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Siguiendote hasta la muerte.
#1
Siguiéndote hasta la muerte. (Continuación de Tesis de un ángel cruel)

Capitulo I: La vida después de la vida.

La noche fría y desalentadora lo ocupaba todo. Su corazón oscuro y frío sin una gota de sentimientos se destrozaba. Ella lo dejaba a él.
La desesperación y la desazón se apoderaban de él. ¿Qué podía hacer? No la quería perder.
La tomó del cuello y la miró a los ojos. Ella sufría. Le dolía como le dolía su corazón. ¿Quién se creía que era aquella estúpida? ¿Acaso pensaba que no podía vivir sin ella?
Nadie es imprescindible. ¡Sufre! ¡Muere!

Benjamín se despertó del sueño transpirado y llorando.
-¿una Lagrima?
Todas las noches era lo mismo. La pesadilla comenzaba desde el momento en que lo internaban en esa colonia: Open Doors. Nada era de su agrado en ese lugar.
Hacia tan solo un mes se le había detectado esquizofrenia paranoica. Él poseía doble personalidad. Gatasbael, así llamada por el entorno familiar, era una; La otra era Benjamín a secas.
Mientras que Benjamín era tranquilo, su alter ego no lo era. Odiaba a todos. A sus amigos y enemigos por igual. Pero, en el momento que necesito que su alter ego lo ayudara, solo se fue. Desapareció.
Hacía un mes que estaba tomando una serie de pastillas. Halopidol, un antipsicótico muy eficiente; Carbamazepina, un anticonvulsivo; Fluoxetina y Sertralina, dos antidepresivos; y por último Prometazina, o también llamado Fenergan, para dormir. Todo eso era su cóctel.
Su madre Adriana se levantó y vio a su hijo despierto y llorando. Lo único que repetía era “¿Cuándo me la van a devolver?” mientras las lágrimas le resbalaban de su rostro.
Adriana no sabía a quien recurrir. No podía dejar de administrarle la medición, de eso dependía el tratamiento farmacológico, pero lo veía tan deprimido. Una parte de ella quería recuperar a Benjamín tal cual era: Alegre, vivaz y con una chispa de inteligencia y buen humor que lo hacía especial… ¡Único!
-¡Quiero hablar con ella! –Repetía una y otra vez entre llantos- ¡Quiero pedirle perdón!
-No podés hijo… -Y con un abrazo benjamín se largo a llorar en brazos de su madre.

No iba a decirle nada de sus pesadillas, tal vez con el tiempo remitieran o se detuvieran.
La doctora Margarita Stoesser era su psiquiatra. Una señora mayor y rechoncha que no prestaba atención a las palabras de Adriana y Benjamín. Lo único que le interesaba era mantener tranquilo a este último.
El día del ingreso a la colonia de Open Doors en Luján, benjamín había mostrado su peor rostro: había utilizado a Gatasbael en un último esfuerzo. Primero fue un enfermero. Trato de inyectarle algo. Gatasbael le voló los dientes. No sabía de donde habían salido pero de pronto estaba peleando con diez enfermeros. Todos expertos en lucha. Incluso Karatekas. A uno le quebró los brazos. A otros tres las costillas. Hasta que uno al que creía noqueado se paró de repente y lo sujeto con los brazos, mientras otro le inyectaba una jeringa verde llena de Halopidol.
Instantáneamente tuvo la impresión de que su alter ego se combinaba con su propio cuerpo. Cayó al suelo mientras escuchaba las ambulancias llegar. Pero no eran para él, eran para los enfermeros. En un último suspiro vio que lo tomaban de un brazo y lo sacaban al frío pasillo. ¿No podía hacer nada? Ya estaba ¿No? ¿Que más podía hacer?
La pesadilla contaba todo eso. Y lo revivía todas las noches. Ahora se agregaba la escena del momento en que nació Gatasbael. El momento cúspide en que su mente falló a favor de la locura.
Todo era silencio y muerte. Deseaba matar… Destruir… Amasijar. Odiaba a los médicos. ¿Y sus amigos? ¿Dónde estaban? Todos aquellos que estaban a su lado cuando era Gatasbael… ¿Sé fueron? ¿Por qué lo dejaron? Solo uno quedó. Su amigo Matías, el leal. Lo visitaba continuamente junto a su novia, aquella que le había presentado Graciela su ex. Mirar a Matías progresar en su relación con Jenny lo ponía mal. Aunque todavía flotaban en el aire sus palabras proféticas. Un tiempo atrás, mientras tomaban unos mates con la mamá de Matías a Benjamín le vino la idea de que le leyera el tarot… Y en ese momento Benjamín vio el destino, lo que le esperaba a su amigo, y bajo un pequeño trance le dijo: “No la traigas a vivir con vos, háceme caso, te va a traer muchos problemas”. La advertencia estaba hecha. Solo había que esperar.
En tan solo unos meses la relación entre Jenny y Matías había prosperado mucho. Se veían a escondidas de su padre, el de Jenny, ya que trabajaba de noche en un supermercado de Palermo. Era en ese momento, cuando Roberto, el padre de Jenny, se iba a trabajar que Matías entraba a la casa y se quedaba ahí a dormir… y otras cosas.

Navidad llegó de forma abrasadora y destructiva. La familia, o lo que quedaba de ella, se preparaba para festejar. Las lagrimas brotaban del rostro de Benjamín. Un día antes se había enterado de que Jenny se había venido a vivir con Matías. Por un momento Benjamín pensó que todo lo que había profetizado no se iba a cumplir. De hecho un poco después de navidad su amigo Matías apareció por su casa.
-¿Qué haces Loco? –Saludó Matías- Te tengo novedades… -decía mientras acariciaba la panza de Jenny.
-¿Estas embarazada Jenny?
-Sí, de tres meses.
Sacando cuentas Benjamín se dio cuenta que estaba embarazada desde antes que él cayera internado.
-Me alegro por ustedes –Dijo Benjamín con pseudo-alegría. Era verdad, se alegraba por ellos, pero por otro lado temía a la profecía. Había muerte y destrucción en su futuro, de eso estaba seguro.
Vale aclarar que Graciela, la ex de Benjamín, estuvo internada también en un psiquiátrico. El plan había fallado. Nada había salido como Gatasbael quería.
Esa noche Benjamín tuvo un sueño.
Estaba caminando en el sueño por la calle dirigiéndose sin dudarlo a la casa de Graciela. Llevaba una Katana –espada japonesa- en su cintura. No había nadie en la calle. De pronto la bruma cubrió la calle y de las sombras salió su alter ego vestido como él.
-¿A dónde vas? –Preguntó Gatasbael.
-Quiero ver a mi novia…
-No puedo permitirlo. Vos fallaste, ahora es mi turno.
-¿Qué planeas hacer Gatasbael? –dijo él empuñando la Katana.
-Lo que vos no te animaste a hacer. Acaso lo olvidaste… Todo lo que hicieron ellos… Te la sacaron a la fuerza. Es hora de mi venganza.
En un segundo Gatasbael y Benjamín pelearon… Pero su alter ego prevaleció. Cortó de cuajo la cabeza y se dirigió a la casa de su ex.
Entró saltando la pared al jardín. Tocó timbre y asesinando a su ex suegro penetró en la estancia. Rápidamente después de su ex suegro siguió su ex suegra a la cual le cortó la cabeza. Entró a la casa y se dirigió a la pieza de su ex cuñada la cual estaba teniendo relaciones lujuriosamente con un hombre. Gatasbael atravesó al hombre por la espalda y perforó el corazón de su ex que estaba debajo del hombre.
Con una sonrisa macabra sacó la espada del cuerpo de los amantes y se dirigió al cuarto de Graciela, abrió la puerta y la vio. Estaba llorando. Lo extrañaba. Pero ya era tarde. Debía morir. Y sacando su espada perforó la espalda de su novia que lo abrazaba.

Benjamín despertó asustado. Debía saber si su ex aún estaba viva. ¿Eso fue real o un simple mensaje de su subconsciente. Solo le cabía esperar





Raziel Saehara
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#2
Capitulo II: Encuentro clandestino.

Había pasado un mes desde aquel sueño que lo ponía intranquilo. Por otro lado, la medicación lo estaba poniendo loco y a la vez le daba demasiado sueño.
Era un veinte de Enero del 2005. Ya había pasado navidad y año nuevo. En un intento desesperado y habiéndose quedado solo, tomó el teléfono y llamó a su ex. Sus dedos torpes, culpa de la medicación, buscaban recordar el número de su amada. Lo recordó después de unos segundos. El teléfono sonaba. Con cada pitido su conciencia le decía que no debía hacer eso, que estaba mal… Pero lo que dictaba el corazón era diferente.
Atendieron y para su suerte era Graciela. A Benjamín le temblaba la voz. Por un segundo sintió que la vida le volvía. Que volvía a ser Benjamín Ortega…
-Amor, te extraño un montón, Quiero verte –Imploraba Benjamín- Sin vos no soy nada…
-Está bien, encontrémonos… En los videojuegos de Palermo frente a Plaza Italia.
-¿Qué día?
-El veinticinco, dentro de cinco días.
-Listo, un beso.
Benjamín cortó. Si podía recuperarla a ella nada había sido en vano. En ese momento, luego de cortar telefónicamente con ella se sintió mucho mejor. Las ganas de vivir le habían vuelto. Ya no le temblaba la voz, pero sentía que todo había cambiado. Por más que se encontraran la experiencia de sus vidas los había marcado a ambos. Los dos habían sido internados en un psiquiátrico: ella en uno privado; él en uno estatal. ¿Qué podía ser peor?
Adriana se dio cuenta que algo le pasaba a su hijo. Lo veía feliz. ¡Con ganas de vivir! Lo que era mejor: Le había pedido que lo afeitase.
Benjamín había hecho una promesa, hasta que no la volviera a ver no se afeitaría. La barba había crecido de forma incontrolada y desmesurada. Su madre se percató de que algo no andaba bien.
-¿Hablaste con ella no? –Preguntó Adriana mientras Benjamín se acostaba en la cama que, provisoriamente, estaba en la cocina.
Benjamín no quería mentirle a su madre. Estaba en lo cierto. Así que le contó lo sucedido.
-¿Por qué llamaste sin permiso? –Dijo su madre enojada- ¡Ella te hace mal! ¡Es un amor enfermizo!
-Pero es mi vida… ¡Es la única que me amo como mujer! ¡Por lo menos quiero decirle cuanto la amo y lo importante que fue para mí! Creo que tengo ese derecho…
Adriana tenía miedo. ¿Y si enloquecía nuevamente? ¿Qué pasaría? Se guardó su opinión.

Llegó el veinticinco de Enero. No se sentía muy bien. Parecía que aquella enfermedad lo estaba matando… O más bien la medicación. No quería sentirse mal. Quería estar lucido. ¡Demonios! ¡Tenia ganas de dormir!
Tomó un colectivo que lo llevaba a la estación de Villa Bosch, luego el tren que lo llevaba a la estación Lacroze, en Chacarita, y luego el colectivo línea treinta y nueve que lo dejaba en la puerta de los videos.
Al descender vio a aquella persona y no supo como reaccionar. ¿Un abrazo? ¿Un beso? Graciela lo miró y, lágrima mediante, lo besó.
-Perdoname, yo no quise… -Inesperadamente las lágrimas brotaban de ambos rostros.
-Entiendo… Y te perdono…
Se sentaron en una heladería y tomaron allí un helado. Luego de unos instantes de felicidad en el que ambos recordaron buenas épocas, vino la pregunta destructiva…
-¿Qué vamos a hacer con lo nuestro?
Benjamín, que trataba de pasar el helado, se largó a llorar de un momento a otro. La respuesta era clara: Debían cortar la relación.
-Creo que lo mejor… -Dijo una vez calmado el llanto de Benjamín- … va a ser que no nos veamos más.
El mundo, frágil y austero, que había creado benjamín estaba en ruinas. ¿No se podía hacer nada?

“Si la amas déjala volar, si es tuya algún día regresará y sino es por que nunca fue para ti”

Debía dejarla “volar”, ser libre. Sus historias terminaban acá. Graciela le pidió que la acompañara al colectivo. Tenía que volver temprano. Llegaron tomados de la mano a la parada del colectivo que la llevaba a la casa. Y justo allí había uno parado.
-Ándate, no quiero sufrir más.
-Estás seguro –dijo ella, a lo cual benjamín asintió.
Subió al colectivo con una lágrima resbalándole por el rostro, pero ella era fuerte, seguramente encontraría a un hombre mejor.
En aquel momento mientras ella subía al colectivo, el cielo se puso triste. En noviembre cuando se habían conocido el cielo había llorado de alegría. Ahora, año y medio después, el cielo se largaba a llorar por que dos amantes ya no serían. Dos amantes que ya no se amarían. Dos amantes que el cielo lloraría.





Raziel Saehara
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#3
Capitulo III: Alguien en quien creer.

Volvió a su casa. Había llorado todo el viaje de vuelta y no estaba para nada animado. ¿Qué sería ahora de su vida? Necesitaba tiempo. Quería estar solo con sus pensamientos. Su vida no era lo que realmente esperaba. No tenía trabajo –antes trabajaba de canillita- y ni siquiera de una pensión disponía.
Al regreso a su casa pasó a visitar a Matías. Estaba más triste que nunca. Al bajar del colectivo se dirigió a esa casa. En la puerta estaba Jenny.
-¿Cómo te fue?
-Cortamos… pero extrañamente no me siento triste… Me siento libre…
-Eso decís ahora, pero… Ni modo, vos sabrás.
En realidad, Benjamín, no entendía como era que se sentía feliz si era que la extrañaba. Además que no la iba a volver a ver… ¡Jamás!
Llegó a su casa luego de volver de la casa de Matías, se echó en la cama, y lloró muy amargamente. ¿Acaso valió la pena ir a verla y sufrir el doble?
Esa noche comenzó devuelta la pesadilla. Él como Gatasbael matando, asesinando… y llorando.
Pasaron los días. El halopidol lo estaba matando. Ya su corazón no latía. Estaba al borde de la sobredosis.
Pero… algo ese día lo salvó.
En la casa de Benjamín se guardaba la bicicleta de su madre en la cocina frente a la heladera. Ese día no se sentía bien, para variar, estaba encerrado con llave, su madre la había puesto para que no se escapase. Una de sus hermanas, la más chica, le pidió que le abriera el candado de afuera.
En parte el candado en la puerta de afuera estaba puesto por su abuela, Elsa, que se quería escapar ya que decía que esa no era su casa. Tenía demencia senil.
Benjamín se paró de la silla y lo último que recordó fue que la bicicleta de su madre se le caía encima.
Al despertar, se dio cuenta de que estaba en el frío suelo de su casa en un charco de sangre. Dos personas gritaban pidiendo ayuda. Eran sus dos hermanas mas una vecina.
Al parecer al pararse de golpe, y por acción de la medicación, se desmayó y se golpeó la cabeza causándose una herida importante en el cuero cabelludo.
Adriana llegó del trabajo y lo llevaron a la salita. Allí un medico lo vio.
-¿Qué toma él?
Ahí Adriana le explicó la medicación. Todo lo que tomaba.
-Señora, estos desmayos son normales del punto crítico del halopidol. Le sugiero que se lo saque y consulte en Open Doors.
Dicho y hecho. Al día siguiente viajaron hasta Luján. Benjamín durmió todo el viaje. Al llegar ahí los atendió la doctora Margarita.
-¿Qué pasó mamá que los veo antes por acá?
Adriana explicó el episodio donde él se había sentido bien para luego contarle el episodio donde se había caído.
-¿Sentiste un cosquilleo en los pies? –Inquirió la doctora, a lo que Benjamín asintió- Bien, vamos a retocar la medicación –Preparó una receta rosada y se la entregó al enfermero, que por cierto lo miró como con odio. ¿Sería uno de los que quebró?
-Vas a tomar Risperidona, es un poco más Light, no te preocupes –Lo tranquilizo la doctora.

Días después Benjamín se sintió mejor y comenzó a pensar en su futuro. ¿Qué haría ahora que se sentía mejor. Estaba triste, eso era inevitable. Pero necesitaba sentirse útil. Pasaban los días y mientras por dentro lloraba por fuera trataba de mantenerse fuerte.
Había cambiado sus hábitos. Ya no dormía tanto, empezó a bañarse con más asiduidad y a afeitarse: La promesa había terminado.
Pasaron unas semanas hasta que comenzó a pensar en Dios. ¿Quién era? ¿Qué hacía? ¿Qué lo hacía diferente a nosotros? Ese día, mientras limpiaba vio pasar por enfrente de su casa dos testigos de Jehová… De chico, él había estudiado con os testigos, Quizás fuera su destino.
Pasó el tiempo y entró con los testigos. Su vida, aunque marcada por la tristeza, ahora era parecida a la felicidad ya que tenía alguien en quien creer.





Raziel Saehara
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#4
¡ Atención! Este capitulo es fuerte. No recomendado para gente feliz. ¡Lean!


Capitulo IV: Una razón para no creer.

Había pasado casi un año desde el inicio del tratamiento para desestabilizar la esquizofrenia. Parecía que lo peor había pasado… bueno, en realidad todo estaba mejor.
Benjamín había vuelto a trabajar en el puesto de periódicos. Su madre, Adriana, en cambio estaba más deprimida que nunca. Todo lo que había pasado había destruido a la familia, pero en ese momento nada importaba. Sonaría egoísta decir que Benjamín se preocupaba solo por su salud pero… ¿Quién se preocupaba por él? Y no tenía con que soñar. Y hablando de sueños… hacía ya un año que soñaba con lo mismo. La pesadilla que tenía a su ex de protagonista y a los enfermeros de Open Doors de antagonistas, se repetía día a día sin importar la temperatura que hiciera o si disponía de dinero o no. La pesadilla no discriminaba.
Seguía asistiendo a las reuniones de los testigos de Jehová. Al parecer le hacia bien. Pero solo al parecer… Gatasbael aún no había dicho su última palabra.
Además de la pesadilla había otro sueño en su mente y tenía que ver con el gobierno del mundo. En su mente se había creado el consejo de los siete. ¿De que trataba? Iba a matar a todos… ¡TODOS! Solo los testigos podían vivir.
Sonaba a locura, eso lo sabía, pero que podía hacer.
-¿Por qué no se lo contás a tu familia? ¿Qué dirían ellos? –Sonaba una voz en su mente: Gatasbael había vuelto.
-¿Por qué no te callás? ¡Yo no soy un asesino!
-¿Hace cuanto venís soñando con muertes? Date el gusto.
La voz tenía razón. ¿Cómo era que había llegado a esto? Tenía que pedir ayuda.
Un día después de lo acontecido en su mente todo se puso raro. Se encerraba en su pieza a leer un libro que hablaba del Apocalipsis. Su mente estaba inestable. Necesitaba ayuda.
Su madre, a pesar de la depresión que estaba pasando, se dio cuenta que algo malo estaba pasando.
-¿Pasa algo Benja?
-Má, no te asustes, quiero ir a Open Doors, necesito ver a un doctor.
-¿Por qué? ¿Volvió?
A veces el silencio es la voz que más habla. Y este era el caso…


Esperaron en la sala del pabellón a un medico que se dignase a atenderlos.
-Hijo, sabes que la posibilidad de que te dejen internado para retocar la medicación es inminente.
Se había hecho más silencio. Sabía lo que era eso. Todavía estaba fresco en su mente… en la de ambos.
-Ortega…
Sonó su apellido en el salón de visitas. Al otro lado de la puerta se veía a los pacientes deambulando como si se tratara de zombies de una mala película. Sus cerebros habían colapsado al igual que el suyo. Primero entró su madre. Necesitaba hablar con el medico de turno. Benjamín espero afuera y una voz resonó en su mente.
-Che, Testigo de Jehová, ¿donde está tu Dios ahora?
Por un momento dubitativo pensó en lo que le estaba pasando. “Una prueba” se decía y rezaba para sus adentros.
-¿Queres que te repita tu un versículo que te decías a vos mismo? –Decía la voz y acto seguido recitó: “Dios no pone a prueba ni es puesto a prueba él por nadie” ¿Recordás?
-Sí recuerdo. Dios no tiene la culpa de que vos existas, vos sos un error de la vida, un error de mi mente dividida.
-Ortega… -llamó el medico y su madre salió, no le gustó para nada su cara.
-Entre Ortega –el medico le extendió una mano que Benjamín aceptó gustoso- ¿Qué anda pasando?
Benjamín relató lo que decía su mente y como, día a día, esperaba haberse levantado y que el Armagedón hubiese destruido todo y a todos.
-Decime Benjamín, ¿Vos crees que eso es real?
-Sí, por supuesto, sino no estaría escrito en la biblia…
Después de la charla. El medico se dio cuenta que algo no andaba bien y decidió dejarlo internado un mes.
Allí dentro se dio cuenta de algo: Dios estaba en la vida de todos ellos. No era el único que esperaba el Armagedón. No era el único que sabía salmos de memoria. Allí, en aquel oscuro lugar, se dio cuenta que creer no te daba ventajas. Ahí se dio cuenta que Dios, aquel Dios en el que había creído, no existía, jamás existió y nunca pensaba salvarlo. Aquel día dejó de creer y comenzó a comprender. A entender.





Raziel Saehara
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#5
Capitulo V: Un mes después…

Estar encerrado no es lindo pero a veces se hace necesario. Calmar la mente, relajar el cuerpo y dejarse estar. Allí podía pensar, recapacitar, pensar los porque y no los como. El hermano de Matías, Néstor, me había dicho una vez una cosa que me marco…

“¿Qué es un problema?”

… Por primera vez no supe que responder. No tenía idea.

“Un problema es una sucesión de cosas a las cuales no podemos resolver siendo que la solución está delante de nuestros ojos, solo hay que tomar eso y sostenerlo para poder decir: Yo resolví el problema” Me dijo.

En aquel mes que pase internado, con la visita fiel de mi mamá, pensé ¿Cuál es el problema? Que yo existo y no tengo nadie que me quiera, sacando a mí entorno familiar. No tenía nada. Un solo amigo, Matías, otro perdido por ahí y uno al que extraño demasiado. Habíamos sido compañeros en la secundaria justo antes de que me enfermara: Enrique Cataldo. Su madre, también llamada Adriana, se enojo conmigo por que no fui a al bautismo de su hija menor. Yo no tenía idea lo que era un bautismo y tenía miedo… en fin, no fui y me echó de su casa. Tenía razón. No se puede servir a Dios y rezarles a los demonios.
Ese día, la doctora Shema quería verme.
-Ortega, dígame, ¿se fueron las voces?
-Sí… (Mentiroso) dijo la voz en su mente
-Bien, vamos a darte un permiso de salida de dos semanas y vamos a ver como te va.
Al salir de ahí se dirigieron a su casa. Su vida volvía poco a poco a la calma pero…
-Benja –Le dijo su madre cuando volvían en el colectivo- Estuve averiguando para meterte en un hospital de día.
-¿Un hospital de día? ¿Qué es eso?
-Son grupos de ayuda al esquizoide o bipolar…
-Esquizoide… Que mal suena… Pero es lo que soy…

Por otro lado, su madre, Adriana, se sentía mal. Era mucha la impotencia que sentía por no poder llevar su vida como deseaba. Su ex marido tampoco ayudaba demasiado. Al separarse, Héctor, dejó a todos en banda y se fue a vivir con una prostituta, dejando a su propia madre con su ex esposa. Ahora su madre había fallecido y sus hijos apenas tenían para comer. Esta situación ponía mal a Adriana y solo buscaba dormir. Le sacaba alguna que otra pastilla a su hijo o tomaba de más de las que le daba su propio psiquiatra. Había atentado contra su propia vida más de cinco veces en una semana. Por otro lado Benjamín evitaba su propia casa. No quería ver a su madre en aquel estado. Todos los días, al llegar a su casa, encontraba a su madre dopada.
-¡Quiero dormir! –Repetía cada vez que la policía se la llevaba al hospital para un lavaje de estomago.

Un día de esos en los que visitaba a Matías, Jenny ya había tenido al bebé –Le habían puesto Maité- y él no se encontraba, Jenny le hizo una pregunta extraña…
-Benja, vos que conoces a Matías, ¿Crees que me ama de verdad?
-¿Estas loca? ¡Sos su vida! Sin vos él se muere.
Detecté una nota fatídica en su voz sin saber el desastre que se avecinaba…





Raziel Saehara
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#6
Capitulo VI: ¿Dónde estás amor de mi vida…?

Habían pasado apenas unos días desde aquellas fatídicas palabras de Jenny. Era sabido que su amigo amaba más que nada en el mundo a su prometida. Le había regalado un anillo de compromiso del señor de los anillos muy bonito. Tenía escrito la frase “Jenny te amo” en caracteres elficos. Estaba bañado en oro y plata auténticos. Ese día seguro se lo entregaría ya que así lo había dispuesto él.
Era apenas de tarde cuando sonó el teléfono en la casa de Benjamín.
-Hola… -Contestó Adriana- …sí, ahí te paso… Benja, es para vos…
-Hola…
-Che Benja, disculpa que te moleste… ¿Jenny no anduvo por ahí?
-¿Por acá? No… ¿Por?
Temía la respuesta así que solo me abstuve de escuchar.
-Se fue… ¡No la encuentro por ningún lado!
Lo primero que se me ocurrió fue…
-¿Habrá vuelto a su casa?
-Su papá la había echado la última vez que fue…
Eso sucedió cuando se conocieron. Ya mencione que su padre trabajaba de seguridad en un supermercado de Palermo y que cuando él se iba entraba furtivamente. Bueno, un mal día el padre volvió y los encontró, bueno, haciendo “Eso”. ¿Qué hizo? A la hija la molió a golpes. Y a Matías lo dejó como Dios lo trajo al mundo en medio de la calle. Fue gracias a una vecina que le hacía de compinche que le prestó la ropa de su ex marido que pudo volver a la casa. Por cierto, Roberto, el padre de Jenny, le devolvió la ropa –sin la billetera- un tiempo después.
-¿Pero vos pensás que puede estar en lo del padre? –Preguntó Matías con voz de duda.
-¿Qué otra posibilidad hay?
Se hizo el silencio y como si me hubiesen tirado agua fría reaccioné…
-¿Y Maité?
-Está con Vero…
Verónica, la hermana de Matías, era la más centrada de sus hermanas, o más bien la que siempre le sacaba las papas del fuego a Matías.
-Venite para casa que te acompaño hasta la casa de ella… seguramente está ahí.
Después de que él llegara a casa algo trastornado al punto de que cualquier cosa o lugar le remitía a ella, fuimos hasta la casa. Él estaba llorando. De repente me vino una imagen de mí llorando… ya había pasado un año de aquella herida que aún seguía abierta y todavía la recordaba a través de mis sueños. Habían pasado nada más que tres años desde aquello… ¡¿Nada más?! ¡Maldito sea el tiempo que corre tan lento y perdura tanto en nuestra mente! Esperamos callados el colectivo que nos llevaría a la casa de Jenny y al llegar, yo no tenía idea de donde vivía, nos dirigimos a su casa. Era un PH con varios departamentos. Al parecer la casa de ella estaba al fondo del pasillo.
Decidí quedarme en la esquina mientras él hablaba con su pareja… no quería pensar o decir que fuera su ex… no me imaginaba lo que podría llegar a pasar si eso se hacia real.
Estaba empezando a levantarse un viento y caían un par de gotas en aquel lugar. Miré la hora en mi reloj pulsera y observé con asombro que ya eran las diez de la noche… tenía que avisarle a mi vieja donde era que estaba y a que hora pensaba volver ya que al día siguiente tenía que trabajar temprano. Saqué mi celular y le mandé un mensaje.

“Ma, estoy con Matías en Palermo voy a llegar un poquito más tarde”

Lo envié y la respuesta me llegó al minuto.

“¿Qué haces en Palermo? Venite ya para acá que tenés que tomar la medicación.”

Le volví a responder.

“Estoy en lo de Jenny por un problema. Después te cuento”

No recibí respuesta. Solo esperaba que la profecía que había hecho hacía algún tiempo no se cumpliera.
-¿Lo recordás no? La profecía… -Dijo una voz en mi mente.
-¡Sí! ¡Como para olvidarla! –Dije yo, aunque la otra voz también era yo…
En eso que estaba charlando conmigo mismo, y después de una hora en la que vi muchos colectivos pasar, Matías volvía… Solo.
No quise sonreír pero lo hice e inmediatamente cambie de formato mi rostro a uno triste.
-Vámonos –Fue todo lo que dijo y nos dirigimos a la parada del colectivo.
Llegamos a la parada y comenzó a despotricar en contra de las mujeres.
-¡Sos bueno y te abandonan! ¡Sos el peor y se te pegan como moscas!
¡Cuanta verdad hay en esas palabras!
Le pase una mano por los hombros buscando la forma de tranquilizarlo pero no lo logré. Subimos al colectivo y nos sentamos al fondo de todo, estaba casi tan vacío como mi estomago. Recién ahí pensé en la comida y en que no tenía un peso partido por la mitad.
Llegamos al tren pero el último se había ido cuando nosotros llegamos… prácticamente nos cerró la puerta en la cara. Tuvimos que volver en un colectivo que nos dejó en Caseros y de ahí venirnos caminando. En fin, llegué a casa a las dos de la mañana. Estaba tan cansado que apenas llegué me fui a dormir sin tomar la medicación.
La semana siguiente fue ir y venir de la casa de Jenny, aunque no tan tarde. Matías se peleó con los amigos: Norbi, P-Chan, Grassi y Jorge. Al parecer todos ellos se habían acostado con su ex… ¿Amigos?Solo quedamos nosotros dos. Él se quedó sin amigos y a mí los amigos que tenía me dieron vuelta la cara.
Mientras todo esto pasaba, yo seguía pensando en Graciela. ¿Me extrañaría tanto como yo la extrañaba a ella?
Eso era imposible de saber pero estaba en mi mente.
Por otro lado, Jenny nunca volvió con Matías y yo el 22 de Septiembre Morí. Ya no había vuelta atrás. Todo había sido en vano… Incluso mi muerte. Ya no volvería a amar. No volvería a sentir. No volvería… En realidad, Nunca salí de Open doors, mi familia me detesta por eso no vienen a verme y por eso invento historias que no llevan a ninguna parte… Las posibilidades de volver con mi familia son nulas… Pero algún día, cuando reencarne, creo que volvería a amar. Una segunda oportunidad. Quizas…

¿Fin?





Raziel Saehara
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