infantes. Enfrente del jardín había una plaza, allí se juntaban los padres de los niños y hablaban entre ellos. Mauricio casi no hablaba con nadie. Y si alguien se le acercaba, él los esquivaba. Solo hablaba con una chica: Débora se llamaba. Una chica pelirroja de curvas llamativas. Sus ojos eran del color del café antes de ser plantado.
-Hola Saludó la chica- Has llegado temprano hoy
-Sí, encima con este calor se hace insoportable la espera
-Sí, para colmo empezaron las clases antes No entiendo como la presidenta permite eso.
-Y Esto es Argentina Ambos rieron jovialmente.
-Mauricio, mañana es el cumple de Rodrigo, me preguntaba si querrías venir Lo invitó la chica tímidamente.
-¿En serio? Débora asintió, ruborizándose su hermoso rostro- Vaya No se que decir...
-Si no quieres no hay problema La chica no se atrevía a mirar a la cara a su interlocutor y Mauricio supo lo que le estaba costando a ella hacer eso- Podemos dejarlo para otro momento.
-No, iré Nunca me habían invitado antes a un cumpleaños Accedió Mauricio- ¿A que hora es?
-A las cinco y media de la tarde Débora buscó en su bolso una invitación y se la entregó- Aquí tienes, sin ella no podrás entrar.
-Bien, gracias.
Las puertas del jardín de infantes se abrieron y los niños eran entregados a sus padres o a alguien autorizado. Facundo estaba en la salita celeste casi en el pre-escolar.
Mauricio agarró a su hijo y subió al coche. Puso algo de música, le gustaba el rock & roll. Condujo hacia su casa pero le sonó el teléfono. Aprovechó que había un semáforo y se detuvo allí.
-Hola.
-Mauricio, soy yo, Américo.
-Ah sí, ¿Qué pasó?
-En un rato salgo del trabajo. Tipo dos de la tarde. Espérame en el café enfrente de tú local.
-Ah, sí, estoy llevando a mi hijo a casa en un rato te espero ahí.
-Listo, quedamos así.
Pronto Américo y Mauricio se iban a volver a encontrar y a recordar viejas épocas. Muy pronto
Se pusieron a amasar, mientras Mauricio ponía la radio y escuchaba el noticiero. Decían que iba a haber lluvia para los próximos cinco días. Eso lo tenía sin cuidado, la lluvia no afectaba su negocio y en ese lugar no se inundaba casi nunca. A veces un poco de agua se filtraba pero nada grave.
-¿Todo bien? Lo noto preocupado Le dijo Javier mientras tiraba la masa al aire y la volvía a atrapar.
-¿Yo? No, nada que ver, es más ¡Estoy feliz! El negocio va de diez, mi vida también, ¿Qué más puedo pedir?
-¿Viste la chica que desapareció? Comentaba Miguel a Claudio- Dicen que era de por acá cerca
-Ey, ustedes dos, dejen de hablar y trabajen los regaño Mauricio- Si vuelven a hablar de esa chica en mi presencia, los despido. ¿Escucharon?
-Si dijeron los aludidos.
-Esto es suyo le dijo Javier y le extendió el sobre con el dinero del día anterior- ¿Se lleva también los registros?
-Así es le contestó Ghomikian- el dinero del mes va a estar depositado hoy. Dentro de un rato voy a pasar por el banco y les deposito sus sueldos.
Mientras él hablaba, una señora mayor de unos noventa y tantos años, entró en el local.
-¡¡¡Vengo a presentar mi queja!!! ¡¡¡Quiero hablar con su jefe!!! Gritaba una y otra vez la señora, mientras Claudio la intentaba calmar. En el local, un médico que era cliente habitual, la miraba sorprendido ante la ofuscación de la señora. El hospital estaba a la vuelta de la pizzería.
Mauricio agarró a la señora por el hombro, pero ésta se le desmayó allí mismo. Él médico la agarró justo en el momento que la señora se iba a golpear la cabeza con el mostrador.
-¡Llamá al 107 Claudio! Gritó Ghomikian.
-Tranquilos, yo soy doctor
El médico se agachó y le tomó el pulso. Este estaba lento pero firme.
-Esta bien, su pulso es normal para su edad, ayúdenme a subirla al auto.
Mauricio, ayudó al medico a subir a la señora al auto y ellos se fueron al hospital.
Él médico, era bajo de estatura pero hay que admitirlo- era lindo de cara. Pelo negro azabache y unos ojos verdes espectaculares, además de una mandíbula bien formada.
Entraron en la guardia con la mujer desmayada, justo cuando a ella se le caía el documento con la billetera y todo. Un asistente del hospital la levantó y la llevó con él.
Mauricio esperaba fuera de la sala hasta que el médico volviera.
-¡Que desastre! ¡Espero que la vieja no se muera!
Sonó el celular en su bolsillo y Mauricio salió afuera a atenderlo.
-Hola
-Hola Mauricio, soy Enrique ¿Cómo anda mi cliente favorito?
-En este momento no muy bien, estoy en el hospital a la vuelta del negocio. Una señora se desmayó en mi negocio.
-Lo siento ¿Te parece que llame más tarde?
-No pasa nada, decime
-¿Leíste el periódico de hoy?
-Sí, me encantó lo que hiciste -Mauricio miró que nadie lo observara- ¿Qué hiciste con el cadáver?
-Lo guardé En realidad no está en ningún lado.
-¿Cómo?
-Vos no te preocupes, deja todo en mis manos.
-OK, confío en vos.
Mauricio colgó el teléfono y volvió a la sala de esperas. Allí lo estaba esperando el doctor.
-¿Qué pasó Doctor? ¿Está bien la señora?
-Sí, pide hablar con usted, voy a necesitar su nombre para informarle a la familia quien fue el que la trajo.
-Sí, como no -fueron hasta un trípode donde había un libro enorme, el médico lo abrió y le dijo: ¿Su nombre?
-Mi nombre es Mauricio Ghomikian.
-¿Qué? ¿Ghomikian?
-Sí, ¿Por qué? Mauricio miró a los ojos al médico- ¿Nos conocemos?
-Por supuesto que nos conocemos Veo que no me reconoces, claro, eh cambiado mucho en once años ¡Soy tu amigo Américo!
-¿Américo? Pero vos tenías los ojos negros
-Lentes de contacto.
-Debí imaginarlo La vida es un pañuelo ¿eh? Mírate, estás hecho todo un profesional de la salud.¿Que más podes pedir?
-Sí admitió entre risas- aunque hay veces que no me gusta ser quien soy.
-Américo, escuchame, ahora estoy medio apurado, este contratiempo me distrajo un poco Mauricio sonrío socarronamente- a que hora tenés el cambio de guardias.
-No lo sé, no estoy seguro, tengo que cubrir los dos puestos por que el médico que tenía que hacerme el relevamiento está con parte de enfermo ¿Tenés Celular?
-Sí, por supuesto
-Dame tú número y te mando un mensaje de texto cuando este desocupado ¿De acuerdo?
-Sí
Ghomikian le dio su número al doctor Díaz y, después de un largo abrazo, cada uno volvió a su camino.
Ghomikian volvió caminando a la pizzería. Mientra volvía sacó su celular y lo llamó a Enrique. Esté no lo atendió inmediatamente sino que lo dejó sonar varias veces.
-¿Qué pasó Mauricio? Le contestó Enrique al momento de atenderlo- para que vos me llames tiene que ser grave.
-No bromees escuchame, vos me pediste que si encontraba a alguno de mis ex compañeros te avisara
-¿A quien encontraste?
-Américo Rodolfo Díaz, resulta que ahora es doctor y trabaja a la vuelta de mi negocio.
-¿Lo querés muerto?
Mauricio hizo un silencio y luego de unos segundos dijo:
-No, para él tengo otros planes.
Lentamente el destino movía sus agujas y esto recién empezaba.
Una chica rubia poseedora de una mirada penetrante estaba buscando lo que sería su nueva casa. Ella se llamaba Pamela Gorosito. Viajaba en su auto junto al agente de ventas.
-Este barrio es muy seguro, casi no hay robos y cuando llueve casi no se inunda -Le decía el agente.
Los agentes de ventas son únicos. ¿Dónde se vio un barrio donde no haya delincuencia o inundaciones? Pamela no masticaba vidrio. De pronto, a su izquierda vio un Country.
-¿Tiene alguna casa en venta allí? Le preguntó ella- Me gustaría vivir ahí.
-¿Ahí? Sí, tengo una casa ahí está casi al fondo, ¿Quiere verla?
-Sí, por favor
Pamela dirigió el auto a la entrada del country. Allí un hombre de seguridad les pidió documentos. El vendedor se identifico y les permitieron entrar.
Pamela condujo hasta donde le indicó el vendedor. El lugar era hermoso. Grandes fuentes con cascadas decoraban el lugar. Algunos árboles con su fruto delicado y aromatizante estaban por allí.
Llegaron hasta la casa, estacionaron el auto y descendieron del mismo.
Pamela observó el hermoso jardín y sus flores. A ella no le interesaba tanto la casa sino más bien los espacios verdes. Le importaba más descansar ahora que tenía plata. Había dejado su antiguo trabajo, era tejedora de overlock y recta en una fabrica de carteras tejidas.
Después de mirar la casa e inspeccionarla minuciosamente decidió que era una bonita casa.
-¿Y? ¿Qué opina? Le consultó el vendedor.
-Es una linda casa y el jardín que tiene delante es de mi agrado hizo un instante de pausa, como para ponerle misterio al asunto- Está bien, me la quedo.
El vendedor sacó la llave con la que anteriormente abrieron la puerta y le dijo:
-Es ésta, sírvase y le dio la llave- Como verá la casa está totalmente amueblada, usted también puede comprar el derecho al mobiliario y quedárselo si es que decide mudarse.
-Está bien, solo dígame cuanto es todo.
El vendedor le dio el precio y ella extendió un cheque por ese importe.
Mauricio depositó el dinero de los sueldos de Miguel y Claudio en las respectivas cuentas. De paso, volvió al jardín de infantes y espero a su hijo. Eran las 11:34 de la mañana, faltaban veintiséis minutos para que su hijo saliera del jardín de infantes. Enfrente del jardín había una plaza, allí se juntaban los padres de los niños y hablaban entre ellos. Mauricio casi no hablaba con nadie. Y si alguien se le acercaba, él los esquivaba. Solo hablaba con una chica: Débora se llamaba. Una chica pelirroja de curvas llamativas. Sus ojos eran del color del café antes de ser plantado.
-Hola Saludó la chica- Has llegado temprano hoy
-Sí, encima con este calor se hace insoportable la espera
-Sí, para colmo empezaron las clases antes No entiendo como la presidenta permite eso.
-Y Esto es Argentina Ambos rieron jovialmente.
-Mauricio, mañana es el cumple de Rodrigo, me preguntaba si querrías venir Lo invitó la chica tímidamente.
-¿En serio? Débora asintió, ruborizándose su hermoso rostro- Vaya No se que decir...
-Si no quieres no hay problema La chica no se atrevía a mirar a la cara a su interlocutor y Mauricio supo lo que le estaba costando a ella hacer eso- Podemos dejarlo para otro momento.
-No, iré Nunca me habían invitado antes a un cumpleaños Accedió Mauricio- ¿A que hora es?
-A las cinco y media de la tarde Débora buscó en su bolso una invitación y se la entregó- Aquí tienes, sin ella no podrás entrar.
-Bien, gracias.
Las puertas del jardín de infantes se abrieron y los niños eran entregados a sus padres o a alguien autorizado. Facundo estaba en la salita celeste casi en el pre-escolar.
Mauricio agarró a su hijo y subió al coche. Puso algo de música, le gustaba el rock & roll. Condujo hacia su casa pero le sonó el teléfono. Aprovechó que había un semáforo y se detuvo allí.
-Hola.
-Mauricio, soy yo, Américo.
-Ah sí, ¿Qué pasó?
-En un rato salgo del trabajo. Tipo dos de la tarde. Espérame en el café enfrente de tú local.
-Ah, sí, estoy llevando a mi hijo a casa en un rato te espero ahí.
-Listo, quedamos así.
Pronto Américo y Mauricio se iban a volver a encontrar y a recordar viejas épocas. Muy pronto
Raziel Saehara