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Noche de soledad (novela)
#21
Facundo lloraba emocionado. Lo que tanto le había pedido a Dios, que sus padres volvieran a estar juntos, ahora era realidad. No le importaba que su madre hubiese cambiado de opinión ni que tuviera la mirada perdida. Eso era lo que él quería y punto.
-Hijo, ahora que estamos juntos, te prometo que te voy a llevar al cine todos los fines de semana.
Amanda también estaba feliz… todo era en la casa igual que antes. La señora Claudia y ella compinches en la cocina. Ambas eran muy amigas. Pero… ¿No se iba a ir de viaje a Brasil? Ella se lo había dicho así la semana pasada. Cuando estuvieron solas -el señor se fue a trabajar y Facundo a jugar con su consola de video juegos de última generación- la encaró.
-Señora, ¿está usted bien? La noto rara.
-¿Rara? ¿Yo?
-Disculpe mi insistencia, pero hace una semana me dijo que se iba a vivir a Brasil y que se llevaba al niño con usted.
-Es verdad, eso dije… pero me di cuenta de que mi verdadero amor era Mauricio y no Miguel… él es el padre de mi hijo, si alguna vez estuve enamorada de él, ese sentimiento ha vuelto -dijo arrastrando las palabras y tomando entre sus manos una taza de café caliente- ¿Me entendés no?
Claudia giró en redondo y se sentó.
-Siempre amé a Mauricio, siempre…
-Eso no lo dudo -sentenció Amanda- Tengo una curiosidad… ¿Dónde está su ex novio? ¿Lo abandonó?
-Yo no lo abandone… él me abandonó, él me dejó sola… ¡Voy a ver a mi hijo! -Se puso en pie y fue a la escalera- ¡Amanda! ¡Gracias por preocuparte!
Amanda solo sonrío y no dijo más nada. Ella era feliz mientras su señora lo fuera.

Rafael tenía un don especial. Siempre con su barba candado y esos anteojos de sol que le ayudaban a ocultar el color de sus ojos y su otro problema… Un problema que nadie sabía, excepto sus más cercanos. Su padre también tenía aquel problema. Los ojos del Basilisco eran un problema. Si alguien, fuera quien fuese, le mirara directamente a los ojos durante un minuto… ¡Moriría!
Ahora se dirigía al meollo del asunto. El edificio donde vivía uno de los espías de DIPA. Según su contacto, este se llamaba Maximiliano Guarino. Había sido un ladrón hasta hace poco tiempo. Según sus datos, él vivía en la casa que ahora tenía enfrente. En uno de los pisos, pero no recordaba cual… Toco uno de los timbres al azar.
-¿Sí?
-Disculpe la molestia, ¿Aquí vive el señor Maximiliano Guarino?
-Sí, soy yo…
-Miré, vengo de parte de la agencia –y en voz mas baja agregó- estoy enterado de su misión…
El timbre sonó dentro del edificio, Rafael abrió la puerta y penetró en el cuarto de espera.
Había un pasillo allí, un corredor, con una puerta en uno de sus costados. Esperó para ver si el oficial de DIPA bajaba, pero no lo hizo así que subió él. Una puerta se abrió en el entre piso de arriba y una chica salió.
-Por acá, ¡suba! –Le gritó la chica asomada a la baranda- ¡Venga! ¡Apúrese!
El oficial percibió que algo malo estaba pasando allí arriba. No era un “venga” normal, era un “Venga” de apurarse.
La chica le señalo la habitación que se había abierto delante de él.
-Entre…
El oficial entró.
-Rafael, que bueno verlo, supongo que tendrá una orden de cateo para haber entrado acá…
El oficial había quedado atónito. Era uno de sus superiores quien le hablaba… El oficial Damián González estaba ahí sentado cómodamente en una de las sillas.
-Era un chiste Rafael –bromeó González- podés pasar…
-¡Ey! ¡Se supone que es mi casa! –Bromeó Guarino.
-No olvides quien te da de comer, gatito –lo amonestó el oficial- Nunca muerdas la mano del que te da de comer.
-Sí, sí, sí, ya entendí, voy a buscar café…
Unos instantes después los tres estaban a la mesa bebiendo sus cafés.
-Maxi, ¿Qué has averiguado?
-Bien, este es mi informe… El sujeto a investigar se llama Mauricio Justino Ghomikian, tiene treinta y cinco años, cumple los treinta y seis el nueve de Agosto. Tiene un hijo de nombre Facundo, y es separado. No tuvo novia en un largo tiempo pero… pagó por sexo. Actualmente su ex mujer está conviviendo con un prestigioso Cirujano del hospital ínter zonal de Buenos Aires llamado Miguel Asturias. La mucama de origen Paraguaya ayuda en la casa junto con el chofer. Ella se llama Amanda y él se llama Ricardo.
-Muy bien, averigua más cosas sobre él. Quiero saber que hace él en todo el día.
-¿Por qué a él? –Quiso saber Maxi-
-Es un tipo con antecedentes penales –habló Damián, sacó una carpeta y la abrió- este tipo podría matarlos ahora mismo si quisiera… créanme es peligroso.
-¿y porque no lo detenemos? –Se atrevió a consultar Maxi-
-No es tan fácil. Los policías no podemos entrar a una casa por la fuerza, necesitamos una orden de allanamiento –comentó Rafael-.
-¿Y por qué no ponen micrófonos en la casa?
Todos se dieron vuelta para mirar a quien había dicho esas palabras.
Julieta estaba parada en el umbral de la puerta. Miró a los tres hombres como si se tratara de moscas.
-si se fijan hay espacios en blanco en toda la estructura… desde el primer piso hasta el último-dijo la chica desenrollando un mapa del territorio-
-No se preocupen, es mi estúpida hermana –dijo Maxi casi en una disculpa- ¿en que estas pensando?
-No, déjala… expón tu plan –dijo Damián- yo soy el que dirige este ataque.
-bien, verán, en una de mis incursiones a la azotea y siendo que me gusta filmar… filme esto en mi celular.
La chica puso su celular sobre la mesa y todos pudieron ver a que se refería.
En él se veía a tres personas, uno de ellos era Alvarenga. Los otros dos eran las victimas. Estaban teniendo una conversación.
-Muy pronto hijos será la hora –decía Alvarenga- él despertará. Y juntos, los tres seremos reyes de este insignificante mundo y de los que viven en él –al decir estas palabras cerró con fuerza el puño derecho.
-Sí padre –dijeron ambos al unísono- ¿Cuál es el siguiente objetivo?
-El siguiente objetivo está en la fiesta dentro de dos noches, espero que no se tiren para atrás –dijo Alvarenga- Esa noche será clave.
-Entiendo –dijo uno de los hombres, barbilla cuadrada, bien afeitada y de mirada apacible- será esa noche.
-Y ahí es donde ellos se van –comentó la chica- eso es todo… ahora si me disculpan, tengo cosas que hacer.
Enrolló el mapa y se fue.
-Bien sabemos que hay una fiesta… pero… ¿de que va la fiesta? –Se preguntó Damián- bien investiguen al tipo alto yo voy a la computadora de la seccional, tenemos que detener a este tipo… ¡Ahora o nunca!
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Rafael decidió hacer una parada. Estaba investigando la desaparición del cadáver de Alejandra Iorii. Fue hasta la morgue y entró por uno de los corredores que se usaban para llevar las emergencias al quirófano. Cruzó la guardia del hospital por dentro y llegó a la morgue.
Allí había un guardia, al ver que alguien se acercaba el tipo se puso rígido en postura militar.
-Javier, ¿ha entrado alguien?
-No, solo estoy yo y el tipo que disecciona a los muertos.
-Javier, abrí…
-Sí, señor.
El tipo transpiraba como loco.
-¿Te pasa algo Javier? Estás transpirando demasiado.
-No, es solo que hace mucho calor –dijo el guardia sacando un pañuelo de tela y secándose la transpiración.
El guardia puso su tarjeta de identificación que lo autorizaba a entrar en aquel lugar.
Lila sintió algo raro al entrar en aquel lugar. Se supone que la morgue esta llena de cadáveres. Pero en todos los nichos donde debería haber gente muerta, estaban abiertos. El forense estaba desmayado allí, en uno de los nichos. Lila llamó al guardia y le informó lo sucedido.
-Busca si lo deseas –le dijo al guardia- pero no encontrarás nada, llegamos tarde… de nuevo.
Lila partió sin destino fijo, como en los viejos tiempos.

Bueno, algunas cosas solucionadas y otras que quedan pendientes. ¿Como terminara esta historia? Faltan solo dos capitulos. Ojala les haya gustado. Me gustaria que comenten -Si es que leyeron hasta aca- Abrazos.





Raziel Saehara
Responder
#22
Se que hoy es Viernes pero por cuestiones familiares no pude prender la pc en tres dias. Sin mas preambulos: El capitulo 8!!! Aqui lo dejo:

Capitulo VIII: La fiesta de cumpleaños
Ghomikian y el doctor Díaz se encontraron en una plaza detrás de las vías abandonadas del ferrocarril Lanzone. No había un alma en todo el lugar. Nadie los miraba.
-¿Estás listo hermano? –Le preguntó Mauricio mirando alrededor- Yo ya mandé una sombra de Adán a que durmiera al forense.
-Como siempre… un paso adelante –concedió Américo- ¡Vamos!
Ambos dos desaparecieron enrollándose y desapareciendo. Reaparecieron al cabo de un cuarto de hora acompañados de un montón de personas: niños, jóvenes, viejos y hasta algunos que les faltaban partes y se arrastraban por no poder caminar.
Desaparecieron todos ellos y aparecieron dentro de la iglesia en la que habían sido cremadas Iorii y Baccaro
Frente al altar y con un báculo dorado en sus manos, Alvarenga dio un grito de victoria… luego el silencio… y, de repente… fuego salió del altar y consumió lentamente a todos aquellos muertos.
La iglesia se iluminó de un anaranjado casi dorado por el llameante fuego. Américo y Mauricio se alejaron del fuego y se situaron uno a cada lado de Enrique.
Mauricio no había visto lo que le había pasado a Alejandra y a Jazmín. ¿Él realmente deseaba la muerte de todos sus compañeros? ¿No habría bastado con una disculpa?
-No –escuchó que le decía la sombra desde adentro- nadie merece ser perdonado, ellos no se arrepienten de nada…
Es verdad, no se podía permitir dudar… ellos tenían que pagar.
-Vamos, tenemos una fiesta que festejar –le dijo Mauricio a Américo.
-sí, vamos…

El polvo en que se habían convertido los cadáveres daría una mala impresión a quién entrara allí.
“Hambre, mucha hambre… necesito mi alimento… Dámelo Alvarenga”
Enrique temblaba de arriba a abajo… ¿Acaso era miedo lo que sentía?
-Sí amo, tómalo todo –abrió la tapa de un cajón que hacía las veces de altar y una mano apareció, era blanca y huesuda y no presentaba buen aspecto.
La mano se abrió, mostrando así unos carcomidos dedos, y de ella un viento profundo y seco como salido del infierno salió. El viento se arremolinaba y levantaba aquel polvo cadavérico que de a poco fue entrando en el altar.
-¡Ah! Vidas, amo el sabor de ellas…
Enrique había olvidado lo que era estar delante de su padre… por su puesto no era su padre real, aquel no podía ser su padre… pero gracias a él se había salvado de esa molesta silla de ruedas.

-¡Maldito! ¡Siempre fuiste el preferido de mamá y papá! –Le decía el padre de Rafael a su hermano- pero ya no más, desde ahora vivirás en este sótano oscuro… ¡Papá y Mamá están muertos!
Dejándome solo en aquella profunda oscuridad pude darme cuenta de que todos mis sueños de infancia ya no servían… era hora de cambiar. Recé y recé a algún Dios, al que fuera a sacarme de allí le estaría agradecido de por vida… pasaron diez años en los que me alimentaba de lo que podía: ratas, cucarachas, hormigas (estas no llenaban demasiado) y cualquier otra alimaña que estuviera por allí.
Un día, en uno de mis rezos nocturnos, vi en la oscuridad de aquella sala un cajón mortuorio. Nunca lo había visto y calculo que era parte de una de las respuestas a mis rezos.
-Alvarenga sácame de acá… estoy débil… ¡No, no debo abandonar ahora!
-Pero… no puedo caminar… soy un inútil… ¿Cómo esperas que te ayude?...
-Déjame que te ayude hijo... ves el papel que cubre este cajón… debes retirarlo… retíralo y te ayudaré a salir de acá abajo…
Hice tal como me ordenó. A pesar de que allí no había luz yo veía perfectamente. Mis ojos estaban acostumbrados a ver en la oscuridad. Retiré aquel papel con el cual estaba sellado en aquel oscuro cajón.
-¡Ah! Gracias, ¿Cuál es tú nombre?
-¿Mi… nombre? No lo sé, no lo recuerdo…
-¿No tienes uno? ¿Cómo te gustaría llamarte?
-No lo sé… ¿puedes ayudarme o no?
Una mano blanca y majestuosa salió del cajón, y un rayo blanco que iluminó todo el lugar me pegó de lleno… ¡Y renací! ¡Pude ponerme de pie nuevamente!
Pero en aquel momento no sentía alegría, sentía odio... me impuse autocontrol para no salir de ahí como loco y matar a mi hermano.
-¡Tranquilo! ¡Espera tu momento! –Me dijo el ser del cajón- Todo llega… solo espera…
Espere y escuché a mi hermano decirle a alguien:
-El incidente de la iglesia salió en todos los diarios, si mi hijo está allí, llámalo… Adiós.
¿Su hijo? ¡Era mi hijo con su esposa! ¡Y él me había obligado a engendrarlo!
-¿Qué pasa allí abajo?
Mi hermano, después de mucho tiempo, volvía a abrir la puerta de mi claustro.
-¡Ahora devóralo! ¡Vamos devóralo! –fue la orden de aquel ser.
Me pare de mi silla de ruedas con el corazón muy acelerado y ataqué a mi hermano. Mi hermano se defendió como pudo, pero no logró hacerme caer. Peleamos duro, nos dimos una polvorienta paliza. Mi mano, ahora más pesada que antes, cayó una y otra vez en la cabeza de él, hasta que por fin logré abatirlo. Mi aspecto era fiero y bestial. Lo noté al ver el rostro de pánico de mi hermano allí tendido.
-Devóralo, devóralo, devóralo, devóralo…
Y ahí entendí… si quería mostrarme al mundo tal cual era tendría que ser como mi hermano o mejor dicho tener “cerca” mío a mi hermano. Con todas mis fuerzas, tomé un impulsó y arranque las partes del cuerpo de mi hermano devorándolas una a una. No debía dejar nada de él. Lo devoré todo.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Yo pedí está manifestación de su poder divino, no podía ahora cancelar todo solo por miedo… miedo a que el ser que descansa dentro del altar sea más fuerte que yo. ¡No!

La fiesta había empezado en buenas condiciones. Cecilia, ya con una pancita importante, servía a los invitados. Estaban allí, entre otros, los cuatro compañeros de colegio de Américo y Mauricio. Este último debía reprimir un impulso de matarlos, cortarles los cuellos, sacarles los ojos… ¡Nada de eso podía hacerles!
-¿Pasa algo Mauricio? –El que le dirigía ahora la palabra era Horacio Vera-
Vera tenía, como los otros cuatro compañeros, un hábito desagradable… Fumaba.
-No, nada, estaba pensando…
-¿Pensando? ¿Estás seguro? ¿No es mucho trabajo eso para vos?
Los amigos, que habían escuchado la respuesta de Vera, se rieron a carcajadas.
-No, fue un chiste, no lo tomes a mal…
-No pasa nada –lo tranquilizó Mauricio- siempre les gusto bromearme, desde que estábamos en primaria… ¿Por qué iba eso a cambiar ahora? ¿Más champagne?
-Sí, por favor…
Mauricio estaba trabajando psicológicamente a sus cuatro enemigos. Y lo estaba haciendo muy bien.
-Che, Vera, no nos dijiste a que te dedicaste en todo este tiempo –dijo el doctor Díaz dando un trago largo a su gaseosa-.
-Puse un prostíbulo VIP cerca del río… Es una zona maravillosa, los muchachos que salen a la mar y vuelven a los días, vienen desesperados para poder tener sexo… y del mejor –dicho esto, extendió su mano e hizo un brindis consigo mismo, luego bebió de su vaso hasta dejarlo vacío- Voy a buscar algo para comer…
Dicho esto, desapareció entre la multitud que bailaba en el salón de fiestas.
-¿Qué les parece el trabajo de este? –dijo Iván Sánchez- Conociéndolo como lo conocemos debe tener un harén de chicas lindas y exóticas.
-Cambiemos de tema, la prostitución no es un tema que me guste –dijo Mauricio, y todos se echaron a reír- ¡Es verdad! –Replicó algo furioso y enojado-.
-¿No me vas a decir que nunca pagaste por sexo? –Exclamó entre risas el gordo Marito-
-Eso –Replicó el flaco Miguel Contreras- Vos siempre anduviste atrás de Pamela, ¿En que quedó eso?
-En nada, me enteré de que ella se ganó la lotería… diez millones de pesos…
-Bueno, con respecto a Pamela… acá está –dijo Vera a sus espaldas-.
Mauricio se dio vuelta y vio, al lado de Vera, a una chica rubia y de ojos celestes. Llevaba un vestido celeste largo hasta las rodillas y un sombrero de paja decorado con unas rosas rojas las cuales eran cruzadas por una cinta gruesa Celeste.
-Como Américo nos dijo que invitáramos a cuantos compañeros de curso encontremos, y yo justo la encontré por el centro de la ciudad de compras con una amiga –aclaró Vera- bueno chicos, creó que nos vamos a ayudar en la cocina…
Sus compañeros se fueron a dar una mano en la cocina. Cuando los dejaron solos, Mauricio comenzó a caminar alejándose de la gente y del bochinche de la música. Pamela lo siguió callada. Había algo que no era normal en aquel hombre. Lo miró de arriba abajo y pensó que ese porte caballeroso era digno de él.
Llegaron a la puerta del salón, él la invitó a salir y la secundó inmediatamente.
Mauricio la miró caminar delante de él, era un sueño hecho realidad. El corazón le latía con fuerza.
-Mauricio –fue Pamela la que rompió el silencio- ¿Qué me hace tan especial en tu vida?
La pregunta lo sorprendió un poco, pero tenía la respuesta preparada desde hacia mucho tiempo.
-Nunca fui feliz y vos sos lo que más se parece a eso –Pamela estuvo a punto de decir algo pero optó por callarse y escuchar- Se que parece algo confuso y tal vez hasta podrías pensar que yo te impondría estar conmigo para lograr esa felicidad, pero desde aquella vez que me pediste el walkman en el colegio empecé a mirarte con otros ojos, ni como amigo ni como enemigo sino como el amor del cual jamás me olvidaría aunque pasaran los años, y mi objetivo en la vida fue este momento, ya no tengo motivos para seguir vivo.
Dicho esto Mauricio dejó sola a Pamela y volvió a la fiesta. Aunque aún le latía con fuerza el corazón decidió no abandonar la misión.
Américo se encontraba con su esposa y sus amigos, pero al ver llegar a Mauricio salió a su encuentro.
-¿Qué pasa que traes esa cara? –Le preguntó Américo-.
-Es hora de terminar esta fiesta, acompáñame al baño –Dijo Mauricio serio- y de vengarnos… ¡Ahora!





Raziel Saehara
Responder
#23
Pamela se había sentado en el cordón de la vereda a pensar. ¿Qué había querido decir aquel tipo? Ella entendía que era importante pero no hasta que punto. Una lágrima silenciosa rodó por su mejilla.

-Mauricio, ¿Nos prestas el walkman?
-¿Eh? Ah, sí tomá.
-¿No querés venir a escuchar música con nosotras? Es que necesitamos alguien que nos defienda de los chicos.
-No, gracias… prefiero estar solo que ser tú mulo…
Volví con mis compañeras de curso a un rincón del patio. Yo me mostraba feliz, pero en realidad estaba triste. Yo quería estar con ese chico, me gustaba su forma misteriosa de ser… pero él no me abría su corazón… ¡Yo lo amaba!
Pasaron los años y suprimí ese sentimiento hasta hoy. Nada hubiese ocurrido si él no hubiese aparecido de nuevo, pero apareció y destapó aquel antiguo amor que sentía yo por él. Desdichada de mí… ¿Qué es ese temblor?

Pamela se levantó de la vereda, se secó las lágrimas y vio asombrada como se abría el suelo a sus pies. Trato de correrse pero algo la empujó hacia delante y ella cayó…

Contreras, Nicrosio, Sánchez y Vera corrieron espantados de la fiesta pero el destino fue implacable y fueron empujados por una fuerza sobre natural hacia el abismo del cual no hay regreso; un abismo llamado muerte.

…en otras noticias, en la madrugada de hoy un terremoto sumamente extraño sacudió un salón de fiestas. Al parecer, durante la celebración del cumpleaños del famoso médico Américo Rodolfo Díaz, quien se desempeña laboralmente en la clínica privada del sol como psiquiatra, el terremoto se “trago” literalmente a cinco de los invitados. Las víctimas Miguel Ángel Contreras, Mario Nicolás Nicrosio, Iván Javier Sánchez, Horacio Leonardo Vera y Pamela Andrea Gorosito fueron tragados y desaparecieron en un profundo pozo. Muchos fueron los que los vieron caer en el pozo y morir aplastados cuando escucharon un horrible grito proveniente del fondo. Los investigadores del caso están impresionados de que no hubiese más muertos en el lugar ni que se cayera el techo a alguien encima. Hablamos con el doctor y esto nos dijo:
-Estoy realmente consternado con la muerte de estas cinco personas que fueron compañeros de primaria con los que recién hoy me había re-encontrado, sé que no hay responsables ya que fue un hecho de supra natura que no se pudo controlar. Aprovecho para informarles a los familiares de los fallecidos que no se han podido recuperar los cuerpos ya que los exámenes preliminares muestran que han caído muy en lo profundo del abismo. Yo no entiendo mucho de los aparatos usados por los investigadores pero se está haciendo lo posible por recuperar esos cuerpos, en cuanto se sepa algo más los encargados del asunto lo comunicarán a la prensa, muchas gracias por su tiempo.
-Ese fue el testimonio exclusivo del doctor Díaz…
La noticia seguía sin entrar en demasiadas descripciones. La conductora de aquel noticiero matutino se mostraba firme y decidida en sus comentarios, pero si alguien hubiese visto su alma se hubiera dado cuenta que esta lloraba de tristeza…
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
…después del programa, Carla Cecilia Costilla –la conductora del matutino- se dirigió a toda prisa a su camarín. Una vez dentro cerró con llave y comenzó a llorar, primero de pie, apoyada contra la puerta, y luego sentada contra la misma puerta. ¿Qué estaba pasando? Primero aparece el cuerpo de Baccaro en la casa de una amiga de Gorosito, luego Iorii sufre un accidente y muere, también Castro se prende fuego en su auto con sus dos hijos y ahora Nicrosio, Vera, Contreras, Sánchez y la mismísima Gorosito habían muerto tragados por la tierra. Algo andaba mal… muy mal.
¿Era la muerte quien los estaba persiguiendo como en la película Destino Final? ¿Por qué los estaba matando? ¿Acaso ellos le habían hecho algo? Y ahora… alguien golpeó la puerta.
-¡Vienen por mí! –Gritó ella, asustada por el sonoro golpe de puño-.
-¡Carla! ¡Carla! ¿Estás ahí? ¡Contestá!
La voz no era de ningún desconocido. Era su novio
Carla abrió la puerta ya un poco más animada. Al abrirla, su novio se precipitó dentro.
-Debemos salir del país, no le avises a nadie, mi familia tenía razón, él volverá –al decir esto rompió en llanto- ¡Maldito seas Yamiel!
-Otra vez con esa historia Fernando… aunque debo darte la razón, algo raro está pasando.
Fernando estaba asustado, de eso no había duda, y sabía más de lo que decía.
Fernando Antonio Karadagián, descendiente de Martín Karadagián, un ex peleador de un programa de lucha libre para chicos en la década del ’70, apenas medía un metro sesenta y siete de altura, tenía el pelo corto color azabache y sus ojos eran color miel. Además, era flaco casi al punto de la desnutrición, pero era por un problema en sus genes. Nada que no se pueda controlar con medicación.
La familia de Fernando tiene una antigua leyenda sobre Yamiel, pero estaba vetado hablar de ello con otras personas que no sean parte de la familia.
Carla empezó a considerar que aquella leyenda acerca del ángel de la furia, Yamiel era verdad.
-¿Podrías explicarme una vez más eso del ángel de la furia? –Le preguntó Carla todavía pensando si eso podría ser real-.
Karadagián comenzó su relato:
“Hace mucho tiempo, en los albores del tiempo, Dios creó el cielo y la tierra y todo lo que habita en ellos. Pero más allá de la tierra, en la dimensión desde la cuál Dios vigila a su mundo en el cual habitan los seres que él ha creado, algo malo estaba a punto de ocurrir. Un ángel, de nombre Rubí, traicionó a su padre y se convirtió así en el Satanás y Diablo.
Pero alguien observaba este hecho con ojos de venganza. Durante años actuó para Dios como su mano derecha y ángel de mayor confianza. No tuvo en cuenta la ley principal de Dios: Él podía leer los corazones de todos los que había creado, incluso ángeles o demonios.
Había llegado el momento celestial de elegir al ángel que sería enviado al cuerpo de la mujer más pura y fiel de la tierra: María de Jerusalén.
Todos los ángeles votaron por su hermano Yamiel, el ángel de la furia sin dudarlo. Incluso el arcángel Miguel votó por Yamiel.
Pero Dios sabía de las intenciones de Yamiel, sabía que él disfrutaba de matar humanos, su corazón era oscuro.
A pesar de la votación, Dios nombró “hijo del hombre” al arcángel Miguel.
Todo en aquella dimensión, de repente, se tornó oscuro ante los sorprendidos ojos de Dios.
Dios, en ese momento, comprendió que había creado un ser demasiado poderoso… tanto como él mismo.
Y Dios vio que eso no era bueno.
Así como Dios crea también destruye y con solo una exhalación de su espíritu quitó la piel del ángel y lo dejó solamente en huesos. Lo había convertido en humano.
Dios lo condenó a vagar en el mundo humano hasta el próximo Armagedón.
Pero Yamiel no aceptó con calma la decisión de Dios. Lo habían ultrajado y manipulado, Dios no entendía lo que era ver a los humanos destruyéndose entre sí.
Se refugió dentro de un ataúd en el húmedo sub-suelo de una casa en Irán. Por suerte Dios no le había quitado todos sus poderes.
Yamiel puso un sello sobre su ataúd y solo aquel hombre que odiara de verás a los humanos podría liberarlo”
-Esa es la leyenda que se cuenta en mi familia de generación en generación –terminó Fernando- Estás muy pensativa…
-Como para no estarlo, ¡nuestros compañeros de primaria están muriendo! ¡Nosotros podríamos ser los siguientes! –Carla había comenzado a ponerse histérica de nuevo- ¡Podríamos morir!
Fernando también había sido compañero de primaria de Carla, y por lógica de todos los que habían muerto y desaparecido hasta ahora.
-Permiso.
Un chico alto de barba candado y anteojos de sol entró en el cuarto. Inmediatamente, Fernando y Carla lo miraron con desconfianza.
-¿Quién sos? Si se me permite la pregunta –inquirió Karadagián, Carla se ocultó detrás de él-.
El extraño se presentó como Rafael Alvarenga y les explico quien era el verdadero enemigo.
-¿Ghomikian y Díaz? –Se dijeron a la vez Fernando y Carla-.
-Sí, parece que él tiene algo en contra de todos sus ex compañeros, hizo un pacto con otro Alvarenga, mi padre, y obtuvo un poder prácticamente omnisciente –Rafael se sentó en una silla que le extendió Fernando- Gracias, como iba diciendo, parece que no van a parar hasta matarlos a todos… ¿Ustedes le hicieron algo a ellos?
-A decir verdad… -comenzó Carla y miró a Fernando que tenía la vista fija en sus manos entrelazadas-… ¡Éramos niños! ¡Apenas estábamos entrando en la infancia! –Carla nuevamente había comenzado a ponerse nerviosa y Rafael lo notó en su voz-.
-Mauricio, de pequeño, no tenía amigos, nadie quería jugar con él, todos lo tomaban de punto, tanto las chicas como los chicos, era nuestro payaso y bufón… pero nunca supuse que su bronca llegaría hasta entrada la madurez –explicaba Fernando- ¿Qué podríamos hacer para que no nos mate?
Rafael pensó durante unos minutos mientras contemplaba a la joven pareja.
-¿Y que me dicen del doctor Díaz? –Inquirió Rafael- ¿Por qué los querría matar?
-Ellos dos eran muy amigos de chicos, Américo era el único que le hablaba como un amigo y lo trataba con cierto cariño de hermano –Comentó Carla-.
El silencio se hizo nuevamente.
-Se me acaba de ocurrir una idea –exclamó Rafael contento y a la vez extasiado- puede sonar descabellado pero…
Y comentó su idea a la pareja de jóvenes.
-Sí, es una gran idea y tal vez funcione –exclamó contento Karadagián- pero… ¿si no funciona?
-Estaríamos todos condenados.
Rafael le ordenó a Carla seguir con su trabajo como si nada sucediera y que nunca se quedara sola.
Mientras tanto, Fernando y Rafael debían poner sus esperanzas en la última posibilidad que había: debían encontrar a todos los compañeros de primaria que quedaban y realizar un último acto de bondad y resarcimiento.
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Bueno gente, queda solo un capitulo para el desenlace de esta novela. Espero les guste como a mi. Abrazoz





Raziel Saehara
Responder
#24
Ultimo capitulo de noche de soledad. El conflicto entre DIPA y los demás llega a su final. supuestamente lo tendría que subir mañana pero tuvieron que esperar para el capitulo anterior... El final.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Capítulo IX: unas merecidas vacaciones y un triste final.
¡Ah! ¡Que lindas son las vacaciones! –Exclamó Mauricio contento-.
-¡Es invierno gil! –Le reprochó Américo- ¿Qué estamos haciendo en esta playa?
Estaban ahora en una de las playas de la ciudad de Mar del plata, “la feliz” le decían a esta playa.
El sol brillaba en lo alto de la ciudad pero al ser invierno, no calentaba lo suficiente. Además, Américo le temía a la arena de las playas. Cuando era pequeño, a los dos años, estaba jugando a hacer castillos con la arena en la orilla seca de la playa y una ola lo alcanzó, pero en lugar de arrastrarlo de vuelta hacia el mar lo dejó enterrado cabeza abajo en la arena. Sus padres, siempre atentos, lo socorrieron enseguida y lo sacaron de aquella embarazosa situación. Ese recuerdo vino a la mente de Américo y le pidió a su amigo salir de ahí.
-Tengo que pensar en muchas cosas sabés… No creo estar haciendo las cosas… -iba a decir bien pero luego lo pensó y dijo “Necesito pensar” y se fue a recorrer la playa sin un rumbo fijo.

-Maldito seas Mauricio, otra vez me dejaste solo…
Américo estaba solo en su cuarto del hotel que había alquilado junto a Mauricio. Él estaba pensando en todos a los que su amigo había matado. ¿Era bueno o malo lo que estaban haciendo? De pronto habló Myu, la sombra de Adán que vivía dentro de él.
-Américo, ¿por qué sufrís? ¿Acaso es por el recuerdo de aquella chica? Vas a ser padre, ¿lo olvidaste?
-¿Como podría olvidarlo? Nunca sentí más felicidad que en aquel momento. ¡Voy a ser papá! ¿Se parecerá a mí o a mi mujer? Será alto como yo o bajito como mi mujer.
-Será –Comenzó Myu- una bendición, pero no olvides que has hecho un pacto de sangre con Alvarenga. Has prometido entregar a tu hijo a su cuidado cuando el naciera y mucho no falta.
Era verdad, el juramento de amistad y terror que había hecho aquella vez, estaba a punto de quedar sellado. Faltaban solo dos meses para que llegara la primavera y con ella su hijo. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a entregárselo a Alvarenga y que él le hiciese…? ¿Qué le haría? Aún no lo sabía con seguridad. Lo único que sabía era que Enrique era un hombre despiadado y sin corazón.
-Creo que deberías hablar del tema con Mauricio –dijo Myu- y ver que opinión te da él.
-Pero, ¡él también hizo una promesa de sangre a Enrique!
En ese momento golpearon la puerta.
-¿Quién es?
-Servicio de limpieza…
Américo abrió la puerta y dejó entrar a la chica de la limpieza.
-Necesito que se quede unos minutos fuera, señores… -La chica se quedó pasmada- ¿no hablaba usted con alguien?
-¿Eh? Ah, sí hablaba por el celular.
La chica que había entrado tendría aproximadamente la edad de él.
-¿Puede esperar fuera? –Lo increpó la chica- ¿Qué le pasa? ¿Se siente bien?
Américo se había puesto pálido. Y no era para menos. Quien estaba delante de él vistiendo el traje de empleada de limpieza era…
-¿Débora Aylén Sosa?
-Sí, soy yo… ¿Me conocés?

El Dr. Díaz había bajado a la sala común donde se servían los alimentos. Allí esperaba a Sosa. Ella había sido una de las tantas amigas buenas de su infancia, era muy parecida a su propia esposa. Pelirroja y de ojos verdes, con la diferencia de que no usaba anteojos.
Sosa, en su infancia, era una chica tímida e introvertida, casi como Mauricio. Al igual que él, era una chica dañada al límite por sus ex compañeros.
Ella llegó junto a la mesa vestida con su uniforme de limpieza: un pantalón de Jean sobre una remera larga negra que entraba dentro del pantalón y de donde salía un delantal blanco con pliegues y algunos encajes a los costados.
-Tomá asiento –le solicitó Américo- ¡oh! Lo siento, perdona mi falta de educación –dijo el doctor al darse cuenta de su error: no le había acercado la silla, enseguida se puso en pie y le corrió la silla para que ella se sentara.
Luego de sentarse, el doctor tomó su lugar en la mesa-.
-¿Qué fue de tu vida después del colegio Américo?
-Es una historia larga…
-Tengo dos horas antes de volver al trabajo…
-Pasaron muchas cosas… A causa de una discusión con mi mamá, me fui a vivir al barrio de Palermo en Buenos Aires con mi papá. Comencé a estudiar psicología y administración de remedios psicotrópicos –Américo tenía una sonrisa en su rostro mientras hablaba- terminé el curso a los 21 años y me fui a vivir solo –Américo dejo de sonreír, ella lo miró a los ojos y vio que allí había lágrimas preparándose para salir. Pero Díaz no era tan débil como para llorar delante de su amiga. Siguió con su relato- mi padre enloqueció de tristeza y se mató, se había acostumbrado a vivir con mi presencia en su casa, pero yo no lo soportaba, me controlaba mucho…
-L-lo siento mucho –balbuceó Débora- no sabía…
Américo se paso la manga del brazo por los ojos disimulando la lágrima que había salido involuntariamente de estos. Sosa le sonrió amablemente.
-Américo, siempre fuiste un ser lleno de luz y esperanza para mí… de seguro que también lo fuiste para aquellos que te dieron la vida. Pensá siempre en ellos cuando necesites consejo. Aunque ya no los veas ni les hables, ellos siempre estarán contigo…
Américo quedó sensibilizado por el recuerdo de su padre fallecido y de su madre, a la que no veía desde los 18 años.
-¿Te puedo confesar algo Ame? –Inquirió sonrojándose todo su rostro, no esperó respuesta y continuó- Siempre te admiré como persona. Independiente, seguro y caballeroso. Siempre trataste a las mujeres con amor, sin faltarles el respeto y, sobre todo, dedicándoles una sonrisa… eso siempre me gustó de vos, por eso yo fui tú enamorada secreta durante todos esos años.
Débora corrió la mirada ruborizada. Américo la miró confundido. No sabía que hacer ni que decir.
Américo empezó a sentir un mareo fuerte, un dolor punzante… y un vacío impenetrable… Solo se paró, se puso en pie y cayó redondo al suelo.
Todo había terminado para él. En esa oscuridad pudo sentir una mano amiga que le decía: soy libre padre, ahora se cual es mi destino porque has sentido el amor y has sabido que cometiste un error. Adiós para siempre.





Raziel Saehara
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#25
El doctor Díaz despertó en el cuarto de su casa. No había nadie por allí. ¿Acaso ya lo daban por muerto? Algo extraño estaba pasando y todavía no sabía que…
Recordó haber soñado con su hijo. Este se despedía.
Américo bajó a la cocina y vio, para su asombro, un joven de unos 16 años sentado a la mesa leyendo el diario mientras desayunaba. Este era pelirrojo y tenía unos ojos color café muy parecidos a los de Américo.
-Padre, ¿has dormido bien? –Dijo el chico sin mirarlo- siéntate
Américo se sentó y miró fijamente a su supuesto hijo.
-¿Sos mi hijo? –Preguntó él algo sorprendido… su hijo echó a reír- ¿Cómo te llamas?
-Adán Guillermo Díaz es mi nombre, es cierto que aún no he nacido pero incluso desde el vientre de mi madre puedo dominar a mis sombras a voluntad.
-¿Tus sombras? No entiendo, pensé que este era el poder de Alvarenga… Así que por eso se llaman sombras de Adán, ¡Vos sos el asesino!
-¡Ey! Asesino es una palabra muy fea… pero sí, soy el que teje los hilos de la oscuridad y ayudare a mi padre en todo lo que haga falta…
-¿Me ayudaras? ¿A matar?
-Vos no sos mi padre… mi padre es Yamiel, el ángel de la furia… ¿recordás que estás enfermo…?
-¿El síndrome de ultimátum? El médico se había equivocado…
-No, el médico no se equivocó… Yamiel utilizó el mismo sistema que utilizó Dios para enviar al Arcángel Miguel a ser el hijo del hombre, Jesús el cristo…
Américo de pronto cayó en la cuenta. Había cometido un grave error.
-Sos… ¡El anticristo!
Américo fue invadido por un súbito escalofrío. Adán sonrió.
-¿Qué pasa? ¿Tenés miedo?... será mejor que despiertes, algo está por pasar.
-¿Por qué hijo?...
-Yo no soy tu hijo –Adán se puso en pie y se puso cara a cara con Américo.- ¡Soy hijo del odio! –Mostró su mano y vio esta llena de una luz negra y espesa- Ahora vete…
La oscuridad se expandió y todo se volvió negro de nuevo.
-¡Ey! ¿Te pensás despertar?
Esa voz…
-Mauricio –logró decir levemente- hay que detenerlo…
-En ese estado no vas a poder detener a nadie… la curiosidad es más fuerte… ¿A quién querés detener?
El Dr. Díaz observó a su alrededor. Estaba en un hospital, más precisamente en terapia intensiva. Pero no estaba solo… a su alrededor estaban algunas personas: Maximiliano, aquel chico policía-ladrón; el oficial González; el comisario Lalo y un séquito de personas que se mantenían apartadas de él.
-¿Quiénes son ellos?
Y Mauricio le explicó lo sucedido en la playa mientras él hablaba con Sosa.

Y Ghomikian empezó a relatar:
-…estaba yo en la playa pensando junto a Adriano en todo lo que había hecho. ¿Cuántos había matado? Inocentes o culpables yo no era Dios para juzgar al débil de corazón. Muchos de ellos me pidieron perdón luego de los actos, ¡estaban realmente arrepentidos!
Adriano trató de convencerme con suspicaces pensamientos de que yo no debía arrepentirme. “¡El arrepentimiento es para los débiles! ¡Nunca deberían haber nacido!”, me repetía una y otra vez. Me hubiese sentido vacío de no ser por que aún tenía un amigo en este mundo: Vos. “¡Cállate! ¡No son más que basura, ustedes y todo lo que los rodea! ¡Ya no quiero continuar con esto! ¡Nunca más volveré a matar!” Dije yo y acto seguido me sentí morir. Un dolor en mi pecho, frío y punzante, me hizo poner de rodillas.
“¡Me has traicionado! ¡A mí y a Adán! ¡Morirás!” escuché en mi mente y caí desmayado.
Tuve una extraña visión… un joven muy parecido a vos golpeaba a mi puerta luego de que yo me “despertara” de aquel desmayo.
“¿Qué querés?” le dije empujándolo fuera, él quería entrar a toda costa.
“Traigo noticias, Mauricio, hablemos dentro” dijo él, algo acelerado y continuó “¿Sabes quién soy?”.
“El hijo de Américo”, “así es, he venido por que he de contarte una verdad: soy el verdadero Anticristo” dijo con una sonrisa y acto seguido saco una daga y con una fuerza que nunca había sentido la clavó en mi pecho “Nunca deberías haber traicionado al hijo de un ángel”
Fue en ese momento que comprendí todo.
¡Tu hijo no era tu hijo sino un cruel demonio! Pero, ¿Como contrarrestar aquel poder?
De repente, una luz inundó aquella imagen de mi persona sufriendo y Rafael entró en mi sueño, él es el hijo de Enrique, es una historia larga… ¡Vamos te la contaré por el camino!”
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Estaban todos dentro de un camión con acoplado. Detrás, en la caja, iban los ex compañeros de Mauricio quienes habían sido juntados por Karadagián y Lila. Rafael contaba una historia y este decía:
-Hace algunos años, mi tío, vamos a llamarlo “Tío” encerró a mi padre, el cuál estaba lisiado desde pequeño, en un sótano pequeño y húmedo. Mientras mi Tío se daba la buena vida con la fortuna de los Alvarenga, mis antepasados habían sido saqueadores de tumbas y religiosos agnósticos, mi padre sufría en aquel cuarto. Para empeorar las cosas, mi Tío obligó a su esposa a mantener relaciones con su hermano. Sin sacarlo de aquel cuarto, ellos me hicieron con todo el odio en su interior. Mi madre me tuvo y en el parto murió. Pero me dejó un importante legado. Ya sabrán de eso a su momento. No pregunten. ¿Donde iba? ¡Ah! Sí, mi padre tuvo que cederle “Derechos” sobre mi propiedad a mi tío. Él tenía una enfermedad conocida –miró a Américo- por algunos pocos: El síndrome de ultimátum. Sus espermas salían muertos desde sus testículos. Entonces, tuvo que recurrir a su hermano de esa manera. Me crió en completa soledad y por años no me había dejado ver lo que había en el sótano. No se escuchaban gritos ni nada desde dentro, pero algo me unía con aquel lugar. Lo sentía. Era mi “legado”. Para aquel entonces, decidí entrar en la Policía Federal sucursal Palermo Soho. Ahí fue cuando investigando encontré un ataúd vacío y vi a mi tío por unos segundos entre las luces de la puerta abierta. Este me pegó un golpe y me desmayó allí mismo. El odio más profundo se dibujaba en su rostro envenenado por el tiempo y el dolor. Él no sabía que yo era su hijo. Trató de matarme y me dijo “No morirás, aún no” y se fue de allí. Cuando desperté vi la puerta abierta y salí. Llamé a mi padre y me dijo que estaba en una de las iglesias de la familia haciendo yo no sabía que. No perdí tiempo. Llamé a uno de mis compañeros y le dije que me pasara a buscar por casa. Iríamos a aquella Iglesia. Pero, no tuve en cuenta que mi padre también iría pero para devorar sus huesos y dejar solo su carne. Él entró a la Iglesia con la espada de la familia y sin mediar palabra mató a todos los que estaban allí tratando de mantener al gran demonio sellado. Pero el sello era aquel pedazo de papel en la caja. Él contenido de esta era un secreto incluso para mí, pero mis abuelos habían prohibido a cualquiera siquiera tocar aquella caja. Solo alguien que odiara al mundo tanto como su contenido podría abrir sin problemas la caja. Mi padre era el indicado. Pasó mucho tiempo de su vida en soledad en aquel horrible lugar. Una gran noche de soledad fue lo que vivió mi padre. Así fue que mi padre mató a todos los monjes en el lugar y luego a mi Tío devorando así sus huesos. Incendió todo el lugar haciendo como que hubiese sido un gran incendio.
Fue a la vieja mansión y entró en mi viejo cuarto. Allí mutó en lo que es ahora: un ser humano sin corazón. Y ahora que ustedes dos lo han traicionado querrá un pago por ello. Créanme cuando les digo que esta batalla no será fácil. No señor. Nada fácil.”

Alvarenga escuchaba atento lo que le contaban las dos sombras con mucha atención. Estaba de espaldas a ambas sombras. Él vestido con una sotana violeta y también cubierta su cabeza con una capucha de ese mismo color. Las sombras culminaron su relato diciendo que habían sido traicionadas y requerían un pago por aquel ultrajamiento. Un pago muy alto.
-Esta bien, haré cuanto pueda –fue todo lo que dijo Alvarenga y se fue a su recamara-.
Allí pensó que alguien debía morir, el niño que él necesitaba y su madre serían las victimas perfectas.
Desapareció enrollándose y apareciendo en el cuarto de cocinas de la casa de Mauricio. Dos sombras salieron de su cuerpo y volvieron a él luego de algunos minutos con Facundo y Claudia.
-Vámonos… -dijo Enrique y en un segundo estuvieron en aquella Iglesia de nuevo- …bien espero que ustedes dos me lo hagan divertido –amenazó él- matar sin diversión, no es lo mismo…

En aquel camión y de regreso de sus vacaciones, Mauricio aprovechó para ponerse al corriente de las últimas noticias. Sus compañeros y él se perdonaban mutuamente. Eso era bueno. De pronto el camión paro el motor y Karadagián, quien lo conducía, abrió las puertas.
-Bajen todos…
Todos lo hicieron pegando pequeños saltitos al suelo desde el acoplado.
-Pero aún faltan dos cuadras para la iglesia… ¿Por qué bajamos acá? –preguntó Américo.
-Debemos ser precavidos y formar un plan –a lo lejos se distinguía la Iglesia cubierta de nubarrones negros- No podemos ir así nomás…
-Ustedes no van a ir a ningún lado…
Era la voz de Rafael la que había dicho aquello. Todos se sorprendieron.
-¿Por qué? –Inquirió Ghomikian- Yo mate a muchos y tengo el derecho de morir en manos de aquellos a los que ofendí y maté…
-Despreocúpate y disfruta de tu vida, festeja y reí junto a ellos –les pidió el mientras se alejaba- Yo me encargo del resto.
Díaz y Ghomikian, junto al resto se quedaron mirando como desaparecía en la distancia.
De repente, a Mauricio se le ocurrió una idea.
-¡Vamos a mi casa! ¡Rápido! Hay una última esperanza de ganar y esta en el cajón de mi mesita de luz, vámonos.
Nadie lo frenó. Todos a partir de ahora, confiaban en él como amigos que eran.





Raziel Saehara
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#26
Rafael llegó a la puerta de la iglesia. Despacio miró hacia abajo y oró lo siguiente:
-Padre nuestro que estás en los cielos, dame el poder para realizar mi promesa. Destruir al inicuo y encontrar la paz.
Acto seguido abrió la puerta. Al abrirla se encontró con una terrible escena. Un niño de unos diez años y una mujer de su propia edad estaban clavados en dos cruces diferentes, entre ellos una caja de madera y frente a ella…
-Enrique…
-Bienvenido “hijo”…
-¡No me llames hijo! ¡Yo no soy tu hijo!
-Bueno, aunque no he sido un buen padre creo que me merezco ese nombre por el poder que te di…
-Jajaja -Se río Rafael- ¡no me hagas reír! ¡Yo ya no llevo ese poder conmigo! ¡No llevo “La marca” de los Alvarenga! -Rafael se sacó lentamente los anteojos y Enrico pudo ver el terror en sus ojos.
-Ahora mis ojos son blancos, he hecho un trato con los ángeles del cielo a diferencia tuya que lo hiciste con un demonio.
-Está bien, veamos quien es más fuerte…
Enrico abrió sus manos y unas sombras se arremolinaron allí. Rafael extendió sus manos y un rayo de luz blanca y pura cayó del cielo.
Las sombras y las luces se mezclaban en una combinación dramática mientras los cuerpos de Facundo y Claudia derramaban su sangre sobre la caja donde estaba aquel que conocían como Yamiel.
La lucha entre padre e hijo era brutal y salvaje. El odio entre ambos era lo que los alimentaba, y a pesar de eso, ninguno de los dos quería ceder ante el poder del otro.
Miles de sombras de Adán rodeaban a Rafael pero este expandía su luz sagrada y esta devoraba a las sombras del Mesías no nato.
En un momento, ambos detuvieron la pelea y se miraron con odio.
-¿Por qué has elegido este camino padre? –Le reprochó él mientras se limpiaba la sangre de sus labios- ¿No has tenido demasiado con la muerte de todas esas personas, además de la de mi tío y mi padre?
Enrique río. Tan fuerte fue su risa que el cimiento de la iglesia tembló.
Fuera se escuchaba la lluvia caer y romper contra la cúpula alta y negra.
-¿Tenés miedo?
-No, pero me gustaría saber… ¿que ha hecho que mi padre y mi tío se conviertan en esto?
Enrique respiró hondo y miró de reojo al cofre de madera.
-El odio es lo que me hace más fuerte, mucho más fuerte de lo que era en aquel entonces cuando mute.
-Te refieres a…
-Verás hijo –Pronunció esta palabra con saña- he tratado de darle una mejor vida a aquellos que se han portado mal, como lo fueron los ex compañeros de Ghomikian y Díaz…
-Asesinando niños, según me han dicho –le replicó Rafael- ¿Por qué?
-Iban a convertirse en delincuentes de todas maneras… Me cansé de está charla –Convocó nuevamente a sus sombras abriendo con fuerza sus manos. Emitió un grito desgarrador y de su espalda extendió unas alas negras… tan negras como su alma- ¡Ahora verás!
Un rayo de Luz pura golpeó a ambos en el momento que Enrique se acercaba a dar el golpe final.
-¡Este es mi sacrificio! ¡Con esto te detendré!
Y ambos desaparecieron en una nube de luz y oscuridad imponente.
Un latido se escuchó en la caja de madera. Algo iba nacer. Pero aún faltaban sacrificios… pronto llegarían.

Maxi, Mauricio y Américo entraron corriendo a la sala de estar de la casa de Ghomikian.
-Por acá… -les indicó Ghomikian- En esas cajas…
Los tres abrieron las cajas y lo que había allí los sorprendió.
-¿Papeles? –Inquirió Maxi- ¿Con esto vamos a derrotar a Alvarenga?
-No es cualquier papel –aclaró Américo que del tema sabía mucho- son sellos de poder.
-Así es, en Japón se utilizan para sellar a los demonios en sus tumbas o simplemente destruirlos, los traje una vez que estuve de vacaciones en Japón –prosiguió Ghomikian- carguen esas seis cajas a la camioneta y volvamos a la iglesia.

En la iglesia todo era silencio y un leve latir. Américo, Mauricio y Maxi encaminaban la comitiva mientras que sus ex compañeros, incluyendo a Karadagián y Costilla que iban de la mano, trataban de seguirles el paso.
Llegaron a la puerta y apoyaron un sello sobre esta. El sello se prendió fuego pero les habilitó el paso a la iglesia...
Dentro, todo era oscuridad, lo único que se veía era a Facundo y a Claudia colgados de la cruz.
-Hijo… Claudia…
-No pierdas la compostura amigo –le puso una mano en el hombro- pero… ¿Donde están Rafael y Enrique?
-Acá estoy yo…
No era ni Enrique ni Rafael el que dijo estas palabras… fue Maxi.
Los compañeros de Mauricio retrocedieron ante la imagen. Maxi se prendió fuego y de él salió Enrique.
-¿Qué me miran con esa cara? ¿No recuerdan el “Bautismo negro”?
-Lo había olvidado… -dijeron Mauricio y Américo.
-Cuando envíe a aquella sombra de Adán a purificar la sangre y Maxi estaba espiando, dije que haría algo especial con él y así fue… cree un Enrique de repuesto.
Las hermanas de Maxi no lo podían creer.
-Y ahora, la parte final de mi plan…
Alvarenga se acercó con paso decidido al cofre que contenía a Yamiel. El latir de su corazón se escuchaba ahora en toda la iglesia. Nadie se animaba a mover un dedo. El plan de Rafael, quien había dado su vida por la causa, había fallado.
-No, no todo esta perdido…
Mauricio fue el que dijo estas palabras. Corrió y alcanzó a Alvarenga. Lo tomo del cuello y lo tiró hacia atrás. Sus compañeros imitaron aquel gesto de valentía y corrieron junto a la caja. Tenían que evitar la destrucción del mundo. Todos llegaron junto a la caja y miraron lo que había dentro.
Un esqueleto de un niño de unos ocho años de edad con unas muescas de piel enganchada entre sus desprolijos huesos.
-Cayeron en mi trampa… -Gritó Alvarenga- ¡Ahora Yamiel!
El poder de Yamiel hizo que del suelo salieran lenguas de fuego que lo cubrieron todo. Devoró el alma y cuerpo de todos… excepto Mauricio y Américo.
El cajón brilló y una luz oscura salió de él. El niño estaba dentro de la luz. Y sin decir nada, creció y creció hasta convertirse en un adulto,
El ángel caído era hermoso. Piel blanca y limpia, una pequeña barba y el pelo rubio con sus ojos celestes que combinaban.
-Gracias Mauricio, Gracias Américo… A pesar de que me traicionaron, no solo a mí sino a mi hijo también, los recompensaré con algo de enorme valor: sus propias vidas.
Ghomikian y el Dr. Díaz cayeron allí de rodillas, se les había permitido vivir… para ver la destrucción de su propio mundo.
-Que esto termine… que esto termine Dios…
-¿Rezas a Dios? –Preguntó Yamiel y río- Déjame decirte algo, Ghomikian –Yamiel levanto su espada y mientras la descargaba sobre su enemigo le dijo:
-Dios no es amor, Dios es terror…
Mauricio espero el golpe pero este no llego, abrió lentamente los ojos y vio los espíritus de sus ex compañeros formando un escudo alrededor suyo, incluyendo el espíritu de Gorosito…
-No me rendiré… ¡Dios Ayúdame!
Un estruendo muy fuerte se escucho y una luz blanca y pura pego en la espalda del ángel caído. Era Rafael.
-Padre, antes te derrote a ti y me escondí ahí hasta que esto pasara… ¡Ahora verás la furia de un ser divino! ¡Renace Miguel!
Un rayo cayó en el centro de la batalla y una mano salió de él, luego un cuerpo, una pierna la cabeza y luego el resto.
Era el ángel supremo a quien Rafael acababa de invocar… ¡Miguel, señor de señores!
Miguel no portaba arma alguna, no la necesitaba. Estiró su mano y tomo el cuello de un tembloroso Yamiel.
-No eres un ángel… ¡Eres una vergüenza!
Y sin mediar otra palabra rompió el cuello del ángel malvado.
-Y tú Enrique… ¡Ay Enrique!… he tomado una decisión… Borrare de tu mente todo dolor y odio y podrás vivir tranquilo en este mundo…
Un rayo cayó donde estaba Enrique y le quitó la memoria… Y sus poderes oscuros.
Otro rayo blanco cayo y se llevó a Yamiel y a Miguel de nuevo a su mundo.
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Mauricio y Américo descolgaron a Facundo y a Claudia.
La policía llegó pero ya había pasado todo.

Había pasado un tiempo y Américo decidió proseguir con el embarazo, decidió llamar a su hijo de otra forma: Fernando Valentín Díaz es el nombre que recibió de sus padres.
Mauricio les contó toda la verdad a su esposa y a su hijo y estos aceptaron quedarse con él. Por cierto, Claudia dejó de fumar y ahora espera otro bebé de Mauricio.
Enrique Alvarenga y su hijo Rafael disfrutan de una vida juntos, en paz y tranquilidad.



















Epilogo.

Han pasado 15 años de lo ocurrido en la iglesia de los Alvarenga. Julián y Facundo Ghomikian, y Fernando Díaz, Estában viajando en un subte camino al colegio cuando un borracho se les acercó para pedir monedas. Ellos le dicen que no tienen. El vagabundo se va, da dos pasos y cae muerto.
Todos corren a pedir ayuda. La desgracia esta hecha. Pero nadie se imagina que un poder superior al de cualquier humano acaba de despertar: Fernando Valentín Díaz se muere de curiosidad de usar aquel poder. Pero solo lo va a usar para hacer el bien… ¿Será así?
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Y ese fue el final de la novela.... Asi Ghomikian y sus amigos son felices o eso creen... Por que a pesar de que Adán no es la sombra, si es el anti cristo...Gracias.





Raziel Saehara
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