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Tesis de un ángel cruel, tesis 3 (I)
#1
Hola. Son las 22:20 del Martes 25/10/2011. Acabo de tener un pesimo día y por suerte es suficiente por hoy. Mañana seguro que hay más :p en fin... acelerando un poco la historia y ya casi terminandola, si dios quiere el viernes posteo el ultimo capitulo de este cuento, estamos llegando a ese gran final. Gracias a los que comentaron y a los que me siguen en silencio. Abrazo y no dejen de leer. Comenten Big Grin

Tesis 3.
“Decisión”

Ese sábado me levanté como siempre a las nueve de la mañana. Desayuné un café con leche mientras miraba el noticiero.
Mientras escuchaba la ola de delincuencia y muertes sin sentido, con sentido solo para unos pocos –los asesinos y ladrones- una voz estalló nuevamente en mi cabeza.
-¿No sería lindo acabar con la delincuencia?
Tomé un sorbo de café. Decidí ignorar aquella voz que venía de mi mente.
-Te lo dejo pensar…
Seguí desayunando sin darle importancia a aquella voz. Hacía algún tiempo ésta voz –o puede que sea otra parecida- me había llevado por un mal camino. Se había instalado en mi mente e hizo algo imperdonable: tomó el control de mi cuerpo. El objetivo de “él” era una de mis amigas de la cual estuve enamorado por un tiempo. La lastimó tan profundo que hasta hoy sigue resentida.
Está voz influenciaba de alguna manera mí estado de ánimo: Si él era feliz yo también, después de todo somos dos en un solo cuerpo.
Una vez, hacia como un año ya, un medico japonés me había alertado sobre el peligro de la doble personalidad y la urgencia de medicarla. Me mandó dos pastillas: Risperidona y Akinetol. No sabía las funciones de ésta medicación. Las desconocía.
Lo importante era lo que me había dicho a mí y a mi mamá.
-Esto se controla ahora o después puede ser tarde.
-¿Qué pasa si no se lo medica? –Preguntó mi mamá.
-Puede haber daños para él y para los demás…
Yo no era conciente de lo que esas palabras significaban.
Seguí mirando el noticiero y miré, con asombro, que se estaba disponiendo para llover. Igual iba a salir de todas maneras.

Llegué al Abasto más temprano de lo que me había dicho ella. Esperé tan solo unos minutos. El cielo se estaba poniendo oscuro fuera, menos mal que yo estaba dentro del Shopping. Pero recordé que ella no. Preocupado salí a la puerta de aquel lugar y vi que Graciela venía corriendo bajo la lluvia que, por suerte para ella, recién había comenzado.
Entramos al Shopping y ella me dio un beso. Traía una mochila. Imaginaba lo que traía allí. La abracé como nunca abracé a nadie en la vida.
Yo ya estaba más relajado. Recordaba la primera cita y me reía solo. Yo también había llevado una mochila negra de la banda Yankee “Limp bizkit” y la mochila de ella era de otra banda Yankee: “Evanescence”. A mi también me gustaba esa música. Era triste. Hablaba de tristezas por la perdida de un amor y de suicidios. En fin…
-¿Qué hacemos? –Preguntó ella- ¿Vamos a los videojuegos?
-No sé, decidí vos… Pero antes tengo que contarte una cosa… vamos a buscar algún lugar para sentarnos –dije yo.
Subimos las escaleras en silencio. Después me enteré que ella pensó que yo quería dejarla. Totalmente lejano a la realidad.
Nos sentamos cerca del centro del salón de comidas. La miré a los ojos y le expliqué cual era el motivo por la que le había hecho subir hasta allí. La miré a sus ojos, en ellos podía ver un fulgor violáceo único, así que le dije:
-Graciela, dejé el colegio…
-¿Solo eso? –Me dijo ella y noté que la tensión en su cuello había desaparecido- Me asustaste. Pensé que ibas a dejarme.
-¿Yo dejarte? Hay que estar loco para dejar a una chica tan linda como vos.
-La verdad, sos el primero que me dice una cosa tan linda, siempre me han tratado de bicho.
-¡Quién que lo mato! –Ella rió y yo también. De repente vino a mí una imagen de un sueño que tuve cuando falleció mi abuelo Orestes.
En el sueño, comíamos en familia. Al lado mío estaba Graciela –o se le parecía mucho- pero faltaba mi hermanita Vanina. En eso, entra mi abuelo muerto, pero vivo, con mi hermanita en brazos.
-¿Qué haces vos acá? ¡Vos estás muerto!
-No lo estoy. Te voy a seguir a donde vayas.
Sus ojos se encendieron diabólicamente y yo desperté.
Bueno, la chica que estaba de mi novia en ese sueño era Graciela.
-Ey, ¿estás bien? –Graciela me acariciaba el rostro- Te pusiste pálido…
-No es nada. Simplemente que recordé un sueño…
-¿Un sueño?
-Sí –En ese momento le explique lo que había soñado- …
Ella dudó antes de contestar.
-Y… ¿Estás seguro que soy yo? Mira que después no hay marcha atrás…
-¿Quién necesita marcha atrás?
Sentí desde adentro, a pesar de la música y el barullo de las personas que allí estaban, un tronido.
-¿Te gusta ver la lluvia caer? –Pregunté yo.
-No me molesta, mientras no me moje.
-Tranquila, estando a mi lado ni la lluvia te va a tocar…
Nos paramos de nuestros asientos. Y ella se sentó de vuelta.
-¿Pasa algo? –inquirí yo preocupado.
-Nada, solo quería hacerte un préstamo de Mangas.
Los Mangas son como las historietas, solo que en formato libro y, la gran mayoría, en blanco y negro. Yo en mi mochila llevaba algunos y ella otros. Hicimos el intercambio y salimos a la puerta.
La lluvia me producía una sensación de tristeza. Como si hubiera perdido algo en el camino. Aunque esa sensación la tuve siempre que llovía, exceptuando la vez que yo produje la lluvia.
-¿Sabes que una vez yo produje una tormenta? –Le dije como si fuera tan natural como tomar un vaso de agua o masticar un chicle.
-¿En serio? ¿Podes controlar la lluvia?
-Sí y no –Aclaré yo- En realidad, era un día soleado –Metí las manos en el bolsillo del pantalón y saque dos caramelos menta cristal- ¿Querés?
-Me hace doler la cabeza pero bueno… Contáme, ¿Cómo fue? –Dijo ella mientras peleaba con la envoltura del caramelo, yo intenté sacárselo para pelarlo pero ella dijo que podía.
-Sí, vos decís… Estaba en la hora de “Educación física” –Era una materia del colegio- hacia un calor importante. Fui al baño a mojarme la cara y, mientras me tiraba agua en la cara, la magia entró en mi mente. Dije unas palabras en un idioma desconocido y apunté con mis manos al suelo. Inmediatamente, una serie de aros color azul se elevaron hacia el cielo. Salí del baño y observé para mi impresión mental que se había levantado una tormenta, la cual no estaba anunciada en ningún noticiero, impresionante. Mis compañeros subían a sus bicicletas. Yo, justo ese día, no había llevado mi vehículo. Así que llegué a casa empapado y asustado. Y así fue como forme la tormenta. Por cierto, tengo un familiar que me tiró una vuelta las cartas y me dijo que yo, en la otra vida, había sido un gran mago oscuro.
Graciela quedó impresionada y, con una voz débil, me dijo, tomándome el brazo y acercando su rostro al mío.
-Te quiero.
-Yo te quiero más –Y le toque amistosamente la nariz. El beso que siguió a eso hizo que me sintiera espectacular. Querido, especial. Ojo, mi familia también me quiere mucho, pero ellos no me dan “Ese” tipo de amor y cariño.
Estuvimos toda la tarde besándonos con la lluvia de fondo.
-Amor –Dijo ella en un respiro. El gusto del beso era a menta, culpa del caramelo- tengo algo que contarte.
-Mientras no me digas que te gustan las mujeres –Dije yo y reí. La risa no fue correspondida- ¿Te gustan las mujeres?
-Y… los hombres también.
Mi mundo se venía abajo. Dejé de abrazarla.
-¿Te decepcioné?
La voz en mi mente me decía:
-Úsala y después déjala, ¿Qué tienes que perder?
Yo tomé la re-compostura y dije:
-No, no es eso. Es que yo soy virgen con dieciocho años y vos con quince años ya… bueno, se entiende…
-¿Me Querés dejar? Si es así me voy.
La atmosfera que se respiraba era sofocante. Pasamos de jurarnos amor eterno a no mirarnos las caras.
Lo pensé mejor. ¿Qué tenía que a ella le gustaran las mujeres? ¿No podíamos ser felices igual?
Ella se levantó con los ojos lagrimeando. La había lastimado.
-Pará –dije yo tomando fuerzas- No te vayas. Esta historia recién comienza y no voy a permitir que te me escapes. Por más que seas lo que seas esa sos vos y no tenés por que ir pidiendo permiso a nadie.
La lluvia amainó un poco, mientras yo la tomaba de la cintura y la besaba. Ese fue un cierre espectacular. Y hasta el día de hoy no me arrepiento.
Nuevamente sentí que el sello de algo profundo y oculto, algo que está en mi alma, si es que acaso tuviera una, y arañara mi cuerpo desde adentro como si quisiese olvidar que somos dos.
Esa noche soñé. Estaba en el Shopping del Abasto. Escondido detrás de una estatua. Él me buscaba. ¿Qué quería de mí? ¿Qué podía darle a él? “Entrégate, dame tu dominio” “No quiero” “No te resistas” Me asomé y vi que había una persona igual a mí.
-¿Quién eres?
-Soy vos… en realidad soy lo que deseas ser… ¡Un asesino!
-Pero, yo no quiero matar… yo soy…
-¡Vos sos lo que nunca quise ser! ¡Esto es en lo que la tristeza debía convertirte! ¡Un verdadero asesino!
Desperté del sueño y algo raro paso. Me vinieron imágenes de mi asesinando niños. En esas imagines caminaba como Ninja y me movía entre las sombras. Llegaba hasta un árbol y ponía mi espada hacia abajo, como para ensartar, y al pasar alguien lo hería de muerte. Al matarlos, aparecía un ángel y se llevaba el cuerpo, dejándome solo allí. Todo esto fue una especie de visión, pero fue… tan real.





Raziel Saehara
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