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07-10-2012, 22:34
(Última modificación: 07-10-2012, 22:36 por Raziel_Saehara.)
[COLOR="Red"]Bienvenidos de nuevo a mi rincón. Gracias a AAF por dejarme postear mis novelas.
En este caso se trata de "Las cronicas de midgard Libro I". Un poco de breve reseña de como se formo la idea.
Esta historia paso cuatro veces por el basurero de novelas que escribia simplemente por que no me agradaba como quedaba. Entonces un día hablando con mi tío me dice: ¿Queres jugar Dungeons & Dragons? y dije ¿Por que no? Me explico las reglas y accedí a jugar. Al principio me parecia algo imposible de lograr. El Dungeon Master (Mi tio) me ponia trabas en cada momento y a medida que el relataba se me iba ocurriendo una idea.
¿Alguien conto alguna vez lo que paso un milenio despues de que los dioses mayores (AEsir) y Dioses menores (Vanir) se murieron durante el Ragnarok? La verdad si alguien lo hizo o no, carecía, y carezco aún, de respuesta. Así que con una dosis de Dungeon & Dragons y mucha literatura fantastica (especialmente Margaret Weiss y Tracy Hickman, que tambien crearon una enorme saga de libros gracias a D&D como son Dragonlance) me lance a escribirla. Y, debo admitir, con algo de ayuda de los moderadores, y otros, de la pagina que me corrigieron las narraciones.[/COLOR]
Un poco del libro: Han pasado Mil años del Ragnarok, las sociedades siguen en guerra. El puente Bifrost , que unia los nueve mundos del Yggdrasil (El arbol de la vida) a caido en desgracia, sin embargo un grupo de heroes esta dispuesto a cruzar sus restos. Los Morganitas, la raza maldita de Midgard, encerrados en Axaroth la ciudad del espejo, buscan su salida. Sin embargo nuestra historia nos centra en Kait, un joven que desconoce su pasado y, aun peor, desconoce su futuro hasta que se cruza con el orbe de Nimbluzz y el gran dragón dorado Crushank... ¡Un destino fatal le aguarda!
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Las crónicas de Midgard. Libro I.
Prologo.
¡El mundo nórdico! Sus nueve mundos imponentes distanciados solo por la guerra. Nosotros los dioses amábamos estos mundos. Pero, ¿Cómo se crearon? ¿Quién nos creo? Preguntas que solo el hacedor Nitsurg lo sabe. ¿Quién escribe las historias que nos cuentan nuestros abuelos? Los AEsires, dioses mayores cuyo poder va mas allá del entendimiento de las distintas razas del árbol de la vida –Llamado Yggdrasil-, Los Vanires que en vano luchamos aquella guerra y los gigantes de la escarcha y del fuego eterno forjados con el martillo de los enanos mas hábiles en las cavernas subterráneas de Alflheim hemos sido derrotados.
La supremacía de Loki y sus hijos han dejado una tierra devastada por el caos y la codicia. Nosotros hemos muerto, pero hemos dejado un legado.
El Ragnarok no será eterno, ha dicho Nitsurg y si él lo dice es palabra santa. Aunque los dioses no existan más tenemos orden y caos, creación y destrucción, Amor y Odio… Lo tenemos.
{ Este tema ha sido editado, no postees tan rápido, editá }
Capitulo I: El ladrón de las Camelias
-¡No me atraparan vivo! Gritó el joven mientras corría con la joya en las manos y lanzaba un líquido al suelo.
El hombre que lo perseguía era gordo y su cara estaba rematada con un Mostacho tan grande como su estomago.
Luego de correr por un pasillo muy angosto y aprovechando su cuerpo esbelto y ágil salto a uno de los árboles que el conocía bien ya que era a su vez como su casa. Allí, en aquel árbol, no había nada a que esquivarle: era su casa.
Kait era un ladrón con amplia experiencia en robo de joyas y otras similitudes. A veces robaba por gusto, otras por pedido. Kait tenía tan solo dieciséis ciclos, una edad joven para ser ladrón dirían algunos pero no es tan así. Kait robaba pero tenía una razón: Nadie lo quería. El no sabía por que, había sido así durante toda su vida, o lo poco que tenía de vida. Sus dieciséis ciclos habían sido duros. Por suerte hacia tres años atrás había conocido a un tipo, un mercenario de nombre Ishtar, que le mostro el camino a seguir. Ishtar
Hacía mucho que no lo veía.
Por cierto, el líquido que arrojo Kait al suelo era una suerte de veneno. Seguramente el tipo ya estaría muerto. Era un veneno conocido como Astur, no se detectaba tan fácilmente y se evaporaba en cuestión de segundos.
Kait vivía solo, en una casa en un árbol
no tenía recuerdos de su niñez, ni uno
Kait tomó una manzana de su árbol-casa y la masticó saboreando su dulce sabor. Entró a su casa dejando la puerta abierta ya que hacia calor y puso el botín robado junto a los otros. Realmente no le daba valor a lo que robaba
solo lo robaba por capricho.
En un anuncio oficial había anunciado el rey, al cual no conocía ni quería conocer, que se exponía para que todos la pudieran ver la joya favorita de Freya, el colgante de las camelias.
Aquella joya según los textos antiguos era fuente de poder para los dioses. ¡Ja! ¿De que les sirvió? ¡Murieron todos! Incluyendo el principal causante del Ragnarok: Loki. Según las leyendas Loki y sus hijos atacaron el Valhala, la morada de los dioses, con el fin de destruir a Odín, su padre. Al parecer su hijo favorito era Thor, el dios de los truenos, que dicho sea de paso también murió. En aquel momento, y a decir verdad, dudó de la veracidad de esta historia. ¿Cómo puede morir un Dios? ¿Acaso no son inmortales?
El sol calentaba de una manera insoportable la casa. Esta estaba hecha de madera balsa y una mezcla extraña de arena, un polvo llamado Cal, y por supuesto agua.
Salió al umbral de la puerta y observó el cielo. Otro día aburrido. Había logrado el robo que menos le preocupaba. Tenía otro robo dentro de unos días. ¿Podría descansar? Decidió que si, así que se tiró en su jergón de paja que era donde dormía. En pocos segundos se quedó dormido. Soñó y no fue bueno. Los sueños de Kait siempre terminaban cumpliéndose.
Habían pasado unos minutos o tal vez días cuando Kait despertó. Le dolía la cabeza. ¿Había soñado? Bah, que importaba, quien iba a saber de sus sueños. Una lágrima rodó por su mejilla.
-¿Una lágrima?
Eso era malo. ¡Tenía que recordar el sueño! Hizo todo lo posible pero no pudo lograrlo. Decidió que lo mejor que podía hacer era dar una vuelta a la ciudad para ver que estuviera todo bien.
Un hombre alto y fornido de ropaje oscuro caminaba por el valle anterior a las compuertas de la ciudad a la cual había elegido: Syrup. Todo estaba en sus planes. Su tiempo de venganza había llegado. Pero antes pasaría a ver a alguien. En el centro de la ciudad crece un árbol, un Ombú manzanero, y sobre su rama central hay una casa. Su amigo Kait vivía allí. Era un ladrón. El ladrón más buscado de Syrup. Cómo nadie se había avispado que vivía en el centro mismo de la ciudad, era un misterio.
Camino costeando la entrada principal. Sería mejor no llamar mucho la atención.
Raziel Saehara
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Kait miraba por una de sus ventanas mientras jugaba con la joya que había robado antes. Parecía que en el castillo estaban celebrando algo. ¿Qué sería?
Escuchó un ruido detrás de él. Como si alguien estuviera trepando su árbol. De hecho al mirar hacía abajo vio subir a un extraño, que parecía conocer las trampas del árbol. ¿Huir o quedarse a dar batalla? Kait sacó su cuchillo, su arma preferida llamada “Estela de dragón”, y se escondió en las sombras. El extraño se paró en el quicio de la puerta allí donde la luna no alumbraba y no le permitía a Kait ver su rostro. Era alto y su cuerpo estaba contorneado de una forma musculosa, como si los trabajara a menudo, Kait preparo a estela de dragón y se preparó para el ataque.
El extraño se acercó hacia la joya que estaba tirada en el suelo, se agachó y la levantó.
-¿Otra vez robando Kait? –Dijo el hombre sin mirar a nadie en particular- ¿Qué planeas hacer con tantas joyas? –Y arrojó la que tenía en la mano con el resto de joyas que estaban en el cuarto.
Kait que hasta el momento había tenido su cuchillo listo lo bajo.
-¿Ishtar?
-Ajá, veo que aún escondes todas esas trampas en el árbol.
El rostro de aquel sujeto era como el rostro de alguien que pasa muchos sufrimientos. Demacrado casi al término de la locura. Sus ojos negros como escarabajos pequeños y brillantes no mostraban ninguna emoción. Ni alegría ni tristeza. Solo sufrimiento. Si podríamos llamar a eso sentimiento, era lo único que demostraba, sufrimiento.
Kait salió de las sombras e Ishtar lo vio.
Kait era rubio, flaco y con una cicatriz en la frente. No sabía de donde había salido esa cicatriz pero no era algo que le importara demasiado. Tenía una forma alargada y cruzaba su frente de punta a punta. Para contrarrestar esto era que llevaba un pañuelo azul liso sobre su cabeza. La gente prefería fijarse en el pañuelo antes que en la cicatriz. Sus ojos azules hacían juego con aquel pañuelo.
Ishtar tomo asiento dejando una enorme ballesta sobre la mesa.
-¿No me vas a ofrecer una taza de esa infusión que preparabas hace algún tiempo?
-¿Te refieres al té? No me quedan ya hojas, ¿puedo ofrecerte otra cosa?
Kait guardó a Estela de Dragón en su cinto.
-En realidad vine por un trabajo así que no estaré mucho tiempo en la ciudad –Le dijo mientras le servía una taza de otra infusión llamada “mate cocido”- He venido temprano para llegar a mi trabajo a tiempo.
Ishtar no hablaba nunca de sus trabajos así que Kait no preguntó siquiera. Pero si le carcomía la duda… Ishtar la última vez que había estado allí llevaba una espada larga y curva… Ahora ¿Una ballesta? Se preguntaba a quién tendría que matar.
-Toma –Le dijo Kait- se llama mate cocido, es una nueva infusión que he inventado.
Ishtar lo acercó a su nariz.
-Mmm, Huele bien… -tomo un sorbo caliente- … ¡Impresionante! Tienes muy buen gusto para las hierbas.
Kait no sabía si aquello era una sonrisa o algo por el estilo, nunca había hecho ese tipo de mueca en su rostro. ¡Jamás!
En silencio, Kait espero que Ishtar terminara su infusión.
-Vine a pedirte un favor Kait –Dijo al final el mercenario.
-¿Un favor? En que…
-Tengo un trabajo en esta ciudad y necesito un veneno potente. Yo sé que tenés una gran colección de venenos… necesito el mas potente que tengas.
¿Una misión? ¿En Syrup? ¿Qué sería?
Kait lo pensó unos minutos. Quizá aquel veneno que había inventado… “Cianuro”… ¿Quizás funcionara en humanos? Era potente es verdad. Bueno podría darle un poco.
-¿Cuánto necesitas? O mejor dicho, ¿A cuantos hombres vas a matar?
-Solo a dos, el conde y la condesa de Jiran.
Kait casi se tropieza y cae al suelo al escuchar esos nombres.
-¿Al conde Máximum y a la condesa Alicia de Jiran? ¿Es una broma verdad? –Gritó Kait- ¡Sabes lo que ellos son!
-Sí, lo sé y justamente por eso es que tengo que eliminarlos.
Se decía en los barrios bajos que el conde Máximum y la condesa Alicia de la ciudad de Jiran eran dos de los peores asesinos de Midgard. Se decía en las calles de Syrup que habían matado a un príncipe por encargo para ascender al poder.
Kait miro la ballesta y luego a Ishtar que no dejaba de beber su Mate cocido.
-¿Puedes ayudarme Kait con ese veneno? –Preguntó Ishtar.
Kait se lo pensó. Nunca había tomado trabajo de sicario antes. Por eso realizó una petición.
-¿Quiero ir con vos?
Ishtar se lo pensó. Había tenido malas experiencias con sus ayudantes, pero este era Kait, era distinto.
-Tengo que meditarlo… daré una vuelta por la ciudad, ¿Quieres dar una vuelta conmigo?
-¡Ja! Si bajo de este árbol la gente me mataría. Sobrevivo gracias a las trampas que llevo puestas en él.
-Bien, entonces lo haré solo.
Un repiqueteo se escuchó en el techo. Parecía que estaba a punto de llover. Ishtar asomó la cabeza y le dirigió una sonrisa cómplice a Kait.
-Parece que va a llover –Ishtar se echó la capucha por sobre la cabeza y se envolvió en su capa de viaje negra para luego saltar del árbol sin activar ninguna de las miles de trampas que tenía el Ombú-Manzanero.
Kait espero echado en su jergón de paja mientras pensaba. ¿Por qué los querría matar? ¿Por qué se lo contaba a él? Él, Kait, siempre deseo tener la suerte de Ishtar. Era bueno en combate cuerpo a cuerpo y con cualquier arma que se le diera.
En un descuido Kait se quedó dormido, y soñó nuevamente. ¿Pero cual era ese sueño? Esta vez lo recordó al despertar. Estaba corriendo por un pasillo de unos calabozos oscuros y muy sucios. Ishtar, herido, iba con él. Faltaba poco para encontrar la salida.
-¡No te rindas Ishtar! ¡No te rindas por favor!
-Debo decirte algo… ¡Cogh! –Escupió sangre- Se donde está tu padre…
-No me interesa, no digas más, solo aguanta… Escaparemos de estas celdas te lo prometo…
-Escúchame Kait, tu padre…
Un rayo sonó en la distancia y Kait despertó. Su amigo aún no había regresado del paseo. La ballesta permanecía negra e impertérrita sobre la mesa. ¿Qué había significado ese sueño?
Kait se asomó a su árbol casa y miró al suelo. ¿Quizás su amigo se hubiese metido en problemas? No, ya se hubiese enterado. Esperó y vio que no venía. Además, la lluvia que se había largado y el frío que comenzó de repente como un viento asesino hacía imposible que viera algo más allá de sus narices.
Agarró su capa de viaje. Tenía un mal presentimiento de aquello. Abrió su mueble, donde guardaba los venenos. No podía llevarse la ballesta, no le pertenecía. Tomo el Cianuro, aquel extraordinario veneno, y lo unto en la saeta que estaba sobre la mesa y en el resto del Carcaj. Si Ishtar volvía y no lo veía… bueno, ya tenía el veneno. Que fuera lo que Nitsurg quisiera.
Raziel Saehara
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Ishtar, empapado por la lluvia que caía copiosamente sobre Syrup, encendió un cigarrillo en la puerta de la taberna conocida como “Puñal”. Allí, en aquella taberna, solían juntarse las escorias más bajas de Syrup. Él esperaba a alguien allí. Dio una pitada larga a su cigarro de uva y lo tiró al suelo. Escuchó un ruido metálico en la distancia. ¿Qué podría ser? Se escondió al costado del bar, donde lo protegía la sombra y esperó. El ruido metálico se acercaba más y más pero él estaba tranquilo. No podrían atraparlo aunque quisieran.
Lo que vio lo dejó sorprendido. Una redada. Los caballeros de Támesis, una orden especial de combate, rodeaban el lugar. ¿Qué significaba todo aquello?
Vestían un uniforme azul con cascos con cuernos y esas cosas decorativas. El más pequeño de todos ellos iba a la cabeza y llevaba un estandarte que no se llegaba a leer. Cuando llegaron junto a él pudo leerlo al fin: “Muerte a los asesinos”. ¿Qué pretendían? Ishtar permaneció en la oscuridad mientras el ejército se materializaba. Buscó su ballesta, solo por si acaso la llegara a necesitar, y recordó que la había dejado en la casa-árbol de Kait.
Maldijo por lo bajo. Se escondió un poco más en la oscuridad, donde la luna no llegaba a alumbrarlo, y espero en silencio. No movió un musculo mientras escuchaba a los soldados del rey arrestar a los buhoneros y otras carroñas de la sociedad… Escuchó gritos… gritos de mujeres.
Un recuerdo vino a su mente. Aquel miserable de Máximum… ¡Se aprovechaba de las mujeres indefensas que se ganaban la vida vendiendo lo que encontraban, o dejaban, los muertos en Axaroth!
Había quedado un solo soldado en la retaguardia con el estandarte. Ishtar salió de su escondite y se cargó con una furia asesina al portador del estandarte. Después de matarlo, lo llevó a la oscuridad, allí nadie lo vería, y se vistió como él uniforme del soldado. Por suerte, era de la misma complexión física que Ishtar. Escondió el cadáver entre los desechos y fue a apostarse en la puerta. Lo que más lo sorprendió fue que era un hombre toro.
-¡Dominique! –Gritó uno de los soldados desde adentro- ¡Agárrala!
Ishtar miraba asombrado. Una chica de apenas trece años saltaba acuchillando y saltando de mesa en mesa. Era habilidosa para ser una niña. Saltaba de acá para allá. Los caballeros buscaban atraparla. Ishtar, como portador del estandarte ahora, no podía meterse o de seguro lo matarían. Por lo menos ya sabía por que no se habían dado cuenta de que faltaba “El estandarte”. Se dijo a sí mismo que tenía que hacer algo. Saco una de sus pequeñas navajas, filosas como la famosa espada “Tormenta de acero” que portaran los Einherjer durante el Ragnarok, y la lanzó sin moverse de su lugar, y con una puntería admirable, a algunos de los soldados de Máximum. La joven seguía avanzando hacia la salida.
A Ishtar le carcomía la duda. ¿Quién sería aquella chica tan habilidosa? Los soldados vivos la rodearon y ella hizo algo que nadie esperaba: Uso polvos de alquimista.
Para entender esto es necesario comprender qué es la Alquimia. Esta es una ciencia que utiliza el método de transmutación del alma para encontrar, de alguna forma, el poder para no morir. A eso se le llama la gran obra roja. Sin embargo, para llegar a la obra roja se tardaría toda una vida. Por eso un alquimista famoso creó los polvos que le permiten a uno desaparecerse y aparecer en otro lugar. Y eso fue lo que hizo esa chica.
Esa noche mataron a unos cuantos buhoneros y prostitutas que estaban tratando de ganarse la vida, no digamos decentemente por que mentiríamos, pero si se podría decir que se ganaban la vida de la forma que más les parecía.
-¡Dominique! - Gritó un soldado con casco de cuernos y una armadura… ¿Con escamas azules? Lo miraba a él así que ese debía ser el nombre del portador que descansaba en el basurero.
El soldado que lo había llamado tenía cara de ogro y sus ojos negros brillaban como dos manzanas podridas y percutidas por el tiempo.
-¡Recoge sus almas Dominique! –Dijo quien parecía ser su jefe, el cual después de decir aquello salió de la estancia dejándolo con todos los muertos. ¿Recoger sus almas? ¿Qué pretendían hacer con ellas?
Ishtar sacó una bolsa de su bolsillo y la abrió. Los muertos, que eran los únicos que habían quedado allí comenzaron a brillar y a desaparecer. ¿Polvos de Alquimista? No, aquello era algo mayor a lo que podía imaginarse Ishtar.
Los cadáveres se convertían en pequeñas luces azules, como si fueran velas encendidas a punto de derretirse, y entraban en la bolsa.
-¡Dominique! –Ishtar se dio vuelta sabiendo que ese ahora era su nombre. El casco azul de escamas de dragón le cubría el cuerpo y especialmente la cara. Su pelo largo negro era lo único que lo podía delatar ya que asomaba entre la unión del casco y la pechera.
Ishtar se dirigió al más grandote y de aspecto fiero.
-Aquí están las almas…
-¡Bien! –Rugió- Guárdalas para el conde de Jiran.
Así que eran para el conde de Jiran. Su suerte empezaba a cambiar y, si el grandote no veía la diferencia entre Dominique e Ishtar, bueno… Su trabajo iba a ser más fructífero.
-Volvamos al castillo Dominique. ¡Soldados! –Todos se enderezaron- ¡Al castillo!
Ishtar iba en la dirección del castillo llevando el estandarte. Su contacto probablemente se hubiese marchado al ver el revuelo. A decir verdad no conocía a su contacto, solo que le decían “Reina roja”. ¿Estaría entre las almas que llevaba en su cintura? Solo esperaba que ella estuviera viva… Y si… no, era imposible… ¿La alquimista? ¿Podría ser…?
-¿Qué esperas Dominique?
La voz del grandulón lo sacó de sus pensamientos.
-Debes hacer el ritual de almas para el señor de Jiran, ¿Lo has olvidado?
-¿Cómo olvidarlo? –Le dijo Ishtar y se preparo para el combate, no tenía forma alguna de saber el ritual.
Todavía tenía una oportunidad de arruinarle la fiesta al conde Máximum. Calculo cuantos soldados había allí y preparó su magia. Ishtar, además de Mercenario-Sicario, había aprendido magia de uno de los mejores magos de la historia de Midgard: Josué.
Contó rápidamente la cantidad de enemigos. Veintidós hombres. Imaginó la escena en su mente. Hacia aparecer una lluvia de cuchillas y todos ellos morían.
-¿Qué pasa Dominique?
La lluvia había cesado y una extraña niebla se había levantado de pronto. Era roja y olía a sangre. Ishtar miró hacia abajo y vio para su asombro que el gigantón le había clavado una de sus cuchillas en el costado Izquierdo.
-No eres Dominique, él sabría que no existe tal ritual.
El grandulón le arrebato la bolsa e Ishtar cayó desplomado y herido en el frío piso de la ciudadela.
Raziel Saehara
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Kait, vestido con su capa de viaje, se dirigió a la taberna “Puñal”, seguro allí habría alguien que hubiese visto a su amigo. Subió camino arriba hacia la carretera escondiéndose en la oscuridad de las casas. Pasó cerca de donde había sido su último robo pero solo había silencio allí donde estaba. Una niebla, roja y con olor a sangre, provenía de los suburbios donde estaba “Puñal”.
Al llegar al sitio poco pudo prever lo que había sucedido. La neblina roja y el olor a muerte no dejaban de seguirlo. Era como si las personas a las que él le había dado muerte estuvieran allí, acechándolo… pidiendo venganza.
La niebla ahora cubría toda su visión. No dejaba ver a más de tres pasos. De repente y sin previo aviso una criatura de lo más extraña apareció. Llevaba cuernos y un traje azul con… ¿Escamas de Dragón? La criatura se valía de la neblina para esconderse. Se retraía hacía ella y esperaba en silencio a que su enemigo le diera la espalda. ¿Qué pretendía? ¿Por qué lo atacaba? Y así lo inquirió mirando fijo a la niebla.
-Tu maldad es pura, tu vida no es digna… ¡Soy el Cazador de escorias de Lord Máximum! Ahora ven, encuéntrame y dame caza… ¿O prefieres que vaya yo?
Una risa psicótica se escuchó entre la niebla. Acto seguido y con el fin de resistir antes de morir a manos de un conde, o su vasallo, que ni conocía, saco de entre sus armas a “Estela de Dragón”. El brillo de la daga hizo que la niebla se esparciera hacía distintos puntos. Dejando al descubierto al monstruo que lo miraba como sin creérselo. En un impulso de ferocidad se lanzó con los cuernos hacía adelante. La cuchilla, filosa como una espada, atravesó la coraza de la cabeza y se hundió profundamente en su cerebro. Lentamente la niebla comenzó a disiparse y Kait vio el rostro de su agresor. Un hombre toro. ¿Por qué lo había atacado? ¡Se supone que son tranquilos! Y ese poder para controlar la niebla…
El toro abrió los ojos, como si saliera de un trance. ¿Qué pasó? Fue lo primero que dijo y también lo último, pues allí murió. Q.E.P.D
Ishtar despertó en una especie de calabozo. No sabía donde estaba ni que hacía ahí. Trato de pararse y se dio cuenta que tenía una herida en el costado izquierdo de su estomago. ¡Ja! Eso no era nada, se curaría en unos instantes gracias a su magia. Un viejo amigo le había enseñado a usar ese tipo de magias. Puso la mano en su cintura y notó el brillo de la magia haciendo efecto. Sentía calor en contraste con el frio del lugar. Luego de unos instantes logró ponerse en pie. Si lo descubrían estaba muerto. Debía huir, donde sea que estuviese.
Se acercó a la reja. Estaba cerrada. ¿Lógico no? Así que estaba prisionero. Bien, eso era un desafío. Tomó carrera y empujó la puerta. Solo consiguió salir despedido hacia atrás.
Se sorprendió, acto seguido, al ver a alguien en la punta opuesta de la celda. Parecía…
Se acercó lentamente. El tipo estaba cubierto con una capa de viaje y tenía los ojos cerrados.
Con mucho cuidado Ishtar trató de despertarlo.
-¿Qué quieres? –Dijo el tipo sin mover un musculo de su cara.
-¿Eres un clérigo verdad? ¡Un clérigo de la conciencia!
-Sí, así es, aunque he cometido un pecado, del cual no hablaré contigo, y me han encerrado aquí por ello.
¿Estaba hablando sin mover la boca y sus ojos?
-Disculpa si no te miro o muevo la boca, hablo atraves de la conciencia.
Bueno, por lo menos era educado el Clérigo.
-¿Dónde estamos?
-Castillo de Miltran, en Syrup…
-¿Miltran has dicho? No, no puede ser. Debes estar equivocado .No puede ser.
Miltran es el gran reino del terror en Syrup. Allí viven el rey y su ejército, y esta noche estarían además El conde de Jiran y su esposa.
-Clérigo, puedes usar magia…
-La conciencia no es un arma, es una forma de vivir.
-Sácame de aquí y te pagaré muy bien. ¡Lo juro!
El clérigo se puso en pie, aunque se lo notaba viejo y cansado y con solo una palabra traspasaron atraves de las rejas de la celda.
La verdad no le importaba si al clérigo lo fueran a matar allí o no. Tal vez fue piedad, no sabía decirlo, pero en el momento en el que su carne atravesaba la reja, tomó al Clérigo de su capa y lo hizo salir al pasillo. Por cierto, estaba todo muy sucio y olía mal allí abajo.
El Clérigo no se negó sino que impulso más magia para salir de aquel lugar.
-Clérigo, ¿Estás herido?
-No, solo estaba preso por rezar a la conciencia todos los días. Soy un Clérigo de la materia evanescente. No necesito ver o tocar para saber que eso existe, y “Eso” existe por que la conciencia así lo desea.
Ishtar se sintió un poco afectado. Había matado a un mago evanescente una vez. Solo no quería pensar en aquello.
La oscuridad de la celda no le había permitido ver el contorno de los ojos. Llevaba un anti faz, Su ropa, aunque algo sucia, era la de un Clérigo caído en las malas pasadas del tiempo. ¿Sería también un sicario?
El Clérigo sin mirar a nadie en particular dijo:
-Si vamos para la izquierda tenemos una puerta al final del camino, lo malo es que no se a donde conduce, la he visto cuando me traían arrastrando hasta acá, para el otro lado hay dos guardias manipulantes de niebla roja…
-¿Niebla roja? Ya veo, hombres toro… Así que de esa manera fue que descubrieron mi disfraz…Mmm, Prefiero la puerta.
-No siempre la salida más directa es la mejor –Dijo el Clérigo evanescente con una sonrisa- Necesitamos encontrar armas que estén en buen estado. Debe haber algún galpón en alguna de las instancias donde guarden, como trofeos, nuestras armas.
-Me caes bien Clérigo… ¿Cuál es tu nombre?
-Gerard del puño de Odín.
El puño de Odín era una especie de cofradía donde estaban los mejores asesinos y mercenarios… En varias ocasiones Ishtar había querido entrar a esa cofradía, pero fue rechazado.
-¿El puño de Odín eh?
-Sí, ¿has oído hablar de él?
-Sí, de echo…
Un ruido, como de cascos, los sacó de sus divagaciones. Dos hombres toro se acercaban. La niebla roja empezó a levantarse cerca de ellos e Ishtar ya casi podía sentirlos. ¿Pero como los mataría sin armas? Decidió evadirlos. Se agachó mezclándose con la niebla. Miró para atrás y el Clérigo evanescente no estaba.
-Estoy detrás de ti, solo procura no hacer ruido…
¡Que facilidad para esconderse!
Ishtar comenzó a gatear sin ver por donde estaban las piernas de los hombres toro. Esperó en silencio y casi podía sentir su hedor al pasar junto a ellos.
Por suerte para ambos, ninguno de los dos hombres toro había sentido su presencia. La niebla se redujo y se puso en pie en silencio. Escuchó y, al parecer, no se habían dado cuenta de que ellos estaban ahí.
Ishtar y Gerard caminaron cuesta arriba. Las celdas estaban vacías. No había nadie por allí. El castillo de Miltran… mmm… vio una breve ventaja en aquel lugar. Si podía llegar hasta el conde de Jiran… pero antes debía buscar un arma y un disfraz. Llegaron hasta la puerta al final del camino y la abrieron…
Raziel Saehara
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Kait desesperado corrió en dirección al castillo de Miltran. Al parecer su pesadilla no estaba equivocada… nuevamente… otra vez estaba pasando. Pasó, en su camino, por una tienda de armas mágicas. Tal vez debía proveerse de algún tipo de armas. Y eso sumado a los venenos que solía usar…
Entró a la tienda.
No había nadie a la vista. Tocó el timbre que sonó con menos fuerza que la lluvia de afuera mientras miraba los estantes. Uno a uno los fue observando. Había armas de todo tipo: Mandobles, espadas, cimitarras, arcos y ballestas de todo tipo y forma. Se acercó y miró de cerca de un arco de color dorado con una flecha en su carcaj.
-¡Ah! Veo que te gusta el arco Tifón…
Se dio vuelta asustado. ¿Desde cuando estaba ella allí? La que había hablado era una chica joven de pelo platinado y vestido rojo. Sus ojos azules hacían juego con su vestido rojo.
-¿Eres la dueña de este lugar?
-Algo así, veo que te atrajo el arco de Tifón, pero su historia atrae más.
Kait no podía salir de la belleza de la chica, así que poco la escuchaba… Como si fuera un sueño.
-¿te interesa la historia de este arco y su Carcaj único?
-Sí, ¿Qué tiene de especial este arco y su carcaj?
-Verás… fue una noche como la de hoy, hace dieciséis años, un hombre misterioso con una herida profunda golpeó las puertas. Pensando que era un viajero en apuros mis padres abrieron la puerta y el hombre les entregó este arco de cazador. El hombre, un sicario, le dijo que lo guardara bien hasta que viniera su heredero…
Kait estaba de pronto interesado. ¿Un arma con heredero?
Kait… Kait… Tómame… Te daré mi poder si me entregas tu alma…
¿El arco le hablaba? ¡Era para él!
-¿Qué haces? ¡Ey!
-El arco, me llama, debo darle mi alma…
-Así que tú eres el heredero de aquel hombre…
Kait tocó el arma y esta brilló tan intensamente que la chica quedó cegada por un instante. Al momento siguiente Kait vestía el arco y el carcaj único. Pero, ¿Cómo hacía para disparar a varios objetivos con una sola flecha? y ahí fue que descubrió la magia del arma.
-La flecha sigue saliendo una vez arrojada la primera… lleva flechas que se auto recargan.
-¡Increíble!
La joven lo miro intrigada.
-¿Quién eres? –Inquirió ella.
¿Quién era? ¿No se exponía demasiado al ir tan adentro de la ciudad? Ni modo.
-Mi nombre es Kait…
-¿El ladrón de las camelias? ¡Guau! ¡Eres muy joven para ser un ladrón! ¡Soy tu principal admiradora!
Kait se sintió un poco incomodo. Así que tenía admiradoras. Era lo último que se le hubiese ocurrido.
-¿Ibas a “Puñal”?
-¿Qué…? ¿Cómo lo sabes?
-Pues… a decir verdad… con ese atuendo todo mojado y oscuro no tenías esperanzas de ir a otro lugar… Igualmente es peligroso que vayas solo a “Puñal”, podrías encontrarte con los hombres-toro…
-¿hombres toro? ¿No son los que se encuentran en Relien?
-Si pero por alguna razón vinieron desde Relien y se han llevado a un tipo a las mazmorras del castillo. Creo que su nombre es Ishtar.
Kait sintió un nudo en el estomago. Ishtar capturado.
-¡Tengo que rescatarlo!
-¿Necesitas ayuda?
Kait que estaba de espaldas a ella se dio cuenta con quien estaba solo un instante después, cuando ella apareció frente a él.
-¡Tú! ¡Eres una alquimista!
-Reina roja, mucho gusto, vamos no hay tiempo que perder.
La reina roja estaba vestida con su vestido rojo. Y tan rápidos como el viento se dirigieron al castillo de Miltran.
-¡Ishtar espérame!
Raziel Saehara
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Capitulo II: La legendaria espada de la escarcha
En la parte más lujosa del castillo de Miltran se estaba llevando a cabo una celebración. Una extraña y sobrenatural bruma roja se elevaba hacia el cielo como si fuera un brillante escudo carmesí a la vez que antinatural. La niebla formaba una barrera infranqueable hacia las puertas del castillo. Podría caminar uno por ahí dentro que seguro se perdería.
La lluvia caía copiosamente sobre ellos dos. La reina roja y el ladrón de las Camelias debían entrar a como de lugar. Estaban envueltos en sus capas de viaje negras, como para pasar desapercibidos, el problema radicaba en como pasarían aquella inquebrantable defensa. Los informes de hombres toro estaba asustando a la gente de Syrup y esa niebla roja no daba tranquilidad justamente.
-¿Qué hacemos ahora Reina?...
-Como alquimista tengo una habilidad única, los polvos evanescentes. Nos van a permitir entrar en las mazmorras y rescatar a… bueno, a él.
La reina sacó unos polvos que esparció sobre ellos y dos segundos después estaban en las mazmorras.
-¿Pueden hacer eso los alquimistas?
-Así es… mi maestra me lo ha enseñado… los polvos evanescentes fueron usados por primera vez en… ¿Me estás escuchando? –Kait no le daba bolilla, trataba de seguir los olores que provenían de los muertos. Distinguió dos olores de dos vivos.
-¡Se fueron por allá!
-¿Fueron? –Inquirió la reina- ¿no era uno solo?
-Parece que alguien lo está ayudando… ¿La pregunta es quien?
Caminaron por el laberintico complejo de mazmorras. El olor ocre a muerte era demasiado fuerte. Tuvieron que detenerse varias veces por las nauseas de Kait. La reina roja caminaba como si explorara el lugar buscando algunas bayas secas.
-Parece que no es la primera vez que entras a un lugar así…
-Bah! Ni que fuera para tanto, -Dijo la Reina- … ¿Escuchaste?
-¿Qué cosa?
-¿No te parece extraño? Huele a muertos pero no hay nadie detrás de las rejas.
Kait entró en una celda que estaba abierta y se fijó. Obviamente la Reina tenía razón.
En la celda había olor a muerto pero no había ninguno de ellos. ¿Qué estaba pasando?
De repente un temblor lo sacó de sus cavilaciones. La reina entró en la celda y la cerró con unos polvos que llevaba en un bolsillo.
-¡Silencio! –Le murmuró por lo bajo.
Kait aguardó con el corazón en la mano. Sentía que algo iba a pasar, algo terrible… De pronto, como si alguien hubiese leído sus pensamientos, un ojo enorme apareció en la reja. Sabían muy bien lo que era: Una Liana.
Las Lianas son una especie de víbora gigante que vive en los pantanos, supuestamente, al oeste de Axaroth. Pero lo importante en aquel momento es que hacia allí.
-Una Liana ciega… Ahora entiendo porque el olor a muerte sin cadáveres –dijo en un susurro la reina. Sacó de entre su pelo platinado una aguja y la lanzó hacia fuera de la celda.
Mirando mejor, no era una aguja… ¡Era un pelo de su cabeza!
El pelo golpeó contra una roca lejana y la Liana se alejó en esa dirección. La reina cruzó sus dedos y bajo un hechizo abrió la reja, rezando que la Liana no los escuchase. Kait la siguió
Raziel Saehara
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caminó abajo. Las mazmorras parecían bajar, ¿Así que esta chica era la famosa reina roja? Mmm… ¿Era de confiar? Mientras pensaba en esto llegaron a una sala grande.
-Vaya… Parece que he equivocado la salida…
-¿Qué es este lugar?
No hacia falta que ella se lo dijera. Era un Mausoleo. ¿Qué hacía un Mausoleo en aquella cripta sucia y polvorienta?
Las paredes estaban decoradas con nichos, los cuales seguramente tendrían un muerto dentro. Kait tenía miedo de que a la Liana se le ocurriera pasar por allí y así se lo explicó a la Reina, a lo cual ella negó.
-¿Ves estos círculos con distintas formas en el suelo? –Preguntó ella.
Era verdad, había círculos de prohibición en el suelo aunque parecían inactivos.
-No, despreocúpate, están activos… lo sé…
¿Era su impresión o la reina roja había esquivado su mirada? Acaso…
-¿Qué tenés que ver vos con este lugar? –Preguntó decidido Kait- ¿Vos…? –La Reina seguía examinando los círculos y triángulos del piso ocultando el rostro tras su mata de pelo platinado y largo.
-Estos dibujos… ¿Qué tipo de alquimia son? Porqué si no estoy equivocado vos los tallaste, por eso te manejabas bien en las mazmorras. Incluso sabías como despistar a la Liana. ¿Cuál es tu ganancia en acompañarme? ¡Mírame cuando te hablo!
-Sí, es verdad… cuando aún era pequeña y mostraba dotes para la alquimia mi madre me trajo a este castillo construido sobre la tumba de Mincar clérigo de Nitsurg… Eso que ves en el medio es su tumba.
Kait observó fascinado la estructura. Era una bóveda grande cerrada y protegida por la imagen de una Valquiria.
-El rey de aquel momento me pidió que sellase un arma tan peligrosa como divina: La espada de la escarcha y como soy una de las ultimas que sabe el código Valquiriano… Es lo que he tratado de obtener.
Kait pensó un momento en todo lo que le revelaba aquella chica… No entendía mucho de alquimia y alquimistas pero de algo estaba seguro: esos sellos en el suelo eran una trampa para quien intentara abrir la bóveda que ocultaba a la espada.
-¿Por qué querés la espada? –Se le ocurrió preguntar pero inmediatamente calló. Algo se movía impaciente en la entrada del mausoleo: La Liana los había seguido. Se quejaba en un lamento de dolor ya que los círculos no permitían su entrada. Una niebla roja empezó a cubrir el suelo e inmediatamente se dieron cuenta de su error. La Liana no había huido, había ido a buscar a los hombres toro. Venían de las dos entradas. Su olor fétido y repugnante les estaba llenando los pulmones.
-¡Tenemos que huir! –Gritó Kait, pero la Reina estaba en trance. ¡Que demonios!
Sacó una flecha y se la clavo a un hombre toro en el pecho con lo que esto provoco su muerte.
Siguió disparando a mansalva contra los hombres toro caían uno tras otro. En un rincón había una de estás bestias vestido de Clérigo, a diferencia de los otros que llevaban una especie de chaleco de escamas de dragón azul. ¿Por qué los atacaban?
En algo la reina no se equivocaba, los círculos funcionaban y las flechas parecían dirigidas por la conciencia del arma. Lo inquietaba aquel clérigo que no dejaba de rezar justo sobre uno de los círculos de transmutación. ¿Sobre un circulo de transmutación? ¡Estaba desactivando el resto de los círculos! ¡Maldito clérigo!
Una flecha salió despedida de las manos de Kait y se incrusto en la frente del Clérigo traspasando su cerebro de lado a lado.
-¡Es tarde intrusos! ¡Ahora morirán!
La niebla roja cubrió todo. Se oyó el sonido del arco y la flecha y un entre chocar de espadas, además del grito mudo de la Liana.
La niebla y los sonidos fueron apagándose de a poco. Una silueta se perfiló contra la pared. Al cabo de unos segundos, y mientras la niebla se disipaba, el perfil de la reina roja fue apareciendo. Pero había alguien más. La imagen dejó mudo a Kait, aunque no así a la reina roja: La valquiria había bajado de su pedestal y los había ayudado. Kait no entendía nada hasta que la Reina roja se explicó.
-Mientras el Clérigo de los hombres toro desactivaba los círculos de transmutación yo usaba lo que él desactivaba poniéndolo en la estatua, de esa forma le di vida.
-¡Eres increíble!
.Por suerte para nosotros la activé a tiempo. La niebla roja no le afecta, y la Liana, pan comido.
Kait miró a su alrededor. La Liana se había empezado a evaporar, que es lo que hacen ellas cuando mueren, y los cadáveres de los hombres toro estaban bien muertos. Algunos con flechas otros a espadazos. ¿Pero que usaba la Reina roja de arma? Miró esas pequeñas manos y vio lo que en ellas había… Un par de Katar manchadas de sangre.
Las Katar son armas propias de ladrones experimentados, incluso él mismo tenía una de esas en su casa, sus puntas afiladas lo están incluso después de cada muerte y absorben cualquier tipo de veneno que toquen. Según lo que se decía, los enanos en las minas de Adberich fabricaban esas armas. Incluso se decía que los enanos que habían fabricado el Mjolnir, el martillo de Thor, aún seguían vivos.
La Reina roja se acercó al lugar donde había estado la Valquiria y trató de empujar la bóveda.
Kait observaba a la Valquiria. Había escuchado historias de las guardianas del Valhala, diosas de la eternidad, pero nunca había visto a ninguna de ellas. Su apariencia era hermosa e incorruptible. Si aquella Valquiria hubiese sido humana tal vez hasta la hubiera enamorado. Sin embargo a pesar de su hermosura era de una peligrosidad temible.
-¡Ey! ¡Ayúdame con esto quieres! –Le gritó la Reina roja- ¡Pesa mucho!
-¿Y dices que ahí dentro se encuentra la espada de la escarcha? No creo que sea tan fácil abrirla…
-No entiendo –Dijo ella dejando de esforzarse en vano- He roto todos los sellos del ataúd y no puedo abrirlo…
Kait limpio un poco el polvo de la tumba y leyó en voz alta:
“Para aquellos cuya codicia no abandonan la espada estará sellada. Solo la estela de…”
Paró de leer ya que el resto estaba ilegible.
-¿La estela de qué?
-No sé, no se llega a leer, parece borrado…
Sin embargo Kait había comprendido a que estela se refería. “Estela de dragón” su arma mágica. Nunca había entendido desde que perdió la memoria por que tenía aquella arma. Nunca había pasado de ser una cuchilla muy afilada. Jamás había pasado de mostrar siquiera un síntoma de magia. ¿Podría ser que…? Observó a la Valquiria que se le había puesto detrás. Pensó por un momento que lo iba a atacar, pero en cambio lo corrió a un lado y con paso rápido se subió a la tumba de Mincar clérigo de Nitsurg. Si estela de dragón encajaba allí, ¿Cómo fue que alguien se la dejó? ¿Por qué no recordaba nada?
-Vaya, tenía información de que esto me podría resultar trabajoso pero no tanto... ¿Por qué habrán borrado la continuación del texto?
Kait se decidió por fin.
-Toma.
-¿Qué es esto? ¿Un cuchillo?
-Lo encontré en mi casa cuando me desperté después de perder la memoria… “Estela de dragón” se llama…
La reina lo miró como sin creérselo. ¿Cómo pudo olvidar esa arma? ¡Era legendaria! ¿Acaso ese chico era parte de la leyenda?
La Reina lo miró disimulando un poco. Si era verdad que había perdido la memoria, sería mejor tomar la espada y salir de ahí cuanto antes. Pero se había comprometido a ayudar a Ishtar y ella era mujer de palara.
-Reina… ¿Cuál es tu verdadero nombre? –Preguntó Kait.
-Te lo diré si sobrevivimos… Dame a Estela de Dragón.
Raziel Saehara
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Kait le entregó el cuchillo y ella lo observó detenidamente. Parecía una simple cuchilla.
-Debemos rezar antes
-Sí.
En silencio elevaron sus plegarias a la conciencia mágica, pidiendo por el bien, la justicia y que esta los cuide.
Al finalizar La Reina y Kait pusieron sus manos juntas en la Estela y penetraron justo en una ranura debajo de donde estaban aquellas palabras. Una luz brillante y encandiladora los dejó ciegos durante unos segundos. Cuando volvieron a abrir los ojos la tumba estaba abierta, el esqueleto estaba allí, pero
¿Y la espada?
La Valquiria los observaba atentamente. ¿La valquiria? ¡Por supuesto!
La Reina se acercó a la estatua que sostenía en sus manos aquella espada. Observó los cadáveres de los hombres toro. ¿Cómo una espada común podía haber hecho eso? Había al menos veinte hombres toro y ellos, contando a la estatua, eran tres.
La Reina tomó la mano que sostenía la espada y con un movimiento suave la retiró. La estatua sonrió y se volvió polvo: habían obtenido la espada de la escarcha.
La espada se descascaró y brilló con un brillo frio y etéreo. Sin embargo el mango calentaba. Primero fue tibio y luego subió sin control
tuvo que soltar la espada y dejarla caer.
-¿Qué pasó? Inquirió preocupado Kait.
-¡Es la espada de la escarcha! Explicó la Reina- ¡Me quemó la mano! ¡Me rechazó!
¡Kait! ¡Tómame! ¡Tómame!
Kait miró para todos lados. Fue como cuando obtuvo el arco. ¿Acaso
?
Observó la espada tirada en el suelo y la tomó. Un halo brillante contorneo la espada. No quemaba ni nada parecido. Era como una versión más poderosa de Estela de dragón. Observó en el suelo, donde había estado el polvillo de la estatua había un cinto y una vaina. Los tomo y se los acomodó.
-¡Gracias Mincar!
La Reina lo observó asustada.
-¿Quién es este chico? Pensó.
-Es mejor que encontremos a Ishtar
La Reina se puso de pie.
-¡Espera! Dime una cosa antes de que sigamos
¿Eres el hijo de Wikof? Inquirió sin preámbulos la chica- Puedes tomar la espada de la escarcha, el arco mágico de aquel viajero del cual me habló mi mamá
-Wikof
-Kait pareció sopesar aquella palabra como si fuese de un lenguaje perdido, su rostro se ensombreció- No recuerdo nada de mi pasado, ningún Wikof estaba allí cuando yo lloraba
Cuando me despreciaban
estuve solo todo este tiempo sin saber siquiera si tenía familia en algún lado Comenzó a caminar en sentido contrario al que habían venido- ¿Vienes?
La niebla roja cubría la sala. Ishtar y Gerard habían logrado colarse silenciosamente en la sala. Era el salón de armas. Allí estaban todas aquellas armas que el rey de Miltran les quitaba a sus victimas, pero por alguna razón estaban protegidas en el fondo de la sala. Ishtar, que confiaba plenamente en Gerard y su ojo interior, se dejaba guiar como si él fuera el ciego y el otro el perro lazarillo.
-Toma esto Gerard le extendió algo y enseguida se dio cuenta de lo que era: un arma- A la cuenta de tres te paras y apuñalas.
-Lo siento, no se contar Dijo en tono burlón.
-Uno, Dos
¡Tres!
Ambos se pusieron de pie y apuñalaron a las bestias justo en la garganta. Los hombres toro murieron en el momento sin saber que los había golpeado.
La niebla desapareció sin dejar rastro y los hombres toro estaban allí, muertos. Cada vez que veía a uno de aquellos seres ser controlados por alguien la rabia se encendía dentro de Gerard. Se sentó en el medio de ambas victimas y rezó por sus almas. Ishtar lo miraba sin hacer ningún tipo de comentario. Una vez terminado el ritual de las almas Gerard se puso en pie.
-Es hora de cazar al culpable de todo esto
-¡Por fin estamos de acuerdo! Dijo Ishtar en tono jovial- Seguramente el conde de Jiran debe estar enterado de esto y nos tenderá algún tipo de trampa
-¿El conde de Jiran? No, esto es mucho más grande que ese conde de pacotilla
Creo que se de quien se trata
-Dijo Gerard- El ex puppet-master del puño de Odín: Yuz.
-¿Dices que un solo hombre pudo hacer todo esto? Preguntó Ishtar, que no conocía al tal Yuz- ¿Y la niebla roja? ¿También es obra de él?
-No, los hombres toro ya de por si utilizan esto como arma, pero no atacan humanos. Si esto llega a saberse en el reino se pedirá una guerra contra ellos. ¡Y todo por culpa de Yuz! ¡Debí detenerlo cuando tuve la oportunidad!
-No soy quien para juzgar dijo Ishtar y se encogió de hombros- Veamos que arma hay por aquí.
Se paseo por entre los cuchillos, de distintos tipos y tamaños, tomando algunos y guardándoselos en el revés de su capa de viaje. Por ultimo tomo una ballesta muy parecida a la suya. Miró y en el suelo estaba aquello que hasta hace unos momentos estaba en la casa de Kait: el colgante de las Camelias. En otras palabras Kait había salido a buscarlo y había dejado su ballesta allí. ¿Pero como
? No quería ni pensarlo
Ya no podría mantener aquel voto a su amigo
-Tranquilo. Puedo sentir la energía de ese chico
Están en algún lugar en la tumba de Mincar Era la voz de alguien.
-¡Yuz! Gritó Gerard que reconoció la voz al instante, había tomado un báculo Evanescente de entre las armas
quizás hubiese tomado otras armas pero no las tenía a la vista- ¡Muéstrate!
Un niño apareció en la puerta. Llevaba una flauta en sus manos.
-Yuz
-¿Acaso es un niño?
-No lo subestimes, el clan de Yuz Los puppet-masters- han pertenecido desde siempre al puño de Odín, incluso antes del Ragnarok ya se los creía lideres innatos Aseguró Gerard- ¡Su poder es temible!
-Me conoces bien, ¿eh? Se burló Yuz- ¡No me conoces en absoluto! ¡Y ahora se arrepentirán!
-¡Cubre tus Oídos Ishtar!
Yuz se llevó la flauta a la boca y empezó a entonar una música bonita. A Ishtar le pareció de lo más agradable. Lo calmaba. Lo sosegaba. Era como aquellas drogas que usaba Kait para calmar los nervios antes de ir a dormir.
De pronto, todo se puso oscuro. ¿Qué pasaba allí? Ya no recordaba
escuchaba un ruido
¿Qué era? ¿Un caballo? Él lo estaba esperando. Tenía que galopar y llegar pronto. ¿Qué era eso que se veía a la distancia? ¿Fuego? Ahí hay alguien preguntaré. El hombre que estaba allí me dijo que un sobreviviente a aquel incendio voraz de la ciudad huyó con un bebé hacia la ciudad de Syrup. ¡Tal vez esté herido! ¡Debo encontrarlo! La lluvia no me deja ver. Allí está la ciudad
Es mejor que me apure. ¡Vaya! ¡Las puertas de la ciudad están cerradas! ¿Qué habrá pasado? Dejaré el caballo aquí, espero lo entiendas centurión. Saltaré la puerta, no veo ningún guardia. ¿Dónde estarán? Luego de caminar por la ciudad distinguí a un hombre herido y a su bebé. Están siendo perseguidos como viles ladrones. ¡No lo permitiré! Me metí en la disputa y le pregunté porque lo perseguían. Había perdido mucha sangre. Proteja a mi hijo, dele de comer esto cuando cumpla los quince ciclos Y me dio una fruta algo extraña, parecida a una manzana. ¿Cómo es su nombre
? ¡Ey! WIKOF me contestó y murió. Corrí por la ciudad y llegué a un manzanero. Allí crié a quien le pusiera Kait y le enseñe miles de trampas y secretos. Le prohibí tocar aquella extraña fruta temiendo que fuera algo venenoso. ¡Pero que idiota! ¡Que padre le daría algo venenoso a su hijo! Y a los quince años
con un dolor en el corazón
¿Corazón? ¿Qué es esa punzada de dolor? Todo se aclaraba en mi mente
¡La flauta de Yuz! Desperté y estaba echado en el suelo. Noté un sabor a sangre en mi boca. Quise moverme pero alguien puso una mano sobre mí
-No te muevas, ya lo derroté, pero sufriste una herida -era Gerard el que me hablaba- Es grave y no tengo forma de curarte. No acá y no puedo transportarte.
-Kait
búscalo
tráelo
el podrá -fue lo único que llegó a articular antes de caer desmayado por la perdida de sangre.
Raziel Saehara
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En la fiesta había mucha gente disfrutando. Todos ellos parecían contentos. ¿Cómo no estarlo? Eran la Clase alta. ¿Quién podría interferir en sus planes? ¿Un ladrón pobre? ¿Un clérigo abandonado a su suerte? ¿Una chica a la que consideraban una buena chica en la iglesia?... ¿O Ishtar, el mercenario que casi mata al conde de Jiran una vez?... Solo había una persona en total desacuerdo con los planes de su padre. Ella es muy culta y buena, cosas que sus padres de Jiran odiaban. No la odiaban a ella sino a su forma de ser. Sabía de todo un poco y su rostro era parecido al de una Valquiria joven, aunque a su parecer nunca habían sido vistas Valquirias envejecidas. Su nombre pasó a ser parte de la leyenda en el momento que cumplió dieciséis ciclos de vida. Aquel día se estaba llevando su cumpleciclos, era una fiesta con muchos invitados, pero ella prefería ignorarlos. Estaba, literalmente, aburrida de esa vida. Sus padres no entendían por qué: tenían dinero, tenían toda la fama que querían, incluso amaban a su hija. ¿Por qué no era feliz?
-Lucca Así se llamaba la hija del conde de Jiran- ¿Me das el honor de esta pieza?
Quien le hablaba era su prometido Isnash, un joven de pelo negro y peinado ridículo. Aunque decían que era bueno en el arte de la esgrima, pero nunca nadie se había atrevido a contradecirlo.
Lucca vestía algo poco común en alguien de su alcuña, pero era normal para todos aquellos seres repugnantes. Estaba vestida con un vestido color negro ajustado al cuerpo en la parte del busto y más suelto de las caderas hacia abajo. Lucía unos zapatos de plataformas, que la hacían verse más alta, y su peinado eran dos coletas a los costados de su cabeza en el pelo negro. Inclusive sus labios y sus ojos (negros) estaban pintados de aquel color. Al verla de lejos cualquiera diría que era una sombra que se había escapado de una Valquiria, por que a pesar de todo aquello le quedaba tan bien que parecía ser así: Una Valquiria oscura y sentimental.
Isnash, en cambio, parecía todo lo contrario. Llevaba como peinado un copete negro abundante. Lucía unos brillantes zapatos de piel de dragón e iba vestido con una armadura azul
¿Más piel de dragón? ¡Era la misma armadura que utilizaban los hombres toro de Yuz!
Estaban en aquel momento en el atrio del rey. Cinco tronos. El rey y la reina de Miltran, El conde y la condesa de Jiran y su hija Lucca.
El rey, un hombre de expresión adusta y brava, le sonrió a Lucca. Por supuesto, Isnash era su hijo, su único hijo varón
Tenía otra hija, mejor no pensar en ella.
Lucca largó el libro que había estado leyendo y con mal carácter salió a la pista de baile del salón. Su padre y el rey se sonrieron.
El rey, el cual estaba vestido con un frac grueso pero elegante estaba contento con su hijo. Isnash era un príncipe tímido, siempre les había temido a las mujeres. Pero desde que Yuz lo había manipulado como una marioneta se sentía mucho mejor. Yuz y él eran como sangre y uña. Incluso había aceptado usar la armadura que Yuz le dio bajo la condición de que le enseñara a usar aquella flauta. En una ocasión, hacía un tiempo, Yuz le había enseñado a usar la flauta. La melodía era tan encantadora como el cantar de los pájaros en primavera. Le hacía acordar a el césped tibio bajo los grandes arboles de su mundo.
Sin embargo, Yuz el flautista, no estaba en la fiesta. ¿Qué le habría pasado?
Lucca sintió como que Isnash no estaba allí con ella, no en aquel momento. Observó a su padre hablando con el rey. ¡Hipócrita! Lo maldijo por lo bajo. ¿Qué esperaban de ella? Era apenas una niña
esa noche cumpliría dieciséis ciclos. ¿Esperaban que se casara así como así? ¡Ilógico! Pero era la ley en Midgard era que las jóvenes aspirantes a condesas, o cualquier otro titulo de terrateniente, se casen con el joven más guapo. Por supuesto Isnash no era de ellos.
De pronto la música terminó. Los caballeros y las damas se saludaron respetuosamente.
Isnash le extendió una mano a Lucca y subió hacia donde estaban sus padres. Muy pronto se haría el anuncio de quien fuera su esposo mediante aquel matrimonio arreglado.
Isnash miró a la joven que estaba a su lado. Lucca no solo parecía una Valquiria sino que hasta se parecía a las antiguas estatuas que había de Freya.
Freya era una de las diosas protectoras del templo donde iban las almas de los muertos: el Valhala; sin embargo sus ropas negras, al igual que el maquillaje de su rostro, eran parte de su personalidad fuerte y decidida.
El rey se levantó de su asiento y todos hicieron silencio. Los dos jóvenes permanecieron de pie.
-En una hora se llevara a cabo la bendición para el matrimonio de estos jóvenes. Cuando Mani (La luna) esté en su apogeo, estos dos jóvenes serán mi más grande orgullo. Eso es todo lo que quería decir. ¡Que siga el baile!
La música comenzó a sonar. Todos volvieron a la pista de baile. Los instrumentos no dejaban de sonar, primero lento y después una música tranquila y suave, que llenaban el castillo con una armonía increíble.
Pero Isnash y Lucca no volvieron a la pista. Isnash necesitaba hablar con su prometida. La tomó de la mano y la llevó al balcón real. Primero se hizo el silencio mientras miraba el horizonte. La lluvia seguía cayendo pero no se iban a mojar porque había un toldo enorme sobre ellos que detenía el flujo de agua sobre sus cabezas.
Lucca se preguntó fastidiada por qué la habría llevado allí. Dentro de una hora sería su esposa y eso no podía impedírselo. No iba a contradecir a su padre. No era que les tuviese miedo, pero eran quien les había dado la vida. Entonces paso algo que no esperaba
De hecho nadie lo esperaba.
-¡Vete! Dijo Isnash en voz baja, Lucca se quedó paralizada- ¡No conoces lo que viene! Serán tiempos oscuros Siguió él mientras observaba la lluvia caer copiosamente sobre el suelo debajo de ellos.
No se atrevía a darse vuelta. Si la miraba ella no iba a entender. Espero unos minutos hasta que ella habló.
-¿Por qué Isnash?
-¡Porque te amo demasiado como para obligarte a estar conmigo! Y lo que se aproxima
Hizo silencio. Escuchó las pisadas alejándose y se dio la vuelta. Sus lágrimas rodeaban su rostro. Se las enjugó en su manga de piel de dragón. Y decidió, muy a pesar de él, sacrificarse por su princesa. Sacó su espada lentamente y con mucho dolor se la enterró en el estomago. El dolor punzante y la sangre coagulándose alrededor de su espada fueron su final. Retrocedió unos pasos y se lanzó al vacío desde aquella altitud.
Raziel Saehara
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Capítulo III: La cofradía del puño de Odín.
Kait y la Reina roja continuaban su camino hacía donde teóricamente se encontraba Ishtar. ¿Era su impresión o este chico poseía un poder extraordinario? ¿Era en verdad hijo de Wikof? Tal vez si lo viera su madre, la de la Reina roja, podría identificarlo bien. Podría inclusive devolverle la memoria. Pero, para mala suerte suya, su madre no vivía ya.
-¿Qué te pasa? Estás muy callada –Preguntó intrigado Kait.
La chica lo miró como quien mira a un rey. Sentía pavor ante cualquier palabra que le dirigiese. Hijo de Wikof… El arco de caza místico… La legendaria espada de la escarcha… Y eso no era todo: estaba también Estela de dragón. Aunque la tuvo en su mano nunca supo del poder de aquella arma. Igualmente tenía la impresión de que Las tres armas juntas hacían el conjunto. Es como con las armas de Thor: El martillo, los guantes y el cinto. ¡Todo se parecía!
Según la antigua leyenda, el dios del trueno Thor poseía tres artilugios. El martillo (Estela de dragón) que rompía todo lo que tocaba; el cinto (la espada de la escarcha y su cinto) que junto a los guantes pesados (el arco de caza místico) le daban una fuerza impresionante. Algunas fuentes históricas señalan que Thor también usaba una espada. Si este era el caso, entonces Kait tenía en sus manos un arma muy peculiar y de origen divino.
La Reina roja miró a Kait con ojos de niña asustada, pero se dio cuenta lo que este pensaba… ¡Había descubierto la verdad! ¡Él era hijo de Wikof! ¡Él merecía la muerte más que nadie!
Si lo mataba y cobraba la recompensa… Hacia años que era buscado… ¿Cómo no se dio cuenta antes?
Sacó una serie de cuchillas y atacó a Kait. Este, más que sorprendido, saltó hacia atrás para esquivar la daga. Que le rozó una de las piernas.
-¡¿Qué haces?! ¡¿Te has vuelto loca?! –Gritó Kait.
-¡Eres el hijo de Wikof! ¡Te he descubierto!
Kait negó con la cabeza.
-No se quien sea ese Wikof.
-Wikof era un caballero de la orden roja de Licodio descendiente de los Einherjer.
¿Qué decía esta chica? Einherjer. Alguna vez había escuchado esa palabra pero donde.
-¿Qué es un Einherjer?
La reina roja aún se enfureció más. ¿Cómo no se dio cuenta antes? De repente un dolor en el pecho le dijo lo que supuso. Se tomó el corazón y quedó allí echada en el sucio suelo de la prisión.
-¿Reina?
Ella no se movía. Había exhalado su último aliento. Kait soltó la espada y puso a la chica boca arriba. Los ojos de la chica estaban blancos. ¿Qué había pasado? Si alguien lo entendía que se lo explicara. Le tomó el pulso de su cuerpo pero ya era tarde, estaba muerta.
-¿Así que también llorás? ¿Nunca lo imagine del hijo de Wikof?...
Esa voz. Se tanteo en busca de la espada. No la tenía, la había soltado en cuanto la chica se desplomó en el suelo. ¿Dónde estaba?
-¿Buscas algo? –Entre las sombras del calabozo se fue formando una silueta.
-¿Quién eres? –Gritó Kait a la imagen difuminada que se acercaba peligrosamente a él.
La sombra no dejaba de acercarse. Kait tenía miedo. Solo tenía como arma su magia y el arco de cazador místico. Apoyó lentamente la cabeza de la chica en el suelo y con el resto del cuerpo la cubrió.
-¿Pretendes protegerla? –Dijo la sombra- No hay nada que hacer… Ya está muerta.
-¡No! ¡No! ¡NO! –Gritó desesperado Kait- ¡No quiero que muera!
-La muerte es progreso -Dijo la sombra que estaba cerca suyo- No vengo a pelear ni a matar, tu amigo te está esperando.
Ishtar. ¿Por qué no estaba allí con él? Si Ishtar también moría…
-No, él está vivo, pero solo momentáneamente. Vamos te contaré el resto por el camino…
Kait dudó. Así que le hizo una pregunta:
-¿Por qué murió la Reina roja? ¡¿Vos la mataste?!
Kait se puso en pie y encaró a la sombra. Vestía de blanco, tenía los ojos cerrados y en los labios una sonrisa.
-Yo no la maté, si eso es lo que supones. La… ¿“Reina roja” dijiste? Ya veo. La famosa asesina y alquimista Belén…
-¿Belén?
Había escuchado ese nombre antes. Sí, el nombre era de conocimiento público en las áreas bajas de la ciudad de Syrup, pero nunca nadie había dado con ella.
-¿Quién eres?
-Gerard del puño de Odín, Clérigo evanescente. Sígueme, no hay tiempo.
-Espere, mi espada…
Pudo ver el resplandor mortecino antes de que el clérigo lo tele-transportase al lugar donde Ishtar se encontraba herido.
Kait apenas lo vio salió corriendo donde su amigo. Ishtar estaba herido desde el abdomen hasta el corazón. Pero era una herida simple, no era aún su muerte aunque tenía los ojos en blanco y estaba empapado en sudor y sangre.
Kait tocó la herida y notó que la sangre, pegajosa y oscura, salía sin cause de la herida.
-Ishtar, resiste… Clérigo… Clérigo… ¡Ey! ¿Me estás escuchando?
El joven miró hacia el lugar donde había estado el clérigo y notó que este no estaba. Maldijo por lo bajo. ¿Qué podía hacer? Debían salir de allí.
Miró a su alrededor y tomó algo con lo que sintió afinación. Estaba en una sala de armas. Había dos Hombres toro muertos allí.
Se acercó a una estantería repleta de armas y tomó un báculo dorado. En su punta conservaba la forma de la garra de un dragón. Nunca había visto a ninguno de ellos pero se decía que eran fuertes e incorruptibles. El clérigo Mincar tuvo en su tiempo un dragón a sus órdenes. Se decía que este dragón, de nombre Ámbar, era uno de los más poderosos en la historia de Midgard.
Kait puso su cuerpo apuntándolo hacía la entrada para poder ver quien venía desde allí no vaya a ser que lo atacaran por la espalda. Puso sus manos sobre el pecho de Ishtar y comenzó la magia. Sabía que iba a llevar tiempo. Aquello no era fácil. A los pocos minutos Ishtar abrió los ojos e hizo una mueca con sus labios. ¿Era una sonrisa? ¿Aquello era así? ¿De verdad?
-Kait…
-Mantente callado, tengo que elevar mi conciencia. Ishtar pensó que nunca había visto a un chico tan preocupado por una vida ajena.
Se sintió culpable por haberle causado tanto daño. Desde que había comido ese fruto. El fruto de la pérdida de memoria. Pero había otro detalle que nadie sabía. Si “ellos” supieran que estaba vivo. El grupo en sí no era el problema. El problema era quien estaba tras el grupo.
-Kait.
No se podía mover. Sentía la sangre correr dentro suyo. Ya casi no le quedaba tiempo. ¿Por qué no se lo dijo antes? ¿Miedo quizás? Había peleado con miles de criaturas horrendas y deformes pero ninguna le había producido tanto miedo como la muerte. ¿Qué le esperaba allí? El Valhala quizás hubiese sido destruido, pero el infierno aún existía en Niflheim. Se imaginó por allí. Rondando como un sucio cadáver famélico y sin esperanzas. ¡No! ¡Eso no era lo que él quería! Sacando fuerzas de donde no tenía logró sentarse.
Kait no tenía esperanzas. Su único amigo, el único que había conocido, se moría. Su amigo había fallado en la misión. Las lágrimas involuntarias saltaron de sus ojos celestes como el cielo en días despejados.
-Kait, escúchame, mi tiempo se agota. Hay algo que debo decirte… -Escupió sangre- … Es importante… Tú padre… Yo lo conocí…
Todo estaba pasando según sus sueños. El calabozo, Ishtar herido, todo… Incluso lo que decía de su padre.
-Debes viajar a las tierras de las dunas de arena en el poblado de Axaroth. Toma cualquier arma de aquí y vete sin mí… ¡Agh! ¡Coff! –Escupió más sangre- No te quedes en el árbol de Manzanas. Encuentra las llaves y abre tu memoria… Lo siento.
Los ojos de Ishtar se pusieron en blanco, pero aun así no dejo de sonreír. Kait se sintió impotente. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo saldría de allí? La espada de la Escarcha había quedado abandonada, por la fuerza, gracias a ese clérigo. No podía cargar con el cadáver de Ishtar. ¿Así eran las cosas no? ¡Por Ishtar que mataría al conde de Jiran o moriría en el intento! Aún tenía el arco de cazador y el carcaj mágico, además del bastón de Clérigo. ¡Espérame Ishtar! ¡Pronto estaré ahí también!
Raziel Saehara
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