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Noche de soledad mejorado parte 5 (I)
#1
Para empezar, pido disculpas por la tardanza pero estoy con varios proyectos a la vez: 3 novelas, un cuento y encima estoy estudiando el profesorado de psicologia... Uf! si sigo asi mi mente a colapsar. En fin, pase de semanal a bisemanal, despues a un mes y creo que desde el ultimo post llevo ya mas de un mes... en fin...
En este capitulo pasan muchas cosas. Pero el misterio mas grande es... ¿Que va a hacer the reaper? ¿Que va a hacer Facundo con sus nuevos poderes? ¿Quien es La parca... o que es La parca? En fin... algunas se van a revelar, otras van a seguir escondidas allí... esperando en la oscuridad.
Que empiece el show!
Capitulo V: Pasado…

Mauricio pasó una noche horrible. En principio no la paso en su casa ya que su hijo y los demás niños quedaron internados en el hospital de niños Ricardo Gutiérrez. Al parecer muchos niños fueron golpeados por la sombra que habita dentro de Facundo.
En segundo lugar, su hijo había llamado la atención de una de las madres del grupo: Andrea. Ahora ella debería morir. Aunque pensándolo bien… Ella no había dicho nada de lo que había pasado. Ni siquiera a Débora.
Miró la hora en su reloj. Era de madrugada y aún no traían al niño. Facundo aún permanecía en observaciones desmayado.
Sonó su celular. La pantalla de cristal liquido decía “Enrique”. ¿Qué querría? ¿Sabría acaso lo que iba a pasar? Atendió.
-Hola…
-Salí de ahí, no digas quien soy…
-De acuerdo, voy a salir fuera para ver si hay señal, no te escucho bien…
Mauricio camino hacia la salida del hospital, no había nadie en la puerta, bajo la escalera y salió a la calle.
-Ahora te escucho…
-Alguien te vigila Mauricio y temo que no son solamente mirones… vení a la iglesia ahora mismo… tengo que mostrarte algo.
-Llevo a mi hijo…
-Me da igual.
-De acuerdo, voy para allá.
Por un momento pensó en llevar a su hijo para que lo “revisara” y le dijera si eso era normal… claro que dependiendo a lo que ellos consideraban normal. Por suerte la iglesia estaba cerca del hospital.
Caminó mirando a un lado y a otro de la calle, de repente había quedado solo en aquel lugar.
-Tu corazón está latiendo más fuerte que nunca, ¿Qué pasa? ¿Estás asustado?
Mauricio se dio vuelta y vio tras él a un hombre que no pasaría los cuarenta años y ni los aparentaba en caso de tener esa edad. Vestía una vieja capa, que parecía ligera, y tenía el pelo rubio.
-Mauricio, se que estás enojado con el mundo, con tú vida, con todo lo que te rodea –dijo el extraño que en ningún momento había abierto los ojos- pero no arrastres al mundo a su destrucción. Recuerda que hay gente que te ama, que te quiere tal y como eres. Por ejemplo: el doctor Díaz.
-¿Américo?
-Sí, sabemos que él es al único que no matarías…
-Ponme a prueba…
Durante unos instantes se miraron, aunque eso era relativo. Si llamamos mirar sin abrir los ojos, eso es lo que hacía el joven de negro.
-Ghomikian, recuerda tus propias palabras: “Haz lo que quieras, en cualquier momento del día, pero hazlo sin molestar a nadie”
Dicho esto, el joven de la capa negra se fundió con el entorno y desapareció.
Poco a poco la gente que caminaba por la calle empezó a aparecer. ¿Quién sería ese tipo? Acaso…
Se le cruzó por la mente la idea de que Américo podría tener algo que ver. Pero. ¿Qué había pasado para que se enterara? ¿Cómo lo supo? Sería bueno avisarle a Enrique.

Dentro del hospital, una sombra se movía indistinta, inmutable. Cada paso que daba era un paso hacia la muerte.
Facundo se había levantado de la cama y caminaba arrastrando los pies. Se tomaba la cabeza como si se fuera a caer si la soltaba. Todavía era temprano para los médicos así que no había muchos de ellos rondando por ahí.
-¡Vete! ¡Vete! ¡Vete! –repetía por lo bajo el niño.
Llegó a la recepción vistiendo apenas un Slip y en cuero. Allí, la recepcionista y una señora que hablaba con ella lo vieron y corriendo se le acercaron.
Lo tomaron del hombro y le preguntaron donde estaba su padre ya que lo reconocieron como el niño que recién había entrado en la guardia.
-¡Vete! –repitió una vez más y tomo la cabeza de la enfermera entre sus manos mirándola directamente a sus ojos.
El gritó que se escuchó en el hospital fue tan alto que alertó a los de seguridad.
Cuando llegaron ellos al lugar encontraron todo hecho un desastre. Pero lo más horroroso fue ver al niño parado entre los cadáveres sin cabeza de la enfermera y la recepcionista.
El niño sonrió. Ya no le dolía la cabeza. Ahora ya nada le dolía. El niño solo movió la mano para delante y de esta manera arrancó de cuajo la cabeza de los hombres armados. Luego se enroscó como si fuera un rollo de papel o una cortina replegable y desapareció.

Ghomikian llegó hasta el punto de encuentro donde lo esperaba Enrique… aunque había alguien más, un niño, pero… El niño le sonreía en la distancia.
Mauricio corrió hasta apostarse junto a ellos.
-¿Qué le has hecho a mi hijo? Esto no estaba en el trato…
-¿Trato? O sí, es verdad, el trato decía que si yo te daba el poder de matar a tus compañeros vos me entregabas a tu hijo como sacrificio para crear el cuerpo del ángel. Pero creo que yo no te dí ningún certificado ¿verdad? –Todo esto empezaba a poner nervioso a Mauricio- De todos modos, tal vez puedas contarle todo a la policía… ¿Te creerían?
-¿Me estás traicionando Enrique?
-Tómalo como quieras, eso no es problema mío, lo cierto es que tu hijo ahora es como yo. ¿Verdad hijo?
El niño sonrió macabramente y emitió una risita que aterraría a cualquiera.
-Acábalo… -Fue la orden que dio Enrique.
Ghomikian no tuvo tiempo ni de correr. Su hijo le saltó en la cabeza y con fuerza estuvo a punto de arrancársela.
Un fulgor blanco pego en el pecho del niño justo cuando este saltaba hacia su padre y progenitor.
Mauricio giró la cabeza y vio al joven que lo había advertido. El mismo le dio una pistola. Enrique rió.
-¿Una pistola? ¿Qué piensan hacer con eso?
-¡Dispárales! –Gritó el joven- Esta pistola contiene mi sangre y puede purificarlos o matarlos según desee yo… ahora… ¡Dispárales!
Con la velocidad del rayo el joven misterioso se enrolló y apareció detrás de Enrique. Pero instantáneamente Alvarenga desapareció y el niño hizo lo mismo.
El joven misterioso le dio una mano al asustado Ghomikian y este reaccionó llorando.
-Mi nombre es Julián Napolitano, pero me conocen como la “Parca”, te seguí hasta aquí por que mi objetivo es eliminar al demonio conocido como Enrique Martín Alvarenga.
Mauricio aún estaba un poco shockeado. ¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué no abría los ojos? De repente se sentía desvanecer. El extraño… ¿Parca había dicho?... le tocó la frente y Mauricio cerró los ojos.

“Basura” “¿Para que queremos un hijo como vos?”
“¡No servís para nada!”

Mauricio abrió los ojos lentamente. Se le antojaron pesados. Ya no se sentía como siempre. Tampoco se sentía mal… solo no se sentía, como si no estuviera.
Al abrir los ojos se dio cuenta que estaba encerrado en una habitación… desnudo. Pero se sentía tan desconsolado que no le importó. Llamó a la puerta pero nadie contestó.
Trato de recordar por que estaba ahí… nada… ¡Nada!
Se sentó en la cama. Seguramente esta “Amnesia” se debía a algo… Levantó la cabeza y allí la vio. Parada frente a él.
-¡Madre!
-Has sido un mal hijo, una mala persona…
-¡Eso no es verdad!
-¡Cállate! ¡Tú padre va a estar muy molesto por eso que hiciste!
Mauricio se quedó callado. Se sentía un niño. ¡Esperen! Se miro las manos,,. ¡Eran pequeñas y jóvenes! No de nuevo… Él había crecido…
-¡Mamá!
-¡Cállate ! ¡Sos un monstruo! ¡Un demonio! Ahí llegó tú padre…
Mauricio niño mantenía la cabeza gacha. ¿Qué había hecho? El era inocente, pero no podía decirles que ese desastre lo había realizado su hermana. ¡Lucrecia Ghomikian! ¡La odio!
De repente la escena se difuminó… y se vio desde afuera. Tendría en aquella época unos seis años. Su hermana Lucrecia estaba acostada en un sillón mirándolo, deseándolo. Aún no había descubierto su sexualidad pero su hermana era atractiva.
Lucrecia era apenas cuatro años mayor que él.
-Mauricio, ¿Queres jugar? Hoy conocí un juego nuevo, pero te tenés que desvestir.
-¿Qué gracia ti…?
Un cachetazo lo puso en su lugar, según pensaba Lucrecia.
-Es divertido, ¿verdad?
El Ghomikian de afuera observaba toda la escena advirtiendo que el odio y la rabia le subían por el cuello hasta llegar a su cara.
El Ghomikian del recuerdo no podía contradecir a su hermana.
Luego de haber consumado el acto sexual su hermana lo felicitó.
-¡Bien! ¡Sos un monstruo! ¡Un perfecto monstruo! –Le dijo su hermana mientras lo acariciaba en la cabeza. ¡Prométeme que nunca vas a tener una novia que no sea yo!
-Pero…
-¡¡¡Prométemelo!!! –Lucrecia se había puesto agresiva y Ghomikian estaba asustado- ¡Te quiero para mí! ¡Sos mi monstruo!
Nuevamente la escena se difuminó y Mauricio se vio asimismo, pero joven, siguiendo a una chica rubia de ojos celestes: Gorosito.
No sabía como decírselo. ¿Lo trataría de loco? Quizás. Pero él no quería que ella lo amara. El amor era doloroso. Especialmente si después de hacer el amor te dicen que sos un monstruo tal cual lo hacía Lucrecia.
El Mauricio de la visión se le adelantó y le pidió que lo dejase en paz.
-¡Un monstruo no puede ser feliz!
Vio como Pamela se quedaba allí petrificada, caía de rodillas y se largaba a llorar.
El Ghomikian de la visión advirtió que algo le tocaba el hombro. Era Lucrecia.
-¡Hermano! ¡Me equivoqué! No pises el camino de la oscuridad, es difícil volver.
-¡Hermana! Nunca quise…
-¡Calla! Si alguien tuvo la culpa fui yo… Pero vos… ¡Vos podés convertir la oscuridad en luz!





Raziel Saehara
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#2
(II)
¡Despierta! ¡Despierta!
Ghomikian abrió los ojos lenta y pesadamente. Algo le decía que ya no estaba en su casa. Apenas abrió los ojos vio a su amigo Américo.
-Quédate quieto, sufriste una “Inmolación espiritual”.
Su amigo le había puesto un pañuelo mojado en la cabeza para tratar de bajarle la fiebre. Mauricio se resignó solo porque era su amigo quien lo atendía. La mirada de Américo era lánguida y silenciosa, como si fuera la mirada de un ave a punto de morir.
-¿Qué pasa Américo?
El doctor suspiro. Sabía que en el aquel cuarto aquellos que albergaban un pasado oscuro perdían su memoria. Américo por supuesto no guardaba ningún pasado oscuro, pero Ghomikian tenía un pasado muy oscuro. Tal vez sería mejor dejarlo ahí… ¡No! ¡Lo necesitaban! Ghomikian había pasado mucho tiempo con Alvarenga.
-No recordás nada ¿verdad?
-Solo mi pasado, vos incluido… ¿Dónde estamos Ame? Esto no es tú casa.
Américo rió.
-Esto es una prisión en la dimensión “Memorex” –Le explicó cuando pudo detener su risa- En ésta dimensión todas las personas que esconden un pasado oscuro solo recuerdan ese pasado y nada más.
-Es cruel –Acotó Ghomikian- pero supongo que así es como debe ser.
-Mauricio, recién, cuando estabas durmiendo, nombraste a tu hermana…
-Supongo que así ha de ser… lo escondí mucho tiempo… todo empezó antes de que mi hermana muriera de Leucemia…

…Ese día nos levantamos temprano. Mamá y papá habían salido de viaje, pero en teoría. Como recordarás mis padres eran agentes bancarios, así que nunca estaban en casa. Mi hermana Lucrecia era cuatro años mayor que yo. Ella era bonita por donde se la viera. Rubia, ojos celestes y pelo largo lacio hasta la cintura. Además era flaquita, al contrario mío que era medio gordito. Desde los seis años que venía realizándole sexo oral a mi hermana… Pero ahora yo tenía catorce y ella dieciocho. Nuestros deseos, nuestra carnalidad, había cambiado. Perdimos el control. Mientras hacíamos el amor y nos desplazábamos desnudos de cuarto en cuarto, íbamos dejando destrozos a nuestro alrededor. Si eso solo hubiese sido el problema… Mis padres llegaron en silencio o nosotros no los escuchamos ya que estábamos en medio del acto sexual. Ellos entraron y vieron el desastre que habíamos hecho. Mi padre fue a buscar al vecino, ¿Te acordas de Jorge, el que era de la federal? Bueno, lo fue a buscar a él. Mientras, mi mamá entraba en los cuartos armada con una de las pistolas que le habían vendido hacía unos días hasta que entró en el que estábamos nosotros. Casi se desmaya. Allí estábamos. Lucrecia y yo haciendo el amor en la cama matrimonial de mis padres…

… A ella la encerraron en un convento de monjas hasta que murió de Leucemia y a mi me mandaron a un psicólogo. Tenía miedo de enamorarme. No quería…
Américo se quedó pensativo unos instantes.
-¿Cómo conociste a Enrique? ¿Qué te prometió?
-Lo conocí en la secundaria. Allí se acercó a mí y me ofreció un trato: Mi hijo, cuando lo tuviera, por la muerte de mis ex compañeros… pero si ahora me pongo a analizar la propuesta… ¡Yo era el equivocado.! Mis compañeros nunca se metían conmigo, sino que era yo quien no les quería hablar. Tenía miedo sabes…
-¿Miedo?
-Al rechazo, a no ser aceptado tal cual soy.
-Necesitas descansar, voy a dejar la puerta abierta, cuando creas necesario salir y ver la realidad, solo hazlo.
Américo se puso en pie y Mauricio se acostó.
-¿Hay tiempo para salvar a los demás… y a mi hijo?
-Si te lo propones, nada es imposible.
Américo cerro la puerta y un grito desgarrador se escuchó. Pero no era un grito de dolor, sino de tristeza proveniente del alma de aquel que ha sufrido.

En alguna dimensión paralela, probablemente un Kenzora, Alvarenga y el niño se encontraban juntos. Estaban allí parados en un suelo que no existía. Frente a ellos se extendía un valle de fuego y azufre. Un portal se abrió justo donde estaban ellos esperando.
-Bienvenido a casa “The Reaper”…
-¿Quién sos?
-¿Qué quien soy? Ni más ni menos que tu creador y como tal puedo hacer con vos lo que quiera.
-Yo no tengo dueño…
Alvarenga estiró una de sus manos justo en el momento en que The Reaper estiró uno de sus puños. Reaper comenzó a retorcerse de dolor. ¿Qué estaba pasando? ¡Él era poderoso!
-¿Quién sos demonio?
-Vos lo dijiste… un gran demonio… Necesito tu ayuda… Tráeme a Gorosito… la necesito.
-¿Gorosito? ¡Nunca! ¡Ahaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Está bien, está bien! Vos ganas… -El dolor menguo- ¿Qué queres que haga?
-Tráeme a tu ex y te voy a llenar de oro y riquezas…
-Como quieras…
Y así de Reaper desapareció, solo quedaron Facundo y Enrique en la inmensidad de la nada.
-¿Qué hago padre?
-Todavía nuestro turno no ha llegado, vamos hay que encontrar a alguien en esta dimensión…
-¿de quien se trata?
-Un antiguo amigo que me debe favores… Aquí lo conocen como “el jefe”.
Solo su nombre causaba escalofríos en aquel mundo y era algo que no podían remediar.

Américo decidió investigar un poco más a Enrique. No lo conocía en absoluto. No sabía quien era ni cuales eran sus poderes. ¿Pero como investigar algo que apenas conocía? ¿Quién podría hablarle acerca de Enrique?
Otra cosa que en aquel momento le molestaba era el paradero de Lalo. Cuando lo había llamado por teléfono “Alguien” lo había atendido y le había dicho, si mal no recordaba, que Lalo ya no estaba en este mundo. Eso, a su entender, no significaba que estuviera muerto. Podría estar en cualquier lado, cualquiera de los cien mundos que la organización controlaba era valido para esa información. Claro que llamarlo al celular no iba a resultar. A menos que tengan una antena de celular compatible con la de este mundo.
La sala en la que se encontraba el doctor era circular. Alrededor de las paredes de la sala se veían unas maquinas. Algunas servían solo si se investigaba en algunos de los macro mundos y otros solo servían en los nuestros.
La puerta plegadiza, que estaba cerca de Américo, se levanto y dio paso a dos de sus más importantes agentes en Latinoamérica: Roxana “Melody” Juárez y Julián “La parca” Napolitano.
-¿Llegamos tarde? –Inquirió Melody- ¿Nos perdimos de algo?
-No aún no. Parca, ¿De donde conoces a Enrique? Lo conocías de antes ¿verdad?
-Sí, así es –La parca aún no había abierto sus ojos- Nos conocemos hace muchísimo tiempo, tanto que ya ni recuerdo… pero no tengo por que contar mi historia, lo único que voy a contarte es que antes yo era una parte de su cuerpo.
Una de las premisas de “La organización” es no obligar a nadie a hablar de su pasado.
-Todos tenemos un pasado que esconder, ¿Verdad Doc?
-Ni hablar…
Todos allí, en especial Américo, tenían un pasado oculto. Un pasado que, sino hubiesen obrado en busca de ayuda, los hubiese matado.
-¿Pudiste averiguar el paradero de Lalo? -Inquirió La parca.
-No, alguien debería entrar y revisar mundo por mundo
-Yo iré –dijo Melody.
-Prepararé el “Pantorum”
Américo y Julián estaban de acuerdo. La habilidad de Melody para visitar aquellos mundos y disfrazarse de “quien viva allí” era única. Solo ella podía realizar aquella misión.
El Pantorum era una maquina que les permitía entrar a distintos mundos mediante el uso de sus habilidades únicas.
La puerta del Pantorum se abrió y ella entró dejando a sus compañeros atrás.
-¿Y ahora? ¿Cómo vamos a buscar a Enrique?
-Tal vez, si lográramos que pisara este mundo podría sentir su olor… -dijo la parca-… Pero temo que lo que va a venir no es bueno. Por experiencia se que un trato con Enrique es un trato hasta la muerte.
-¿Un trato hasta la muerte eh? –Se preguntó Américo más para sus adentros que otra cosa.
Américo decidió que era posible que Enrique atacara a sus ex compañeros de secundaria, lo que le daba una oportunidad de vigilar por cámaras los alrededores de esos compañeros. Se sentó y esperó.

Estaba amaneciendo en la ciudad. Pamela estaba acostada. No había olvidado la charla que tuvo con Murdock y recordaba a cada momento las palabras de Ghomikian. No entendía por que le había dicho monstruo Mauricio, que vivía ahí donde ella ya que se lo había cruzado en la puerta del Country, parecía cambiado. Hacía un tiempo le había escrito una carta. ¿Por qué no la había reconocido? Ella, a pesar de no haberlo visto en mucho tiempo, lo reconoció.
Se dio vuelta para uno de los costados de la cama. Pensaba también en su familia. Como había sufrido la perdida de sus seres. Si no hubiese sido por la plata que había ganado…
Un sonido, como si fuera una alarma, comenzó a escucharse en toda la casa. Pamela se levantó y fue despacio al living que es de donde provenía aquel ruido.
-¿Qué demonio…?
El regalo que le había hecho Miguel Osuna estaba brillando y alumbraba a algo… o más bien a alguien…
-Tati…
-No, desde que salí de ese infierno mi nombre a cambiado, ahora soy “The Reaper”.





Raziel Saehara
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